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viernes, agosto 03, 2007

Buena Malavida.

Parece, en ocasiones, que nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos, hablando con trascendencia academicista del último cómic de autor europeo o de la enésima revelación en el panorama indy norteamericano. Quizás por eso, se nos pasan por alto algunos espectros de la creación comicográfica que merecerían una mayor atención y aplauso por nuestra parte.
Vamos hoy a rendir homenaje al cómic de humor periódico y lo vamos a hacer porque, como bien saben ustedes, en los últimos tiempos algunos señores de leyes parecen haber perdido tal sentido (el del humor) y porque nos apetece rendir cuentas ante los creadores entusiastas y generosos de tantos y tantos fanzines y publicaciones no-profesionales (aunque a veces lo parezcan) que dibujan cómics por amor al arte y por el simple y sano deseo de la trasgresión; inyecciones de duda extra-oficial, lluvia de rebeldía humorística ante el orden establecido. Claro, si se trata de concretar referencias, me van a permitir que me acuerde del Malavida, la publicación de mis amigos zaragozanos de la Asociación Cultural de Amigos del tebeo del mismo nombre.
Por varias razones. Porque fueron nominados este año como mejor fanzine en el Saló del Cómic, aunque no ganaran; porque entre sus páginas cuentan con gente tan talentosa como Bernal, que también fue nominado en el Saló, como autor revelación, premio que ganó; por contar en su plantilla con amigos, artistas y blogueros como Dionisio (que bonita su portada para el último número –el 15–, dedicado a Méjico), Moratha, Xcar o Iru, una de las blogueras más recomendables, divertidas y cáusticas de la estratosfera internáutica (amén de ser un sol); y porque todo esto lo hacen con humor, con una sana mala leche y con sobredosis de entusiasmo comiquero; y además, como ya hemos comentado, por amor a la viñeta y por poco más de lo que cuesta un café. Más por menos, imposible. Salud y larga malavida, amigos.

miércoles, abril 11, 2007

Recordatorio: Dr. V #5 ya está aquí.

Lo dicho, dos líneas para recordaros (again) que los chicos de El Temerario siguen fieles a su promesa de publicar un número nuevo de su revista Dr. V, cada quince días: si en marzo nos regalaron el número cuatro con elFelix al mando (DR.V#4: FULL COLOUR FREAK!!! PARADE ), ahora llega el quinto, nada menos que a cargo de Esteban Hernández (DR.V#5: RESIGNACIÓN). Ya saben, hay cosas que es mejor no pasar por alto.

viernes, enero 05, 2007

Adiós Eisner (segundo aniversario)

