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Hubo más trabajos que nos movieron a la correlación comiquera y que invitaban al juego asociativo. Los oleos de Toño Camuñas, de la galería Valid Foto de Barcelona, escondían, detrás de su simbolismo colorido, referencias claras al underground, por lo que respecta a la línea de su dibujo y a su inclinación por la caricatura grotesca de explícita “visceralidad”. Parecían una mezcla bastarda entre la iconografía mejicana funeraria y los cómics de Hunt Emerson, con aquella voluptuosidad orgánica de su cartoon descarnado. El primer impacto de Metralla (disculpen el fácil juego de palabras), la última obra de Rutu Modan, es básicamente visual: la impronta realista de sus figuras troqueladas, armónicas, equilibradas, pero intencionadamente planas en su reflejo del volumen, el color y la textura, sugiere una estética de fotografía retocada vía Photoshop, de realismo depurado hasta su mínima expresión. Es imposible no acordarse de representantes del arte pop contemporáneo como Julian Opie, con el que Rutu Modan comparte (salvando la distancia interdiscursiva) una evidente semejanza en la representación icónica de la figura humana (que llega al mimetismo en el caso de los planos alejados). El realismo esquemático de los fondos y el juego de profundidades basado en el uso de colores uniformes (con tramas planas para cada plano) ahonda en la búsqueda de cierta asepsia realista y el distanciamiento (llámenlo objetivismo) que transpira esta primera obra de Rutu Modan.
El primer impacto de Metralla (disculpen el fácil juego de palabras), la última obra de Rutu Modan, es básicamente visual: la impronta realista de sus figuras troqueladas, armónicas, equilibradas, pero intencionadamente planas en su reflejo del volumen, el color y la textura, sugiere una estética de fotografía retocada vía Photoshop, de realismo depurado hasta su mínima expresión. Es imposible no acordarse de representantes del arte pop contemporáneo como Julian Opie, con el que Rutu Modan comparte (salvando la distancia interdiscursiva) una evidente semejanza en la representación icónica de la figura humana (que llega al mimetismo en el caso de los planos alejados). El realismo esquemático de los fondos y el juego de profundidades basado en el uso de colores uniformes (con tramas planas para cada plano) ahonda en la búsqueda de cierta asepsia realista y el distanciamiento (llámenlo objetivismo) que transpira esta primera obra de Rutu Modan. Curiosamente, y contra lo que venimos comentando hasta ahora, en la misma entrevista de la que hemos tomado esas palabras, la autora confesaba cierta aversión al distanciamiento a la hora de enfrentarse a la escritura de sus historias; toda una declaración de intenciones que cobra su sentido en el modo en que Metralla se acerca al territorio de las relaciones personales y familiares. Existe en este trabajo una sinceridad emocional evidente a la hora de abordar las relaciones entre los personajes protagonistas de la obra:
Curiosamente, y contra lo que venimos comentando hasta ahora, en la misma entrevista de la que hemos tomado esas palabras, la autora confesaba cierta aversión al distanciamiento a la hora de enfrentarse a la escritura de sus historias; toda una declaración de intenciones que cobra su sentido en el modo en que Metralla se acerca al territorio de las relaciones personales y familiares. Existe en este trabajo una sinceridad emocional evidente a la hora de abordar las relaciones entre los personajes protagonistas de la obra:
 Es complicado hablar tres o cuatro veces de lo mismo sin repetirse, así que nos hemos repetido. Hace unos días nos pluriempleamos en Culturamas para glosar y recomendar las gloriosas andanzas de uno de los más asiduos visitantes de esta casa, últimamente.
Es complicado hablar tres o cuatro veces de lo mismo sin repetirse, así que nos hemos repetido. Hace unos días nos pluriempleamos en Culturamas para glosar y recomendar las gloriosas andanzas de uno de los más asiduos visitantes de esta casa, últimamente..jpg) ...con la sugerente elegancia pictórica acuarelada del Pejac's littlenemoskat:
...con la sugerente elegancia pictórica acuarelada del Pejac's littlenemoskat:.jpg) ...y con ese clasicismo de último gran romántico que siempre acompañará al Joaquín López Cruces' littlenemoskat:
...y con ese clasicismo de último gran romántico que siempre acompañará al Joaquín López Cruces' littlenemoskat:.jpg) Evidentemente, nuestra legendaria impericia informático-webera no habría garantizado éxito alguno ni tan siquiera con tan cualificada materia prima. Por eso, como siempre, agradecemos su apoyo logístico a ese fenómeno informático y gran amigo que es Jorge Sánchez.
