lunes, junio 27, 2011

McNaught vs Van Rysselberghe. Birchfield Close no estaba en Broadstairs.

Otro regreso, esta vez vía inversa. Hemos estado una semana en un apacible pueblecito costero del sur de Inglaterra, uno de esos paisajes de esencia victoriana, félizmente arcaicos, de los que aún disfrutan los británicos. Tenemos la sensación de que en las islas siempre supieron llevar mejor aquello del desarrollismo y, sobre todo, han sido mucho más honestos con su pasado y con la esencia de su geografía histórica. Mientras aquí conseguíamos que toda nuestra franja mediterránea perdiera el encanto que una vez tuvo, allí conservan condados como el de Kent donde, sin haber sacrificado las ventajas del progreso, uno tiene la sensación de vivir en un estado de folclore arquitectónico permanente. Aunque no todo es maravilla, ni envidia. Los lazos de la decadencia se entrecruzan de forma caprichosa.

En Broadstairs, que es donde hemos estado, conviven los ordenados jardines ingleses, con el sempiterno pup tradicional y una línea de playa idílica que nos recuerda hasta al decimonónico Santander de los baños de ola: con sus casetitas azules, sus tumbonas y el sabor marinero de un buen "promenade". Luego nos enteramos de que hubo un tiempo en que Broadstairs y sus pueblos limítrofes (sobre todo Ramsgate y Margate) fueron un centro turístico de prestigio en las islas, y de que a su alrededor crecieron los cafés, los casinos y salas de juego, los restaurantes... como en ese ideal de Atlantic City, de Boardwalk Empire. Resulta que, con la llegada del turismo continental y con el magnetismo que para un británico siempre han tenido las costas griegas y españolas (esas mismas que poco a poco hemos ido perdiendo para nosotros), el turismo en el condado de Kent se echó a perder definitivamente y, hoy en día, aquellos antiguos centros vacacionales parecen el decorado de una postal en blanco y negro. Sucede que mientras España prometía un sol incombustible, en la costa del sureste inglés los rayos dependían del azar.

Con tanto ruralismo inglés, promenade playero y nostalgia contemplativa, hemos vuelto a casa con ganas de revisitar a uno de los autores que habíamos descubierto en nuestro anterior periplo: hablamos de Jon McNaught. Teníamos varado en la mesilla su Birchfield Close, amedentrados después del buen sabor de boca que nos había deparado Pebble Island. Y, claro, nos ha sabido a menos. Superado el factor sorpresa, nos hemos quedado con la sensación de que el contenido de esta obra de McNaught está menos cohesionado, que sus escenas contemplativas están más forzadas dentro del hilo conductor que ofrecen los dos niños observadores que se suben al tejado de su casa a contemplar la vida pasar. En ese sentido, probablemente funcionaban mejor la colección de escenas dispersas que ofrecía Pebble Island, donde la isla era el único y verdadero elemento conductor. En Birchfield Close tampoco pasa nada, más allá de ese ejercicio contemplativo, pero tenemos la sensación de que McNauught se pierde en anécdotas banales integradas en el relato de forma un tanto forzada (los pasajes del avión y del globo, por ejemplo).

Queda el disfrute, por otro lado, del apartado gráfico, ese precioso ejercicio de puntillismo que convierte cada uno de los libritos de McNaught publicados por Nobrow en pequeñas joyas ilustradas. El estilo, los sutiles tonos, la línea suntuosa sin perfiles definidos, los paisajes a merced de la luz de cada día, todo en McNaught nos invita a pensar en cómo el pictoricismo se ha convertido en una más de los millones de puertas que ha abierto el lenguaje del cómic en los últimos años. Visualmente, Birchfield Close es un verdadero goce.

