jueves, enero 06, 2022

2021, cómics para después de un naufragio

Cuando parecía que despertábamos de un mal sueño, resulta  que aún seguimos instalados en este día de la marmota pandémica... pero menos. 2022 promete ser un poco más soleado y dejarnos respirar un aire más puro. Mientras tanto, y como ya comentábamos en algún post a lo largo del año, la literatura, el cine y los cómics nos han ayudado a sobrellevar el estrés y las obligaciones en tiempos de COVID. Los Reyes Magos, por ejemplo, nos han vuelto a regalar una lista llena de pequeñas joyas en la que se atisba mucho producto nacional...

Ethel y Ernest (Blackie Books), de Raymond Briggs: Briggs siempre ha reconocido que Jim y Hilda, los personajes protagonistas de Gentleman Jim y When the Wind Blows, estaban directamente inspirados en sus propios padres. Pero la distancia ficcional motivada por el cambio de nombres y por el fuerte caricaturismo de su dibujo desaparecerá definitivamente en Ernest and Ethel (1999), la novela gráfica que Briggs dedica, ya sin disimulos argumentales o nominales, a la biografía de sus padres. La vivienda de Ethel y Ernest es el decorado en el que transcurre su vida y donde verán nacer a su hijo Raymond; pero también es el escenario del que se valdrá Briggs para mostrarnos el devenir histórico del siglo XX y algunos de sus acontecimientos más importantes. De este modo, su cómic se convierte en un cuadro de costumbres de la vida trabajadora en el agitado contexto socio-político del siglo. La historia no organiza sus acontecimientos a partir de una linealidad estricta, sino que se compone más bien de secuencias sucesivas encadenadas, que en muchos casos no ocupan más de media página. Mediante este recurso, Briggs compone un fresco impresionista en el que la narración se debe a una acumulación de situaciones cronológicas encadenadas temáticamente, más que a una contigüidad temporal estricta. Son las elipsis (nunca demasiado extremas) las que nos ayudan a completar el tejido de los acontecimientos.

La mentira por delante (Astiberri), de Lorenzo Montatore: Era Umbral un personaje literario en sí mismo, una autoficción. En la mentira por delante Montatore hace otro personaje del personaje. Lo hace a partir de ese estilo tan propio, una caricatura esquemática que toma prestada en mestiza hibridación la línea depurada de Ware y el rasgo sincrético-humorístico de los Miura, Gila, Tono y demás autores de La Codorniz. Colección de gags, catálogo de aforismos, ramo de ocurrencias ilustradas..., este cómic reconstruye con imaginación y mucha gracia una biografía fragmentaria de uno de los escritores más prolíficos y laureados de las letras españolas. Lo hace mediante la digestión y regurgitación gráfica de materiales audiovisuales y testimonios documentales bien conocidos, como las intervenciones de Umbral en programas televisivos (aquel careo hostil con Mercedes Milá o esa otra entrevista impagable que Joaquín Soler Serrano le hizo en A fondo) o los fragmentos de sus columnas periodísticas. De igual manera, ese documental excelente que es Anatomía de un dandy nos ha regalado la ocasión de acercarnos a muchos de los episodios biográficos y las anécdotas que conforman La mentira por delante. Un buen complemento al divertido ejercicio de estilo que es el cómic de Lorenzo Montatore.

Crónicas de juventud (Astiberri), de Guy Delisle: Como se anuncia en la contracubierta, el dibujante canadiense nos invita a otro de esos viajes en viñetas que han hecho de él una estrella del cómic; aunque esta vez sea un viaje en el tiempo más que en el espacio. Crónicas de juventud nos sitúa en Quebec, la ciudad natal de Delisle, y nos invita a acompañarle en los años de su post-adolescencia; el periodo que terminaría de definir su vocación y su devenir artístico. Dicho lo cual, que nadie crea que estamos ante un cómic autobiográfico al uso. Tras el empacho de slice of life que ha vivido el cómic en la última década, se agradece la concreción temática de la que hace gala esta obra. En ella, Delisle recurre a la misma mirada curiosa y a la ironía amable que caracteriza sus cómics de viaje, para mostrarnos la difícil existencia de un obrero industrial en las entrañas mismas de una gran fábrica de papel. ¿La excusa autobiográfica? Los tres veranos en los que él mismo trabajó allí para poder costearse sus estudios de animación. Como suele hacer en sus crónicas de viajes, Delisle adopta la posición del observador circunstancial, la de quien se sabe de paso pero tiene el privilegio de participar de la "fiesta", para diseccionar con inteligencia narrativa y un ritmo impecable las vidas ajenas. Y en ese empeño, una vez más, el canadiense se revela como uno de los grandes autores del cómic contemporáneo.

