jueves, abril 30, 2015

Repaso al 33 Salón del Cómic de Barcelona: ninjas, androides, gokus, soldados imperiales.... y cómics

Después de un año en barbecho, regresamos a la Ciudad Condal para disfrutar del 33 Salón del Cómic de Barcelona, visitas y actos a contrarreloj, reencuentros tan intensos como fugaces. Toda una ceremonia efímera de periodicidad anual.
Respecto a nuestra última visita, el Salón había cambiado su emplazamiento: desde su antigua ubicación en el  palacio 8 de Fira Barcelona Montjuïc, a la actual en las plantas baja y superior del palacio 2 y en la plaza Univers. En el cambio, la organización ha ganado cientos de metros de recorrido, y los visitantes una holgura y un desahogo en la visita que nos ha hecho olvidar sofocos precedentes. No es casual que, según los datos ofrecidos, el Salón haya batido este año todos sus records de asistencia. Las colas a la entrada del recinto daban espanto y, estamos seguros, disuadieron a más de algún incauto a la hora de engrosar las cifras de esos 113.000 asistentes. Se presiente que, para algunos, los rigores de la crisis se van relajando poco a poco.
Entre los peros a la nueva ubicación y distribución del Salón (siempre hay una cruz), parece obvio que las exposiciones y muestras han perdido presencia y prestancia en la vastedad del escenario; hasta la organización parece haberlo entendido así: daba un poco de pena ver las impresionantes planchas originales de The Spirit desparramadas en una desangelada nave lateral de la planta baja. Hubieran merecido más atención y cariño. Un tanto sucedía con el resto de las exposiciones que se se hallaban alejadas de los lugares centrales de la muestra: desapercibidas pasaban la de las "Autoras de cómic femenino en el Franquismo 1940/1970", e incluso la de "Anacleto Agente Secreto" (aunque en este caso la parafernalia cinematográfica dotaba de más presencia a los paneles expositores). Algo mejor trato recibieron la interesantísima exposición sobre Gallardo (pese a su disposición esquinada), la de Perich o la de los estupendos trabajos de "Cifré & Cifré", padre e hijo. Gotas de agua en un oceano de stands, bares, cafeterías, tenderetes, estructuras publicitarias, photocalls y puestos de chuches, en todo caso.
En la planta superior, entre R2D2s, Estrellas de la Muerte y Juegos de Tronos, se mostraba "Cómics fantásticos", la exposición estrella de un Salón dedicado a la fantasía. Un muestrario impresionante, y un tanto disperso, de originales de primer nivel (organizados en cuatro o cinco categorías genéricas); entre ellos, encontramos páginas que habíamos leído y releído cien veces de Raymond, Moebius, Chaykin, Corben, Serpieri, Bilal, Peeters y cualquiera que tengan ustedes a bien pensar. Más músculo y exhibición ferial que sistema. Impresionantes, por cierto, los grandes óleos de Corominas para las portadas de libros e ilustraciones de la edición española de Juego de Tronos.
