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jueves, septiembre 15, 2016

Las distopías bárbaras de Ignacio García Sánchez

Entre junio y agosto de este año, hemos podido ver la exposición  “The Barbarians Among Us”, de Ignacio García Sánchez, en la galería santanderina Espacio Alexandra.
La obra del madrileño está recorrida por una serie de motivos temáticos que conforman una visión postapocalíptica desesperanzada: paisajes con ruinas, fallidas proyecciones arquitectónicas futuristas, el tiempo de la revolución, el fracaso de las élites tecnológicas y financieras, etc... Son elementos que encontramos a lo largo de una producción tan ecléctica, que da cabida a dibujos tradicionales, construcciones figurativas sobre fondos abstractos, pósters, modelos urbanísticos, maquetas habitacionales, falsos murales, relatos ilustrados, esculturas e incluso viñetas y cómics.
A partir de sus sociedades distópicas y la mitología de armadas totalitarias, mendigos, rebeldes, bárbaros y cyborgs que las habitan, García Sánchez desarrolla una elaborada narrativa alimentada por cada una de las obras artísticas que se insertan en su producción para conformar la idea global de una ficción: la del fracaso y declive del capitalismo como modelo de construcción social. Las piezas futuristas del artista funcionan así como un pastiche contemporáneo de temas y etapas de la ciencia ficción convertidos ya en lugares comunes de la cultura popular: la catástrofe ecológica, la irrupción del totalitarismo y el control del pensamiento, la sublevación de la máquina, el paraíso adánico aislado de la civilización, la regresión a estados de precivilización, el nacimiento de la resistencia, etc.

En esta mirada hacia el pasado (artístico e histórico) para construir un futuro decadente, la estética de García Sánchez se alimenta de la escenografía futurista, convertida ya en icono, de maestros del cómic y la ilustración como Moebius, Jean-Claude Mézières o Juan Jiménez; aunque el fino trazo de su dibujo nos recuerda a otro joven autor familiarizado con los paisajes de la desolación, de quien estamos hablando mucho últimamente, Anders Nilsen.
En "The Barbarians Among Us", la obra expuesta en Espacio Alexandra, el artista retoma casi todos los elementos aquí señalados para insinuar, a partir de viñetas o estampas aisladas, la historia de una revuelta contra una élite dirigente, tecnológica y aséptica. Los "bárbaros" constituyen el ejército de desposeídos que asalta palacios y cúpulas de cristal en busca de su propia supervivencia. Los dibujos de García Sánchez utilizan como soporte papeles con los bordes quemados para ahondar en la idea de civilización arrasada y obligar al espectador a aferrarse a los restos de una realidad a la que un día incluso él pudo o podrá pertenecer.
Detrás de la catástrofe, no obstante, en la obra de Ignacio García Sánchez encontramos un resquicio para la esperanza, un lugar (¿la reflexión inteligente?) desde el que quizás será posible reconstruir la historia para construir un futuro habitable.

miércoles, agosto 10, 2016

Las grandes mujeres de Ana Villamuza

Nos gusta hablar de amigos en el blog, sobre todo cuando atesoran tanto talento como Ana Villamuza. Dibujante muy técnica, la palentina está realizando una serie de dibujos a lápiz dedicados a mujeres silenciadas o no suficientemente reivindicadas en la historia del arte y el pensamiento. Entre ellos, encontramos nombres conocidos como Marjan Satrapi o Mona Hatoum, junto a otros mucho menos visible, como Sophie Calle o Hannah Höch....
Nunca es tarde para el feminismo necesario y para el conocimiento de la historia no oficial. "Mujeres" es una buena oportunidad para descubrir nombres de mujeres creativas y ponerles rostro. El de Ana Villamuza es uno de los que deberíamos añadir a la lista.
Marjan Satrapi
Sophie Calle
Hannah Höch
Mona Hatoum
Sophie Taueberg
Carrie Mae Weems

