martes, octubre 13, 2015

¡Oh diabólica ficción!, de Max. La depuración del lenguaje

Max (Francesc Capdevila) es uno de los nombres esenciales en la historia del cómic español. Así, sin matices.
Desde aquellos comienzos influidos por el underground, primero, y por la línea clara francobelga estilizada de autores como Chaland, después, el trabajo de Max ha sufrido un proceso de depuración formal y conceptual que tiene mucho que ver con el magisterio Chris Ware que todo lo invade en los últimos tiempos. Pero estaríamos siendo injustos si equiparáramos a Max con otros discípulos de Ware; como éste, el barcelonés es un pionero de la forma, un verdadero vanguardista, que en paralelo al norteamericano ha rastreado en la tradición clásica para crear un lenguaje propio y un estilo que ya es marca registrada. Nos recuerda su ejemplo y su evolución a la de otro autor fundamental del cómic español, aunque mucho más olvidado que Max: hablamos de Federico del Barrio, un creador que viró desde el asombroso virtuosismo gráfico de trabajos como El artefacto perverso o Lope de Aguirre (la conjura) a la estilización máxima de las dos obras que publicó bajo el pseudónimo de Silvestre, Relaciones y Simple; dos cómics en los que el autor reflexionaba acerca de las posibilidades narrativas del cómic y la metaficción comicográfica.
Desde que creara al mítico Bardín, el superrealista en 1999, Max tampoco ha dejado de moverse hacia un cómic conceptual y postmoderno, anclado en recursos como la autorreferencialidad, la interdiscursividad y la ironía. Desde entonces (podríamos incluso retrotraernos a publicación de El prolongado sueño del Sr. T), sus cómics se han vuelto mucho más intelectuales e introspectivos. Vapor, por ejemplo, funcionaba como ejercicio de indagación metafísica y reflexión existencial a través de su protagonista Nicodemo, un eremita impaciente en busca de respuestas acerca de su propia existencia y el mundo material que nos rodea. A través de su alterego ficcional, Max despliega con humor e inteligencia su colección de reflexiones cruzadas por referencias filosóficas, históricas y artísticas (con una buena dosis de cultura pop en ellas).
El último cómic de Max, ¡Oh diabólica ficción!, continúa en esa misma línea de exploración formal y conceptual, para indagar, en este caso, en el sentido último del concepto artístico, abarcando nociones como las de creación, inspiración y valía cultural. En su búsqueda metaficcional, el Max-autor dialoga con sus personajes, con el lector y con sus diferentes alteregos (representados o simbólicos) repartidos por las páginas del tebeo.
La mayoría de las historias cortas que componen ¡Oh diabólica ficción! aparecieron publicadas en diferentes momentos en El País Semanal entre 2013 y 2015, aunque el volumen recoge también páginas inéditas y algunos dibujos e ilustraciones recogidos en otros medios. Paradójicamente, es ahora, después de las correspondientes fases de recopilación, ampliación y edición, cuando la obra alcanza una coherencia y una profundidad conceptual que se diluía parcialmente con la publicación fragmentaria periódica de los diferentes episodios. Leída como obra total, ¡Oh diabólica ficción! resulta una reflexión lúcida y afilada acerca de los procesos comunicativos (creación, recepción, interpretación, metalenguaje…) que rodean a los textos literarios y comicográficos. Todo ello expuesto de forma simbólica gracias a la presencia de una urraca-narrador (que ya aparecía en Vapor en una de sus múltiples representaciones), personaje de fábula que nos guiará con sus circunloquios, engaños y parábolas por entre los recovecos del relato.
El hecho de que la historia esté conformada a partir de fragmentos y episodios que se presentan como historias cortas, condiciona que la sensación de totalidad del texto dependa en gran medida de una participación activa por parte del lector a la hora de descifrar la ironía y el humor que recorre la obra. Ese es uno de los grandes méritos de ¡Oh diabólica ficción!, se trata de un cómic exigente y abierto, una reflexión intelectual que nace de la abstracción y de la carga simbólica que proyectan los animales sabios y las recreaciones icónicas que lo habitan. El dibujo de Max, con un acabado redondo y perfeccionista, proyecta una ingenuidad amable, pero engañosa, que contribuye de forma esencial a estirar el mencionado componente irónico-humorístico de la obra. Nada resulta ser lo que parece en los “cuentos” de la urraca protagonista, ni siquiera ella misma, que se presenta primero bajo el nombre de Mr. Brown, como Ismael después, para enmendarse a sí misma apenas unas páginas después: “Permítanme que me presente. Soy el Diablo Cuentacuentos. Estoy con ustedes desde la noche de los tiempos, trabajando a la sombra”.
En última instancia, sus parlamentos, fábulas y parábolas resultan tan engañosos y convencionales como lo es toda ficción, y es en esa autoconsciencia ficcional donde reside la magia de ¡Oh diabólica ficción!, porque en el fondo el éxito de su mensaje sólo depende de que exista un lector dispuesto a traspasar la ficción y a participar en el diabólico juego de espejos de Max:
¿Les he hablado ya alguna vez de mi fascinante, compleja, intrincada e inabarcable personalidad? Ya saben que soy urraca y soy demonio… divina y diabólica a un tiempo… femenina y masculina por igual. Pero no acaba aquí la cosa, porque aún hay más… sí, mucho más…

