El pasado domingo 05 de julio comenzamos una serie de colaboraciones puntuales para el Suplemento Cultural del periódico paraguayo más leído, ABC Color, gracias a la amable invitación de su editora Montserrat Álvarez. Para este primer artículo nos decantamos por uno de nuestros autores favoritos, Frederik Peeters, con motivo de la publicación reciente del último episodio de su serie Aama; un cómic de ciencia-ficción destinado a perdurar y a convertirse en una referencia dentro del género. 
Para dotarles al autor y a la obra de la importancia que merecen, decidimos dividir el texto en dos entregas: la primera de ellas dedicada a la evolución de Peeters como creador y la que se publicará en breve, centrada en el análisis particular de Aama.
EN BUSCA DE UN LENGUAJE
La
 consagración del suizo Frederik Peeters es instantánea con la 
publicación en 2001 de su multipremiada obra Píldoras azules. En ella, 
el dibujante y guionista desarrollaba con inteligencia un capítulo 
autobiográfico extremadamente delicado, la tragicomedia existencial de 
su vida en pareja y su disposición a afrontar la paternidad desde una 
posición crítica: la condición seropositiva de su compañera. 
Pese a la 
dificultad del desafío, Peeters se acerca a un tema tan complejo, 
especialmente durante esos años, sin caer en el melodrama ni en la 
sensiblería. Muy al contrario, Píldoras azules es un trabajo surcado por
 el humor y una ironía que se ve reforzada por la caricatura amable del 
dibujo de Peeters.
Si tuviéramos que encuadrar a Frederik Peeters 
dentro de alguna escuela comicográfica, no podríamos obviar, desde 
luego, su proximidad a la línea clara francobelga; sin embargo, en la 
línea suelta, modulada y muy expresiva de su dibujo encontramos 
bastantes rasgos de otros maestros clásicos, como Hugo Pratt o Robert 
Crumb, y afinidades con la libertad expresiva y la fluidez de los nuevos
 autores del cómic independiente francés, dibujantes tan dotados como 
Baudoin, David B., Blutch o Sfar. En este sentido, Peeters comparte 
rasgos estilísticos con otros jóvenes dibujantes coetáneos que también 
están participando muy activamente en la consagración del cómic actual 
como vehículo artístico y cultural: nos referimos a nombres como los del
 estadounidense Craig Thompson (Blankets), el francés Christophe Blain 
(Isaac el pirata) o el español David Rubín (Beowulf). 
 Curiosamente,
 el trabajo que sigue a Píldoras azules no es una nueva novela gráfica, 
sino una obra en apariencia más humilde y experimental, un tebeo pequeño
 en cuanto a formato y extensión, pero cargado de ambición técnica: en 
sus apenas treinta y dos páginas, Constellation (2002) jugaba de un modo
 que no habíamos visto muchas veces antes con el punto de vista 
comicográfico para relatar una misma historia desde las perspectivas 
diversas de tres protagonistas que, en plena guerra fría, deciden 
subirse a un mismo avión. Aunque ya habíamos observado ejercicios 
similares en la novela y en la cinematografía del siglo XX, en el cómic 
anterior al advenimiento de la llamada «novela gráfica» este tipo de 
audacias narrativas parecían limitadas a los experimentos formales del 
underground estadounidense o del cómic europeo y suramericano de autor 
de los años sesenta y setenta.
Curiosamente,
 el trabajo que sigue a Píldoras azules no es una nueva novela gráfica, 
sino una obra en apariencia más humilde y experimental, un tebeo pequeño
 en cuanto a formato y extensión, pero cargado de ambición técnica: en 
sus apenas treinta y dos páginas, Constellation (2002) jugaba de un modo
 que no habíamos visto muchas veces antes con el punto de vista 
comicográfico para relatar una misma historia desde las perspectivas 
diversas de tres protagonistas que, en plena guerra fría, deciden 
subirse a un mismo avión. Aunque ya habíamos observado ejercicios 
similares en la novela y en la cinematografía del siglo XX, en el cómic 
anterior al advenimiento de la llamada «novela gráfica» este tipo de 
audacias narrativas parecían limitadas a los experimentos formales del 
underground estadounidense o del cómic europeo y suramericano de autor 
de los años sesenta y setenta.  
DESAFIANDO LOS GÉNEROS 
A
 partir de 2009, Peeters se enfrenta a una serie de trabajos que tienen 
como característica común la de abordar diferentes géneros narrativos 
clásicos con una actitud renovadora, más que rupturista. 