Evidentemente, nuestra legendaria impericia informático-webera no habría garantizado éxito alguno ni tan siquiera con tan cualificada materia prima. Por eso, como siempre, agradecemos su apoyo logístico a ese fenómeno informático y gran amigo que es Jorge Sánchez.Hace años (y esta vez en un sentido casi literal) que no hablamos de cómics online, ni actualizamos la lista de los mismos en nuestra barra lateral. Para remediar el abandono, nos hemos puesto al día con Sin título, la historieta de Cameron Stewart ganadora de los últimos premios Eisner en la categoría de mejor cómic digital. Comenzó el 17 de junio de 2007 y se encuentra actualmente en su entrega 101. Sin duda, Sin título (cuya españolidad empieza y acaba en el mismo) es hija y signo de estos tiempos.
Comentábamos en una charla reciente que de aquellas doce revoluciones que anunciara Scott McCloud hace diez años, las que menos parecen haber cuajado son las relativas a internet y la revolución digital. Es cierto que la oferta de webcomics es cada vez mayor; lo es también que internet ha permitido establecer vínculos casi personales entre lectores, autores, críticos y blogueros (haciendo incluso coincidir varias de estas figuras en una misma persona); también admitimos que la adquisición y lectura de cómics cambiará sustancialmente gracias a los nuevos soportes de lectura digital y las nuevas tiendas online; pero, desde el punto de vista formal, desde el aspecto puramente narrativo, los webcomics no han revolucionado el lenguaje ni las posibilidades expresivas del medio, nos parece. Trabajos de experimentación radical, como los de Daniel Merlin o los del propio Scott McCloud, tienen un seguimiento minoritario y su repercusión en los medios (incluso en el medio comicográfico) es relativamente escasa.
Sin embargo, después de leernos Sin título, casi de un tirón, tenemos que replantearnos algunos puntos, quizás no tanto por la naturaleza concreta de este trabajo, sino porque hasta ahora no nos habíamos percatado de uno de los hallazgos formales que aportan los cómics digitales a la evolución del medio.
Uno de los factores esenciales que determinaban la estructura discursiva de las tiras periodísticas era el de la continuidad, con mayúsculas: se trataba de que el lector pudiera seguir las andanzas de su héroe favorito o los chistes del "animal sabio" de turno sin perder el hilo conductor de la serie, aunque efectivamente se hubiera perdido alguna de las entregas precedentes. Este sistema de serialización creaba continuas redundancias y requería de mecanismos de repetición (basicamente carteles de resumen y didascalias explicativas constantes), que tenían su razón de ser en los plazos de entrega (diarios, semanales, etc.) de las series. Hoy en día, cuando la lectura de las tiras se lleva a cabo de forma continuada gracias a libros-recopilatorios, constatamos con facilidad cuánto entorpece el ritmo de narrativo tanta explicación y resumen. Ésta es la principal razón de que el acercamiento a las tiras de Caniff o Gould resulte, en muchos casos, fatigoso; cosa diferente es, por razones obvias, el caso de las tiras humorísticas (cuya finalidad última, humorística, se satisfacía en cada entrega). Hablando en plata: muchas de las series clásicas periodísticas (con todo su caudal de innovaciones técnicas, virtuosismo visual y valía sociocultural) han envejecido fatal, en términos puramente narrativos.
.jpg) Ahí es donde el webcomic aporta la solución definitiva al cómic seriado y la publicación regular por entregas. En las tiras de prensa, cuando un lector dejaba de leer una entrega (porque no compraba el periódico de ese día, por ejemplo), perdía la posibilidad de revisión de lo narrado: no había forma de moverse hacia atrás en el relato, de refrescar contenidos (un periódico es un objeto desechable). La web (el hipertexto multidireccional) elimina definitivamente la necesidad de resúmenes y redundancias narrativas: no hace falta repetir mil veces lo ya dicho o aportar indicios que guíen al lector; éste puede, simplemente, pinchar en la pestaña con la flecha o fecha correspondiente y moverse libremente por el relato. De este modo, el mismo fluye de forma mucho más natural y con muchas menos restricciones.