jueves, octubre 08, 2015

Matt Madden, Drawn Onward y 20 Lines Project. Más experimentos

Como muchos otros, llegamos a Mat Madden gracias a su 99 Ways to Tell a Story (99 ejercicios de estilo, en español) su homenaje al modelo Oulipo y al gran Raymond Queneau; quien casi un siglo antes había escrito sus Ejercicios de estilo, en el que contaba una misma historia de 99 formas diferentes. El propio Madden es el máximo representante estadounidense de Oubapo, el Taller de la Historieta Potencial versión comicográfica. Confesamos que hemos utilizado 99 Ways to Tell a Story en muchas ocasiones en nuestras clases, y que su exposición visual de los diferentes “matices discursivos” resulta una herramienta pedagógica excelente para acercar a los chavales a conceptos teóricos como el del punto de vista, el género o la voz narrativa. A partir de ese momento, seguimos con interés los trabajos del dueto que forman Madden y su mujer, la también dibujante Jessica Abel, con quien vive en Francia; sin duda, dos de los nombres importantes en la eclosión del cómic independiente desde finales de los 90.
Volvemos ahora al dibujante estadounidense con una excusa doble: la publicación este 2015 de su minicómic Drawn Onward y la exposición 20 Lines Project, que permanecerá en la Galería etHALL hasta el 07 de noviembre, y que se inauguró con motivo del Barcelona Gallery Weekend.

Drawn Onward es un cómic muy en consonancia con las inclinaciones experimentales y los constantes juegos narrativos de Matt Madden, ya que el autor ha hecho nada menos que una historia reversible (o capicúa).
Tenemos que reconocer que nos hicimos con este tebeíto con formato de comic-book de 32 páginas atraídos por una portada que nos recordaba a otra portada de una historieta ya clásica. En ella, un personaje torturado escapaba de sus sombras pasadas en el andén de un metro que podría ser el de Nueva York. La portada de Drawn Onward repite el mismo contrapicado de aquella secuencia, que mostraba las vigas de techo en perspectiva, y en ella también un personaje se aleja de otro; si bien, en este caso lo hace con una sonrisa burlona en la boca. Son los dos protagonistas de la historia: la joven narradora, una dibujante de cómics, y el extraño que un día la aborda en un tren.
Con estos elementos, Madden construye un relato circular que literalmente se muerde la cola; un ejercicio de simetría narrativa (nada que ver con esta otra simetría formal vanguardista y alucinante) que consigue ser algo más que simple artificio gracias a la habilidad de Madden para el ritmo secuencial y al peso de un guión que le aporta matices e indicios a la historia, y que consigue que su cierre no sea en falso. No desvelamos más detalles, estamos seguros de que Drawn Onward formará parte de alguna antología con lo mejor de 2015 en fechas no lejanas.
20 Lines Project es una exposición comisariada por Jorge Bravo, el máximo responsable de la siempre interesante etHALL barcelonesa, una galería que nunca pierde de vista al lenguaje del cómic entendido como material artístico y fuente de inspiración.
En realidad, no conocíamos la faceta artística de Matt Madden, pero no nos ha sorprendido descubrir que se mueve en un territorio lindante con el arte conceptual, la cinética y el esbozo. El norteamericano es un tipo polifacético y prolijo: compagina su condición de dibujante con la de docente, traductor y editor, además de artista. 20 Lines Project está inspirada en el trabajo del autor Oulipo Harry Mathews: el escritor se dedicó durante un periodo de su vida a escribir 20 líneas de prosa cada mañana, siguiendo el consejo de Stendhal “escribe 20 líneas al día, seas un genio o no”.
Con la misma filosofía con la que Madden trasvasó la obra de Queneau al cómic, ahora ha puesto en práctica el experimento de Mathews realizando diferentes dibujos compuestos por únicamente 20 líneas. Son las planchas que se han podido ver en la exposición de etHALL.
Ya ven que con Matt Madden no hay tiempos muertos o espacio para el aburrimiento. No le perderemos de vista, como hasta ahora.

