viernes, junio 19, 2020

La cólera, de Santiago García y Javier Olivares. Un caballo de Troya

La mirada recorre hipnotizada las primeras páginas de La cólera como si se deslizara por el friso de una historia conocida. El soberbio dibujo de Olivares, siempre reconocible en su angulosidad vanguardista, nos invita a descubrir los detalles de batallas de terracota y los escenarios de una era clásica.
Avanza la acción entre las escenas míticas de la fábula homérica. Los semidioses luchan y los hombres mueren. La cólera es La Ilíada, reconocible desde su título (con esa palabra empieza el poema épico de Homero). Sin embargo, poco a poco, la mitología se despliega en ambigüedades y lecturas inesperadas. La ironía postmoderna invade los diálogos y va desanclando al cómic del texto clásico. El dibujo oscila entre la reescenificación histórica y el juego simbólico. Se despliega un argumento conocido: la alianza de reinos comandada por Agamenón y sus aqueos asedia la ciudad de Troya; después de nueve años de sitio, Ajax, Ulises y Aquiles parecen a punto de derrotar su resistencia, sin embargo, el destino azaroso hace girar los acontecimientos aferrado a otra veleidad caprichosa, la de un Aquiles despechado (por un quítame allá esta amante) que se niega a seguir luchando a favor de Agamenón (su afrentador)... Avanza el argumento de La colera con pulso y con un despliegue visual apabullante..., hasta que deja de avanzar.
Cae Aquiles en un sueño lleno de presagios y se detiene el relato en una digresión metanarrativa que es un caballo de Troya postmoderno en toda regla. Un metarrelato que pone la historia principal patas arriba y la cabeza del lector de vuelta y media.
Después del desconcierto inicial (un desafío de las convenciones lectoras, un desafío de las expectativas, un desafío del equilibrio del relato), recuperamos el pulso y una intuición: la de que aquella Europa de la Grecia Clásica estaba en realidad mucho más cerca de esta otra Europa nuestra de lo que suponíamos. La cólera nos sacude la conciencia. ¡Que las sombras del mito proyectadas sobre el papel no nos oculten la realidad que transcurre a nuestras espaldas, la de las injusticias sociales, la de la emigración que huye del infierno y la de los ciudadanos invisibles!
Tras la iluminación, el guion de Santiago García retorna a la epopeya homérica. A Aquiles, con sus victorias y su derrota legendaria, a Ulises y su viaje inacabable, al transcurso constante entre el reino de los muertos y el de los vivos. Pero nuestra lectura ya está alterada. Del interior del caballo de Troya han surgido ideas cruzadas, reflexiones interdiscursivas y metáforas inesperadas que terminan por colonizar nuestra interpretación del relato original y multiplicar sus lecturas.
Y sí, al final Ulises regresa a Ítaca en su particular odisea. Pero ya nada es igual.

lunes, junio 08, 2020

La ciudad de los prodigios, de Claudio Stassi, en Culturamas

https://www.culturamas.es/2020/06/08/la-ciudad-de-los-prodigios-de-claudio-stassi-el-nacimiento-de-un-siglo-en-vinetas/
Regresamos a nuestra revista cultural online de cabecera, para reseñar la adaptación que ha hecho Claudo Stassi de La ciudad de los prodigios, el clásico moderno de Eduardo Mendoza.

Uno de los valores de La ciudad de los prodigios reside en el peso protagonista de la ciudad a la que alude el título. En sus páginas, Barcelona adquiere la entidad viva de un personaje que evoluciona y condiciona con su presencia los acontecimientos de la trama. Estamos en 1880, el umbral finisecular de una época que se muere para dar paso a una modernidad nueva; pujante pero incierta, violenta pero ilusionante en sus espejismos de progreso. Es la Barcelona de la revolución industrial, los primeros movimientos obreros y la Exposición Universal del 88; pero también la de las algaradas anarquistas, el crimen organizado y la vida miserable de los obreros. Un escenario donde la vida y la muerte se entretejen de murmuraciones, costumbres antiguas y creencias que son más tercas que los sueños de futuro. El realismo de una nueva era milagrosa habitada por fantasmas vestidos de harapos.



https://www.culturamas.es/2020/06/08/la-ciudad-de-los-prodigios-de-claudio-stassi-el-nacimiento-de-un-siglo-en-vinetas/