Oleg (Astiberri), de Frederik Peeters: Pues ya tiene Frederik Peeters su autoficción. Parapetado detrás de ese alter ego apenas disimulado llamado Oleg, el dibujante abandona los cómics de género (ciencia ficción, western, noir) a los que ha dedicado buena parte de sus años recientes para retomar la senda que abrió con Píldoras azules, el cómic que le dio fama universal y cuya estela le persigue desde entonces; un trabajo mucho más cercano a la biografía que a la ficción. En un guiño a aquel momento creativo epifánico, casi todos los personajes que se cruzan con Oleg le preguntan cuándo piensa publicar la segunda parte de su exitoso cómic El reparto del mundo. Hace Oleg un recorrido inductivo de lo particular a lo general, de las pequeñas miserias laborales e intelectuales al drama universal de la vida y la muerte, y, entre medias, se insertan de forma natural las historias que discurren a la deriva por la mente del creador; las que habrán de germinar en las páginas de una posible siguiente obra o naufragar definitivamente en el olvido de los cómics nunca realizados. Estas semillas de relato, como no podía ser de otra manera, se alimentan de la vida propia y de los pensamientos que en ese momento ocupan la cabeza del artista. Son y se explican, únicamente, por las circunstancias que les dan vida. Y todas ellas, todas esas posibles historias (que en esencia podrían llegar a ser) colapsan y se derrumban cuando a su hacedor, Oleg el dibujante (que es Frederik Peeters el dibujante de Oleg), le toca vivir un cataclismo existencial, un accidente en forma de la enfermedad de un ser querido, de esos que le cambian la vida a uno.

Los grandes espacios (Impedimenta), de Catherine Meurisse: Después de aquella sacudida emocional y el mal cuerpo que nos dejó ese cómic fabuloso que es La Levedad, recuperamos ahora a una Meurisse más amable, divertida y adánica. Su cómic es un carta de amor a la infancia, pero, sobre todo, es una carta de amor a la naturaleza; no a una naturaleza abstracta, sino a aquellos árboles, flores y plantas, con sus correspondientes nombres, historias y evocaciones literarias, con los que convivió en su niñez. Cuando era una niña, sus padres decidieron mudarse al campo, abandonar la gran ciudad y empezar una nueva vida en un entorno rural. Los grandes espacios nos cuenta ese episodio de la vida de Meurisse, y lo hace desde una mirada al pasado cargada de nostalgia y agradecimiento. En su recuerdo se enlazan las correrías y los divertimentos infantiles junto a su hermana con las vivencias que ayudaron a forjar esa nueva vida junto a su familia. Y en su relato, las centifolias, las higueras y las aguileñas conviven con los detalles literarios y familiares surgidos a su alrededor que ayudaron a construir la biografía de la protagonista. Un cómic para levantar el espíritu.

Rhapsody in Blue (Roca Editorial), de Andrea Serio: Visualmente desbordante, el cómic de Andrea Serio bucea en la memoria histórica y personal de sus tres protagonistas, para narrar la historia verídica de tres jóvenes primos judíos que tuvieron que emigrar a Estados Unidos escapando del fascismo italiano. Sus imágenes poderosas se despliegan como cuadros nostálgicos de tonos grises, las fotografías evanescentes de un pasado juvenil que, poco a poco, se va contagiando con las certezas trágicas de una guerra y el peso plomizo de un futuro sin esperanzas. Como anuncia su gershwiniano título, Rhapsody in Blue avanza con lentitud siguiendo los compases melancólicos y libres de una melodía que suena a Nueva York, a invierno y a pérdida. El tiempo de la narración salta entre el pasado y el presente y las escenas de situación se alternan con los diálogos cargados de presagios de sus personajes. Todo ello al ritmo de unas imágenes que nos recuerdan al cromatismo expresionista de Lorenzo Mattotti o Alfred y a la conmovedora frialdad emocional de Hopper. 

La Isla (Reservoir Books), de Mayte Alvarado: El primer cómic de la pacense Mayte Alvarado tiene la cadencia de un poema marinero; por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, con ese preciosismo pictórico que atrapa la vista entre colores serpenteantes y masas cromáticas de cálida solidez. Porque la gran fuerza de La isla reside en su apartado gráfico y en sus numerosas metáforas visuales. Cuadros secuenciados (o secuencias pictóricas, como queramos verlo) que, con su expresionismo colorista, desbordan el hecho narrativo para tejer una cadencia poética en una red de referencias cruzadas y asociaciones connotativas. El pincel de Alvarado se mueve con libertad entre la secuenciación tradicional en viñetas y otras composiciones simbólicas cercanas a la abstracción que parecen desbordar la página en un flujo centrífugo. La isla es un debut luminoso, un ejercicio de estilo que, en su afortunada combinación de lenguajes (el pictórico, el poético, el narrativo-secuencial), propone una lectura cargada de lirismo al mismo tiempo que invita al puro disfrute visual. 