Entre nuestras actividades favoritas del Salón está, sin duda, la de poner cara a autores que admiramos y saludar a otros con los que ya nos hemos cruzado en alguna ocasión anterior. A algunos de ellos (polifacéticos y pluriempleados), como Pepo Pérez, nos los encontramos en la reunión matinal de la ACDCómic (Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España), que José Antonio Serrano, nuestro presidente, había organizado con tanto mimo y dedicación como siempre para la mañana del sábado. A otros tuvimos ocasión de saludarlos durante el Salón. Tuvimos ocasión de cruzar unas palabras y pedir dedicatoria, por ejemplo, a nuestro admirado Igor, o a Bryan Talbot, que asistió a la jornada de firmas junto a su mujer Mary Talbot. Observamos solidarios la ola de fervor que está engordando Frederik Peeters con cada nueva obra que publica; y con la inercia hipnótica de ese Aama suyo que va camino de convertirse en el gran cómic de ciencia-ficción de la década; y pudimos constatar que, un año más, las grandes colas del salón homenajean a tipos esenciales de nuestra historia viñetera, como son Jan o Ibañez. Importante, por cierto, la legión de admiradores que arrastraron Ana Oncina y su Croqueta y Empanadilla (Premio Popular a la Mejor Obra).
Super Jan y Efepé. Vuelve el héroe
Frederic Peeters y Jason. Jóvenes clásicos
Igor, reportero con causa, viñetas comprometidas
Ana Oncina. Croquetas para todos
Miguelanxo Prado, uno de los nuestros
El 33 Salón del Cómic de Barcelona será recordado porque fue el año en el que Fabricar Historias, de Chris Ware, la obra clave de los últimos tiempos, no recibió premio; siendo su lugar ocupado por la correcta Saga, de Brian K. Vaughn y Fiona Staples. Alfred Hitchcock nunca ganó un Oscar, algo que para nada habla mal de Hitchcock. Afortunadamente, el resto de premiados le puso una tirita a la brecha (catarata) del desagravio. Merecidísimo fue, por ejemplo, el Premio a Mejor obra de autor español publicada en España en 2015, otorgada a Las Meninas, de Santiago García y Javier Olivares; un cómic fabuloso, inteligente, erudito y muy divertido. Se les veía a los dos aurores lucir radiantes y presumir orgullosos como padres de la barroca criatura. Nos comentaba luego el señor Olivares que al principio no las tenía todas consigo, ante la nómina rutilante de nominados con la que competían este año: no olvidemos que entre los elegidos había cómics fantásticos, como el Yo, asesino, de Altarriba y Keko; Las guerras silenciosas de Jaime Martín; Las oscuras manos del olvido, de Hernández Cava y Bartolomé Seguí; quien repetía junto a Gabi Beltrán en Historias del barrio; o el emocionante He visto ballenas, de Javier de Isusi; y no nos olvidamos de Álvaro Ortiz, Luis Bustos, Antonio Hitos, Zidrou y Lafebre o Furillo ¿Se habían alguna vez juntado tantas y tan buenas nominaciones?
Olivares y García, winners
A justicia divina suena también que el Gran Premio del Salón recayera en un grande como Abulí, guionista para más señas, autor de muchas páginas esenciales del cómic español (amén de traductor de clásicos entre clásicos).
Pero, no nos engañemos, quizás lo mejor de estos macroeventos resida en su capacidad aglutinadora, su condición de excusa perfecta para visitar una ciudad estupenda como Barcelona, reencontrarse con viejos amigos como Pejac o López Cruces, hablar y discutir de cómics, y conocer a tipos tan majetes como Javier de Isusi, al tiempo que te desvelan los secretos de sus cómics a la sombra de una cervecita (o más).