miércoles, mayo 06, 2020

Funan, de Denis Do. El infierno en la memoria

Entre 1975 y 1979 Camboya vivió uno de los episodios más sangrientos y crueles del siglo XX. En poco más de cuatro años, el régimen comunista de los Jemeres Rojos asesinó en torno a dos millones de personas, casi un cuarto de la población camboyana. Bajo el gobierno totalitario de Pol Pot, se llevó a cabo una política de exterminio sistemático que afectó en gran medida a los intelectuales, universitarios, trabajadores cualificados, políticos y funcionarios de la Kampuchea democrática. Grandes sectores de la población de la nueva República Popular de Camboya, sobre todo de su capital Phnom Penh y de las grandes ciudades, fueron obligadas a desplazarse al campo dentro de un plan de restitución de una economía agraria que perseguía basado en modelos arcaicos de desarrollo tradicional. Miles de camboyanos murieron de hambre en un régimen de semiesclavitud en los campo de concentración agraria que se crearon para tal efecto. Muchos otros miles fueron torturados y asesinados en un proceso paranoico de delaciones e acusaciones aleatorias de traición al movimiento. Los padres fueron separados de los hijos y se inició un proceso de adoctrinamiento y deshumanización que acabó transformando a muchos niños y adolescentes en torturadores y asesinos al servicio del régimen. La película documental S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos (2003), del camboyano Rithy Panh, es un viaje espeluznante al interior de las mentes manipuladas de algunos de aquellos niños torturadores.
En diciembre de 1978 el ejército de Vietnam entró en Camboya como respuesta a los frecuentes ataques e incursiones que estos habían sufrido a manos del ejército jemer. En los 17 días que duró la guerra, Vietnam desmanteló el gobierno de los Jemeres Rojos y obligó a sus principales cabecillas a pasar a la clandestinidad. Las crónicas de aquella invasión describen el horror de las tropas vietnamitas ante las atrocidades perpetradas por el régimen del terror de Pol Pot y la degradación de una población al borde del colapso.
Funan (2018), la película de animación del director francés de origen camboyano Denis Do, sitúa su acción en ese mismo contexto fratricida que acabamos de resumir. El título remite al antiguo reino que se desarrolló en el sur de la Península de Indochina entre el siglo I y el siglo VI d.C. El eco distorsionado de aquel esplendor imperial de Funan resuena en la iluminación genocida de la expansión jemer.
En su apartado gráfico, Funan nos recuerda a Persépolis, sobre todo por lo que respecta al diseño de personajes y a su sobrio realismo, ligeramente caricaturesco. Ambos relatos tienen bastantes puntos en común. Como Persépolis, la película de Denis Do también tiene una fuerte base autobiográfica. El director construye su historia a partir de los recuerdos personales que le transmitió su madre, testigo directo y superviviente de la dictadura jemer. Como sucede en el relato de Satrapi, en Funan asistimos también al nacimiento del terror desde su germen. Observamos la eclosión del huevo de la serpiente y los efectos de su veneno sobre una población que, impotente, intenta sobrevivir a la tragedia desencadenada. Esa transición rápida entre el bienestar de una normalidad aparente y el infierno desatado en apenas un instante es una de las razones de que Persépolis y Funan den tanto miedo. El silencio de la tragedia latente. 
A lo largo de la película seguimos los pasos de una de las familias que vivieron el desarraigo forzado y el exilio desde la ciudad a los campos de concentración agraria. El niño Chou lleva una vida feliz y ordinaria junto a su familia, cuando la radio anuncia la noticia: el ejército revolucionario de Kampuchea ha tomado la capital Phnom Penh. Es el 17 de abril de 1975. El principio de una epopeya sangrienta. Como sucede en la película, los padres de Denis Do también extraviaron a uno de sus hijos (el hermano del director) en el tránsito de deportación forzosa a los campos de trabajo. Ese hecho puntual es el primer escalón en el descenso al infierno rojo de Chou y su familia.
El tono de la película evolucionará a partir de la transición que se establece entre la mirada inicial, inocente y sorprendida, del niño Chou y la mirada áspera, endurecida y agónica de su madre, que domina las escenas finales. La historia de búsqueda y supervivencia que articula el relato se construye de forma sutil alrededor de estos dos puntos de vista externos, lo hace sin subrayados y con una dosificación progresiva y muy medida de la carga dramática. 
En el ambiente opresivo y brutal de Funan no hay otro espacio para la esperanza que el que aportan los seres humanos, las víctimas involuntarias de la tragedia; individuos que, luchan por su supervivencia y que se esfuerzan por recordarnos que, cuanto más trágico es el contexto, más necesaria es la lucha por que la humanidad se imponga al odio de los chacales. Lo estamos viviendo estos días.
Pueden ver
Funan estos días en la plataforma de Movistar +

