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jueves, abril 12, 2018

Series mutantes en Fuera [de] Margen

Acaba de publicarse el monográfico #22 de la revista Fuera de Margen (Observatorio del Álbum y de las Literaturas Gráficas), una de las publicaciones más sugerentes, atrevidas y cuidadas de entre las dedicadas a las narrativas gráficas en nuestro país. En su último número, dedicado a las series, cuenta con sugestivos acercamientos panorámicos a la serialidad en los álbumes infantiles y en los cómics; pero también con estudios monográficos (sobre Ian Falconer, Aurélien Débat o Lewis Trondheim), con una entrevista a la autora Anaïs Vaugelade e incluso con un miniálbum recortable y editable de Giulia Gallino. Gracias a la amabilidad de Ana Lartitegui, su Jefa de Redacción en España, hemos tenido la suerte de poder participar en este último número con un artículo dedicado a los trasvases entre los cómics de superhéroes y las adaptaciones seriales audiovisuales: "Series mutantes en la postmodernidad tardía".

Les dejamos con el sumario de la revista, desglosado por sus editores:

nº 22 - marzo 2018

Entrando en su sexto año de ediciones ininterrumpidas, el Fuera [de] Margen lanza su monográfico #22. «Series» se ocupa de otear la parte excepcional, atípica o curiosa, dentro del fenómeno editorial de lo seriado: las series fallidas, las que avanzan a trompicones, las que acabaron en serie sin proponérselo, las que funcionan sin personaje y, sobre todo, los nuevos derroteros adoptados por las series que actualmente fuerzan las mutaciones dentro del tema, esas que parecen concebidas no tanto para explotar la parte comercial del asunto sino para poner a prueba sus posibilidades expresivas.

La nueva entrega «Series» luce la portada de Aurélien Débat, autor recientemente laureado en la Feria de Bolonia 2018 por su obra Cabanes, ilustrador que dentro de su producción gráfica explora la composición-descomposición en módulos del paisaje y los objetos para operar con ellos las mil variables posibles. Por tanto, tenemos que bajo el epígrafe «Series» abarcamos no sólo un fenómeno editorial sino también una reflexión sobre las diversas mutaciones que hoy alteran la forma tradicional de lo seriado para conducirla por terrenos de experimentación.

En cuanto a las series para los más pequeños, con Marianne Berissi observamos las claves específicas de las series infantiles de álbum y las innovaciones dentro de la pauta, en el artículo ¿Es la serie soluble en el álbum? Con Françoise Gouyou-Beauchamps volvemos al famoso personaje de Ian Falconer, Olivia, con motivo de la reciente aparición del último título de la serie Olivia la espía, en Cuando aparece Olivia También una disertación a través del ejemplo sobre las variables que resuelven y garantizan la identificación y fidelización del lector con sus personajes, con Beatriz Sanjuán en su artículo Vivir en serie. Asistimos a la conversación mantenida entre Sophie Van der Linden y la autora de las series Zuza y Les Quichons, a propósito del éxito y el fracaso, en la entrevista Anaïs Vaugelade: «¿un poco más de serie?».

En su artículo de opinión Yann Fastier incide sobre la previsibilidad y el efecto reconfortante de las lecturas en serie, eEl retorno del eterno retorno.

En cómic, Rubén Varillas analiza la relación entre las producciones fílmicas de superhéroes de hoy y las series de Marvel y DC de hace un par de décadas, así como el universo de posibilidades narrativas que se abre con este fenómeno de las series televisivas. Lo leemos en Series mutantes en la postmodernidad tardía. Acerca de la evolución y mutaciones de las series y particularidades de su producción desde sus orígenes hasta nuestros días, en el artículo La serie en cómic: ¿una máquina de producir relatos? escrito por Liliane Cheilan. Con motivo de la reciente reaparición de Lapinot en Les Nouvelles Aventures de Lapinot. Un monde un peu meilleur, observaremos  los avatares del sistema de series que se genera entorno este personaje, en Variaciones en serie con Trondheim: las diferentes encarnaciones de Lapinot escrito por Côme Martin.

Sophie Van der Linden se interesa por las propuestas plásticas con las que la idea de lo seriado entra en experimentación, en Jochen Gerner, autor de series.

[Carta blanca] para el equipo que forman Ellen Duthie, Daniela Martagón y Raquel Martínez, en Matrioska Wonder Ponder: ¿Cuántas series caben dentro de una serie?

En la sección internacional, las ediciones francófonas de Canadá en Quebec: la renovación del álbum, a cargo de Marie Barguirdjian.