miércoles, agosto 03, 2016

Desvelarte, grafitis cantabros

Hemos regresado a Santander, como muchos otros veranos, y hemos dedicado una parte de nuestro ocio a ver, rastrear y disfrutar de exposiciones.
Una de la que más nos ha gustado no se busca, se encuentra; y es tan constante como perecedera, tan efímera como memorable. Desde hace un tiempo, Santander se ha llenado de arte urbano, de muralismo y de grafitis. No hace tanto, un amigo (de quien hablaremos en breve en esta bitácora) y artista en rumbo al estrellato nos contaba al respecto una anécdota muy significativa: en la puerta tapiada de una casita venida abajo, toda ruina ella, dibujó una de sus siluetas negras, paradójica y poética. Al día siguiente, los servicios de limpieza de Santander habían limpiado su metáfora visual con agua a presión, pero habían dejado las vacuas pintadas de alrededor, las firmas engreídas sin más personalidad que el rayón escupido.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, parece. Ahora las autoridades alientan y apoyan el arte urbano, que ha dejado de ser ofensa para convertirse en vanguardia digerida por el mainstream. Ahora se promociona a quienes antes se silenciaba o ignoraba, y se persiguen iniciativas como las que promueven los chicos de ACAI (Asociación Cultural de Artistas Independientes), que han organizado el Desvelarte de este curso. Gracias a ellos, en Santander podemos ahora disfrutar de obras de artistas reconocidos a nivel nacional e internacional, gente como Judas Arrieta, Boamistura, José Luis Serzo, Okuda, Dulk, y tantos otros.

jueves, junio 09, 2016

Teatrorum, de José Luis Serzo. Lo irreal maravilloso


Desde el 19 de febrero y hasta el 19 de junio, el Domus Artium de Salamanca (DA2) presenta en sus salas un amplio recorrido por la obra de José Luis Serzo, bajo el título Teatrorum Descubrimo al autor y a su alter ego Blinky Rotred, el Hombre Cometa, en un Arte Santander hace ya varios años. Desde entonces, hemos seguido su obra con el interés y la maravillada curiosidad del niño al que le cuentan un cuento en el que no se atisba el final.
En la obra del artista albaceteño hay mucho de cuento fantastico/mítico/romántico... y trágico. Sin embargo, paradójicamente, en ella también hay un fuerte componente real filtrado por la visión alegórica del autor. Los cuadros, esculturas e instalaciones de Serzo reciben al espectador como una puerta abierta a un universo de fantasía, cargado de detalles y absolutamente coherente en su mitología alucinada. Nos recuerda en alguna instancia a los mundos en miniatura de Santiago Valenzuela y esa enorme saga histórico-filosófico-ficcional que se plasma en Las aventuras del Capitán Torrezno.
Como aquel, Serzo construye un mundo a imagen y semejanza de sus obsesiones, sueños y referencias personales y artísticas; una escenografía en la que da rienda suelta a episodios independientes, pero complementarios, protagonizados por un personajillo pelirrojo con espíritu de inventor aventurero y vocación áerea, llamado Blinky Rotred, sosías, alter ego y metáfora del propio Serzo. En cada una de sus aventuras (convertidas en series pictóricas o escultóricas), aquel se ve rodeado de personajes tan fantásticos como él, que no son en realidad sino los amigos, familiares y algunos de los personajes históricos y artistas que forman parte del panteón de referencias de su autor.
Cada sala o espacio de la exposición recoge una de estas "series" y funciona como relato independiente dentro de ese marco más amplio de las aventuras de Blinky Rotred. Los mismos títulos de cada trabajo, descriptivos y cargados de intenciones narrativas, explican de algún modo las intenciones fabulísticas que presiden todo la producción de José Luis Serzo: Todas y cada una de las historias de vuelo (2009), La historia más bella jamás contada (2010), Familia Gómez de los Señores del Bosque (2011), Visiones de Blinky para un Teatrorum Marino (2011) o Ensayos para una gran obra II. Dos declaraciones de amor para un entreacto (2014).