miércoles, abril 15, 2020

La magia de Hayao Miyazaki. Bálsamo para una cuarentena

En 2013 Hayao Miyazaki anunció su jubilación, dejándonos huérfanos de su talento infinito y de su capacidad para crear mundos terapéuticos. Ahora, la plataforma Netflix nos da la oprtunidad de repasar su producción y analizar algunos rasgos de su cine. Un buen remedio para sobrellevar los rigores de la cuarentena. Con esa idea, recuperamos y actualizamos el artículo que publicamos en 2015 en ABC Color.
Caja mágica
La llegada del director japonés a las pantallas occidentales en 1997, con el estreno mundial de La Princesa Mononoke, se vivió como un acontecimiento que los espectadores disfrutamos entre la sorpresa entusiasta y la fascinación ante lo desconocido. ¿Se podía hacer eso con dibujos animados? Casi inmediatamente, los grandes festivales y eventos cinematográficos empezaron a hacerse eco de ese nuevo cine de animación japonés que se acercaba a la fantasía con una sensibilidad hasta entonces desconocida. El Studio Ghibli, que el director fundó junto a su amigo Isao Takahata en 1985, se convirtió en una caja mágica de la que regularmente salía una joya de anime destinada a hacer historia y a hipnotizar a su cada vez más ingente legión de admiradores en el mundo entero.
Además de por su perfección y pericia técnica, las películas del mago Miyazaki brillan por dos rasgos esenciales: una imaginación desbordante que le permite crear asombrosos mundos de ficción y un gusto por el detalle que garantiza la verosimilitud de dichos universos, no importa cuán fantasiosos lleguen a parecer.
El detalle, el proceso o el gesto son componentes básicos de las cintas del director japonés. Sus personajes no se comportan como simples entes animados, sino que responden a pálpitos humanos. La niña ensoñada que se aburre mientras reposta el hidroavión de Porco Rosso, sopla a la mosca que se posa sobre el ala, ésta resbala hacia abajo antes de reemprender el vuelo; el pequeño incidente (anecdótico, trivial y, por eso mismo, absolutamente realista) saca a la muchacha de su ensoñación.
En la emocionante Mi vecino Totoro (1988), la niña Mei, en su desesperación ante los negros presagios comunicados por un telegrama, se aferra a una mazorca de maíz, convertida en símbolo de su afecto y de sus esperanzas. Abrazada a la panocha, corre, llora y se pierde en los mundos tenebrosos de sus miedos recién descubiertos. El espectador asiste conmovido a ese gesto de humanidad, a su desamparo. Vida animada.
Proceso y detalle
A Hayao Miyazaki siempre le ha gustado recrearse en los procesos artesanos e industriales o, tan sólo, en las faenas domésticas (muchas veces dentro de un contexto de fabulación steampunk). Las construcciones, máquinas e ingenios de sus películas (sean éstos castillos andantes y flotantes, fábricas metalúrgicas, hidroaviones, bicis voladoras o fortalezas defensivas) funcionan porque encierran un diseño y una ingeniería manual o mecánica minuciosos. Han sido creados por alguien. Sus películas no se conforman con el resultado, nos muestran el proceso: en Nausicaä del Valle del Viento (1984) descubrimos a los habitantes del valle reparando sus molinos de viento, o revisando sus plantaciones en busca de hongos tóxicos; a los mineros de El castillo en el cielo (1986) extrayendo carbón; contemplamos a las mujeres milanesas diseñando, construyendo y montando las piezas del avión que pilotará el personaje principal de Porco Rosso (1992); al igual que son mujeres quienes trabajan en la gigantesca forja de la Ciudad de Hierro en La Princesa Mononoke; en Mi vecino Totoro, asistimos a la limpieza y restauración exhaustiva de la casa de campo que va a ocupar la familia protagonista y en Nicky, la aprendiz de bruja (1989), el pan y las empanadas de arenque se cocinan en hornos de leña cuyas ascuas vemos preparar antes de la cocción. Y, como colofón, en su última película, El viento se levanta (2013), Miyazaki ofrece un recorrido diacrónico por la historia de la ingeniería aeronáutica japonesa con un lujo de detalles mecánicos y una precisión tecnológica que apabullan al espectador.
El gusto por el detalle ayuda a dotar de verosimilitud a las construcciones ficcionales del maestro japonés: sus texturas presentan una proximidad casi física. El agua de las cintas de Miyazaki se puede beber, es fresca y apetecible, fluye cristalina por los arroyos de Mi vecino Totoro o se agita amenazante y tempestuosa en El viaje de Chihiro (2001). La madera cruje o crepita en El Castillo Ambulante (2004) en cada vaivén de la ciclópea construcción; el metal rechina con cada martillazo en las forjas de La Princesa Mononoke y con cada vuelta de tuerca de los mecánicos que construyen los aviones en El viento se levanta; el polvo revolotea y adquiere vida a base de escobazos en Mi vecino Totoro, como lo hace la harina en la tahona de Nicky, la aprendiz de bruja.