En este punto, retomamos el asunto donde lo empezamos en los primeros párrafos. En nuestro último viaje británico hemos podido hacernos una escapadita a la capital del reino y a sus museos. Hemos vuelto, como hacemos de forma recurrente, a visital las habitaciones neoclásicas de la National Gallery y a disfrutar de Monets, Manets y Seurats. En la última reseña que le dedicamos a McNaught hablábamos de sus influencias puntillistas. Nos referíamos, obviamente, al mencionado Seurat y a sus discípulos (Sisley, Signat...); a quien nunca tuvimos en mente fue al pintor belga Theo Van Rysselberghe: supongo que habíamos pasado por delante de sus cuadros en visitas anteriores, pero nunca nos habíamos fijado en Coastal Scene. Seguramente, porque tampoco conocíamos la obra de McNaught, y es que pocas veces hemos encontrado paralelismos interdiscursivos tan transparentes. Juzguen ustedes, aquí Theo:

Aquí la portada de Pebble Island de McNaught:

A veces tenemos la sensación de que con tanto meandro ensayístico, interconexión mental y referencia cruzada, no hacemos sino aburrirles. Prometemos más concisión en entradas venideras.

lunes, junio 20, 2011

Generación X.

Estamos de vuelta en Inglaterra por motivos laborales. Una de las cosas que más nos gusta de este país es que la cultura es realmente accesible: queremos decir que, aparte de que muchos de los grandes museos son gratis, uno siempre encuentra razones y motivaciones para la contemplación arquitectónica, el disfrute de la música callejera (buskers) o la lectura de segunda mano. ¿Qué se queda usted colgado porque le falla la cita? No sufra, métase a una de las miles de tiendas Oxfam que inundan el país, cómprese un libro por una o dos libras, y a leer a un parque. Y además estará usted ayudando a una buena causa.
Tal que así nos sucedió en nuestra visita anterior. Estábamos ojeando estanterías y retoqueteando páginas de libros usados, cuando nos llamó la atención un lomo rosa chillón. Pertenecía a ese libro de Douglas Coupland que tanto dio que hablar y que dio nombre a toda una generación a principios de los 90: Generation X. Tales for an Accelerated Culture. Nos habíamos olvidado del fenómeno Coupland. Tuvo incluso su adaptación cinematográfica a manos de Ben Stiller (la primera película como director de este cómico), protagonizada por dos estrellas que ya no lo son tanto, como Winona Ryder y Ethan Hawke.
Pagamos los 70 centimos que costaba y nos fuimos al parque a leer. Generation X es un libro exigente, bien escrito y con un ácido sentido del humor. Abunda en neologismos, slang, juegos de palabras y guiños postmodernos; Coupland maneja el vocabulario con maestría y exuberancia. Alrededor de la historia de sus tres protagonistas, se despliega un juego de metarrelatos y cajas chinas, que actualiza esa vieja fórmula que tanto éxito deparara en el pasado a boccaccios y donjuanmanueles. En ese sentido, Generation X es un relato de relatos acerca de una juventud sin esperanzas, sin objetivos y sin futuro (de ahí su subtítulo). ¿Y saben qué? Leyendo sus páginas, buceando en las rutinas e inercias abúlicas de Andy, Dag y Claire, uno no puede dejar de extrañarse de lo poco que han cambiado las cosas. Parece como si ese término de "Generación X" que definiera a todo un colectivo de jóvenes ocupados en trabajos basura y que, por vez primera en la historia, parecía reservarse un futuro peor que el de sus padres, no se hubiera bajado aún del tren de la historia. Seguimos anclados en el desaliento de las bajas expectativas para la juventud: habitamos un escenario de cartón piedra levantado sobre esos trabajos precarios, existencias serviles y manejos especulativos; mientras los actores del astracán asistimos incrédulos a los horrores perpetrados en nombre del capital.
En párrafos como el siguiente, Generation X muestra una visión del mundo absolutamente actual:
My friends are all either married, boring, and depressed; single, bored, and depressed; or moved out of town to avoid boredom and depression. And some of them have bought houses, which has to be kiss of death, personality-wise. When someone tells you they've just bought a house, they might as well tell you they no longer have a personality. You can immediately assume so many things: that they're locked into jobs they hate; that they're broke; that they spend every night watching videos; that they're fifteen pounds overweight; that they no longer listen to new ideas. It's profoundly depressing. And the worst part of it is that people in their houses don't even like where they're living. What few happy moments they possess are those gleaned from dreams of upgrading.
Insitiendo en el juego autorreferencial e intertextextual, el libro está "glosado", además, con multitud de neologismos y definiciones a pie de página, que el propio Coupland utiliza para enriquecer el tono cínico y autosuficiente que sazona su obra.
Down-nesting: The tendency of parents to move to smaller, guest-room-free houses after the children have moved away so as to avoid children aged 20 to 30 who have boomeranged home.
Con idéntica finalidad aparecen aquí y allá pequeñas y mordaces viñetas, en un inconfundible estilo años 50, que no hacen sino ilustrar la parodia nihilista que vertebra la obra. Y así, ya ven, hemos llegado otra vez hasta las viñetas.
Una lectura interesante este Generation X, casi veinte años después. Veremos que sorpresas culturales nos depara nuestra nueva estancia británica.