Nos remiten los encabezamientos a la literatura renacentista y barroca o a los grandes ciclos épicos (el Artúrico, el de los Nibelungos...). Hay bastante de tradición mítico-literaria y de cuentística en la obra de Serzo (Alicia en el País de las Maravillas, El Mago de Oz), pero también referentes pictóricos y artísticos muy obvios: desde Gustav Courbet, que protagoniza una de las colecciones y varias de las piezas presentes en la exposición (Un sueño hecho realidad, 2016), hasta el Bosco, Brueghel, Goya o Dalí; no falta el componente surrealista y las referencias freudianas de este último, filtradas, eso sí, por los nuevos códigos interpretativos que plantea el lenguaje de Serzo. Son constantes, por ejemplo, los motivos recurrentes y los leit motifs (el telón, la corona, el tractor, la balsa, los insectos, el escenario, los andamios...) que funcionan como hilo cohesivo entre las diferentes piezas y épocas del artista.
La impronta hiperrealista de cuadros y esculturas filtra el elemento mágico de cada uno de ellos, hasta redirigirlo hacia una interpretación teatralizada de la realidad: el espectador es consciente de que los gnomos, las hadas, los gigantes y los fenómenos de circo que habitan en el mundo de Blinky son, en ralidad y una vez despejados de la metáfora, seres reales que viven al otro lado del espejo, en la dimensión paralela de José Luis Serzo. La misma lectura nos permitiría descifrar sus escenografías de naufragios, bosques, circos y teatros de guiñoles. No es extraño que la exposición tome su nombre de Teatrorum (2016), una instalación creada para esta muestra y una pieza de síntesis en la que convergen todas las demás: un teatro abovedado que nos proyecta hacia la irrealidad de los sueños, la fantasía y la imaginación; y que da sentido al juego de identidades, disfraces y representaciones que fundamentan esta exposición.
En todo caso, que la realidad no nos impida descubrir la ficción maravillosa que encierra esta exposición. Si tuvieramos que jugar a los compartimentos estancos, podríamos decir que (junto a Gonzalo Rueda, Sergio Mora o Víctor Castillo) estamos ante uno de los grandes representantes en nuestro país de esa corriente que se ha dado en llamar Surrealismo Pop. Sin embargo, la riqueza conceptual, narrativa y técnica de la obra de Serzo, nos invita más bien a pensar que estamos ante un creador de historias, un fabulador ecléctico envuelto en ropajes de artista multidisciplinar.
No se pierdan Tetrorum. Maravilla.

miércoles, abril 27, 2016

Sandra Chevrier. Rostros y superhéroes tatuados

El número 32 de la revista VNA (Very Nearly Almost) le dedica un artículo a la artista canadiense Sandra Chevrier. Su título, "Superheroism", no es casual; su ubicación en una revista dedicada sobre todo al arte urbano, el grafiti y las intervenciones en espacios arquitectónicos, tampoco.
Aunque la obra de Chevrier se enmarca dentro de los esquemas del arte tradicional (básicamente trabajos sobre papel y lienzo realizados con técnicas clásicas: óleo, acuarela, tinta china...), sus cuadros y dibujos presentan un espíritu profundamente contemporáneo por lo que respecta a sus intenciones y realización. 
Lo observamos, por ejemplo, en Studies on Paper, en los que la artista recurre al collage y al apropiacionismo pop para recrear rostros de bellas mujeres (con reminiscencias a conocidas modelos y actrices) invadidos por imágenes prestadas de la cultura pop y, sobre todo, de los cómics de superhéroes clásicos. Nos encontramos así con las efigies esbeltas de  hipotéticas Audrey Hepburns, Merilyn Monroes o Brigitte Bardots, con sus rostros invadidos por Supermanes compungidos o por onomatopeyas y batiseñales. El resultado es profundamente estético y desprende una sutil inocencia pop.
En las diferentes series que encuadra bajo el título Super Hero Canvas, la autora lleva el proceso un paso más allá por lo que respecta a la "nobleza" de los materiales empleados (óleo sobre lienzo), sin que la base de su propuesta varíe sustancialmente: de nuevo, recrea los rostros estilizados y graciosos de mujeres, cuya perfecta armonía se ve truncada por el "tatuaje" conveniente de escenas superheroicas descontextualizadas sobre sus caras. En Hand Painted Cages, el proceso se repite con acrílico sobre madera tallada.


La idea del rostro convertido en muro, pantalla o viñeta (como se prefiera), junto a la obvia referencia al collage (que en algunos casos no es tal, ya que las imágenes están directamente pintadas sobre el rostro) y las técnicas de sobreexposición y sobreimpresión combinadas, son los factores que convierten los cuadros de Chevrier en "textos" modernos y los emparentan con muchas vertientes contemporáneas del arte urbano, el post-pop y el neodadaísmo. Aunque sus trabajos tienen cierta impronta decorativa y se mueven en ocasiones en un territorio cercano a la ilustración, su uso del fotorrealismo, junto al empleo de técnicas mixtas y materiales normalmente emparentados con las bellas artes, están granjeándole al interesante ejercicio de apropiacionismo pop de Chevrier una popularidad creciente entre aficionados, galeristas y medios de comunicación. El pop está de moda, otra vez.