Vida animada
El realismo del detalle al servicio del relato. Miyazaki construye sus ficciones desde un entramado de realidad en el que la ficción comienza siempre a partir de una chispa que termina incinerando la historia. Una suerte de realismo mágico nipón. Todos reconocemos el mundo (en ocasiones gracias a referencias literarias o a la cuentística popular) que habitan los personajes de Miyazaki: sus ciudades, sus escenas campestres, sus parajes naturales. Sin embargo, la imaginación del creador enriquece esos escenarios realistas a base de fantasía: mediante la recurrencia a criaturas y a fenómenos mágicos que se integran con absoluta normalidad dentro de ese plano de realidad. Son en muchos casos elementos deudores de la espiritualidad japonesa: el animismo sintoísta que dota de vida a la multitud de dioses y espíritus que habitan los universos humanos y divinos. Sólo el espectador vive instalado en la sorpresa. En los mundos de la factoría Ghibli, las personas, los animales y los seres mágicos conviven con absoluta naturalidad, como si habitaran en un melting pot de ensueño.
Esta cohabitación de mundos, nunca enfrentados, unida a la sensibilidad exquisita de Miyazaki, facilita la creación de momentos bellísimos: como esa estela de hidroaviones caídos en combate que asciende hacia el cielo en Porco Rosso; la secuencia de la Princesa Nausicäa hechizada por la lluvia de esporas tóxicas en la Jungla Tóxica; o las escenas del Espíritu del Bosque sanando a Ashitaka en el corazón de la espesura en La Princesa Mononoke. Detrás de la fantasía y la magia, las cintas del artista japonés encierran una carga simbólica, no siempre trasparente, que resguarda valores positivos como la amistad o la filantropía (subrayada en las relaciones entre niños y ancianos), junto a códigos entroncados con el imaginario espiritual nipón: la memoria de los antepasados y el culto a los espíritus, el respeto a la naturaleza (el agua, el viento y la vegetación son omnipresentes en sus películas) y a las criaturas animales frente a la industrialización urbanita, la búsqueda interior y el ensueño como factores de superación, etc.
Donde se cocinan los sueños
Pero si hay un tema que sobrevuela la filmografía de Miyazaki, ese es el de la infancia como espacio de fantasía, como refugio secreto en el que se cocinan los sueños. Ese es el tema vertebral de cintas como El viaje de Chihiro, pero se repite de forma más o menos directa en casi todas sus películas. La infancia es el refugio que nos salva de los errores de la edad y de la monotonía existencial que encuentra su caldo de cultivo en las grandes ciudades y en las ocupaciones rutinarias que realizan los adultos. Por eso, la infancia se asocia normalmente a contextos rurales y al mundo de la naturaleza, unos escenarios que se cargan de valores positivos y se refuerzan con el peso del folklore y de los oficios tradicionales. En estos espacios, Miyazaki crea a su vez otros refugios habitacionales (el refugio dentro del refugio) en los que sus personajes se protegen de las amenazas exteriores, lugares que nos remiten a nuestros propios espacios de cobijo ante el miedo: en ese sentido funcionan la casa en el bosque de la pintora amiga de Nicky o la acogedora habitación abuhardillada de la panadería en Nicky, la aprendiz de bruja; o el montón de heno dentro del vagón en el que ésta se refugia a dormir durante una tormenta, en la misma película. Los encontramos en todas sus películas, como encontramos en casi todas ellas a personajes positivos y espirituales que se imponen a la mezquindad y bajezas humanas, para salvar al mundo del destino que parecen escribir sus propios habitantes.
Aunque cualquier excusa es buena para repasar su filmografía, ahora que sabemos que no va a volver a hacer más películas (no está aún claro si el Studio Ghibli seguirá los pasos de su fundador), el cine de Hayao Miyazaki se antoja más necesario que nunca: sus historias, cargadas de valores positivos, tienen la extraña cualidad de hacernos sentir mejor con nosotros mismos, las imágenes de sus películas encierran una calidez analgésica y sus construcciones fantásticas son un refugio excelente para esquivar, durante casi dos horas, los peligros de la edad. Ya le echamos de menos.