Rematando el sumario como es habitual, la sección [Ópera Prima] esta vez con la italiana Giulia Gallino y su sorprendente obra dedicada al «género negro», En su casa por la noche.

Disponible por suscripción en fuerademargen@pantalia.es

viernes, mayo 19, 2017

Iron Fist, la serie. Puño de plomo

Frente al cacao-maravillao-multivérsico hacia el que parecen encaminarse las adaptaciones cinematográficas del género superheroico, el trasvase televisivo de la noción de crossover que está llevando a cabo Netflix sobre la base del Universo Marvel nos estaba creando muchas expectativas. Ya saben, la aparición de Luke Cage en la serie dedicada a Jessica Jones, la de The Punisher en Daredevil o la presencia de esa doctora Claire Temple, protagonizada por Rosario Dawson, que con su aparición en todas las franquicias enhebra todas las sagas abiertas dentro de una misma realidad ficcional.
Con esta idea en mente, comenzamos a ver Iron Fist, la serie de Scott Buck basada en el personaje creado por ese gigante del cómic que fue Gil Kane y ese otro que sigue siendo Roy Thomas. Los dos primeros episodios nos parecieron prometedores. Teníamos la sensación de que la serie intentaba de algún modo capturar el tono de la excelente adaptación que del superhéroe hicieron hace diez años Ed Brubaker, Matt Fraction y David Aja (¡qué tres!); y cuyo mejor nivel duró hasta que el último de ellos abandonó el puesto de dibujante de la misma. El interés por la adaptación televisiva nos ha durado mucho menos.
Aunque la serie tiene varios hallazgos en la elección de reparto, en su ambientación y en la fidelidad a la idea original, tenemos la sensación de que a Netflix se le está yendo la mano con su insistencia en la personalidad torturada y angustiosa del superhéroe; que en el caso de las adaptaciones televisivas suele traducirse en la elección de actores blanditos (véanse Charlie Cox en Daredevil o Finn Jones en esta Iron Fist) y en el repertorio de pucheros y gestos toruturados que esgrimen sus personajes. Seguramente la imagen de querubín rubio con ojos azules de Jones no haya sido la mejor elección para este Iron Fist.
Tampoco acaba de funcionar el ritmo narrativo de la serie. Es más, por momentos resulta un tanto plomiza la insistencia en el elemento corporativo de Industrias Rand y los enredos de la familia Meachum.
La apuesta de Netflix por la actualización del Universo Marvel (en una suerte de revisión ultimate catódica) y su búsqueda de una sobria verosimilitud adaptada al tiempo presente, tiene como contrapartida una dosificación de la acción que, en bastantes momentos, termina por desconectar al espectador de la fantasía superheroica. En ninguna de las series de Netflix es este hecho más evidente que en Iron Fist. Es más, en ese ánimo "realista" las menciones a La Mano y a K'un-Lun terminan chirriando y nos suenan (nos van a perdonar la broma) a chino.
Acabamos de comenzar ahora con Legión (la serie de Noah Hawley para FX), también de la factoría Marvel. Hasta ahora la cosa tiene una pinta bárbara. Crucemos los dedos.

martes, febrero 16, 2010

En Zamora son de la Marvel.

Bueno, al menos los del bar Popanrol lo parecen. Y no sólo de la Marvel, que de vez en cuando también aparecen tipos de la DC, de Pixar y hasta alguna despistada de Walt Disney con complejo de Peter Pan. Cosas de Carnaval:
En breve, volvemos con Tezuka...

domingo, octubre 04, 2009

Una de originales con capa.


Tozudos como somos, seguimos emperrados en demostrarles que no odiamos a los superhéroes. Por eso, retomamos trucos y artimañas de nuestro post anterior y les proponemos un nuevo juego que engancha, además, con esos afanes coleccionistas que teníamos olvidados desde las operaciones 700 aquellas.
Les explicamos: según acabamos de mencionar, les suponemos enterados de que, de tanto en cuanto y para regalarnos el sucio ego coleccionista, nos lanzamos a las procelosas aguas de ebay o similares y nos gastamos las perras en alguna página original aparente y resultona. Pues bien, aquí y ahora les conminamos a adivinar quién dibujó y a qué cómic pertenecen nuestras dos últimas adquisiciones. Si lo adivinan, les contamos dónde pueden encontrar alguna parecida (o mejor). A jugar tocan.


martes, septiembre 29, 2009

Las diez viñetas más icónicas de la Marvel.