Se cumplen ahora dos años de la muerte de Will Eisner, el último gran nombre de la historia del cómic (con permiso de Robert Crumb). Recuerdo el pequeño-gran shock que supuso la noticia en los caladeros comicográficos. De hecho, se hablo de ello incluso en mares ajenos a la viñeta (menos de lo que se hubiera debido hablar, eso sí). Recuerdo que desde El Culturas me pidieron un artículo con recorrido vital, repaso de méritos y valoración de su influencia en el medio (más o menos).
Se me amontonaban las ideas, el descubrimiento mágico de The Spirit, la asunción de haber encontrado algo nuevo cuando leí A life Force (probablemente el primer cómic que me compré en inglés), los primeros asaltos al discurso desde un punto de vista académico gracias a sus El cómic y el arte secuencial y La narración gráfica; joder, que no podía pensar en cómics sin tener a Will Eisner rondando por ahí. Vamos, que no fue ese típico chispazo amarillista de "mira, se ha muerto mr. x"; de un modo u otro, la muerte de Will Eisner me afectó personalmente porque tocó en fibras de mi pasado. Por eso, ahora, quiero ahondar en el homenaje y recuperar aquel artículo del domingo 9 de enero de 2005 y plantárselo aquí a ustedes. Dos curiosidades: una, adjunto la portada del suplemento cultural del Tribuna (la necrológica comicográfica fue protagonista ese fin de semana); dos, la imagen de P'Gell de la portada es la de una serigrafía firmada por el propio Eisner con la que me hice vía internautica, para que nunca se me olvidara lo mucho que me gustan los cómics, Eisner y sus/las mujeres fatales. Un saludo.
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No podía empezar el 2005 de un modo más triste para los amantes del cómic: seguramente, para el gran público el nombre de Will Eisner no diga demasiado; del mismo modo, suponemos que su muerte tampoco será primera plana en los principales periódicos mundiales, sin embargo, para los lectores de The Spirit o de Contrato con Dios, la desaparición de este neoyorquino genial oscurece para siempre una de las páginas fundamentales de la historia comicográfica.
Dibujante y guionista desde la segunda mitad de los años 30, Eisner alcanzaría el primer peldaño de su gloria artística con la creación de uno de los personajes emblemáticos de la historieta: The Spirit (cuyas obras completas están siendo publicadas por Norma bajo el título Los archivos de The Spirit). El aventurero enmascarado hace acto de presencia por vez primera en las páginas dominicales de un 2 de junio de 1940. Denny Colt, alias Spirit, rompía los moldes del héroe al uso en aquellos años dorados del cómic americano: no tenía grandes poderes, escondía un perfil de galán fracasado y casi siempre era el último en enterarse de lo que pasaba a su alrededor. Contaba sin embargo con una baza única a su favor: el talento infalible de Will Eisner.
Muchas páginas se han escrito acerca del estilo ágil y brillante de Eisner o sobre su aguda ironía en el análisis de las relaciones humanas y sociales; muchos han sido los que han bebido de su magisterio creativo, pero ningún halago hará justicia a su enorme aportación al medio. Probablemente desde Winsor McCay y su Little Nemo in Slumberland, 30 años antes, el lenguaje de la narración gráfica no había dado pasos tan firmes hacia su futuro artístico, como haría con The Spirit. Eisner inaugura, sin ir más lejos, el concepto de página como unidad narrativa. Desde ese momento, la página no se limitará a enmarcar filas de viñetas alineadas horizontalmente: las de The Spirit (sobre todos sus portadas) abrieron un abanico de posibilidades gráficas, juegos icónicos y bromas formales, que ayudaron a muchos autores de comics a descubrir el enorme potencial de un medio, a estas alturas, aún balbuciente.
El propio Will Eisner colaboraría en pro de ese activismo didáctico durante sus largos años como profesor en la New York School of Visual Arts y en la Nova University de Florida, desde los años 70. Tiempo después, una parte importante de su erudición acerca de los mecanismos gráfico-narrativos llegaría al gran público a través de dos lúcidas obras teóricas: El cómic y el arte secuencial (1985) y La narración gráfica (1998); las dos publicadas en nuestro país por Norma Editorial. Como sucede con su obra puramente artística, estos dos estudios sintetizan la enorme capacidad de Will Eisner para conjugar la profundidad conceptual con una visión lúdica del arte, que garantiza buenas dosis de entretenimiento al lector.
La misma diversión que Will Eisner nos regala incluso en sus obras más trascendentes, como en sus grandes “novelas gráficas” (término ideado por él mismo). En 1878 publica Contrato con Dios (ya un clásico, su lúcida introspección social de la sociedad americana de los años 30), y a partir de entonces no deja de demostrar que es uno de los grandes en cada una de sus entregas: A Life Force (1979), El soñador (1986), El edificio (1987), etc. Así lo atestigua, igualmente, la creación en su honor en 1988, del más prestigioso de los galardones que se pueden otorgar en el cómic estadounidense, los Premios Eisner.
Hoy, casi todos estos apuntes biográficos, apenas esbozados desde nuestra admiración, han pasado a formar parte de la historia: la historia del arte con mayúsculas, la pequeña-gran historia del cómic, la historia de un artista que acaba de dibujar la última viñeta de su novela gráfica vital y, por supuesto, nuestra historia, la de los lectores que le admirábamos. Gracias por todo, maestro.