jueves, abril 16, 2015

Las Meninas, de Santiago García y Javier Olivares, en SER Soria

En nuestro Cómics en la Biblioteca de hoy en la SER hemos hablado con Eva Lavilla y Chema Díez sobre de Las Meninas, el último trabajo conjunto de Santiago García y Javier Olivares. Estamos ante una novela gráfica brillante, cargada de matices, segundas lecturas y erudición; e "iluminada" por los siempre magicos lápices de Javier Olivares, uno de nuestros dibujantes favoritos de hoy y de siempre.
Sucede que, además, Las Meninas es, junto a otro gran cómic como Yo, asesino (de Antonio Altarriba y Keko), una de las claras favoritas para recibir el premio a Mejor Obra de Autor Español Publicada en España en 2014, en el 33 Salón Internacional del Cómic de Barcelona que ahora comienza.

miércoles, abril 08, 2015

Yo, asesino, de Altarriba y Keko. La estética de la violencia, violencia entre viñetas

Seguimos tropezando en la misma viñeta. Nos pasó hace cinco años con esta obra maestra y nos ha vuelto a suceder otra vez. Cerramos nuestra lista de lo mejor de 2014 con unas cuantas deudas lectoras, y resulta que entre ellas se encontraban dos o tres de los mejores cómics del curso pasado; historias que por méritos propios deberían de haber estado en cualquier nómina de elegidos. Fue el caso de la desasosegante historia de Backerf, e igualmente injustificable (ahora a agua pasada lo sabemos) es la ausencia en cualquier selección de los mejores cómics de 2014 del nuevo trabajo del gran Antonio Altarriba y de un maestro como Keko. Porque Yo, asesino es un cómic mayúsculo. Bien lo han sabido ver nuestros vecinos.
Enrique Rodríguez ramírez es un profesor universitario de Historia del Arte que pone en práctica sus investigaciones acerca de la estética de la violencia mediante una serie de asesinatos selectivos minuciosamente escenografiados y ejecutados con un ánimo de trascendencia más aplicable a una obra de arte que a un homicidio casual o ritual.  Con un matrimonio al borde de la ruptura y una carrera docente e investigadora marcada por las presiones políticas, las míseras disputas docentes y las guerras por las subvenciones públicas que determinan el estatus académico en el escalafón universitario, el profesor Enrique Rodríguez desahoga sus inclinaciones artísticas, su talento como creador de "obras únicas", eligiendo víctimas al azar a las que asesina ceremoniosamente y con una intención claramente estética.
Por derecho propio, entonces, Yo, asesino es una obra de serie negra. Un thriller habitado por asesinos, cómplices, víctimas y detectives; una historia cargada de misterio, intriga y casos sin resolver que hará las delicias de cualquier amante del género. Pero el trabajo de Altarriba y Keko es mucho más que un cómic noir al uso...
Para contextualizar su “ensayo” acerca de la violencia, el arte y el dolor, Antonio Altarriba sitúa su historia en el País Vasco actual, la Facultad de Letras de Vitoria-Gasteiz. Ya han pasado los años de plomo de la actividad criminal de la banda terrorista ETA y la radicalización abertzale de la sociedad vasca. Aquellos años de violencia psicológica, social y física en los que las víctimas del terrorismo debían convivir además con la falta de empatía de su entorno y el hostigamiento político de la mayoría nacionalista. En este escenario contemporáneo, en el que aún pervive una fuerte politización y presión institucional, Altarriba sitúa a su peculiar protagonista y álter ego, un yo asesino, que Keko recrea con los rasgos físicos del propio Altarriba; también catedrático universitario en la Universidad del País Vasco en su vida real.