Warburg & Beach (Penguin Random House), de Jorge Carrión y Javier Olivares: El escritor y ensayista Jorge Carrión se alía con ese dibujante heterodoxo y especialmente dotado para el trazo expresionista y la mirada oblicua que es Javier Olivares para facturar un homenaje al libro y a la edición libresca. Lo hacen, como no podía ser de otro modo, con un libro que en realidad no lo es: Warburg & Beach es un cómic-objeto desplegable y reversible (al estilo de aquel La Gran Guerra, de Joe Sacco); un friso con dos caras que, detrás de su apariencia lineal, se descompone como un gran collage en el que conviven las dos biografías que dan título a la obra, la del historiador y archivista Aby Warburg y la de la librera Sylvia Beach. Sus vidas se entrecruzan con las de otros personajes de trayectoria libresca y pasión bibliófila, como Mary Wollstonecraft, la primera escritora feminista de la historia, la librera neoyorquina Frances Steloff o Marcel Duchamp, padre del arte contemporáneo. Las biografías, las fechas y el simbolismo visual de Olivares se retroalimentan y superponen en una red de relaciones cruzadas, vínculos sutiles y paralelismos que aluden a una mirada postmoderna de la Historia y sus complejos laberintos.

El ladrón de libros (El mono libre), de Alessando Tota y Pierre Van Hove: Son los años 60 en el Barrio Latino, en La Rive Gauge: el territorio de Sartre y los existencialistas franceses. Daniel Brodin, un joven estudiante de Derecho, llega a aquel París de cafés e intelectuales con el ánimo de hacerse un nombre en el mundo de la poesía: un don nadie sometido al cinismo y al desprecio de las élites intelectuales más inescrutables y displicentes de la cultura europea. Muy pronto, Brodin descubrirá que las únicas salida en un mundo de apariencias y esnobismo son la impostura y el fraude. Así arranca El ladrón de libros, el cómic de Tota y Van Hove que obtuvo el premio a Mejor Novela Gráfica en el Festival Lucca Cómics de 2015 y, un año después, el Premio Attilio Micheluzzi al Mejor Guion. Con estilo ligero y narración fluida, los autores construyen una historia que nos remite al aire vanguardista e improvisado de la Nouvelle Vague, los existencialistas y el resto de productos culturales del 68, pero que está impregnada de un saludable cinismo postmoderno y de esa narración expresionista que los Sfar, Blutch, Larcenet y Blain han convertido en firma distintiva de la nueva línea clara europea. Muy disfrutable.

Tito Andrónico (Astiberri), de Marcos Prior y Gustavo Rico: Desde su edición inmaculada y su preciosa portada, hay algo hipnótico en este cómic sangriento. Puede que sea el dibujo brecciano de Rico, con su expresionismo violento, sus personajes feroces de rostros afilados y su técnica collage de texturas digitales; o quizá se trate de la adaptación, concisa y estremecedora que ha hecho Marcos Prior del texto isabelino original; el caso es que Tito Andrónico se lee en un suspiro, con el ánimo encogido y la mirada espeluznada por el explícito despliegue visual de sus sanguinarios acontecimientos. El cómic actualiza la obra teatral clásica según unos códigos contemporáneos en los que tiene cabida el trash-metal, el cine gore, la ciencia ficción y la estética industrial. Como si La Fura dels Baus se hubieran decidido a hacer un cómic a partir una de sus rompedoras adaptaciones de material clásico... Y, visto así, por qué no interpretar Tito Andrónico también como un "cómic de fricción". Una vía a explorar (en esa misma línea en la que el propio Rico y Jorge García llevan trabajando estos últimos años).

Romeo muerto (Reservoir Books), de Santiago Sequeiros: La reaparición de Sequeiros después de veinte años de silencio es en sí misma un acontecimiento de los que merecen titulares. Una de las noticias comiqueras del año: el regreso del gran maldito del cómic español. Y sigue siendo tan maravillosamente raro como siempre. Que nadie espere encontrar en Romeo muerto una narración al uso. Su nuevo cómic es una galería de pesadillas escrita en versos emponzoñados; la inversión poética y perversa de un relato, cuya recitación interpuesta emana, como una letanía incesante, de la boca de sus personajes. El malditismo de Sequeiros no es una etiqueta. Sus odas biliosas a la embriaguez enfermiza y al sexo ulcerante beben de la experiencia y de la necesidad catartica. Hay un mucho del propio autor en cada uno de los seres que habitan la Mala Pena. En Romeo muerto nos reencontramos con los personajes que ya protagonizaban su obra en aquellos años 90 en los que le y les descubrimos como un escalofrío: Nostromo Quebranto, Ambigú, Susi Patíbulo, la Mamá Grande... El dibujo de Sequeiros bebe de mil fuentes que confluyen en una penumbra frondosa que se extiende por sus páginas como una plaga vírica que infecta hasta el último rincón de la última viñeta. Y, sorprendentemente, de este caos de negrura profusa y angulosa, de espacios y personajes que se superponen y estrangulan unos a otros, surge la belleza luminosa (tenebrosa) de unas páginas que resumen la búsqueda virtuosa del estilo: es imposible no reaccionar con asombro y fascinación ante el dibujo de Romeo muerto, ante el impacto visual de su trascendencia artística.

miércoles, diciembre 22, 2021

Oleg, de Frederik Peeters. Autoficciones y metarrelatos

Pues ya tiene Frederik Peeters su autoficción. Parapetado detrás de la tercera persona narrativa y de ese alter ego apenas disimulado llamado Oleg, que da título al volumen, el dibujante abandona los cómics de género (ciencia ficción, western, noir) a los que ha dedicado buena parte de sus años recientes para retomar la senda de la autobiografía que abrió con Pildoras azules, el cómic que le dio fama universal y cuya estela le persigue desde entonces; un trabajo mucho más cercano a la biografía que a la ficción. En un guiño a aquel momento creativo epifánico, casi todos los personajes que se cruzan con Oleg le preguntan cuándo piensa publicar la segunda parte de su exitoso cómic El reparto del mundo, una obra que el autor, en realidad, sólo pretende dejar atrás. 