miércoles, septiembre 30, 2015

Un océano de amor, de Lupano y Panaccione. Vodevil marinero sin palabras

Un cómic con ingredientes, peso neto y valores nutritivos en 100 gramos. Una edición cuidadosa de Reservoir Books con olor a sardina. Y un prólogo de Paco Roca, que nos cuenta cosas tan sustanciosas como que:
Un océano de amor habla de gente que vive junto al mar, en un pueblo evocador, con todo el sabor de las poblaciones costeras de novelas como La isla del tesoro o El canto de la tripulación. Este relato es un homenaje al mar, a ese mar que tanto a hecho soñar a aventureros y escritores y que en la actualidad está amenazado por el progreso humano. En una entrevista, Lupano cuenta cómo la semilla que hizo nacer esta historia se remonta a 2005, cuando viajó al estado de Chiapas y se encontró con un río de residuos en lugar de las aguas cristalinas que esperaba disfrutar.
Un oceano de amor es, efectivamente, un libro marinero, un relato de aventuras y una ensoñación romantica; pero el guión de Wilfrid Lupano encierra igualmente un gran vodevil con trazas de comedia costumbrista, un enredo en el que tienen cabida piratas del Índico, guapas modelos de revista, plañideras bretonas y hasta un Fidel Castro convertido en bailarín improvisado... Como lo oyen.
El arranque del relato es una pequeña maravilla de romanticismo cotidiano: como cada mañana, Monsieur se levanta antes del amanecer y se enfrenta a su miopía de Rompetechos y a un día que se antoja largo y tempestuoso; su mujer, le espera en el comedor con un desayuno contundente de tortitas, jamón y huevo que Monsieur devora como un niño pequeño; en la tartera con el almuerzo, como todos los días, una lata de sardinas..., sus odiadas sardinas, que, paradoja del sino Romántico, habrán de salvarle la vida. Estas primeras páginas están cargadas de cariño y sensibilidad, de heroicismo de zapatillas, gafas de culo de vaso y sartén oxidada. Un matrimonio que sobrevive al mar día a día con ánimos renovados, un homenaje a la dura vida marinera y un ejercicio de respeto silente y admiración respetuosa al mar que a tantos da de comer y a muchos otros entierra.
A partir de ese arranque, la historia comienza a girar en un vértigo de enredos, situaciones imposibles y comedia muda que, por momentos (casi todos los protagonizados por la mujerona de Monsieur), nos remite al slapstick más gestual y bufo de Jacques Tatí o de los clásicos del cine mudo (o el cómic mudo, como el de Milt Gross, por supuesto). 
Porque, no lo hemos dicho, pero Un océano de amor es también un cómic sin palabras, silente, mímico, pero al mismo tiempo vívido, expresivo y dominado por un mar estruendoso. No hubiera sido posible sin el arte admirable de Grégory Panaccione, sin sus efectos digitales que brillan como pinceladas de acrílico, o sin su uso expresionista de la línea y el paisaje. Los escenarios de Panaccione componen una colección de frescos y naturalezas que nos invitan a embarcarnos en un crucero transatlántico, no siempre gozoso: la belleza agreste de la costa bretona se cruza con los amaneceres marinos y la calidez caribeña de La Habana, pero en la travesía descubriremos también la sal en la herida, la pesca incontralada, los vertidos ilegales, la "sopa tóxica" del Atlántico o a los nuevos y terribles piratas del Caribe.
Un océano de amor es una tragicomedia con conciencia y corazón, un cómic sin palabras que, gracias a los lápices de Panaccione, tampoco parece necesitarlas.