No disimulen, algunos de ustedes nos miran raro porque se creen que no nos gustan los tebeos de superhéroes, que los maltratamos frente al cómic de autor, que nos referimos a ellos como a un género obsoleto y algunas otras medias verdades. Pues no, nos gustan algunos cómics de superhéroes, como lo hacen algunos tebeos bélicos o cómicos; y así hasta el infinito de la relación generica.
De hecho, hemos seguido con interés inaudito ese concurso planteado por la página CBR (Comic Book Resources), entitulado "Vote For Your Top Ten Iconic Marvel Panels Of All-Time!" (¡Vota por las diez viñetas más icónicas de la Marvel de todos los tiempos!). Ahí es nada, un reto de consideración planetaria y a contrarreloj (el plazo se acabó el 31 de agosto), uno de esos cánones que tanto gustan en la galaxia comiquera. Es en realidad una lista de diez para esconder lo obvio: sólo puede quedar una. Por eso, después de darle muchas vueltas a nuestras dos favoritas, nos hemos quedado con tres. ¡Es la hora de la iconicidad!
Bueno, también nos gusta esta otra porque nos encantan el golferío indiscriminado y la elegancia intrínseca de la moza en cuestión (qué grandes Ditko y Lee: "¡Reconócelo campeón, te ha tocado el gordo!").
Si quieren ver los resultados del concurso/encuesta, los pueden disfrutar aquí en el riguroso orden clasificatorio final (todavía están apareciendo, con cuentagotas). ¡Cómo se estarán divirtiendo los de la Disney, maquinando escenarios y remodelando viñetas!

viernes, julio 03, 2009

El pie izquierdo de Supermán.

Malos tiempos para la épica en este blog. Desmitificados, desnudados de bondad, a los héroes de ficción sólo les faltaba que les hurgaran en la horma de sus intimidades para posterior escarnio público. Es lo que lleva haciendo desde hace unos días Gaspar Naranjo, que se ha propuesto, ni más ni menos, que acabar con Supermán a base de hundirlo en la miseria. Como lo oyen, el héroe de Krypton expuesto con sus vergüenzas al aire. Se creía el universo que el tipo férreo tenía corazón de adamantiun heliovoltaico y resulta que el pobre de Clark las pasa tan putas como nosotros, las moscas del universo sentimental. Se ha pasado el Gaspar, esta vez.

martes, junio 23, 2009

Los superhéroes desmitificados de Gregg Segal.