miércoles, abril 08, 2020

Aute, despidiendo a un artista

Esta semana ha fallecido Luis Eduardo Aute. Cantautor, pero también poeta, director de cine, ilustrador y, sobre todo, así se sentía él, pintor. Aute fue un creador con mayúsculas, un humanista de los que existen pocos. Hoy no pretendemos repasar su perfil biográfico ni analizar la enorme coherencia de su obra, en todas sus facetas, pero tampoco queremos dejar pasar la ocasión de recordar brevemente la influencia de un artista que, a muchos, nos enseñó a ser un poco más sensibles, a abrir los ojos a nuevos juegos del lenguaje y a escuchar la música de una forma diferente. Luis Eduardo Aute será siempre uno de esos nombres que explican nuestro pasado.
Luego, descubrimos sus películas de animación (atemporales, universales), su capacidad para hablar en imágenes a través de la poesía. Y nos dimos cuenta de que, cantando, hablando, escribiendo, pintando y dibujando, escuchábamos siempre una misma voz, la del humanista, politico a veces, pero siempre comprometido con la vida, la paz y el amor. Vemos mucho de ello en Un perro llamado dolor; que es, además, una carta visual de amor a su gran pasión, la pintura.

jueves, abril 02, 2020

Heavy metal, de Gerald Potterton. Aquellos maravillosos años

A quienes vivimos la fiebre de las revistas de cómics en los años 80 y su posterior decadencia, se nos siguen viniendo a la cabeza nombres como Totem, Cimoc, Cairo, Zona o El Víbora; títulos todos ellos asociados en la memoria a autores que ya han adquirido el marchamo de clásicos. Entre esas cabeceras míticas se colaban algunas que venían del extranjero, como la revista francesa Métal Hurlant o la estadounidense Heavy Metal (concebida a partir de aquella).
Fue el editor Leonard Mogel quien decidió adquirir los derechos de Métal Hurlant para fundar Heavy Metal en 1977, y en sus páginas aparecieron traducidas las historias de algunos de los grandes nombres europeos, los Milo Manara, Moebius, Philippe Druillet, Enki Bilal o nuestro Josep María Bea. A esos autores se fueron sumando creadores estadounidenses de la talla de Richard Corben, Howard Cruse o Bernie Wrightson.
Sin embargo, hemos traído Heavy Metal a colación para comentar brevemente su transformación en película de animación en 1981. De chavales, nos cruzamos con su carátula en infinidad de ocasiones (¡aquellos videoclubs!), pero no ha sido hasta fechas recientes cuando nos hemos animado a verla. Mogel fue también el productor ejecutivo de la cinta, que estuvo dirigida por Gerald Potterton, además de por un numeroso equipo creativo.
La película se compone de historias cortas que recopilan y adaptan algunos cómics que se publicaron en la revista. La aparición de una misteriosa esfera alienígena (the Loc-Nar) sirve como hilo conductor (un tanto forzado, es cierto) de los diferentes relatos. Casi todos los argumentos están inspirados por ese furor renovado por los géneros de fantasía y ciencia ficción que caracterizó a la segunda etapa del underground (ya entrados los años 70) y que se contagió a productos mainstream, como la revista antológica Star Reach (1974); una de las bases del futuro cómic alternativo estadounidense de los años 80. 
En las historias y el estilo gráfico de Heavy Metal se pueden ver los ecos de autores como Jack Kirby, Richard Corben o Jack Katz, pero su esencia bebe sobre todo del universo giraudiano y de los autores de ciencia ficción europea (Bilal, Druillet o Caza) que inspiraron el nacimiento de la revista. Desde el póster inicial, la cinta de Mogel anuncia los ingredientes de su receta: fantasía, mundos imaginarios futuristas y mucha sexualidad explícita. La ilustración de esa guerrera cabalgando sobre un pájaro gigante nos invita a pensar en aquellas maravillosas ilustraciones de Frank Frazetta y Al Williamson que tanto inspiraron a los futuros portadistas de revistas europeas y norteamericanas, nombres míticos como Esteban Maroto, Boris Vallejo, Tim White, Chris Achileos o el propio Corben.

https://muuta.net/wp/articles/heavy-metal-the-movie-1981-den-sequence/
Es Richard Corben, precisamente, el autor de uno de los relatos de que conforman Heavy Metal (en concreto el que está basado en su popular personaje Den). Junto al suyo, la película adapta cómics de habituales de sus páginas como Bernie Wrightson ("Captain Sternn") o el mismo Jean Giraud ("Taarna"). Entre los artistas que ayudaron a dibujar sus historias, aparecen algunos otros grandes nombres: Chris Achilleos y Howard Chaykin ("Taarna"), Thomas Warkentin ("Soft Landing"), Neal Adams ("So Beautiful and So Dangerous") o Juan Giménez ("Harry Canyon"). Casi nada. 
Sin embargo, el tiempo ha dejado cicatrices en una película como esta. Vista desde el presente digital, algunas de sus animaciones resultan toscas y poco fluidas (mientras la volvíamos a ver, no dejabamos de acordarnos de los episodios animados de una serie contemporánea como He-Man). Pese a todo, su estética resulta entrañable por cuanto refleja el imaginario icónico de una época caracterizada por la experimentación gráfica y por la recuperación de los géneros fantásticos y de aventuras que habían triunfado en las publicaciones pulp de los años 40 y 50. Las historias de Heavy Metal combinan con desenfado la ciencia ficción con el noir más estereotipado, el género postapocalíptico con la capa y espada o el ciber punk con un erotismo sin censuras. Entre sus temas se adivinan las inquietudes políticas y sociales de aquel periodo de Guerra Fría: el ecologismo, el antibelicismo, el miedo nuclear, etc. Los diferentes estilos gráficos de cada episodio (que varía desde la influencia de Moebius que hemos mencionado a otros episodios más cartoon) se alimentan de técnicas dispares como el collage, los fotolitos coloreados de Corben y los episodios de abstracción psicodélica. Y, además de todos estos alicientes, su banda sonora combinaba las partituras de un Elmer Bernstein al frente de la Royal Philarmonic Orchestra, junto a una selección de rock ochentero que incluía temas de Black Sabbath, Devo, Donald Fagen, Journey o Blue Oyster Cult.

A lo mejor Heavy Metal no ha envejecido tan bien como otras películas de dibujos animados de su época, pero cualquier espectador de cierta edad, de aquellos que íbamos al quiosco a comprar revistas mensuales, disfrutará de ella como un viaje en el tiempo. Un poco de nostalgia ochentera para sobrellevar el presente.

Pueden ver Heavy Metal online aquí o aquí.