miércoles, septiembre 23, 2015

Cómics Online: Go Get a Roomie!, de Chloé C. Divertida desvergüenza

Por causas que les explicaremos en otro momento, estamos últimamente volcados en un campo, el de los cómics online, que teníamos bastante abandonado. Así que, aprovechando el rebufo, les vamos a "regalar" una dirección web que es un cajón lleno de sorpresas y momentos de diversión a coste cero:
Hablamos de Hive Works Comics, una página de hospedaje para proyectos digitales, que promociona y ayuda a los artistas a obtener beneficios con la difusión de sus trabajos. Aunque muchos de ellos son nombres desconocidos para el lector de cómics habitual, el catálogo de artistas y la calidad media de los trabajos expuestos es ciertamente notable, con profusión de contenidos eróticos, humorísticos y fantásticos. Casi todos los cómics de Hive Works Comics responden al formato de tira o página comicográfica trasvasadas al medio digital.
Go Get a Roomie! es un buen ejemplo de sus contenidos. Chloé C. comenzó su serie en 2010 sobre una premisa ingeniosa y un divertido personaje principal: Roomie es una muchacha feliz, un poco hippy, lesbiana, desinhibida y amante de la cerveza, que ha decidido huir de compromisos, ataduras y domicilios estables. Sus días pasan entre su cervecería de cabecera, las casas de sus amigos y sus múltiples novias, a quienes "gorronea" regularmente alojamiento y con quienes comparte cama, risas y desacuerdos. Roomie es una nomada de la noche y su vida es un cúmulo de situaciones divertidas que Chloé C. desarrolla con mucho humor, buenas dosis erotismo y sana irreverencia.
http://www.gogetaroomie.com/comic/professional-sleeper
La tira se actualiza tres veces por semana y, después de cinco años, muestra una salud excelente; además, con el tiempo, su autora ha depurado su estilo gráfico, con una línea que nos recuerda cada vez más a artistas como Jeff Smith o Scott Chandler (ese trazo sensual y disneyano al mismo tiempo). De tanto en cuanto, Chloé C. alterna sus tiras habituales con composiciones de página más osadas y pequeños "extras" que ayudan a completar y dotar de matices al divertido universo de sus personajes. El éxito de Go Get a Roomie! se ha visto reflejado en un variado merchandising y en la edición en papel de los materiales online.
http://www.gogetaroomie.com/comic/scarf
Diversión, provocación y entretenimiento en estado puro. No siempre hay que buscarle trascendencia a cada viñeta que leemos, ¿verdad?

miércoles, septiembre 16, 2015

Premios de la crítica 2014-2015 de la Revista Dolmen

Hace ya quince años que la Revista Dolmen entrega los Premios de la Crítica a los mejores tebeos y autores del año, durante la clausura de las Jornadas del Salón del Cómic de Avilés. En su selección, participamos críticos de todo el país, nominando y eligiendo los mejores cómics publicados en España en el periodo comprendido entre dos ediciones de Salón del Cómic de Barcelona (este curso, las obras aparecidas desde junio de 2014 hasta abril de 2015). 
Los premios este año han hecho justicia con un clásico como Hernández Cava y han repartido menciones entre Las Meninas y Yo, asesino, dos obras enormes publicadas en nuestro país:
33
Mejor Dibujante Extranjero
Jillian Tamaki por Aquel Verano
Mejor Guionista Extranjero
Brian K. Vaughan por Saga
Mejor Dibujante Nacional
Javier Olivares por Las Meninas
Mejor Guionista Nacional
Antonio Altarriba por Yo, Asesino
Mejor obra extranjera
Saga
Mejor obra nacional
Mejor Obra Teórica
Jan, El Genio Humilde (VV.AA)
Premio a una carrera extranjera
Alan Davis
Premio a una carrera nacional
Felipe Hernández Cava

viernes, septiembre 11, 2015

Las joyas imposibles de Micharmut, Sento y Javier de Juan

Gracias a un amigo comiquero hemos tenido la ocasión de disfrutar de tres joyitas editoriales de otro tiempo. Ya habíamos tenido en nuestras manos en otra ocasión algún ejemplar de la Colección Imposible, que la editorial Arrebato publicó en los años 80, pero ha sido todo un disfrute poder leer o releer cómics primerizos de Sento, Micharmut o Javier de Juan. El catálogo de la colección incluía además obras emblemáticas del tebeo español, como El carnaval de los ciervos, de Max, o La pista atlántica, de Miguel Calatayud; amén de curiosidades tan sonadas como Invasión de los Elvis Zombis, del artista Gary Panter. 