Hace unos días leíamos el detallado y revelador post que hizo Werewolfie sobre el All Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely. En él analizaba el género de superhéroes (y sus últimas derivaciones hacia la violencia) a la luz del componente judeo-cristiano que, desde sus orígenes, condiciona la existencia de personajes superpoderosos y superheroicos. Se analizaba en el post el código ético que tradicionalmente ha regido la actuación de los superhéroes, frente a la mucho más laxa conducta de que parecen hacer gala muchos héroes contemporáneos:
Resumiendo y simplificando mucho, el superhéroe de espíritu judaico (o judeocristiano) es alguien que no se caracteriza tanto por llevar un traje llamativo o por tener grandes poderes, sino por los principios que guían su actuación. Y dentro de los mundos de ficción superheroica ha habido quienes han tenido cuidado en distinguir cuidadosamente a los superhéroes, de un lado, frente a otros personajes que pueden ser superficialmente similares -esto es, pueden vestir trajes llamativos y/o tener grandes poderes, e incluso pueden enfrentarse a villanos-, pero que no siguen el estricto código de conducta superheroico.
Frente al posicionamiento moral inquebrantable en pos del bien, los últimos héroes reflejados en series como The Ultimates o The authority, son mucho más ambigüos y sospechosos en sus actuaciones: "El 'nuevo tono', más violento, más oscuro, menos estricto respecto a los superhéroes, clásicos o no tan clásicos, se nos vende además como algo cool". Parece que algo empieza a oler a podrido en Metrópolis. En todo caso, algo está cambiando en el mundo de la comuna heroica. Probablemente todo empezó con el cuestionamiento del mito que llevaron a cabo los Moore, Miller y demás patrullas crepusculares, allá por los 80.
Nos hemos acordado de todo ello cuando hemos revisado los trabajos de Gregg Segal, de profesión fotógrafo e histrión desmitificador. En su obra, Segal juega a la descontextualización del personaje retratado, casi siempre con un trasfondo irónico inserto en el guiño autorreferencial: tan pronto nos encontramos a un capitán (no sabemos si de barco) a punto de ahogarse entre basuras (serie profiles), como a Abraham Lincoln jugando a la comba con un castor (serie dreams), o una escena nocturna con una mujer plantada en su propio porche a la espera de alguien o algo que no ha de llegar nunca (serie nightscapes).
En sus fotografías, el americano se ríe con ostentación o abusa con crueldad, cámara en mano, de las "víctimas" que atrapa en su objetivo; pero también los retratados participan de la fiesta. Casi todo son rostros relajados y sonrisas francas en las instantáneas de Greg Segal (excepto en sus pocas series cargadas de gravedad y suspense, como nightscapes). La obvia artificiosidad de cada puesta en escena, de cada composición, se difumina detrás de unos cuadros que rezuman naturalidad por las cuatro esquinas: parece como si, efectivamente, el fotógrafo hubiera conseguido captar un momento único en la vida ordinaria de seres extraordinarios. El contraste mueve a la sonrisa espontánea, pero en el fondo de la instantánea sobreviven instaladas la ironía y la paradoja, entidades mucho más inteligentes y abstractas, y también mucho más exigentes para el espectador (no se pierdan su serie somparativa cost of living, en la que el fotógrafo enfrenta cínicamente algunos productos de esos que definen a una sociedad civilizada con su correspondiente par antiglamuroso). Es lo bueno que tienen las instantáneas de Segal, que permiten varios acercamientos progresivos.
Da lo mismo que estemos ante un personaje ficticio como su Detritus (que hace visitas sorpresa en Tokio y visita cementerios) o ante arquitecturas imposibles, perfectamente localizadas en espacios reales, pero recubiertas de un brillante y hueco celofán publicitario, las imágenes de Segal no parecen de este mundo, tal vez pertenecen a una irrealidad paralela en la que los piratas andan por las urbes despojados de mitología. Eso es lo que sucede en su serie de superhéroes, quizás la más estrambótica y alegremente chabacana de todas las suyas. Cada una de las instantáneas que la componen nos parece un hallazgo, no sabemos si por pura y simple inercia de intereses o porque, como anticipábamos al comienzo del post, los tiempos de la desglorificación heroica se sobrellevan mucho mejor cuando vienen cargados de comedia (en vez de nihilismo). Son impagables las imágenes de Spiderman tendiendo sus disfraces, Superman rociando el inodoro con el Pato WC, una loca Cat Woman en sesión fotosexual cachonda o Batman presto a arrancar su Bat-scooter.


¿Dónde ha quedado aquella heroicidad clásica fabricada en titanio e identidades secretas?

lunes, mayo 12, 2008

Iron Man, de cachondeo entre las bobinas.

Hace ya unos años que al Hollywood más propiamente hollywoodiense, a ese que representan los grandes estudios, se le presupone cierta sequía creativa y una sed indisimulada de guiones originales, que garanticen divisas a sus depósitos de inversión. Así, en su búsqueda indisimulada de historias fértiles, los productores y magnates del celuloide llevan tiempo con la varita de avellano desenfundanda apuntando aquí y allá a la busca de acuíferos argumentales.
En esa exploración incesante, nuestros zahoríes de la peseta (léase dollar) han enchufado su manguera a numerosos espejismos de charco artístico: remakes tan innecesarios como artificiosos de viejos buenos clásicos; segundas, terceras y quincuagésimas partes que nunca han sido buenas (Coppola mediante); revisitaciones genéricas loables e ingeniosas que, una vez transformadas en "plantilla" argumental repetida hasta la nausea, terminan por hacernos renegar de su originaria originalidad, etc. Y así, hasta que llegó a nuestras pantallas el boom de los efectos especiales digitales, la poza infinita de imágenes digitalizadas que había de saciar nuestra sed a base de vasos de irrealidad pixelada.
El hallazgo más grande después del descubrimiento del río Yukón parecía manar oro líquido virtual para todos y para siempre; el maná redivivo en versión cinemascope (ehem, o al revés). Lo inadaptable, lo imposible, al alcance de un disco duro. Entre los frutos que crecieron al frescor del vergel encontramos piezas sabrosas como casi todas las que recolectaron los magos de esa factoría de sueños y risas que atiende por Pixar: con mención especial a sus monstruos y superhéroes. Hablando de superhéroes...
Con la era digital se recupera, se reinventa, el cine de superhéroes. Todas aquellas adaptaciones pijameras de nylon y lycra, inverosímiles hasta la parodia por su ausencia total de misticismo heroico, se reciclan en forma de mitología SFX y se reciben en nuestras pantallas con las claquetas abiertas; el género pródigo que vuelve a casa, sniff. Un filón inagotable. Una vuelta de tuerca a la teoría del subgénero convertido en molde reutilizable hasta lo indecible, pero, además, una fuente de ideas igualmente inagotable con trasvase de beneficios de ida y vuelta. Entiéndase del siguiente modo: las adaptaciones cinematográficas le garantizan a las grandes editoriales comiqueras (por ahora, básicamente, Marvel y DC, pero en el futuro a muchas otras de las pequeñas, verán) una fuente de subsistencia lujosa y abundante, alimentada de vetas diversas de merchandising, publicidad directa e indirecta, etc; por su lado, Holywood descubre el camino de perfección a su sequía cerebral: un mar creativo (tirando a lago) que, con una inversión tolerable en "infraestructuras", garantiza guiones e historias ad eternum, simplemente porque muchos ya están hechos, otros son ramificaciones de aquellos, etc. (no vamos a ponernos a hablar aquí de los universos superheroicos infinitamente cruzados y tal).