miércoles, marzo 25, 2020

¿Dónde está mi cuerpo?, de Jérémy Clapin. Un pulso contra el destino

Hasta los grandes dibujantes suelen confesar que hay pocas cosas más difíciles de dibujar que las manos. En un documental del que hemos hablado recientemente, el dibujante argentino Roberto Fontanarrosa confesaba que, mucho antes de adquirir su propio estilo, se pasó parte de su aprendizaje plástico intentando imitar esas manos inigualables de dedos separados que dibujaba Hugo Pratt (porque las manos, decía el humorista argentino, "son dos caritas más"). 
La cinta de animación ¿Dónde está mi cuerpo?, del director Jérémy Clapin, está protagonizada por una mano separada de su cuerpo (¿influencia, quizás, de Zil Zelub, el cómic de Buzzelli?). Surrealismo daliniano como premisa inicial. Una mano amputada con vida y voluntad propias. Una mano que funciona como metáfora de resistencia contra el destino marcado, contra ese fracaso irremisible que espera a los perdedores a la vuelta de cada día, de cada entorno desestructurado, de cada tropezón laboral. La película, adaptación libre de un relato de Guillaume Laurant (coguionista también del film), está protagonizada por el joven Naoufel, uno de tantos franco-magrebís de segunda generación de los que habitan en los suburbios parisinos. Un accidente laboral secciona su mano en la primera escena del filme. A partir de ese momento, la historia se bifurcará en dos líneas de relato paralelas: por un lado, la de la biografía del propio Naoufel, esbozada a partir de una yuxtaposición anacrónica de recuerdos (en blanco y negro) entremezclados con las vivencias presentes del protagonista después del accidente; y, por otro, la que dibuja esa mano amputada con vida propia, que elige sus propias aventuras por los barrios parisinos.
El diseño hiperrealista de los escenarios urbanos (la película combina técnicas 2D sobre bases de animación tridimensional) imprime verosimilitud a una fantasía surreal cargada de intenciones simbólicas. El impulso irracional, contranatura, del miembro seccionado (más animalización que personificación) ayuda a construir un relato de aventuras cargado de suspense y tensión (con episodios tan desasosegantes como el del enfrentamiento entre la mano y las ratas en el andén del metro). Por contra, los episodios biográficos de Naoufel deberán interpretarse, más bien, dentro de cierto costumbrismo melodramático: el fracaso de su vida familiar, el instante traumático intuido, su historia de amor imposible con Grabielle, etc. 
Así, se va fraguando una alternancia narrativa entre las dos subtramas y se construye el argumento de la película a partir de un juego de contrastes genéricos y temáticos. Los sucesivos episodios de acción de la mano, y su arriesgado deambular por la ciudad, contrastan con el destino predecible del protagonista principal: las expectativas dictadas por su condición de ciudadano de segunda clase. No es hasta que los dos itinerarios argumentales confluyen en un mismo presente narrativo cuando el espectador descubrirá hacia que lado (¿determinismo o libre albedrío?) se va a inclinar la balanza existencial de su trama. 
Por esa misma naturaleza dual, ¿Dónde está mi cuerpo? alterna los momentos de acción y suspense, con instantes contemplativos cargados de emoción; una emoción presente también en las historias, apenas esbozadas, de los personajes secundarios del filme (el padre roto por la pena y el rencor, el tío enfermo de Gabrielle que cree ver una luz en su aprendiz, etc.). El realismo estilizado de Jérémy Clapin (un trazo que nos recuerda al de otros dibujantes franceses, como Pascal Rabaté o Cyril Pedrosa) ayuda a construir unas personalidades convincentes dentro de ese teatro de sueños posibles y provocaciones simbólicas que da luz a esta película de dibujos animados. Los numerosos premios (el premio del Jurado del Festival de Cannes y el César a mejor film de animación, entre ellos) y las muchas nominaciones (mejor película de animación en los Oscar de 2019) recibidos desde su estreno testimonian dicha valía.

Dónde está mi cuerpo se puede ver Netflix.