Con ese primor con el que trabajaban algunas pequeñas editoriales, cada librito de la Colección Imposible es un objeto de colección con sus tapas durase acabado mate y sus lomos forrados en tela. El formato de álbum en tamaño reducido es una anomalía preciosista, que nos devuelve el gusto por el detalle.

Dogon, de Micharmut, fue el número uno de la colección; y el único que no editó Arrebato, sino la valenciana Ediciones del Cingle. Nos gustan las palabras que un tal Clark Kent (cuya identidad secreta se desvela aquí) le dedica en contraportada a su autor:

Micharmut es sin duda la eminencia gris de la escuela valenciana y el hombre que más ideas ha puesto en ella. (...) La obra de Micharmut está llena de ideas renovadoras, su estilo es asombrosamente personal -es casi imposble rastrearle influencias- y puede colocarse en la misma línea de los últimos grandes europeos como Clerc o Yves Chaland.

Aunque se base en un guión inconsistente que desarrolla una intrincada trama de espías, Dogon reúne muchas de las virtudes estilísticas de Micharmut: su heterodoxia vanguardista, su capacidad para crear un lenguaje gráfico absolutamente novedoso y un magnetismo visual que incita al lector a navegar entre unas viñetas cargadas de claves y detalles sorprendentes.

En la Colección Imposible se publicó también Romance, el primer álbum de Sento. Se trata de un folletín bufo costumbrista, lleno de personajes extravagantes y situaciones surrealistas, recreadas en un precioso bicolor con la línea angulosa y el detallismo preciosista de aquel primer Sento. Romance es al mismo tiempo un homenaje a Valencia y a la vida de barrio.

Sic Transit es una tragedia taurina sobre el arte y la muerte, sobre los presagios y el destino. El dibujo elegante  de Javier de Juan y el el aire estilizado a lo Modigliani de sus personajes contrastan con el rayado  libre e irregular de las tramas. Se percibe una intención pictórica, que también insinúa Felipe Hernández Cava en el epílogo del libro, cuando comenta que:

Vista entonces su práctica desde esa prioridad de lo lúdico, resulta difícil predecir hacia dónde pueden ir [los] pasos [de Javier de Juan]. Pero los que pensamos que nuestros tebeos necesitan de revulsivos como estos para rejuvenecerse, en la medida en que algunos fundamentos tenidos por tal son puestos en cuestión, mucho nos tememos su fuga hacia otros campos más libres. Y no está el medio para perder a De Juan, después de haber perdido ya a tipos como Ceesepe, Mariscal o El Hortelano.

No andaba muy desencaminado, don Felipe.

_____________________________________________

(Actualización: 16/12/2015)

En los comentarios de esta entrada, Pedro Porcel, editor de la colección, nos regala una serie de matizaciones y aclaraciones que nos parece interesante reproducir aquí con el fin de iluminar el texto original:

Qué agradable ver de nuevo tras tanto tiempo la colección Imposible, que yo mismo edité. Precisar solo que Dogón salió bajo el sello de El Cingle porque por entonces no teníamos legalizada la marca Arrebato y Nacho Errando, hermano de Mariscal, nos "prestó" la suya del Cingle. Y que Clark Kent no es, como dice Tebeosfera, Jesús Cuadrado, sino mi hermano Andrés Porcel, que ejerció de introductor desde el anonimato... Gracias por estos recuerdos! ¡Un saludo! 