Oleg pertenece al género del slice of life (fragmentos de vida), sí, pero es también un cómic de cómics, un metacómic en el que el autor enhebra realidad y ficción a través de diferentes relatos inconclusos (esbozos de relato, más bien), que ilustran su fecundidad creativa al mismo tiempo que explican su situación presente, personal y creativa. En este sentido, Oleg vendría a ser La tía julia y el escribidor o el Si una noche de invierno un viajero de Frederik Peeters. Desde una mirada menos experimental y novedosa que aquellos, es verdad. 


Hace Oleg un recorrido inductivo de lo particular a lo general, de las pequeñas miserias laborales e intelectuales al drama universal de la vida y la muerte, y, entre medias, se insertan de forma natural las historias que discurren a la deriva por la mente del creador; las que habrán de germinar en las páginas de una posible siguiente obra o naufragar definitivamente en el olvido de los cómics nunca realizados. Estas semillas de relato, como no podía ser de otra manera, se alimentan de la vida propia y de los pensamientos que en ese momento ocupan el cerebro del artista. Son y se explican, únicamente, por las circunstancias que les dan vida. Y todas ellas, todas esas posibles historias (que en esencia podrían llegar a ser) colapsan y se derrumban cuando a su hacedor, Oleg el dibujante (que es Frederik Peeters el dibujante de Oleg), le toca vivir un cataclismo existencial, un accidente en forma de la enfermedad de un ser querido, de esos que le cambian la vida a uno. 

 

Hacia la parte final del relato, una vez superada la crisis que vertebra su argumento, Alix y su marido Oleg mantienen una conversación que, de alguna manera, encierra el germen autobiográfico de esta obra y explica la oportunidad de su aparición con honestidad y sutil ironía: 

- Lo que me pregunto es qué te lleva a hacer algo así. En cierto sentido, es muy pretencioso dedicar todo un libro a hablar de la vida de uno. De hecho, a principios de los años 2000, cuando estaban de moda los cómics autobiográficos, decías que odiabas el género, que era una exhibición de la propia intimidad y que nunca caerías en eso. Es como decir “de esta agua no viviré” y luego… 
- “No beberé”… 
- Ya, bueno. ¡Pero es que es eso! Parece un cómic de los años 1990-2000. 
- Lo sé. Pero es que me ha salido solo. Tú misma no dabas crédito ante aquel interés por las historias “clásicas”. Tienes que verlo sencillamente como un intento de contar una vida desde lo cotidiano. La velocidad del mundo. La neblina ideológica. ¿En qué consiste ser un autor de cómic que ya va teniendo una edad en el siglo XXI? ¡Ah! ¡Y hablar también del amor a largo plazo! 
- ¡Ya, o sea que es tu cuenta de Instagram, vamos! 
- Qué rabia me da cuando metes el dedo en la llaga. 
- ¡Qué va! ¡Si me adoras por eso! 

En lo que tiene de declaración de amor y de ejercicio de ubicación personal, Oleg es un cómic valiente, un ejercicio catártico apenas disimulado detrás de una ficción desplegada en múltiples metarrelatos, que funcionan como contrapunto de momentos mentales y procesos creativos. Un cómic que se pega al momento presente de las ficciones contemporáneas sin caer en lugares comunes.


viernes, noviembre 19, 2021

Con Shin’ichi Abe en Jot Down Cómics #5

Con lavado de cara y alguna novedad que lo hace aún más atractivo, hace unos meses Jot Down publicó, por quinto año seguido, su anuario con los mejores cómics del curso a partir de la selección de esenciales de ACDCómic. En el encontramos a algunas de las voces más autorizadas del país en la crítica de cómics.  

Y, por quinto año también, hemos tenido la suerte de que su editor, Iván Galiano, se acordara de nosotros. Elegimos Los sentimientos de Miyoko en Asagaya, de Shin'ichi Abe, para nuestra colaboración; un cómic peculiar y heterodoxo, incluso dentro del panorama del manga. Ya hemos hablado en nuestro blog de un compañero de generación de Abe, como fue Oji Suzuki, y volveremos en el futuro a referirnos a otros dibujantes de watakushi manga (‘manga del yo’) que colaboraron junto a ambos en Garo y otras revistas de vanguardia. En nuestro artículo para Jot Down hablamos un poco de todo ello y diseccionamos algunas de las peculiaridades de Los sentimientos de Miyoko en Asagaya, una colección de relatos autobiográficos tormentosa y sorprendente en el apartado estilístico. 