Ahí es donde el webcomic aporta la solución definitiva al cómic seriado y la publicación regular por entregas. En las tiras de prensa, cuando un lector dejaba de leer una entrega (porque no compraba el periódico de ese día, por ejemplo), perdía la posibilidad de revisión de lo narrado: no había forma de moverse hacia atrás en el relato, de refrescar contenidos (un periódico es un objeto desechable). La web (el hipertexto multidireccional) elimina definitivamente la necesidad de resúmenes y redundancias narrativas: no hace falta repetir mil veces lo ya dicho o aportar indicios que guíen al lector; éste puede, simplemente, pinchar en la pestaña con la flecha o fecha correspondiente y moverse libremente por el relato. De este modo, el mismo fluye de forma mucho más natural y con muchas menos restricciones.
Sin título es un cómic excelente para ejemplificar lo aquí expuesto. Cameron Stewart es un autor que trabaja sobre todo para las grandes compañías estadounidenses de comic-books, encargándose de series regulares como Batman & Robin. Sin embargo, él mismo declara que donde se siente más cómodo y libre de restricciones es en trabajos como Sin título.
Su webcomic se plantea en entregas regulares (no en el tiempo, lamentablemente) de ocho viñetas divididas en dos tiras. Cada una de sus páginas funciona como unidad narrativa relativamente autónoma (dentro de la historia principal), en el sentido en que todas pretenden acabar en un momento de acción climática que enganche al espectador (como las antiguas tiras periodísticas, pero con un formato más amplio que permite una mayor ambición narrativa). En inglés a este recurso se le denomina cliffhanger, porque deja al espectador/lector al borde del abismo, del precipicio, anclado en el momento de máxima tensión. El propio Stewart revela sus influencias en uno de los breves comentarios con los que acompaña cada una de sus entregas (la de la página 39, en concreto):
El autor remite a Perdidos y sus mil puertas abiertas y misterios no revelados, como influencia directa. Muchos de los comentarios de sus lectores mencionan a David Lynch. Hablamos de lo mismo, en realidad. Lo comentábamos aquí hace nada: la narración dislocada y el extrañamiento como factores de construcción narrativa parecen ya definitivamente anclados en la experiencia del lector/espectador contemporáneo. David Lynch, Daniel Clowes y Tarantino ya han plantado su semilla. Nadie se sorprende de la sorpresa hecha leitmotiv. Sin Título se nutre de ello, con una trama en la que se abre un interrogante tras otro sin dar respiro. Tensión en constante crescendo, una vuelta de tuerca tras otra, a lo Urasawa. Nos queda esperar y ver si las interrogantes son señales de humo o construcciones cerradas, constatar si al final del camino hay algo más que aire (ese es el riesgo de este tipo de relato); esperamos que no sean el sueño, la pesadilla o la amnesia, las decepcionantes respuestas, una vez más.
.jpg) Hasta entonces, seguiremos disfrutando de Sin título, un tebeo de suspense, tremendamente hábil, adictivo como pocos y muy muy bien dibujado; con una línea claramente emparentada con el estilo de David Mazzucchelli y su minimalismo superdotado. Stewart usa el color (un expresivo bitono ocre) con maestría y sus dotes para la composición de escenas crean cuadros muy bellos visualmente que, como hemos señalado, funcionan con perfección dentro de su esquema narrativo. Y además, por la módica cantidad de una conexión a internet. No se queden sin este título.
Hasta entonces, seguiremos disfrutando de Sin título, un tebeo de suspense, tremendamente hábil, adictivo como pocos y muy muy bien dibujado; con una línea claramente emparentada con el estilo de David Mazzucchelli y su minimalismo superdotado. Stewart usa el color (un expresivo bitono ocre) con maestría y sus dotes para la composición de escenas crean cuadros muy bellos visualmente que, como hemos señalado, funcionan con perfección dentro de su esquema narrativo. Y además, por la módica cantidad de una conexión a internet. No se queden sin este título.