viernes, septiembre 04, 2015

Nada, de Esteban Hernández. El dios de las pequeñas cosas

En la introducción y el epílogo de Nada se condensa su espíritu, en el título se resumen modestamente sus pretensiones. El protagonista-autor se desnuda ante el lector cuando confiesa su falta de rigor narrativo en las primeras páginas del tebeo. La voz narrativa del epílogo nos termina por descubrir el truco cuando revela el carácter convencional y artificioso de toda construcción humana (social, artística o personal). Somos poco más que pensamiento.
El último cómic autoeditado de Esteban Hernández no es una historia al uso; por momentos no es ni siquiera una historia, sino una divagación, una digresión existencial mantenida con carga filosófica de fondo, una búsqueda. Como suele, Esteban no nos pone las cosas fáciles.
No es sencillo su dibujo: abigarrado y barroco desde la transparencia de una línea clara que, en ocasiones, se enreda como un jeroglífico azteca. El trazo de Esteban Hernández es inconfundible, como lo son sus personajes hechos de parches y líneas moduladas. Un puzzle en el que todas las piezas encajan.
Tampoco son fáciles sus historias: ¿se puede contar una vida a base de detalles triviales, a base de gestos y pensamientos racheados? ¿Se puede escribir una biografía huyendo del tiempo y saltando de espacio en espacio sin un mapa? Ese es el objetivo de Nada. Cuánto hay en estas páginas de confesión, de catarsis, de elaboración ficcional o de simple juego predictivo, sólo su autor lo sabe. 
Al lector únicamente le resta dejarse llevar expectante por el relato fragmentario, en algunas páginas; por la fe en el narrador (como el ciego que da pasos confiado en su lazarillo), en otras; o embelesado ante la retórica existencialista y la filosofía de las pequeñas cosas que se construyen a partir del monólogo del protagonista de Nada. Porque, en realidad, esa nada que titula el cómic de Esteban Hernández se traduce en una colección de vivencias y reflexiones que nos ayudan a dibujar la personalidad de un ser humano tan extraño, tan único, que podríamos ser cualquiera de nosotros. 

miércoles, agosto 26, 2015

Esenciales ACDC 2015 (primer semestre)

Diligentemente, la ACDCómic (Asociación de Críticos de Cómic) ha publicado su lista de esenciales para el primer semestre de 2015; una recopilación que se está volviendo cada vez más necesaria para lectores y comicófilos varios. Este semestre ha venido cargadito de buenos tebeos, así que saquen la libreta de compras y apunten:

http://www.acdcomic.es/esenciales2015/
  • Barcelona, los vagabundos de la chatarra, de Jorge Carrión y Sagar (Norma) 
  • Chapuzas de amor, de Jaime Hernández (La Cúpula)
  • Ciencia Oscura 1, de Rick Remender y Matteo Scalera (Norma)
  •  Cómics (1986-1993), de Julie Doucet (Fulgencio Pimentel)
  • Cráneo de Azúcar, de Charles Burns (Reservoir Books)
  • El árabe del futuro: Una juventud en Oriente Medio (1978-1984), de Riad Satouff (Salamandra)
  • El botones de verde caqui (Una aventura de Spirou por...), de Schwartz y Yann (Dibbuks)
  • El escultor, de Scott McCloud (Planeta)
  • El paraíso perdido de John Milton, de Pablo Auladell (Sexto piso) 
  • En la vida real, de Cory Doctorow y Jen Wang (Sapristi)
  • Fenix, de Osamu Tezuka (Planeta)
  • Fragmentos del mal, de Junji Ito (ECC)
  • Kitaro 2, de Shigeru Mizuki (Astiberri)
  • La balada del norte 1 de Alfonso Zapico (Astiberri)
  • Las aventuras de Joselito, de José Pablo García (Reino de Cordelia)
  • Los sucesos de la noche 1, de David B. (Norma)
  • María cumple 20 años de Miguel Gallardo (Astiberri)
  • Matar a mi madre, de Jules Feiffer (Sapristi)
  • Ms. Marvel 1, de Wilson, Alphona y Wyatt (Panini)
  • ¡Oh, diabólica ficción!, de Max (La Cúpula)
  • Preciosa oscuridad, de Vehlman y Kerascoët (Spaceman)
  • Submun-dos, de Kaz (Autsaider)
  • Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora, de Tom Gauld (Salamandra)
  • Undercurrent, de Tetsuya Toyoda (Milky Way)
  • Yo, René Tardi, prisionero de guerra en el Stalag IIB nº 2, de Jacques Tardi (Norma)  