A lo largo de su trayectoria creativa, Keko (José Antonio Godoy) ha labrado una reputación como artista de culto al margen de cualquier tendencia comercial gracias a su muy personal dibujo expresionista, su dominio del claroscuro y cierta inclinación por personajes e historias marginales, cuando no extremos. Esta claro que no había un dibujante mejor a la hora de ponerle viñetas al elaborado y complejo guión de Altarriba. Es más, en un giro visual muy oportuno para la historia, Keko ha “sofísticado” su dibujo para Yo, asesino, dotándole de un detallismo y un tratamiento hiperrealista (obtenido en parte gracias a la manipulación de material fotográfico) que nos permiten hablar de cierto manierismo visual, donde antes primaban cierta inclinación hacia el cubismo y el ya señalado expresionismo (insistiendo en esa linea que ya anticipara con brillantez en La protectora). Oscuridad y sentimiento barroco para dar vida a una historia cargada de tragedia existencial.
Dentro del contexto profundamente violento del cómic descubrimos una de las tesis básicas de este cómic: la muerte como fenómeno imprevisible o improvisado puede ser un arte y un acto creativo, pero los crímenes políticos, ideológicos o institucionales (interesados, en definitiva) son puro y cruel ensañamiento:
Matar por nada es revolucionario... / Pone en evidencia las interesadas razones que la política, la religión, la filosofía o la psicología han encontrado para que sigamos asesinádonos... Para que parezca que tiene sentido hacerlo... / Son justificaciones de conveniencia... Nunca motivaciones justas... / En este mundo matar por nada constituye, en el fondo, una acción pacifista... / Al menos mucho más honesta que matar por la patria... 
¿Es entonces Yo, asesino una reivindicación de la naturaleza violenta de todo ser humano ("La pulsión asesina (...) constituye la esencia de nuestro carácter, reflejo del deseo de poder, resorte último de la supervivencia") o es tan sólo la escenificación plástica del aparato teórico que explica, por así decirlo, "la representación del dolor en el arte" (o el cómic) contemporáneo? ¿Exaltación estética de la violencia o crítica social implícita (y pacifista) hacia la dictadura sanguinaria de las ideologías? En un momento de la historia el protagonista conversa con Edurne, su alumna y joven amante, acerca del reciente asesinato de Carlos Alarcón, su máximo rival teórico:
- No me voy a escandalizar... Ni te voy a reprochar nada... Sabes que comparto tus teorías sobre el arte... Y creo en la pulsión asesina como fuente de creatividad.
- Son teorías esteticas... Escribo sobre ello... Investigo sobre ello... Pero eso no significa que vaya por ahí matando a mis colegas...
- ¿Ah no...? Decir una cosa y hacer otra supone incoherencia... Es una impostura intelectual... Si no recuerdo mal, tú mismo escribiste un artículo sobre ello...
- Vamos, Edurne, no seas chiquilla... Nadie lleva sus ideas hasta las últimas consecuencias... Al menos en algunos terrenos...
En el cómic, Enrique le está mintiendo a su amante, se está protegiendo. Quizás, como autor, Altarriba no lo esté haciendo. Desde este punto de vista, podríamos leer Yo, asesino como un objeto artístico, una novela gráfica que supone la ejemplificación ficcional de esa "teoría estética" de Antonio Altarriba (alias Enrique Rodríguez) y Keko. Un cómic que, detrás de su despliegue de erudición, esconde un desahogo y una crítica despiadada contra todos los ámbitos de la kultur contemporánea: la endogamia corrosiva e inmovilizante de la Universidad española; la política cultural errática, caprichosa y corrupta de las instituciones regionales y nacionales; o la vacuidad mercenaria y superficial de ciertas manifestaciones del arte contemporáneo (ejemplificadas en Abel y Omar, la pareja de performers gays que hacen acto de presencia en las páginas finales del cómic).
El ejercicio narrativo en primera persona adquiere, de este modo, unos tintes autorrefenciales que permiten leer la obra como un juego de espejos en el que realidad y ficción terminan por confundirse. El sentido último de la obra adquiere connotaciones irónicas insospechadas y una profundidad conceptual que concreta los planteamientos teóricos del profesor protagonista acerca de la violencia en la propia obra de arte que venimos analizando, este cómic titulado Yo, asesino, que el lector tiene entre manos. Pura vanguardia, el continente y el contenido reflejándose el uno sobre el otro.
Lo de nuestra lista incompleta, esta vez lo vamos a solucionar con medidas retroactivas violentas.