 La última obra de Daniel Clowesse llama Wilson y, como casi toda su producción reciente, está protagonizada por un sociópata, por un ser marginal, el mismo que da nombre al cómic. Como hacía en Ice Haven, Clowes se apoya en los episodios vitales de su personaje, en su sucesión de fracasos, para dar rienda suelta a la experimentación estilística y a la probatura de diferentes técnicas gráficas: se reconocen en las páginas de Wilson reminiscencias de la línea clara, un caricaturismo cercano al de la escuela Hanna-Barbera o ese estilo tan Clowes influido por el rayado underground y el cómic clásico americano de la Edad de Oro. Estamos ante un cómic "multiestilístico", pero, en esta ocasión, el recurso no atiende siempre a necesidades narrativas y, por momentos, huele a virtuosismo retórico; queremos decir que la historia hubiera funcionado igual de bien (o de mal) sin necesidad de señalado exhibicionismo técnico.
La última obra de Daniel Clowesse llama Wilson y, como casi toda su producción reciente, está protagonizada por un sociópata, por un ser marginal, el mismo que da nombre al cómic. Como hacía en Ice Haven, Clowes se apoya en los episodios vitales de su personaje, en su sucesión de fracasos, para dar rienda suelta a la experimentación estilística y a la probatura de diferentes técnicas gráficas: se reconocen en las páginas de Wilson reminiscencias de la línea clara, un caricaturismo cercano al de la escuela Hanna-Barbera o ese estilo tan Clowes influido por el rayado underground y el cómic clásico americano de la Edad de Oro. Estamos ante un cómic "multiestilístico", pero, en esta ocasión, el recurso no atiende siempre a necesidades narrativas y, por momentos, huele a virtuosismo retórico; queremos decir que la historia hubiera funcionado igual de bien (o de mal) sin necesidad de señalado exhibicionismo técnico. En este libro, Clowes compone el perfil de su protagonista a base de episodios cortos de una página (normalmente secuenciada en seis viñetas regulares), que construyen diferentes fragmentos vitales parcialmente autoconclusivos. Sólo cuando el lector ha leído varias de estas secuencias, reconoce la estructura lineal de la historia narrada y el hilo que constituye la estructura narrativa. Como señalábamos antes, cada página opta por una solución estilística diversa, aunque, mayormente, la naturaleza de dichas elecciones responde a cuestiones azarosas (si bien, en algún momento se intuye cierta lógica asociativa entre lo contado y la opción estilística elegida). Sea como fuere, insistimos, dudamos de que ese eclecticismo gráfico aporte una verdadera relevancia semántica al conjunto.
En este libro, Clowes compone el perfil de su protagonista a base de episodios cortos de una página (normalmente secuenciada en seis viñetas regulares), que construyen diferentes fragmentos vitales parcialmente autoconclusivos. Sólo cuando el lector ha leído varias de estas secuencias, reconoce la estructura lineal de la historia narrada y el hilo que constituye la estructura narrativa. Como señalábamos antes, cada página opta por una solución estilística diversa, aunque, mayormente, la naturaleza de dichas elecciones responde a cuestiones azarosas (si bien, en algún momento se intuye cierta lógica asociativa entre lo contado y la opción estilística elegida). Sea como fuere, insistimos, dudamos de que ese eclecticismo gráfico aporte una verdadera relevancia semántica al conjunto. Dicho lo cual, un cómic de Daniel Clowes siempre aporta alicientes y satisfacciones. No es necesario señalar que estamos ante uno de los dibujantes más agudos e inteligentes del panorama comicográfico actual. Las historias de Clowes están construidas a partir de una observación profunda de la realidad, sus personajes (incluso cuando rozan lo esperpéntico, como en este caso) son creaciones de carne y hueso; y sus diálogos son siempre convincentes y descubren la presencia de una pluma hábil y un oído atento a la palabra precisa y el giro cotidiano.
Dicho lo cual, un cómic de Daniel Clowes siempre aporta alicientes y satisfacciones. No es necesario señalar que estamos ante uno de los dibujantes más agudos e inteligentes del panorama comicográfico actual. Las historias de Clowes están construidas a partir de una observación profunda de la realidad, sus personajes (incluso cuando rozan lo esperpéntico, como en este caso) son creaciones de carne y hueso; y sus diálogos son siempre convincentes y descubren la presencia de una pluma hábil y un oído atento a la palabra precisa y el giro cotidiano.Asistimos, finalmente, al curso de verano organizado por la Universidad de León, Cómic y cine de animación. Últimas tendencias y relaciones con otros lenguajes. Lo hicimos por partida doble, como espectadores y como invitados. Fue una experiencia fantástica en ambos sentidos. Sólo pudimos asistir a dos sesiones de las cuatro proyectadas, así que nos perdimos las intervenciones del primer y del último día, sin embargo tuvimos ocasión de presenciar dos grandes jornadas y un apagón.