viernes, marzo 20, 2020

A propósito de El Eternauta

El lunes por la mañana la pequeña ciudad en la que vivo amaneció nevada y con las calles desoladas a causa del estado de alarma ante el coronavirus. Fue imposible no pensar en el cómic de Oesterheld y Solano López; no acordarse de sus protagonistas (dos hombres, una mujer y dos niños), encerrados en una casa de Buenos Aires mientras una nevada mortal extraterrestre pone a la población mundial al borde de la extinción. Afortunadamente, en este caso la ficción supera a la realidad en la devastación de la distopía proyectada. Sin embargo, como los cruces entre fantasía y ficción están cruzados por caprichosos hilos invisibles, no queremos explicarles a qué nos recordaron los peligrosos copos de nieve que cubrían las primeras páginas de El Eternauta de muerte y devastación.
Nos preguntamos a qué puede deberse el éxito atemporal de El Eternauta. Estamos de acuerdo con Carlos Trillo cuando, en el prólogo a la Edición 50 aniversario de la Editorial Norma, destacaba la universalidad de los temas que subyacen a esta historia. Es cierto que, en su proyección de la desolación humana y nuestro desvalimiento ante las amenazas externas, la historia de El Eternauta permite todo tipo de reinterpretaciones simbólicas. Años después de su publicación, sus páginas se han releído como un ejercicio de solidaridad con el ciudadano común, expuesto a los abusos de los poderosos, impotente ante las fuerzas invasoras, sometido a las dictaduras militares (como la que azotó a Argentina en los años 70-80 y acabó con la desaparición y el asesinato de Oesterheld y sus hijas).
Otro de los grandes méritos de El Eternauta, creemos, reside en la calidad literaria de su guion y en la inteligencia narrativa de su puesta en escena secuencial. Pese a su publicación episódica en la revista Hora Cero Semanal (1957-1959), la historia no cae nunca en las reiteraciones ni en los subrayados argumentales tan habituales en las publicaciones episódicas. Al contrario, su escritor consigue mantener una tensión constante y progresiva sin ralentizar el ritmo de la narración. El texto pocas veces resulta redundante; Oesterheld escribe con agilidad y sus diálogos son lúcidos y contenidamente trágicos. El Eternauta está muy bien escrito. 
Parece ser que, dentro de poco, veremos también a su protagonista Juan Salvo y al resto de sus acompañantes en nuestras televisiones.
Al margen de ese trasvase sospechoso de Litle Nemo in Slumberland (que suena a algo entre Rapa Nui y La liga de los hombre extraordinarios), con el que Netflix ha sobresaltado al fandom más clasicista, hay pocas exclusivas transmediales recientes que hayan levantado más polvareda que la anunciada adaptación de El Eternauta, por parte de la misma cadena. Parece difícil pifiarla con tal materia prima. Netflix anuncia una “versión contemporánea inspirada en la novela gráfica” para 2021-2022. Parece que la tosca realidad se ha empeñado en echarle una mano a los guionistas adelantándose a sus planes.
En un interesante artículo, Carlos A. Escolari hacía recientemente un repaso a las adaptaciones transmediales surgidas a partir del cómic ("El Eternauta en Netflix: de la historieta a la narrativa transmedia"). Escolari critica, además, a aquellos que hablan de El Eternauta en términos de novela gráfica. El análisis de su autoría, origen editorial y el público lector a quien iba dirigida la obra refutarían tal consideración. Se entiende, sin embargo, que su consistencia narrativa, su universalidad, así como la calidad literaria que hemos mencionado más arriba, inviten a ubicar el trabajo de Oesterheld junto a obras como Maus o Persépolis. Sin embargo, puntualiza Escolari, este cómic es de una naturaleza muy diferente a aquellas otras:
En breve, si hoy algunos consideran a El Eternauta una novela gráfica se debe a que: 1) Un proceso interpretativo ha reposicionado la obra dentro del canon historietístico; 2) Se ha publicado con tapa dura y en edición “remasterizada”; y 3) Se vende en un cierto circuito comercial junto a libros-objeto y obras “de diseño”. Digamos que se trata de un efecto de sentido que se encuentra, como diría Eliseo Verón, “del lado del reconocimiento” y no del “lado de la producción”. En este contexto, me parece forzada la inclusión de El Eternauta dentro de la (a menudo abusada) categoría de las graphic novels.
Para reforzar su tesis, este profesor y experto en Lenguajes de la Comunicación cita a académicos como Umberto Eco o a escritores-guionistas como Juan Sasturain. Lo mencionamos porque precisamente Sasturain es uno de los participantes en Imaginadores (2008), un documental que también hemos tenido oportunidad de ver estos días, dedicado a la historia del cómic argentino. Su directora Daniela Fiore destina una buena parte del metraje a comentar la importancia de El Eternauta dentro de la cultura argentina. La película interpela a dibujantes, guionistas, críticos y personajes de la cultura acerca de su relación personal con el cómic de Oesterheld y Solano López.
De Oesterheld, dice el dibujante Horacio Altuna, por ejemplo, que "hizo adulta a la historieta en todo el mundo", antes de Crepax y los demás autores europeos del "cómic adulto". Fue pionero en un empleo maduro del monólogo interior, añade el crítico Óscar Steimberg. En otro momento, Juan Sasturain se pregunta, "¿Qué era para Oesterheld la aventura?", justo antes de responderse él mismo: "Para Oesterheld la aventura era la situación límite. Cómo obra un hombre cuando se encuentra ante una situación límite. (...) Subirse a la aventura es ser capaz de preguntarte por el sentido de tu vida. Si tu vida vale la pena de ser vivida o te vas a quedar toda la vida en el molde. Vivir una aventura es estar a la altura de los sueños. Eso es Oesterheld." 
Sería imprudente e injusto interpretar esta crisis sanitaria como una aventura, pero creemos que es una circunstancia (difícil, indiscriminada en los daños causados) de la que seguramente se extraerán conclusiones y enseñanzas para el futuro; un momento crítico que, cuando la perspectiva cronológica lo permita, nos dejará obtener algunas lecturas positivas acerca de la condición humana, la idea del trabajo colectivo y la defensa de los servicios públicos.
Mientras tanto, les recomendamos fervientemente la lectura y la relectura de El Eternauta. Sáquenlo de sus estanterías o léanlo en formato eBook. Hay lecturas que invitan a pensar. Y pensar, reflexionar con pausa, es importante estos días. Tenemos tiempo por delante para ello.

miércoles, marzo 18, 2020

Posts para una cuarentena

Se acercan tiempos difíciles, que diría Ambus Dumbledore. Este coronavirus dichoso nos ha pillado a todos con el pie cambiado.
Aunque el peso de la pandemia está recayendo en nuestros sanitarios y sus efectos en la gente mayor, muchos ciudadanos estamos enclaustrados en nuestras casas en una necesaria cuarentena preventiva.
Con esa idea en mente, hemos decidido dedicar nuestros posts de las próximas semanas a temas y posibilidades relacionados con esa seclusión. Centraremos nuestras reseñas en películas de animación disponibles en las plataformas audiovisuales y reflexionaremos acerca de algunas lecturas relacionadas con la situación que nos está tocando vivir
Ánimo a todos, paciencia y tranquilidad. Y un agradecimiento sin fin a todos los miembros de la Sanidad Pública española. Si pretendemos extraer alguna lectura positiva de esta crisis, ésta debería estar orientada a una reivindicación de los servicios de salud pública.