Aquí tienen el sumario de Jot Down Cómics #5 y los primeros párrafos de nuestra colaboración:


Entre la apatía y la autodestrucción

Por Rubén Varillas 

Los relatos breves que componen Los sentimientos de Miyoko en Asagaya conforman un extraño collage autobiográfico. Lo cierto es que Abe, es ya en sí mismo un autor extraño, diferente. Junto a Oji Suzuki, Seiichi Hayashi y Kuniko Tsurita pertenece a ese grupo escogido de mangakas que se encuadraron bajo el influyente magisterio de Yoshiharu Tsuge y su watakushi manga (‘cómics del yo’). Como hicieron Yoshiharu Tsuge y su hermano Tadao en su día, y como también hace Abe en las historias cortas de este volumen, casi todos ellos recurrieron a episodios de sus propias biografías para proyectar una mirada extrañada de la realidad. Y también como ellos, Abe, Suzuki, Hayashi y Kurita desarrollaron buena parte de su producción en publicaciones alternativas como la emblemática revista Garo, con unos mangas que discurrían entre la experimentación narrativa y cierto simbolismo poético. 

Los sentimientos de Miyoko en Asagaya está presidido por un tono decadente y sombrío, por una suerte de pesimismo existencial que empuja a los protagonistas de sus historias a dejarse ir cuesta abajo y malvivir precarias vidas bohemias. Son los hijos de la postguerra, una generación castigada por la desesperanza y los estigmas de una derrota traumática. Las imágenes poéticas de paisajes nocturnos conviven con un diseño de personajes deliberadamente descuidado; un estilo caricaturesco que deforma cuerpos y rostros con la intención de transmitir las emociones particulares de cada instante y situación. El dibujo antirrealista de Abe y su renuncia a una narración convencional en términos de fluidez narrativa consiguen dotar a sus relatos de un lirismo intimista que termina por atrapar al lector dentro de su red de significados e insinuaciones. 



 

martes, octubre 26, 2021

Los grandes espacios, de Catherine Meurisse. Remembranzas florecidas

Conocimos a Catherine Meurisse con esa catarsis desgarradora que fue La levedad; una sacudida emocional que funcionaba como despedida a los amigos, como homenaje póstumo a las víctimas de la matanza terrorista de Charlie Hebdó en 2005 y como amarga reflexión acerca de las coartadas del horror. 

Después de aquella conmoción, nos encontramos ahora a una Meurisse más amable, divertida y adánica. Los grandes espacios es un canto a la infancia, pero es, sobre todo, una carta de amor a la naturaleza; no a una naturaleza abstracta, sino a aquellos árboles, flores y plantas, con sus nombres y cualidades botánicas, con los que la autora convivió en su niñez; y también a las historias y evocaciones literarias que acompañan a su recuerdo. 


Cuando era una niña, los padres de Meurisse decidieron mudarse al campo, abandonar la gran ciudad y empezar una nueva vida en un entorno rural. Los coleteos de la era hippy habían despertado un espíritu ecológico entre cierta intelectualidad occidental: ciudadanos educados de clase media-alta que abandonaban su espacio socio-económico y una buena situación laboral, para recuperar sus raices rurales, volver a la naturaleza y reivindicar una agricultura sostenibe. Los grandes espacios nos cuenta ese episodio de la vida de Meurisse, y lo hace desde una mirada al pasado cargada de nostalgia y agradecimiento. En su memoria se enlazan las correrías y los divertimentos infantiles de Meurisse junto a su hermana con las vivencias que ayudaron a forjar esa nueva vida junto a su familia. En el relato conviven las centifolias, las higueras y las aguileñas con detalles artísticos, literarios y familiares que ayudaron a enriquecer la biografía de la protagonista. 



Meurisse comparte estilo gráfico con esa generación de autores franceses (los Sfar, Blain, Larcenet y Sattouf) que han hecho de la línea suelta esquemática un vehículo para desbordar géneros y acercarse a la autobiografía desde el humor y cierta mirada ironica hacia la historia. Como ellos, la autora francesa maneja con originalidad las metáforas visuales e introduce ingeniosas digresiones narrativas que ayudan a romper la suspención de la incredulidad en aras de la complicidad lectora a partir de cierta comicidad surrealista. De este modo, el relato se aparta de la linealidad para adentrarse en una subjetividad narrativa (la de la niña Meurisse, en este caso) entregada a los caprichos de la imaginación, el recuerdo y una recreación episódica del pasado que tiene mucho de ensoñación nostálgica. Las referencias continuadas a lecturas, cuadros y eventos culturales se integran con fluidez, como pequeños metarrelatos, en el marco general de una historia deliciosa, que rezuma bonhomia y amor a la vida.