El martes, 6 de julio, nuestro carcelero favorito, Álvaro Pons, nos instruyó con una disertación acerca de la autorrepresentación en el cómic (“Historietas sobre autores que hacen historieta, de McCay a Tatsumi”). Trazó un recorrido modélico a lo largo y ancho de la historia del cómic destacando a los muchos autores que, en mayor o menor grado, se han convertido en personajes de sus propias historias. Dibujantes autodibujados, autores que hablan de los mismos autores, historietas sobre el proceso de creación de historietas. Un interesantísimo campo de análisis para una charla que cautivó al auditorio con sus numerosísimos ejemplos e imágenes y con el buen hacer de don Álvaro.
A continuación, ocupó el estrado Manuel Barrero, archivista y sabio, artífice y padre de Tebeosfera. Con su erudición habitual, nos guió por un detalladísimo catálogo de los rasgos que hacen de cine y cómic dos vehículos narrativos diversos (“Imágenes fijas en movimiento: cine contra cómic”). En una charla que tuvo mucho de academia y de acercamiento filológico, los espectadores asistimos al recorrido de estos dos medios artísticos prácticamente desde su nacimiento hasta el presente. Además, al igual que sucedió en un reciente partido de tenis londinense, podemos afirmar que se trató de la conferencia más larga de la historia. Comenzó la misma el martes a las 12 y terminó al día siguiente a las 11 de la mañana, casi 24 horas; y aún y así, se nos hizo corta.
En realidad, el culpable de tamaña dilatación fue un transformador. El mismo que, trascurrida la primera hora de la charla, decidió fundirse irremediablemente, para dejar el edificio a oscuras hasta el día siguiente; arruinando con ello la jornada vespertina y sumiendo a José Manuel Trabado, impulsor y organizador del evento, en la más profunda de las desolaciones. Afortunadamente, gracias a su eficiencia y buenas gestiones, todo estuvo solucionado a la mañana siguiente, de modo que Manuel pudo terminar su charla en la primera sesión del día 7. Además, no hay apagón que por bien no venga, el incidente nos permitió a los invitados unas buenas horas de charla y paseo leonés, con visitas incluidas a sus joyas arquitectónicas y demás "palacios" catedralicios.
El mencionado día 7, después de la señalada consumación tebeosférica, apareció en escena una de las estrellas verdaderas del cotarro: Miguel Ángel Martín. Provocador, afable y talentoso, sin duda uno de los nombres básicos del cómic español y un agitador infatigable del panorama viñetero de las últimas décadas. Además, un tipo la mar de simpático y un estupendo contertulio. En su charla, desgranó los mejores momentos de su carrera, se refirió a los altos y bajos de su biografía artística, nos deleitó con imágenes de su trabajo y relató innumerables anécdotas que hicieron sonreír al auditorio.

A continuación, nos tocó a nosotros aburrir al personal. Intentamos provocar no demasiados bostezos y tiramos de catálogo con tres señores que causan cualquier cosa menos indiferencia: “Chris Ware, Dash Shaw y Brian Chippendale. Tres caminos”. La amable concurrencia pareció empatizar con la propuesta de estos tres artistas, verdaderos renovadores del lenguaje comicográfico y representantes de tres propuestas inteligentes que demuestran los muchos caminos creativos que le quedan al cómic por explotar. Nos sorprendió el especial interés que muchos de los presentes mostraron ante el más contracultural de los tres, Chippendale, uno de los artistas de vanguardia favoritos de esta casa. Lo cierto es que resulta complicado permanecer indiferente ante la visión de un volumen tan exuberante como Ninja; fueron muchos los que, acabada la charla, subieron al escenario a echarle un vistazo a este macro-tebeo lleno de colores, manchas y talento creativo. Algún día hablaremos de él en este foro.
Lo dicho, toda una experiencia, "patrocinada" por la Universidad de León e inmejorablemente gestionada por José Manuel Trabado, amante del cómic y un anfitrión como pocos. Gracias por todo.
Un post parco en imágenes debido a problemas técnicos. Cuando rescatemos alguna más de las que hicimos, se las haremos ver.
 Para acompañar estos días de celebración popular y danzas colectivas nada mejor que un poco de música y arrabal.