No obstante, nosotros hemos venido aquí a hablar de otro libro, aquel que se inventaron los Stan Lee, Jack Kirby, Don Heck y Larry Lieber, que estaba protagonizado por un millonario, canalla, pendenciero y casquivano, llamado Tony Stark. Resulta que es el que ahora han transformado en película los señores de la Paramount junto a los de la Marvel. El resultado, Iron Man, nos ha parecido bastante divertido y mucho más digno que otros simulacros superheroicos precedentes bastante recientes.
Los altibajos en una superproducción de este tipo parecen inevitables, seguramente por las mismas restricciones que plantea el molde genérico, que venimos señalando. Como la plantilla está trazada de antemano (los momentos climáticos y anticlimáticos, el diseño de personajes estereotipados o la exigencia de subtramas internas -la historia de amor subyacente, el conflicto moral del héroe, el villano agraviado, etc.), al director no le queda otra que intentar ajustar sus piezas en las casillas correspondientes, sin perder de vista que el trazado original permanezca visible de principio a fin; innovaciones las justitas, que el producto va destinado al gran público, no a los lectores de cómic. Quizás por eso, muchas de las adaptaciones de tebeos que vemos en los últimos tiempos nos parecen redundantes y sus subrayados excesivos: porque nos están contando algo que ya hemos leído mil veces. Olvidamos que su público potencial no somos sus lectores originales, sino los consumidores de grandes producciones (a lo mejor, los mismos que "alucinaron" con Titanic). De ahí que todos y cada de los filmes superheroicos se explayen en la ilustración profusa de los antecedentes del personaje, sin dar nada por hecho (algo que, por otro lado, ha sido un común denominador en casi todas las nuevas reformulaciones de los mitos Marvel y DC a lo largo de estas últimas tres décadas; no es tan raro).
Quizás por eso también (parafraseando a Pepo Pérez), en la crítica de Iron Man de Carlos Boyero (uno de los mejores de este país) se lea eso de que el "sentido del humor está ausente en este discurso sobre el bien y el mal, con lo cual el fastidio es superior". Y es que, precisamente, lo mejor del Iron Man de Jon Favreau es su sentido del humor. ¿Hay que conocer al personaje y su mitología para entenderlo, para disfrutar del mismo? Las palabras de Boyero nos hacen dudar. Casi todas las intervenciones en pantalla de ese gran actor que es Robert Downey Jr., destilan humor e ironía. No nos referimos a la socarronería chulesco-macarra a lo Rambo que "perfuma" al héroe prototípico americano de las últimas décadas, no, aunque de esa también hay en Iron Man; hablamos de un humor más fino que enlaza directamente con la evolución comicográfica del personaje, ese chulo playboy acomplejado, con un fondo tragicómico que le lleva del patetismo a la parodia sin perder ni un ápice de su heroicidad. Nos parece que la película ha sabido recoger ese punto bastante aceptablemente. Por eso, sobre todo, nos ha parecido divertida.
Bueno, y porque aparece el Downey Junior en un papel que le viene al dedo. En uno de los primeros cómic-books de los Ultimates sus personajes fantaseaban con la divertida hipótesis interdisursiva de quién representaría a quién en una posible adaptación al cine de sus andanzas heroicas: Tony Stark lo tenía claro (bueno, Millar y Hitch, en realidad), no podía ser otro sino Johnny Depp (Hitch incluso dibujó al personaje con ese referente fisonómico presente). No por mucho, pero se equivocaron. Robert Downey Jr. es un Iron Man tan perfecto que hasta comparte pasado, traumas y reivenciones; así que cuesta tan poco creerse su lado golfo y divertido como su faceta de angel caído y redimido.
Sus intervenciones son lo que más nos interesan de la película, sus momentos en el laboratorio al cobijo de su aparataje tecnológico; sus cruces de relaciones "jefe-sirvienta", chanzas y miradas, con esa sosísima y sumisa (también paródica) Pepper Potts; sus vuelos sin motor en el interior de la armadura y la muy lograda visión subjetiva desde el casco de Iron Man.
Nos atraen mucho menos todos los aspectos de la película que huelen a fórmula, empezando por el episodio iniciático en el desierto afghano, que nos recuerda por momentos a algunos episodios de El Equipo A y a casi todos los de McGyver. Tampoco acabamos de "entrar" en los necesarios (argumentalmente) como intrascendentes (narrativamente hablando) episodios de confrontación entre Iron Man y sus sucesivos enemigos-obstáculos. Y de la historia de amor, qué decir, predecible desde el primer boceto de trailer de la película, al igual que la facilona (por obvia) exposición del conflicto moral armamentístico que sobrevuela toda la cinta... Dicho lo cual, volvemos a nuestras primeras palabras, nos lo pasamos bien, nos reímos y dimos por bien gastado el dinero: aceptamos Iron Man como cine (espectáculo).