martes, marzo 31, 2015

Kovra #6 en Culturamas. El camino del underground

Kovra, el fanzine de Martín López & Cia, se está convirtiendo en un verdadero referente nacional del cómic subterráneo y la experimentación valiente. Ya lo deja ver su casa nodriza.
En el último artículo que hemos escrito para Culturamas, nuestra revista cultural online de cabecera, les hablamos de todo ello y desmenuzamos algunos de los secretos más jugosos de Kovra #6, la última entrega fecunda de este fanzine que parece un antología de jovenes valores. El artículo, se lo anunciamos en el título de este post: "KOVRA #6. El camino del underground."

jueves, marzo 26, 2015

Pelandrusca

Por aquello de la diversificación curricular, nos hemos metido en los últimos tiempos en el mundo del lúpulo, la levadura y la malta, que no sólo de viñetas bebe el hombre.
Con un aire familiar y rodeados de buenos amigos, nos hemos adentrado en el mundo microcervecero. Nuestra criaturita se llama Pepa, y es una simpática Pelandrusca.
No les estaríamos contando todo esto, no obstante, si en el proyecto no se nos hubieran embarcado amigos dibujantes y diseñadores, alguno de los cuales son viejos amigos de esta bitácora.
Estamos encantados, por ejemplo, con nuestro logo, realizado por ese monstruo del arte urbano y la provocación inteligente que es Pejac; un artista llamado a ocupar un lugar prominente dentro del arte figurativo de este país, un pintor que ya cuenta con legión de admiradores en todo el mundo.
http://www.cervezapelandrusca.com/
Para el cartelismo hemos fichado a Rodrigo Borque, dibujante, músico y diseñador; joven promesa y creador ecléctico, que nos ha diseñado unos pósters con un estilo flat design que enamorarían al mismo Clint Burton.
Ya saben, desde ya (desde hace unos meses, en realidad), pueden encontrar a nuestra PEPA en su bar de guardia. Una experiencia amarga.

jueves, marzo 19, 2015

Los últimos días de Stefan Zweig, de Seksik y Sorel, en la SER

Hemos estado hoy en SER Soria hablando de Los últimos días de Stefan Zweig, el cómic de Laurent Seksik y Guillaume Sorel basado en la novela del mismo título del primero de ellos.
Junto a nuestros amigos Chema Díez y Eva Lavilla, hemos aprovechado las preciosas acuarelas del dibujante francés para acercarnos a la fascinante figura de uno de nuestros escritores favoritos. La vida y obra de Stefan Zweig, literato, sabio y humanista, están cruzadas por una vitalidad intensa y por un sentimiento trágico que recorre a ambas. Este cómic nos relata, desde la admiración, los últimos días que el genio austriaco vivió en Brasil junto a su mujer Charlotte.
Les dejamos aquí el podcast.

martes, marzo 10, 2015

Nikolay Fomin y Apollonia Saintclair. Arte, dibujo, erotismo

El dibujo ha recuperado en este S.XXI una posición de privilegio dentro de las artes plásticas que pareció haber perdido durante muchas décadas del siglo anterior. Las exposiciones dedicadas al dibujo a lápiz, pluma o bolígrafo se multiplican. Museos reputados dedican retrospectivas y antológicas a viejos y jóvenes dibujantes e ilustradores que han optado por el trazo desnudo y el papel frente a la hasta hace poco mucho más solemne y reputada pintura sobre lienzo, tabla o muro. Fijense que hasta de dibujantes de cómic se están llenando los museos (afortunadamente).
No sabemos si los nuevos maestros de la pluma gozarán en el futuro del renombre y trascendencia de los Hogarth, Doré, Gillray, Cruickshank o Töpffer, pero pocas veces a lo largo de la historia hemos tenido acceso a tantos dibujantes (algunos casi anónimos) esparcidos a lo largo del Globo. Internet es un filón, por supuesto. Vamos a destacar aquí a dos autores que cuentan ya con legión de admiradores dentro del mundo digital y cuyas obras veremos, seguramente, un día no muy lejano colgadas de las paredes de algún museo.
Nos encanta, por ejemplo, la delicadeza del ruso Nikolay Fomin y el modo en que se acerca al folklore y la cuentistica rusa con un trazo minucioso y un exquisito gusto por el detalle. Por un lado, su dibujo nos recuerda al de algunos de los maestros decimonónicos del dibujo que mencionábamos antes (a los que tendríamos que añadir los nombres de Tenniel, Walter Crane y otros genios de la ilustración libresca y el cuento infantil), pero por otro lado, las obras de Fomin conectan con la modernidad gracias a un tratamiento del erotismo, simbólico, mordaz y provocador. Hay, sin embargo, algo ingenuo y naive en los dibujos de Fomin, que proviene su trazo casi infantil y sus perfiles acentuados.
Mucho menos cándido y evanescente es el erotismo de Apollonia Saintclair. Sus dibujos lindan en intenciones con la pornografía, pero su trabajo gráfico es tan delicado, sugerente y esmerado que resulta difícil abstraerse de su belleza visual o quedarse únicamente con la sexualidad obvia. Las comparaciones con las viñetas hipersexuadas de Milo Manara son inevitables, y como sucede en la obra de aquel, el sexo en los dibujos de Saintclair desprende erotismo y sugerencia más allá de su explicitud. Lo perverso se convierte en guiño procaz y lo que en otro artista pudiera interpretase como obsceno, adquiere en la obra de esta misteriosa ilustradora (que ha decidido camuflarse detrás de sus imágenes y esconderse detrás de la cortina digital) una cualidad sofisticada y glamurosa.
¿Cómo podríamos permanecer indiferentes, por ejemplo, a la poesía innegable y el simbolismo que subyace en su amplia colección de estampas onanistas femeninas (a la que llegamos gracias a PlayGround Magazine)?