Lupus 
(2003-2006) es la primera incursión seria de Peeters en el mundo de la 
ciencia ficción. Se trata de una obra voluminosa, de cuatrocientas 
páginas, que se publicó en cuatro entregas. Como el propio autor ha 
confesado en alguna ocasión, este cómic no parte de un guion 
estructurado al uso, sino de ideas, intuiciones, experiencias 
autobiográficas y tramas semi-improvisadas que, en cierta manera, 
desafían las convenciones de un género tan fuertemente estereotipado 
como es la ciencia ficción. Así, frente a cualquier ánimo universalista,
 Lupus se construye como un relato intimista, recorrido por pequeños 
hallazgos conceptuales y visuales (entre los que incluimos secuencias 
puramente abstractas), un texto en el que el elemento cotidiano y los 
pasajes reflexivos cobran una importancia máxima.

 
RG (2007-2008), 
realizado junto a Pierre Dragon (coguionista y antiguo miembro del 
servicio de inteligencia francés), guarda algunas semejanzas con Lupus, 
por cuanto adopta los esquemas del relato policiaco y los adapta a la 
personal visión de su autor; combinando en diferente medida el elemento 
realista y la experiencia de Dragon como agente secreto galo, con el 
elemento fantástico realzado por la plasticidad que aportan los lápices 
de Frederik Peeters. 
EL SURREALISMO COMO HERRAMIENTA 
En
 casi todos los cómics de Peeters hay un componente surrealista, que en 
algunos casos adquiere un rol directamente vertebrador: es el caso de 
trabajos como Paquidermo o Castillo de arena; y en menor medida de Koma.
 Se trata de un surrealismo estrechamente conectado con un sentido del 
humor que nace del gesto cotidiano y la conversación trivial; un 
humorismo anclado a la realidad incluso en los trabajos más fantasiosos 
de su producción. 
Koma(2003-2009) fue, antes de RG, la primera 
colaboración de Frederik Peeters con otro guionista, en este caso Pierre
Wazem. Detrás de la fachada de un cómic infantil, se esconde de nuevo 
una serie que desborda las convenciones genéricas. Así, la historia 
original de la niña Addidas y su padre el deshollinador termina por 
bifurcarse en un relato frondoso, habitado por monstruos nobles, odiosos
 tecnócratas y espíritus perdidos en un limbo amnésico. Como sucede en 
buena parte de la producción de Peeters, en el epílogo de la obra el 
autor da rienda suelta a su parte más discursiva, recurriendo en 
ocasiones al elemento abstracto, surrealista y asociativo (muy 
importante en su obra) para concretar visualmente sus reflexiones más 
profundas. 

 
Pero si en Koma el componente surrealista tiene una 
función transversal o modeladora, en Paquidermo y Castillo de arena su 
importancia es angular. La trama de Paquidermo (2009), tal y como se nos
 describe en la información promocional de la editorial, nos desvela sin
 ambages el espíritu del cómic: «Suiza, años 50. Una mujer cuyo marido 
ha sufrido un accidente de automóvil se dirige al hospital en el que ha 
sido ingresado, pero un elefante caído sobre la calzada impide la 
circulación. La mujer abandona su coche y trata de llegar al hospital 
monte a través». Esta novela gráfica, así como la buñuelesca Castillo de
 arena (2010), realizada junto al cineasta Pierre Oscar Lévy, supone la 
concreción de una filosofía y de un modo de trabajo por parte de 
Peeters, basado en la improvisación y en la creación de una historia sin
 un guion cerrado o completamente definido (que ya anticipaba Lupus). La
 trama adquiere su carga simbólica y evoluciona de acuerdo a estados de 
ánimo, pulsiones personales y experiencias privadas que el autor termina
 volcando sobre la página con el acabado siempre perfeccionista y 
elaborado de sus dibujos.
Casi todos los rasgos que hemos visto 
hasta el momento (la transgresión genérica, el surrealismo, la 
experimentación o el empleo de la metáfora y el símbolo) terminan por 
converger y perfeccionarse en el trabajo más reciente del autor suizo: 
una obra que supone una culminación de su recorrido y que (con la 
publicación reciente de su cuarto y último volumen) se ha convertido ya 
en uno de los cómics de referencia de los últimos tiempos. Nos referimos
 a Aama, su nueva serie de ciencia ficción. Hablaremos de ella en la segunda entrega de este artículo.