viernes, marzo 30, 2007

Nota de prensa sobre la nueva edición de Watchmen.

No tengo la costumbre de pinchar notas de prensa y similares, pero bueno, los de Planeta han mandado esta cosita bastante currada sobre Watchmen y, claro, cuando se habla de Watchmen, uno tiene su corazoncito.
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Planeta DeAgostini tiene el placer de presentaros en el próximo Saló del Còmic una de las obras canónicas del género, Watchmen, en una edición definitiva plagada de extras que conmemora el 20º aniversario de la obra.

Watchmen
está ambientada en un universo que plantea cómo habría sido el mundo real de haber existido los superhéroes. Éstos han sido desplazados por la sociedad e incluso perseguidos por la ley. Algunos siguen operando aún en contra de dicha ley, como es el caso de Rorschach, mientras otros trabajan como aliados del gobierno de los Estados Unidos, como el Dr. Manhattan, una pieza clave de la superioridad norteamericana en la Guerra Fría.

Los temas alrededor de los que gira la obra son diversos: el más evidente es el cuestionamiento moral de la existencia de los superhéroes, del vigor de su autoridad, que se resume con la cita de Juvenal que abre el libro: “¿Quién vigila a los vigilantes?”. Mediante la contraposición ideológica de sus protagonistas, Moore y Gibbons invitan a la reflexión sobre el poder y el peligro que puede suponer cuando quienes lo ostentan no se atienen a una “deontología”. Watchmen nos habla también sobre la filosofía, el determinismo, la superación de los valores morales o los fanatismos; y sobre otros aspectos de la sociedad de finales del siglo XX: como el respeto a los derechos humanos y la existencia y alcance de poderes fácticos (económicos, mediáticos) que también abre la narración a la teoría de la conspiración. Una obra compleja que representa además el germen la renovación de la narración gráfica en la historia del cómic.

LOS AUTORES

Alan Moore

Alan Moore nació en Northampton, Inglaterra, en 1953. Entró en el mundo del cómic a finales de los setenta, como guionista y dibujante de de tiras como Maxwell the Magic Cat, que se publicó semanalmente hasta 1986. Dejó a un lado su faceta de dibujante y se concentró en escribir guiones. Pasó a trabajar para diversas editoriales, como Marvel UK (Doctor Who Magazine, Captain Britain), Fleetway / 2000 AD (DR & Quinch, The Ballad of Halo Jones), o Warrior (Marvelman o la exitosa V de Vendetta). Empezó a escribir para DC Comics en 1983, cuando se hizo cargo de la serie La Cosa del Pantano (en la que apareció por primera vez el personaje de John Constantine, y que actualmente Planeta DeAgostini cada mes). Publicada entre 1986 y 1987, Watchmen dio un gran impulso a su carrera, por su narrativa innovadora y por su temática, enfocada a un público más adulto. Desde finales de los 80, Moore ha alternado obras para un público adulto (From Hell, Un pequeño asesinato) con otras más comerciales como Superman: Whatever Happened to the Man of Tomorrow, Batman: The Killing Joke, o sus colaboraciones en diversos títulos de la editorial Image. En 1999 creó su propia línea de cómics (America’s Best Comics) para la que creó títulos como La liga de los hombres extraordinarios, Top 10, Promethea o Tom Strong. Además de guionista es mago (algunas de sus representaciones han sido adaptadas al cómic, como El amnios natal o Serpientes y escaleras) y novelista (La voz del fuego, publicada recientemente también por Planeta DeAgostini).