miércoles, marzo 30, 2016

Paseos baldíos y grafitis lisboetas

Llevados por el entusiasmo explorador hipster de un cronista, para más señas, redactor de El País, decidimos dejarnos aconsejar y dedicarle una parte de nuestra no muy larga estancia en Lisboa a la visita del Barrio Marvila, en la margen este del Tajo. ¡Hay que ser pánfilos y muy incautos (hablo por los que fuimos), para caer otra vez en la trampa de las tendencias modernetas de la enésima reencarnación berlinesa a este lado del Spree! Como no era la primera, ni será la última visita que hagamos a la preciosa ciudad portuguesa, el merodeo gratuito no pareció tan caro.
Tras comer en ese "palacio" escondido en el centro de Lisboa que es la Casa de Alentejo, decidimos acercarnos a la Cueva de Alí Babá a la portuguesa que se suponía era el Barrio Marvila. Después de vagabundear durante más de una hora entre descampados, grúas, glamurosas naves industriales de las de toda la vida y locales cerrados, decidimos, ante la falta de perspectivas, sentarnos en una cafetería calculadamente cutre (que el cronista denomina con generosidad eufemística: "decoración de no-decoración"), por aquello de hacer un poco de tiempo, a ver si las postmodernas galerías y los Centros Culturales de vanguardia se decidían a abrir. Dos cafés después, la efervescencia cultural del martes por la tarde seguía sin hacer acto de presencia en el arrabal industrial lisboeta. Ni rastro del fado a pie de calle, los modernos cafés y la sorpresa artística a la vuelta de la esquina; sólo locales cerrados en horario de apertura. Es cierto que, siguiendo los pasos de referencia del periodista, conseguimos atisbar a través de la rendija de un buzón (gesto de impotencia, más que performance situacionista) algunos lienzos y veladuras de la exposición temporal de la Underdogs Gallery. Dimos por cumplido el objetivo cultural. A las seis, cuando ya casi habíamos arrojado la toalla, callejeando, conseguimos llegar a la Cervejeira Artesanal Dois Corvos, cuyos dueños, pese a estar también cerrada, nos permitieron disfrutar de una birrita rápida y hacer acopio de reservas para la vuelta.
Refrigerio cervecero aparte, sin duda, lo mejor de la tarde fue la visita al Centro Cultural Fábrica do Braço de Prata, ubicado en una antigua fábrica de armas. Aunque el espacio estaba también cerrado (no era nuestro día, claramente), en su jardín y alrededores, cuidadosamente abandonados ambos, pudimos disfrutar de una interesante colección de grafitis cargados de creatividad e ingenio. Muy divertida la intervención en clave de humor hiperrealista de Maclaim (Tasso), en From the Past, y estupenda la serie Give You My Love de Alexandre Farto (alias VHILS), con sus retratos arrancados de la pared, marca de la casa. En el edificio anejo, encontramos nuevos trabajos de VHILS, recreando escenarios urbanos a partir de las imperfecciones y relieves de la pared.
Si se sabe encontrarlos, está Lisboa repleta de magníficos grafitis. Con muchos se tropieza uno casi sin quererlo. Si no se tiene tiempo o ganas de buscar, existen rutas organizadas por la Galería de Arte Urbana (GAU), como nos explica, de nuevo, nuestro cronista en otro reportaje: "Lisboa, museo de arte urbano" (no hay que ser ingrato cuando las nuevas son buenas).
En la Rua Sao José, por ejemplo, nos encontramos con una de las siempre soberbias obras de Aryz, creada con motivo del cuarto aniversario de la tienda Dedicated, especializada en material artístico y grafitero. Aunque para espectaculares, la colección de gigantescos murales con la que nos topamos en edificios abandonados y fachadas de la Avenida Fontes Pereira de Melo. Entre sus grafitis, se pueden ver obras espectaculares de nuestro admirado BLU, de Ericailcane o de Os Gêmeos. Arte con mayúsculas.
http://www.theguardian.com/travel/gallery/2011/jan/29/lisbon-city-breaks
Ya ven que no hay paseo baldío, después de todo, y que detrás de cualquier muro surge la sorpresa.