lunes, marzo 09, 2020

Dos autores ligeros de equipaje en Soria

El miércoles 4 de marzo, tuvo lugar en el solemne Salón Rojo del Instituto Antonio Machado de Soria la presentación del cómic Ligero de equipaje; a unos metros tan sólo del aula en la que su protagonista, el poeta Antonio Machado, dio clases de francés entre 1907 y 1910. De esa estancia y de su posterior regreso a Soria (tras un breve periodo en París) para acompañar durante su convalecencia a su esposa Leonor, surgieron algunos de los versos más emocionantes y admirados de la poesía española.
A Soria regresaron también los autores del cómic, el dibujante Quique Palomo y el célebre historiador e hispanista Ian Gibson, autor de la biografía (Ligero de equipaje) que adaptan las viñetas de Palomo. Ambos habían colaborado ya en el trasvase al cómic de otra biografía escrita por Gibson: Vida y muerte de Federico García Lorca.
En una sala abarrotada (entre cuya heterogénea audiencia se adivinaban adeptos machadianos, admiradores de Gibson, lectores de cómic y un buen número de historiadores y estudiosos), se recorrieron a vuela pluma diferentes etapas de la biografía del poeta sevillano y se iluminó su recuerdo con la lectura de algunos de sus versos más conocidos, apoyándose en las imágenes del cómic.
Se habló largamente del Machado regeneracionista y rebelde. De su formación juvenil en la Institución Libre de Enseñanza fundada por Giner de los Ríos; ese modelo educativo visionario que intentó plantar una semilla de libertad y modernidad en un pueblo iletrado y lleno de prejuicios. Fue allí donde Machado se convencería de la importancia del diálogo y donde aprendió a escuchar desde el respeto y la tolerancia; unos valores pacifistas que acompañarían al autor a lo largo de toda su vida.
De esas raíces nacen su reivindicación de Europa y la modernidad de su propia literatura. En sus viajes al París finisecular, Machado descubre a los poetas simbolistas (Verlaine, Valerie, Rimbaud...) y modela su lista de lecturas, la biblioteca personal que nos ayudará a entender su primera poesía; profundamente simbolista, pero también revolucionaria en tanto en cuanto aspiraba a cambiar un país: la idea misma de España que él quiere reformular desde unas nuevas coordenadas europeas, cosmopolitas y progresistas. Luego llegaría su peregrinar por la geografía española (Madrid, Soria, Baeza, Segovia...), su amor platónico por Guiomar, los años de compromiso republicano, las decepciones y la tristeza, la guerra y la derrota, el exilio y la muerte. Señalaba Gibson que del mismo modo que Lorca personifica la imagen simbólica por excelencia de los desaparecidos, Machado representa a todos los exiliados del mundo.
De todo ello hablaron los autores de Ligero de equipaje. Y se habló también de Soria. La ciudad en la que el poeta vivió uno de los periodos más agridulces de su existencia, donde conoció a Leonor y donde la perdió. Donde escribió algunos de sus mejores versos, los de Campos de Castilla (que escribió durante la convalecencia y el posterior fallecimiento de su esposa). “A orillas del Duero”, el poema que escribe tras su primera visita soriana (el primero de su poemario en el que aparece la palabra "España"), muestra un cambio en Machado y da fe de su magisterio unamuniano: el que le lleva a combinar el amor a la tierra con el deseo de regeneración. Durante el acto se leyó el poema y se mostró la página que éste ocupa en el cómic de Quique Palomo. Como en la biografía del poeta, "A orillas del Duero" es también un punto de inflexión en las páginas de Ligero de equipaje, el preludio a la aventura soriana de Machado.
En sus intervenciones, Palomo reivindicó la capacidad del cómic como vehículo transmisor de contenidos e ideas, su capacidad evocativa para dotar de matices significativos a la poesía machadiana y añadir nuevas connotaciones a su carga simbolista. Su línea clara realista, el sincretismo simbólico de su planificación secuencial y el empleo de un bitono ocre para ilustrar la obra confluyen a veces en páginas casi desnudas, minimalistas, en las que el paisaje castellano y sus personajes se funden en un relato no por bien conocido menos emocionante.
Después de la muerte de Leonor, Machado no volvió a regresar a Soria hasta que fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad, veinte años después. Cualquiera que haya estado en esta pequeña capital de provincias castellana, sin embargo, descubrirá huellas machadianas en cada uno de sus rincones: las riberas del Duero, inmutables en su belleza serena; el olmo viejo, hendido por el rayo y más muerto que nunca, junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Espino; el cementerio con la tumba de Leonor, sólo unos pasos más arriba de aquella; su aula en el Instituto Antonio Machado, casi idéntica a como lucía en los tiempos en que dio clase en ella; las siluetas de Leonor y el poeta en el cerro de El Mirón; el Casino de la Amistad, donde Machado se reunía con los pocos hombres de letras que encontró en su "exilio soriano"... Con su presencia en Soria, Ian Gibson y Quique Palomo honraron al poeta sevillano, pero también a aquella pequeña ciudad que durante un tiempo lo acogió, aunque no siempre supiera entenderlo.