Por eso, Los grandes espacios es un cómic para levantar el espíritu, un ejercicio de reconciliación con el arte, la literatura, la arqueología... y la naturaleza.

jueves, octubre 14, 2021

La naturaleza muerta de Raquel Alzate en La Residencia de Historietistas

No podemos dejar de mirar y repensar la ilustración que la ilustradora y dibujante de cómics Raquel Alzate ha publicado recientemente en La Residencia de Historietistas (esa exclusiva e impredecible revista-boletín de la que con tanto entusiasmo les hablamos aquí). En la producción de la Vizcaína siempre han abunddo los motivos gótico-románticos en una aproximación a la cuentística, la religión y el folclore popular cargada de tenebrismo. Su estilo gráfico, a medio camino entre un pictoricismo de claroscuros barrocos y el ala más perversa del surrealismo-pop, funcionaba a la perfección en aquel cuento trágico de resonancias medievales que fue Cruz del sur; un cómic a todas luces minusvalorado.

El número 7 de La Residencia de Historietistas está dedicado a "Los agujeros". En su colaboración, Alzate a dibujado una estampa que ha titulado así, "Los agujeros. Naturaleza muerta", y que pareciera que alguien hubiera desenterrado de un antiguo códice apócrifo de grabados sacrílegos. Una ilustración llena de lecturas para consumar una idea feliz.

jueves, septiembre 16, 2021

La isla, de Mayte Alvarado. Un poema marinero

La Isla, el primer cómic de la pacense Mayte Alvarado tiene la cadencia de un poema marinero; por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, con ese preciosismo pictórico que atrapa la vista entre colores serpenteantes y masas cromáticas de cálida solidez.

El color ausente de líneas inunda con intenciones simbólicas una historia casi silente basada en sugerencias y presagios, un cuento trágico que, como sucede en muchas narraciones populares, parece esconder un recorrido circular y una deriva alegórica, en la que la naturaleza (identificada y personificada en el mar, en este caso) adquiere una naturaleza mágico-demiúrgica. Sus personajes (la joven, el loco, el perro, los amantes, el mar...) funcionan como abstracciones arquetípicas al servicio de ese formulismo de la cuentística tradicional. Su presentación paulatina (acompañada de un título) ayuda a estructurar el relato y a dirigir la atención del lector más allá de sus poderosas imágenes.

Porque la gran fuerza de La isla reside en su apartado gráfico y en sus numerosas metáforas visuales. Cuadros secuenciados (o secuencias pictóricas, como queramos verlo) que, con su expresionismo colorista, desbordan el hecho narrativo para tejer una cadencia poética en una red de referencias cruzadas y asociaciones connotativas. El pincel de Alvarado se mueve con libertad entre la secuenciación tradicional en viñetas y otras composiciones simbólicas cercanas a la abstracción que parecen desbordar la página en un flujo centrífugo.

La isla es un debut luminoso, un ejercicio de estilo que, en su afortunada combinación de lenguajes (el pictórico, el poético, el narrativo-secuencial), propone una lectura cargada de lirismo, al mismo tiempo que invita a numerosas relecturas desde el puro disfrute visual.

domingo, agosto 15, 2021

Esenciales ACDC 2021 (primer semestre)

La Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España publica su relación de “cómics esenciales” correspondientes a la primera mitad de 2021. 

La lista la conforman treinta y cinco obras elegidas entre todos los cómics publicados en España entre enero y junio del presente año. 

La Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic) presenta la primera ronda de sus ‘Esenciales 2021’, una selección de cómics con la que esta organización pretende fijar la atención sobre algunas de las obras más destacadas de entre las editadas en nuestro mercado. Está formada por 35 obras publicadas entre enero y junio de 2021 elegidas en votación por 46 de los integrantes de la ACDCómic. 

Como novedad, a partir de esta selección el sistema de votación no distingue entre novedades o reediciones, siendo ambas opciones seleccionables y seleccionadas entre estos ‘Esenciales 2021’. En paralelo y en un futuro cercano, la ACDCómic planteará también una selección única y exclusivamente dedicada a ‘Clásicos Esenciales’, que pondrá el foco en trabajos y autores que son claves en la historia del cómic y que se reeditan o publican en España por primera vez. 

En lo que respecta a la presente selección, contiene una variada muestra de lo que ha ofrecido el mercado del cómic en nuestro país en lo que va de año. Así, hay propuestas como ‘Todo bajo el sol’, de Ana Penyas, ‘La isla’ de Mayte Alvarado o ‘El Pacto’, de Paco Sordo. En cómic internacional, el listado tiene muestras lo que nos ha llegado de Europa, Estados Unidos y Asia. Del viejo continente destacan títulos como ‘Los grandes espacios’, de Catherine Meurisse, ‘Anaïs Nin. En un mar de mentiras’, de Leonie Bischoff o propuestas del cómic británico como ‘Ethel y Ernest’, de Raymond Briggs. De entre los llegados el otro lado del Atlántico destacan obras como el final de ‘Invencible’, de Robert Kirkman y Ryan Ottley, clásicos como el ‘Tales from the Crypt’ de EC Comics y propuestas de cómic infantil/juvenil como ‘Snapdragon’ de Kat Leyh o ‘Superman contra el Klan’, de Gene Luen Yang y Gurihiru. En cuanto a cómic asiático,destacan clásicos como ‘Queen Emeraldas’ de ‘Leiji Matsumoto’ o ‘Kamen Rider de Shōtarō Ishinomori. 