Dave Gibbons

David Gibbons comenzó su carrera como dibujante trabajando para las editoriales inglesas DC Thomson e IPC, donde fue nombrado director artístico de la prestigiosa revista 2000 AD en su fundación. Trabajó también en la revista Doctor Who Weekly. En 1982 empezó a trabajar para DC Comics, dibujando la serie Green Lantern. Watchmen, realizada en 1986, es uno de los trabajos más notables de su carrera. Ha sido también el dibujante de personajes como Superman, Batman o Flash en diversas ocasiones. En 1990, junto a Frank Miller, creó al personaje de Martha Washington, protagonista de la miniserie Give me Liberty, que tendría varias secuelas a lo largo de los años 90: Martha Washington goes to War, Happy Birthday Martha Washington, Martha Washington Stranded in Space y Martha Washington Saves the World. En 2004 publicó su novela gráfica acerca del movimiento mod The Originals en la línea Vertigo de DC. En los últimos años ha sido guionista y dibujante de diversas series para DC: Legión de superhéroes, La guerra Rann / Thanagar, Green Lanterns Corps: Recharge o su continuación, la serie regular Green Lanterns Corps. También es el autor de varias portadas de discos, como la de Too old to Rock’n’Roll, Too young to die!, de Jethro Tull; K, de Kula Shaker; o el recopilatorio Greenpeace Rainbow Warriors.

RECORTES DE PRENSA

“Narrada con un crudo realismo psicológico, con líneas argumentales entrelazadas como una fuga musical, maravillosas viñetas cinemáticas repletas de motivos recurrentes, Watchmen es una lectura desgarradora y emocionante, y un hito en la evolución de un medio joven.” Lev Grossman, Time (Incluida en la lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa de Time).

“Watchmen supone para los superhéroes lo que El halcón maltés supuso para las novelas detectivescas o Raíces profundas para los westerns Don Markstein, Toonopedia.

NOTAS:

La edición absolute de Watchmen de Planeta DeAgostini es una réplica de la publicada en Estados Unidos en el pasado año, a tamaño 212 x 320 mm y cartoné.

Los extras consisten en textos exclusivos de Alan Moore y Dave Gibbons, un especial que nos detalla todo el proceso creativo de los autores y que ahonda en las características de cada personaje. Contiene también bocetos, guiones de Alan Moore, cubiertas originales e ilustraciones inéditas.

La adaptación al cine de Watchmen es un misterio practicamente desde la publicación de la novela. Actualmente hay indicios de que Zack Snyder, director de “300” trabaja desde hace tiempo en la preproducción de la historia, que vería la luz finalmente en 2008-2009.

Watchmen fue noticia nuevamente en 2005 al ser elegida por la revista Time entre las 100 mejores novelas de todos los tiempos. Fue el único cómic seleccionado.

domingo, agosto 06, 2006

Superhéroes en decadencia, de Donald Soffritti.

Estaba el otro día paseándome entre algunas de las webs y blogs comicográficos que visito con cierta asiduidad (que poco a poco voy incorporando en la barra de vínculos), cuando, al revisar posts anteriores de The Comics Reporter (la imprescindible página de Tom Spurgeon), me topé con unas imágenes de un tal Donald Soffritti que me parecieron simplemente geniales.
Me pongo a "googlear" (que dicen ahora los americanos) y encuentro que se trata de un joven autor italiano, de influencias disneyanas, que ha trabajado consiguientemente en publicaciones como Topolino o W.I.T.C.H. y que colabora con diversos periódicos como La Gazzetta dello Sport. Entre sus trabajos en cómic, encontramos la serie de aventuras Alienor, editada en Francia e Italia (no me consta que la hayamos visto por aquí) y Rat-man and friends/3 (inédito aún por aquí, pero me imagino que dentro de los planes editoriales futuros de Panini, que está publicando los comic-books del personaje).
De casi todo esto y de alguna cosilla más, me entero en la entrevista aparecida en Fumettidicarta. Pero lo que me lleva a escribir esta reseña y a incorporar el blog de Soffritti en el nuevo link de mi side-bar que dedicaré a los "blogs de autor" en lengua no castellana (Blogs by the author) es la serie cómica que últimamente está dedicando en su bitácora a superhéroes decadentes. Impagables las caricaturas de Spiderman, Batman y Robin, Hulk, Thor, Supergirl o Wonder-Woman. Vamos que ni El señor de la noche, ni Watchmen, ni Marvels, ni nada... Donald Soffritti, un auténtico Nostradamus de la viñeta.
Para abrir boca vinculo dos de ellas aquí y les remito directamente al blog de Donald Soffritti.
Y a mi que este Hulk me recuerda a cierto gobernador de California.
¿Quién le dice que no a una rubia?

jueves, julio 20, 2006

Superman sin arredros.