miércoles, agosto 19, 2015

A Body Beneath, de Michael Deforge. Vanguardia de ida y vuelta

Llevábamos tiempo con ganas de leer a Michael DeForge. La ocasión perfecta nos ha surgido con la publicación de A Body Beneath. El volumen editado por Koyama Press recopila las historias cortas de los números #2-5 de la serie Lose, el fanzine (en formato de comic-book) que publica aproximadamente cada año en Canadá para la misma editorial; un bocado para minorías que llevaba tiempo degustándose en los circuitos del cómic de autor.
El propio DeForge confiesa en el prólogo dibujado para la edición (siguiendo “instrucciones” de su editor, añade) que el libro no incluye ningún contenido de Lose #1 porque sus historias eran realmente malas; y que algo similar siente hacia algunos de los relatos que sí se han recogido en A Body Beneath: en particular se refiere a la torpeza argumental de “Dogs 2070” y al “esforzado y lamentable” dibujo de “It’s Chip”. Sorprendentemente, en una primera impresión, el lector encuentra que estas dos historias son visualmente dos de las más atractivas del volumen (“It’s Chip” nos recuerda a un Luke Pearson corregido por un filtro underground; y “Dog’s 2070” parece salida de los lápices de Paco Alcázar). Una vez concluida la lectura del volumen es cuando reconocemos las dudas del autor: esas dos historias primerizas tienen ya una fuerte personalidad, pero no se parecen gráficamente al creador que DeForge es hoy en día, al dibujante que ha preferido conducirse hacia un estilo mucho más minimalista y falsamente infantil, que aquel que comenzó a publicar Lose en 2009. En sus últimos relatos se nota, además, una clara evolución por lo que respecta a la construcción de la historia y la amplitud temática en los últimos números de Lose.
Pertenece DeForge a una generación de autores que han decidido rescatar para la historieta una Vanguardia Clásica de la que el cómic apenas disfrutó: autores que se han apropiado de los ismos históricos (Constructivismo, Futurismo, Dadaísmo, Cubismo, Surrealismo, etc.) para dar forma a un nuevo cómic experimental y sorprendente, una nueva vanguardia que no empieza de cero, sino que se alimenta a su vez (sobre todo en el plano temático y argumental) de ese mismo extrañamiento que desde hace lustros habita en las historias de Charles Burns o de Daniel Clowes. Incluimos a DeForge junto a dibujantes jóvenes como Yuichi Yokoyama, Anders Nilsen, Dash Shaw, Oliver Schrauwen, Johnny Ryan o José Ja Ja Ja; gente que, en diferentes grados, ha optado por estrategias de apropiacionismo y reformulación para construir un nuevo discurso formal que se adapte al contenido desconcertante de sus historias.
Hay bastante de Clowes y de Burns en A Body Beneath, acabamos de señalar. Como aquellos, DeForge desborda imaginación en la construcción de unos universos ficcionales que no se rigen por más reglas que las que sus personajes y situaciones van levantando viñeta a viñeta. Y pese a esa rareza, esa falta de conexión con la cartografía del mundo ordinario, las historias del canadiense funcionan y, dentro de sus coordenadas improbables, resultan verosímiles en un mundo paralelo tan excéntrico como excepcional.
Funciona también la inmediatez de su dibujo, contagiado por el manga, a veces pura exhibición de línea clara, otras cargado de cierto barroquismo geométrico, adornos y metamorfosis imposibles. Pero la clave resida, tal vez, en la cualidad emocional, en la capacidad de Michael DeForge para encerrar sensaciones y sentimientos familiares para el lector detrás de la simbología extravagante de monstruos mutantes, adolescentes desubicados y animales antropomórficos como los que habitan en historias como “Manananggal”, “Someone I Know” o la extraordinaria y desasosegante “The Sixties”.
Sus historias son magnéticas, impredecibles y profundas. Sutil y acerado es el acercamiento crítico a instituciones como la monarquía que encontramos en “Canadian Royalty”; como sutil e inquietante es la recreación en viñetas de la inseguridad humana de “Recent Hires”. En “Living Outdoors”, penúltima historia de la recopilación, un adolescente cabezón de ojos abotonados como un Lego, se debate entre su curiosidad verdadera por el mundo natural y sus deseos púberes por agradar a la tribu e impresionar a la chavalilla más guapa de la “manada”. El artista, como en muchos de sus relatos, construye un universo social y biológico ad hoc, partiendo de su inventiva: unas leyes naturales propias que se repiten en sus cómics, pero que no se explican fuera de su fértil imaginación. El resultado es un desafío para nuestro intelecto, un gozo para la experiencia lectora. Pura exuberancia, puro DeForge.