miércoles, marzo 04, 2015

Biografía-cómics y vidas pintureras

¿Dónde se encuentran Joseph Beuys y el cómic? Creímos vislumbrarlo hace ya bastantes años en un viaje berlinés, sin embargo, la información completa nos ha llegado ahora gracias a la colección Muddy Mots que estrenan Sd.edicions. En su nota de presentación se nos presenta a Willi Bloss y Beatriz López Caparrós, los autores de unos minicómics biográficos cargados de arte:
Willi Blöß (Myhl, Alemania, 1958) ha sido arquitecto, traductor, crítico, docente en una escuela de diseño, dibujante y redactor publicitario. En 1998 realiza el concepto para su primera biografía-cómic a partir de un encargo de un coleccionista. La complicada vida del artista alemán Joseph Beuys se hace comprensible en 24 páginas y recibe una muy buena acogida de crítica y público, por lo que Willi Blöß decide hacer de ello una serie. Desde entonces trabaja la mayoría del año como autor, investiga, recolecta informaciones y escribe historias cautivadoras. En 2012 recibe el premio Deutsche Biografiepreis por toda la serie.
Beatriz López-Caparrós (Valencia 1969). Estudia en Barcelona y en Aachen (Alemania). Tras sus estudios conoce a Willi Blöß con quien colabora desde el inicio de la serie, dando color a las ilustraciones.
En estas páginas lo hemos repetido hasta la saciedad, la palabra "cómic" no sólo designa un "objeto" artístico y cultural o  su manifestación física, sino un lenguaje doblemente articulado (por imágenes y texto) capaz de expresar cualquier tipo de mensaje o contenido. Y queremos subrayar ese adjetivo indefinido "cualquier".
En el periodo de madurez que está viviendo el cómic en la actualidad estamos constatando que, como lenguaje artístico, el cómic se han liberado definitivamente de todo tipo de restricción cultural, temática o sociológica. Hoy en día, no hay contenido o idea que no pueda engarzarse y transmitirse por medio de viñetas. Cada vez hay más cómics que nos hablan de filosofía o de historia, más autores que deciden relatar acontecimientos de su biografía en forma de narración gráfica, e incluso instituciones, fundaciones y empresas que recurren a cómics con fines puramente explicativos o promocionales. Como ya sucedía en otras latitudes, con Japón a la cabeza, también en Occidente el cómic se está convirtiendo en un elemento icónico integrado en todos los niveles de la realidad cotidiana.
No nos soprende, por tanto, que Sd.edicions se hayan lanzado a editar estas minibiografías en viñetas de artistas clásicos como Van Gogh, Edward Hopper, Frida Kahlo o Salvador Dalí. Nos ha desvelado una de su editoras, además, la publicación de un nuevo tebeíto dedicado a Niki de Saint Phalle, con motivo de la inminente retrospectiva que prepara el Guggenheim en honor a la que muchos consideran la primera artista feminista del S.XX.
Al igual que una guía de viajes no tiene los mismo destinatarios ni intenciones que una novela o un catálogo de arte, en este S.XXI no todos cómics responden a los fines lúdicos o moralizantes de otros tiempos. Cada vez hay más autores que aspiran a trascender artísticamente o que persiguen un prestigio cultural. De igual manera, cada vez se publican más y más cómics con un componente marcadamente didáctico (como ya sucediera en las primeras décadas del S.XX). Las biografías-cómic que nos ocupan se mueven en ese territorio formativo, pero se disfrutan también por su materia narrativa y el interés de su contenido. No por conocidas, las peripecias biográficas de Van Gogh, Frida Kahlo o Edward Hopper pierden un ápice de interés o relevancia.