viernes, junio 10, 2011

Culturas de Salamanca. Regalito por los buenos tiempos

Les lanzamos otra copa de trago corto. En este caso, para hacerles copartícipes de un regalo que nos hicieron el otro día: cuando empezamos en esta casa, nuestra intención no era otra que la de archivar escritos, reflexiones y artículos que llevábamos a cabo, sobre todo, en otros medios de naturaleza impresa. Ya saben como acabó la cosa, cuando quisimos darnos cuenta nos habíamos metido ya de lleno en la blogosfera; habíamos conocido a decenas de gente cautivadora, habíamos visitado centenares de blogs interesantes y... ya no pudimos salir de aquí, ni quisimos dar marcha atrás. Conocido el universo digital, navegados los píxeles, no se vuelve a la superficie indemne, aunque sí más sabio.
La realidad es que, como dijimos en aquel lejano día de 2006, nuestro primer objetivo era ir colgando en el blog los artículos que llevábamos tiempo escribiendo para el suplemento Culturas, del periódico Tribuna de Salamanca. Así fue y así hicimos hasta que llegó aquel nuevo director ex-televisivo y dijo que para qué quería un periódico una sección cultural. La cerró y, de paso, anticipó con su gestión infausta el principio del fin de un periódico que hoy ya ni siquiera existe.
A participar en Culturas nos había invitado nuestro amigo Antonio Marcos, el editor del suplemento. Un tipo que consiguió en los 92 números que duró la publicación, hacer un producto cultural muy vivo y lleno de vanguardia informativa. Daba gusto esperar al domingo para devorar esas ocho o diez páginas que hablaban de televisión, cómics y videojuegos, cuando muy poca gente (sobre todo en la prensa) hablaba de esos temas.
El otro día nos volvimos a juntar con Antonio y nos dijo que había colgado los 92 números de Culturas en la red. Sí señor, de nuevo la red y de nuevo la sorpresa del reencuentro. No hemos podido esperar para hacerles partícipes del presente. Vayan al link o cliqueen en la imagen y pasen un buen rato leyendo y descubriendo secretos, que la cosa lo merecía y lo sigue mereciendo (y me perdonan el pareado).
¡Qué cosas, cómo nos siguen produciendo nostalgia aquellos tiempos de la edición periódica impresa!

lunes, junio 06, 2011

Cómic, ilustración y cine de animación. La imagen y sus públicos, en León.

Esta semana, vamos con unas reflexiones breves y algún anuncio. Comenzamos por esto último.
Resulta que para rematar los finales de este curso, como ya sucedió el año pasado, nos vamos a ir a León invitados por José Manuel Trabado, a los cursos de verano de la Universidad de León. El evento tendrá el sugerente título "Cómic, ilustración y cine de animación. La imagen y sus públicos" y tendrá lugar entre los días 4 y 8 de julio en esa ciudad rica en cultura, tapas y alicientes festivos que es León. Nos acaba de llegar el programa y la verdad es que la cosa no puede tener mejor pinta: grandes conferenciantes y mucho tema de interés, con predominio de féminas ilustres.

Fíjense que entre la colección de participantes, encontramos a ganadoras de Premios Nacionales de Ilustración (esa palentina ilustre que es Noemí Villamuza), a estudiosas-poetisas de primer nivel (Ana Merino), a blogueras-profes ilustres con linterna roja al frente, a reporteros comiqueros, a doctores del saber, etc. Nosotros, pasearemos por el evento y hablaremos también de mujeres, de las dibujadas y de las de carne y hueso que dibujan. Si les apetece, ya saben, por allí nos veremos. Será todo un honor.
Gracias mil de nuevo a José Manuel y a la organización por invitarnos a su casa, otro año más.