Para acompañar estos días de celebración popular y danzas colectivas nada mejor que un poco de música y arrabal. Esta es la historia que Prudhomme narra en Rebétiko. Lo hace mezclando realidad y ficción y escondiendo detrás de sus muy vivos personajes (los Markos, Perro, Batis, Stavros, Artemis), las historias verdaderas de otros hombres de carne y hueso, como Markos Vamvakis, el dios del rebétiko en aquella Grecia real de la que habla el dibujante francés. La narración de Rebétiko respira historia y huele a miseria, a alcohol anisado (el rakis griego, pero también turco) y a narguiles de marihuana. Las calles de la Atenas de Prudhomme están sucias y llenas del polvo caliente del verano mediterráneo, sus cantinas suenan a voces gritonas y transpiran la sangre seca de la pelea que cobijaron la noche anterior.
Esta es la historia que Prudhomme narra en Rebétiko. Lo hace mezclando realidad y ficción y escondiendo detrás de sus muy vivos personajes (los Markos, Perro, Batis, Stavros, Artemis), las historias verdaderas de otros hombres de carne y hueso, como Markos Vamvakis, el dios del rebétiko en aquella Grecia real de la que habla el dibujante francés. La narración de Rebétiko respira historia y huele a miseria, a alcohol anisado (el rakis griego, pero también turco) y a narguiles de marihuana. Las calles de la Atenas de Prudhomme están sucias y llenas del polvo caliente del verano mediterráneo, sus cantinas suenan a voces gritonas y transpiran la sangre seca de la pelea que cobijaron la noche anterior. Rebétiko es la historia de un fracaso colectivo. A pesar de la actitud desafiante, despreocupada y felizmente chulesca que demuestran los protagonistas, todos y cada uno de los manges y perdidos que pueblan estas páginas parecen ser conscientes de la derrota a la que están abocados: el fracaso existencial es el motor que guía a nuestros "antihéroes" hacia una vida que se presume corta, intensa y turbulenta. Su motivación, un arma temible, la música; su alimento, el raki y el humo narcótico de la pipa de agua; su futuro, ninguno: escenificado por el desprecio de Markos a la gloria hipotética de un triunfal viaje a América y la grabación de su música en unos grandes estudios. Cuando Perro toma el camino que desprecia sus amigo, en verdad no está sino alargando la historia de su fracaso personal, el fracaso de todo un pueblo y de una forma de leer la historia, el fracaso de un tiempo pasado superado y olvidado: "No podíamos gustarles cuando estábamos vivos en nuestras oscuras aguas. Después de salir de aquel caldo nuestro, nos volvimos comestibles. Aquí eso se celebra como una victoria".
Rebétiko es la historia de un fracaso colectivo. A pesar de la actitud desafiante, despreocupada y felizmente chulesca que demuestran los protagonistas, todos y cada uno de los manges y perdidos que pueblan estas páginas parecen ser conscientes de la derrota a la que están abocados: el fracaso existencial es el motor que guía a nuestros "antihéroes" hacia una vida que se presume corta, intensa y turbulenta. Su motivación, un arma temible, la música; su alimento, el raki y el humo narcótico de la pipa de agua; su futuro, ninguno: escenificado por el desprecio de Markos a la gloria hipotética de un triunfal viaje a América y la grabación de su música en unos grandes estudios. Cuando Perro toma el camino que desprecia sus amigo, en verdad no está sino alargando la historia de su fracaso personal, el fracaso de todo un pueblo y de una forma de leer la historia, el fracaso de un tiempo pasado superado y olvidado: "No podíamos gustarles cuando estábamos vivos en nuestras oscuras aguas. Después de salir de aquel caldo nuestro, nos volvimos comestibles. Aquí eso se celebra como una victoria". Volveremos de nuevo esta semana, para que no nos llamen haraganes, pero, antes, otro breve aviso. Nuestro amigo el carcelero, que nos quiere demasiado bien, nos invitó hace unos días a participar en un portal de arte y cultura que merece mucho la pena y que ya está empezando a sonar por doquier en la red, hablamos de Culturamas.
Volveremos de nuevo esta semana, para que no nos llamen haraganes, pero, antes, otro breve aviso. Nuestro amigo el carcelero, que nos quiere demasiado bien, nos invitó hace unos días a participar en un portal de arte y cultura que merece mucho la pena y que ya está empezando a sonar por doquier en la red, hablamos de Culturamas.