martes, febrero 24, 2015

Sam Zabel y la pluma mágica, de Dylan Horrocks. Aventuras y metacómics

Hicksville se público en 1998 y su edición española en 2003 (a cargo de Edicions De Ponent y Ediciones Balboa), en ninguna de esas dos fechas el cómic de Dylan Horrocks recibió la atención que merecía. No ha sido hasta bastantes años después cuando la crítica y el público ha sabido descubrir, en las posteriores reediciones de la obra, la valentía de un autor que se adentró de cabeza en eso que llaman autorreferencialidad y espíritu postmoderno. Es cierto, ya existían metacómics y tebeos autorreflexivos antes de Hicksville, pero el cómic de Horrocks funcionó a la perfección como obra completa, una novela gráfica compleja, inteligente y llena de lecturas. Un cómic de cómics, una reflexión sobre el cómic hecha desde dentro y tejida con los mimbres mismos de la narración gráfica.
Años después, recuperamos a Dylan Horrocks en Sam Zabel y la pluma mágica, un tebeo que enlaza directamente con Hicksville en muchos sentidos. Se trata de nuevo de un metacómic lleno de jugueteos con el lenguaje y autorreferencias. Sam Zabel y la pluma mágica también está protagonizado por un personaje alterego transparente del propio Horrocks: Sam Zabel es un dibujante de cómics que ha perdido su inspiración y que sufre terror ante el vacío de la página en blanco. Su historia, su aventura será la que de sentido y construya las páginas del cómic de Horrocks; apenas escondido en las dudas y tribulaciones de su personaje.
Pero, dentro de esa misma lógica interna, en Sam Zabel y la pluma mágica disfrutaremos de los ficticios trabajos autorales del propio Sam Zabel (esos comic-books superheroicos protagonizados por Lady Night de los que él reniega por su naturaleza puramente alimenticia), así como de sus lecturas (El Rey de Marte) y ensoñaciones. Metacómics y más metacómics, historietas dentro de la historia.
Gracias a la aparición de una "pluma mágica" que convierte la ficción en realidad, la historia y la fantasía se entremezclan en las páginas de este cómic para construir una historia de aventuras, cargada de peripecias y saltos temporales que debemos leer como un homenaje continuado al cómic y su mitología. Son constantes los guiños a autores, épocas y géneros de la historieta (es especialmente divertido y paródico el capítulo en el que Horrocks recrea el espíritu de los mangas hentai). En su viaje, Sam Zabel se topará con personajes propios y ajenos, y con compañeros inesperados como Miki, la joven otaku, o la fan comiquera Alice Brown. Entre todos componen una historia cargada de sorpresas e imaginación, que nunca pierde su conexión con la tierra, con esa Nueva Zelanda ancestral que tan integrada está en los tebeos de Horrocks.
Es cierto que Sam Zabel y la pluma mágica carece del brillo y la densidad narrativa de Hicksville; también lo es que el recurso a una "pluma mágica" no resulta tan brillante ni ofrece tantas posibilidades como la ingeniosa biblioteca-faro de los cómics que nunca se escribieron de Hicksville. Por contra, la nueva historia de Horrocks es más lúdica, procaz y ligera que aquella. Es, en todo caso, un cómic divertido que se lee con una sonrisa en la boca de principio a fin; un homenaje a la narración gráfica, cargado de historias y referencias al medio. Un nuevo metacómic firmado por Dylan Horrocks.