Esta selección se presenta como una herramienta para animar a lectores, bibliotecas, libreros y otro tipo de colectivos culturales a descubrir obras destacadas.

La lista completa de "Esenciales" del primer semestre de 2021, por orden alfabético, es la siguiente:

Novedades 

  • ¡Vaya siglo nos espera! Instrucciones para salvar el mundo, de Pedro Cifuentes (Plan B) 

  • Anaïs Nin. En un mar de mentiras, de Léonie Bischoff (Garbuix Books) 

  • Bad Weekend, de Ed Brubaker y Sean Phillips (Panini) 

  • Bradley de él, de Connor Willumsen (Alpha Cómic) 

  • Carta blanca, de Jordi Lafebre y Clemence Sapin (Norma Editorial) 

  • Contrapaso: los hijos de los otros, de Teresa Valero (Norma Editorial) 

  • El futuro que no fue, de Daniel Torres (Norma Editorial) 

  • El pacto, de Paco Sordo (Nuevo Nueve) 

  • En camino, de José Ángel Ares y Paco Hernández (La Cúpula) 

  • Ethel y Ernest, de Raymond Briggs (Blackie Books) 

  • Giganta. Historia de aquella que recorrió el mundo en busca de libertad, de J. C. Deveney y Núria Tamarit (Norma Editorial) 

  • Gokushufudo: Yakuza amo de casa, de Kousuke Ono (Ivrea) 

  • Invencible, de Robert Kirkman y Ryan Ottley (ECC Ediciones) 

  • Justin, de Nadar y Julien Frey (Astiberri) 

  • Kamen Rider, de Shōtarō Ishinomori (Ooso Comics) 

  • La isla, de Mayte Alvarado (Reservoir Books) 

  • Los grandes espacios, de Catherine Meurisse (Impedimenta) 

  • Los locos del gekiga, de Masahiko Matsumoto (Satori Ediciones) 

  • Medea a la deriva, de Fermín Solís (Reservoir Books) 

  • Monstruos, de Barry Windsor-Smith (Dolmen Editorial) 

  • No siento nada, de Liv Strömquist (Reservoir Books) 

  • Oleg, de Frederik Peeters (Astiberri) 

  • Queen Emeraldas, de Leiji Matsumoto (Satori Ediciones)

  • Revolución, de Florent Grouazel y Younn Locard (Planeta Cómic) 

  • Romeo muerto, de Santiago Sequeiros (Reservoir Books) 

  • Sácamelo todo (las tiras completas de Mr. Prolapso), de Guillermo Lizarán (Fandogamia Editorial) 

  • Snapdragon, de Kat Leyh (Astronave) 

  • Superman contra el Klan, de Gene Luen Yang y Gurihiru (Editorial Hidra) 

  • Tales from the Crypt, de VV. AA. (Diábolo Ediciones) 

  • Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamandra Graphic) 

  • Tonta, de Jaime Hernández (La Cúpula) 

  • Under ninja, de Kengo Hanazawa (Norma Editorial) 

  • Universo Sandman: El sueño, de Simon Spurrier, Bilquis Evely y otros (ECC Ediciones) 

  • Us, de Sara Soler (Astiberri) 

  • Warburg & Beach, de Jorge Carrión y Javier Olivares (Salamandra Graphic) 

ACDCómic es una asociación sin ánimo de lucro que agrupa a personas que realizan trabajos de periodismo, crítica, estudio, comisariado y otras actividades teóricas y divulgativas relacionadas con el cómic. La asociación se constituyó en 2012 con la voluntad de colaborar en la difusión del trabajo que ya desarrollan sus miembros de forma individual, emprender iniciativas conjuntas que no se podrían afrontar de forma separada y servir de interlocutor ante otros colectivos o instituciones. 

En la selección de los Esenciales del primer semestre de 2021 han participado 46 miembros de ACDCómic: Anna Abella, Bamf, Manuel Barreiro, Pablo Begué, Luigi Benedicto Borges, Josep M. Berengueras, David Brieva, Jordi Canyissà, Marc Charles, Oriol Estrada, Ángel L. Fernández, David Fernández de Arriba, Nerea Fernández Rodríguez, Iván Galiano, Diego García Rouco, Jordi Giner, Manuel González, Julio Andrés Gracia Lana, Kike Infame, Jesús Jiménez, Joan S. Luna, Ander Luque, Jota Lynnot, Eduardo Maroño, Javier Marquina, Elena Masarah, Diego Matos, Pedro Monje, Francisco Naranjo, Jordi T. Pardo, Pepo Pérez, Quim Pérez, Carolina Plou, Mónica Rex, Iria Ros, Juan Royo, Kiko Sáez de Adana, Óscar Senar, Xavi Serra, Jose A. Serrano, Jon Spinaro, Raúl Tudela, Jaume Vilarrubi, Gerardo Vilches y Yexus.