Leo en El País del dominigo 16 de julio, un artículo de Alex de la Iglesia (“Yonquis del recuerdo”) en torno al estreno del nuevo Superman cinematográfico. Dice el director: "Kevin Spacey no consigue hacernos reír como Gene Hackman. No consigue ni ser simpático, ni darnos miedo. ¿Se han fijado en el careto de Superman en el póster? Imagino un centenar de ejecutivos de los estudios discutiendo cada poro de la piel de esa foto para que no moleste a nadie, hasta convertirlo en un polvorón inexpresivo, una especie de torta de mazapán caliente. Nuestra mente transforma rápidamente la película de Richard Doner en un clásico, en una joya de la cinematografía, y a Christopher Reeve en el mejor de los actores cuando vemos esta irreprochable y demencial caricatura con resonancias cristológicas."
No soy de los que piensan que una opinión sea suficiente para formar juicios de valor en torno a la obra artística, ni creo en la infalibilidad del crítico, juez o artista metido a opinador, pero, aún sin haber visto la película todavía, tengo la sensación de que el amigo Alex (que me parece un muy buen director de cine) debe de haber dado en el centro de la diana, a tenor de las informaciones que a uno le llegan sobre este nuevo Superman. De hecho, no es la primera opinión que leo en la misma dirección.
Nunca sentí especial afinidad hacia el héroe de Kripton; por qué negarlo, me caía un poco gordo. Tanta perfección, esa presencia sin mácula, la corrección política del héroe de Shuster y Siegel me echaba un poco para atrás frente a otros colegas suyos, como Spiderman y Batman, más erráticos y llenos de dudas, más humanos en definitiva.
Sin embargo, hallábame yo en los últimos tiempos lleno de júbilo por mi nueva amistad con el forzudo de Metrópoli. El redescubrimiento del mito superheroico, gracias a dos cómics, sobre todo, que por primera vez en mucho tiempo me dibujaban a un Superman más adulto y creible. Me refiero a Superman: Identidad secreta, de Immonen y Busiek, y más recientemente, Superman. Para todas las estaciones, de Loeb y Sale. La primera, una obra que podríamos encuadrar estilísticamente dentro del hiperrealismo, crea su trama en torno a un personaje maduro y lleno de dudas (en la línea del Señor de la Noche de Miller en el que están todos pensando, desde luego). Un trabajo lleno de segundas lecturas y líneas temáticas que orbitan alrededor de la trama principal, que se convierte en una lectura fascinante casi desde las primeras páginas. Un cómic que, albricias, invita a la reflexión sobre nuestra actualidad sociopolítica y supera el estigma de entretenimiento superficial (que en ocasiones puede bastar para alabar una obra de arte, pero que en la mayoría, me parece a mí, dice bastante poco de ella.)
Por su lado, la multipremiada obra de Jeph Loeb y Tim Sale, busca una recreación diferente del personaje y, aunque conserva cierto interés por la indagación psicológica, tiene unas inquietudes épicas más definidas. Se trata de un trabajo que, como tantos otros, intenta asentar los fundamentos heroicos del mito, recuperando episodios perdidos de la adolescencia y la juventud del personaje. Comprendamos al personaje a través de su intrahistoria, parecen querer decir los autores; y se toman su tarea en serio. Superman. Para todas las estaciones es un trabajo que se lee con verdadero interés, un cómic al que se ha emparentado artísticamente con las grandes epopeyas de John Ford, debido sobre todo a esas grandes viñetas generales panorámicas, abiertas y luminosas, a una ordenación cíclica de los sucesos de la historia (basada en la repetición y el paralelismo) y a el respeto enorme que los autores muestran por el personaje, evitando cliches, topicazos y rutinas inexorablemente unidas a nuestro amigo de acero.
Por eso sorprende que, justo en este momento (en realidad sorprende muy poco), los gerifaltes hollywoodienses hayan vuelto a caer en lo previsible, en la apuesta sin riesgo, y, como parece ser que es, se hayan marcado otra de esas adaptaciones por las que uno no debería rascarse el bolsillo. Vaya… mira por donde, con este post me acabo de dar una idea a mi mismo.