miércoles, marzo 09, 2016

Ciudades verticales: Brzozowski y Mitamakura

En ese brillante acercamiento al fenómeno serial que es Yo ya he estado aquí: ficciones de la repetición (2005), Jordi Balló y Xavier Pérez comentan a propósito de los infiernos narrativos:

De los infiernos dantescos surge una iconografía perspectivista, que halla en los ilustradores del siglo XIX una plasmación excelsa a partir, principalmente, de Gustave Doré. Sin embargo, la herencia de Dante había llegado ya el siglo anterior, de forma implícita, a la obra de Piranesi, en sus pinturas de cárceles concebidas como enigmáticos laberintos de escaleras que remiten invariablemente a los mundos abisales. Si, en Dante, la escalera ya supone un correlato perfecto de la repetición infernal en forma de descendimiento, en Piranesi la multiplicación de escaleras llega a producir un efecto barroco, de disolución angustiosa de la mirada en una multiplicación de plataformas similares. Esta abismación del espacio de la cárcel permite insertar en el imaginario iconográfico posdantesco una idea de repetición geométrica que llegará hasta los cuadros de M. C. Escher: una transmutación completa de los modelos redencionistas de la elevación espiritual, que propone una poderosa iconografía del subsuelo, físico o mental; la consecuencia es que el espacio infernal es siempre un espacio inferior.
Como señalan Balló y Pérez, por inversión, la construcción vertical, reflejada en escaleras, pasarelas y pasajes ascendentes funciona en la literatura y el arte clásicos como símbolo de elevación espiritual, de ascenso redentor hacia la salvación eterna, tal y como se refleja en el imaginario cristiano (aunque no únicamente).
Revisando las imágenes de Piranesi y Escher, y recreándonos de nuevo en ese juego de oposiciones, se nos han venido a la cabeza numerosos autores clásicos del cómic que, en su búsqueda de paraísos utópicos y proyecciones futuristas altamente tecnológicas y superdesarrolladas, han creado escenarios de ficción con una fuerte carga simbólica en la que se conjugan, de forma alternativa o circunstancial, esas imágenes de cielo e infierno a las que se alude en la cita. Hablamos de nombres míticos, como Moebius o François Schuiten, que han configurado un imaginario mil veces visto y repetido en películas, ilustraciones e incluso poéticas completas de autores de cómic. Las ciudades verticales de Moebius y Schuiten son construcciones arquitectónicas perfectas y verosímiles. Construyen modelos habitacionales racionales, pero comprenden además soluciones urbanísticas eficientes: espacios públicos, nódulos de comunicación, crecimiento sostenible, jerarquización espacial, etc.
Después de haber leído la obra de Moebius, Schuiten o Bilal, no se observan de igual manera las construcciones urbanas futuristas de los autores que les sucedieron, tanto en el campo del cómic como en el de la ilustración.
Hemos descubierto recientemente dos ejemplos notables y muy diferentes entre sí, que nos remiten a las urbes multiformes y ascendentes de los autores mencionados, pero que conjugan también muchas otras influencias clásicas y no tan clásicas (incluido algún descenso a los infiernos).
La Polonia reinventada por las acuarelas del pintor y arquitecto Tytus Brzozowski está llena de luz. Se despliegan sus construcciones en un modernismo futurista que descansa en milagroso equilibrio sobre arcadas inacabables, acueductos estilizados y pasarelas colgadas del aire. La pintura de Brzozowski respira con una luz y unas atmósferas casi renacentistas, pero nunca abandona una muy habitable idealización utópica reforzada por la coexistencia del ladrillo y el jardín, la pizarra y el árbol.
Los laberintos urbanos surrealistas del diseñador y animador japonés Mitamakura (de quien desconocemos casi todo) esconden, detrás de su apariencia gótica, un universo en el que conviven la fantasía de Lewis Carroll y la estilización simbolista del medioevo mágico; y su plasmación en los mundos de ficción de Tolkien o Robert E. Howard. Todo ello filtrado por la sensibilidad japonesa de su autor y la sempiterna influencia de la obra de Miyazaki. Están detenidas las ciudades de Mitamakura en un limbo arquitectónico entre el contrapicado de la pesadilla dantesca que nos empuja hacia abajo y el laberinto lúdico que invita a subir y a perderse entre sus callejones y pasarelas. Nos recuerdan mucho a otras ciudades imposibles, las que se levantan en los complejos mundos en miniatura del gran Santiago Valenzuela.