martes, julio 27, 2021

Nuevo fondo de Pablo Ríos para nuestro bog

De haberlos, los más fieles y observadores seguidores de este blog habrán descubierto que, en los últimos días, se ha añadido a los fondos una nueva imagen con los icónicos personajes que dan nombre a nuestra bitácora. Se trata de un dibujito (commission) que le encargamos hace unos meses al bueno de Pablo Ríos. Por obligaciones familiares recientemente contraídas, hemos tardado un tiempecito en actualizar la plantilla html, pero, por fin, nuestros nuevos Little Nemo y Krazy lucen lustrosos junto a esas interpretaciones clásicas de Gaspar Naranjo, Pejac y López Cruces que llevan ya más de diez años con nosotros.


miércoles, julio 07, 2021

Cinco apuntes para desentrañar Romeo Muerto, de Santiago Sequeiros

Apunte 1: La reaparición de Sequeiros después de años de silencio es en sí misma un acontecimiento de los que merecen titulares. Una de las noticias comiqueras del año: el regreso del gran maldito del cómic español. Veinte años de espera que, al parecer, tendrán continuidad inmediata en otros tres volúmenes.

Apunte 2: Los cómics de Santiago Sequeiros son raros de cojones. Maravillosamente raros.

Apunte 3: Si Kelly y Herriman crearon, con Pogo y Krazy Kat, su particular Yoknapatawpha para el mundo de los cómics, y Beto Hernandez hizo de su Palomar un Macondo en viñetas, La Mala Pena de Sequeiros habría de ser el cruce de caminos maldito entre la Comala de Rulfo y el Purgatorio de Dante, una ciudad habitada por cadáveres andantes, almas en pena, hijos de puta sádicos y monstruos deformes. 


Apunte 4: Que nadie espere encontrar en Romeo muerto una narración (lineal) al uso, una narración siquiera. El cómic de Sequeiros es una galería de pesadillas escrita en versos emponzoñados; la inversión poética y perversa de un relato, cuya recitación interpuesta emana, como una letanía incesante, de la boca de sus personajes. Réprobo y provocador como Baudelaire, soez y obsceno como Panero, el malditismo de Sequeiros no es una etiqueta; sus odas biliosas a la embriaguez enfermiza y al sexo ulcerante beben de la experiencia y de la necesidad catártica. Hay un mucho del propio autor en cada uno de los seres que habitan La Mala Pena y casi toda su obra (en especial este último libro) puede leerse desde una dimensión simbólica basada en su autobiografía y su bajada a los infiernos. En Romeo muerto nos reencontramos con los personajes que ya protagonizaban sus cómics en aquellos años 90 en los que le y les descubrimos como un escalofrío: Nostromo Quebranto, Ambigú, Susi Patíbulo, la Mamá Grande...

Apunte 5: Horror vacui. Barroquismo. Claroscuro. Cubismo. Expresionismo. Surrealismo. Neoexpresionismo alemán. Art-brut. Los grabados xilográficos de Masereel y Lyn Ward. El underground de Crumb, pero también la suciedad agresiva de Clay Wilson. El postunderground de Clowes y Burns. El primitivismo de Panter... El dibujo de Sequeiros bebe de mil fuentes que confluyen en un estilo gráfico reconocible desde la primera mancha hasta la última sombra. Una penumbra frondosa se extiende por sus páginas como una plaga vírica que infecta hasta el último rincón de la última viñeta. Y, sorprendentemente, de este caos de negrura profusa y angulosa, de espacios y personajes que se superponen y estrangulan unos a otros, surge la belleza luminosa (tenebrosa) de unas páginas que resumen la búsqueda virtuosa del estilo: es imposible no reaccionar con asombro y fascinación ante el dibujo de Romeo muerto, ante el impacto visual de su trascendencia artística. 

Coda: Nadie dijo que la empresa fuera fácil o que la belleza tuviera que estar al alcance de la mano. En ocasiones, hay que bajar a los infiernos para probar el fruto prohibido.

 

lunes, junio 21, 2021

Philippe Ramette, por Jorge Bustos

Nantes es también una ciudad modernista arquetípica. Una ciudad que trata de sacudirse un viejo complejo de culpa —el propio de toda ciudad industrial, es decir, explotadora del proletariado— mediante la promoción algo febril y anárquica de toda expresión de arte callejero, valga el oxímoron. La excepción a la cruda sucesión de grafitis —o de unicornios con un cucurucho de helado en la cabeza— que impone la penitencia posmoderna es un señor que se llama Philippe Ramette, un artista plástico provisto del humor y la ternura suficientes como para que le perdonemos la rápida conversión de sus obras en iconos pop. Teclead su nombre en Google y sonreíd ante la escultura del tipo trajeado con su aspecto de viajante cuya pierna se apoya en el vacío; o ante su entrañable Elogio de la transgresión, que inmortaliza a una lolita bajándose —¿o subiéndose?— de su propio pedestal.

                                               Jorge Bustos, Asombro y desencanto, p. 98



                                                                                    Vía Nao Casanova