sábado, enero 08, 2011

2010: los mejores (y IV)

A nosotros los Reyes Magos nos han traído a nuestro visitante 250.000. Sabemos que, después de tanto tiempo, tampoco es demasiado, pero, qué quieren, cada una de sus visitas nos parece un regalo y se lo decimos con toda la sinceridad del mundo. Gracias por estar ahí.
Como contrapartida, les ofrecemos nuestra lista de lo mejor del año. A falta de leer El invierno del dibujante, Blacksad 4, el último de Valenzuela y bastantes otros, este curso 2010 nuestros favoritos (10+1), sin orden de preferencia, han sido:
Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco (Random House Mondadori): el nuevo reportaje bélico de Sacco es toda una epopeya gráfica, su mejor obra hasta el momento y uno de los mejores cómics de los últimos años. El norteamericano se embarcó en una tarea de investigación ciclópea sobre el terreno, la franja de Gaza, para intentar desentrañar los secretos del atentado contra los derechos humanos que allí tuvo lugar durante el mes de noviembre de 1956. El estilo gráfico de Joe Sacco alcanza unos asombrosos niveles de virtuosismo y su capacidad como narrador-cronista nos ofrece una novela gráfica llena de lecturas, capas de significado y metarrelatos que descubren la imperfecta naturaleza humana, las mentiras de la Historia y el buen hacer periodístico.
Amistad estrecha, de Bastien Vives (Diábolo Ediciones): El gusto del cloro fue uno de los mejores tebeos de un año de obras maestras, el 2009. Ahora, con Amistad estrecha, el jovencísimo Vives se reafirma como un maestro en el relato de la sensibilidad y las emociones huidizas. La historia de amistad entre la bella Francesca y el enigmático Bruno toca fibras que se sienten tan reales como las de nuestros propios fracasos de juventud. Amistad estrecha no esquiva riesgos, apuesta por la experimentación a partir de un relato lleno de anisocronías y rupturas temporales, dibujado de una forma delicada y muy fluida. Una historia de celos, desengaños, envidias y frustraciones, con las emociones a flor de piel.
Los niños Kin-der, de Lyonel Feininger (Libros de Papel): si el término novedad responde a esas obras que nunca antes se habían publicado, la edición de Manuel Caldas de Los niños Kin-der es sin duda una de las novedades editoriales de este año en nuestro país; tanto más por el formato gigante utilizado y por la excelsa restauración que se ha hecho de los colores originales. Las grandes planchas de Feininger son un pequeño trozo de la historia del cómic: nos sitúan de hecho, en un momento seminal (1906) en el que el cómic intentó seguir el ritmo de la Vanguardia y posicionarse en la carrera del arte con mayúsculas. Fue una lucha infructuosa, pero en ella aparecieron los trabajos de maestros como McCay o el propio Feininger. Ahora, hemos tenido la ocasión de disfrutar de la excelencia gráfica de este antiguo artista de vanguardia y profesor de la Bauhaus, cuyo trabajo en Los Niños Kin-der bebe del Expresionismo alemán, del Cubismo y hasta del Futurismo. Vanguardia serializada, y ahora en español, nada menos.
Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita): si el humor funciona como el reverso mordaz de la realidad, hay que reconocer que Hervir un oso es un tebeo profundamente contemporáneo. Es un cómic lleno de humor, pero que no cuenta un sólo chiste. La obra de Millán y Noguera habita, de hecho, una realidad alejada del humor tradicional, que es la de Faemino y Cansado o Muchachada Nui, es un tebeo que entenderán bien los espectadores de Perdidos o Héroes y la generación del Facebook. ¿Por qué? Porque su modernidad reside en ofrecer una mirada inteligente al mundo que vivimos aquí y ahora, porque su evidente surrealismo descansa en los recovecos que encierra nuestra realidad más inmediata: las cosas son de una manera, pero podrían serlo de otra totalmente diferente sólo con que alguna cosa cambiara. Hervir un oso lleva esta hipótesis a su extremo más hilarante y nos obliga a cambiar la forma de ver el mundo. Quizás esa señora mayor que está sentada en el pasillo del metro no sea la indigente que piensan ustedes, a lo mejor tan sólo estaba cansada y decidió sentarse, ¿por qué no?
Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido): pues a nosotros el Asterios Polyp de don David sí que nos ha gustado. Es cierto que no es un cómic redondo y que, en ciertos momentos, nada en cierta retórica hueca; también admitimos que en él, Mazzucchelli da la impresión de haber querido demostrar que es el más listo de la clase. Seguro, pero es de justicia reconocer que en Asterios Polyp hay más ideas y talento gráfico que en el noventa y nueve por ciento de los cómics actuales. Sus páginas son, de hecho, todo un catálogo de soluciones narrativas puramente comicográficas y el espíritu de experimentación que las inspira abre nuevas puertas artísticas en el medio (aunque no estamos seguros de que todas conduzcan a algún lado). Las aventuras del fracasado que da título a la obra son simplemente la excusa que ha necesitado David Mazzucchelli para construir su juguete estilístico y demostrar que anda sobrado de talento.
Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido): otro cómic inteligente el de Mathieu y, como tal, exigente. El francés juega en el territorio de las hipótesis y desarrolla la suya bajo la forma de un ensayo comicográfico, lleno de referencias intelectuales y asunciones de orden filosófico. Dios ha bajado a la Tierra, de nuevo, hecho persona, Mathieu analiza las consecuencias del sacrosanto acontecimiento desde el pragmatismo más absoluto, con una buena dosis de cinismo crítico y no poca objetividad. Para ello, plantea su trabajo como un ensayo argumentativo organizado alrededor de un juicio: en él, se juzga al juez divino, se juzga a Dios. Por el escenario discurren testigos, intelectuales, personas de a pie, demandantes y defensores. Una gran broma que Dios en persona se toma muy en serio. Audaz, mordaz y, por momentos, brillante la novela gráfica de Mathieu.
Pluto, de Naoki Urasawa (Planeta DeAgostini): Urasawa, como Hitchcock o Conan Doyle en su día, tiene la llave del suspense. Lo demuestra en cada una de sus series, lo hizo en 21st Century Boys y en Monster, y lo hace ahora con Pluto. Pero frente a aquellas series, quizás demasiada largas, demasiado retorcidas y siempre a remolque de una resolución que terminaba decepcionando al lector, Pluto resulta una obra mucho más cerrada y, lógicamente, mucho más redonda. No faltan las vueltas de tuerca y las sorpresas en sus páginas, pero en la nueva serie de Urasawa encontramos más emoción sincera en la descripción de personajes y un camino narrativo más firme. Esta historia de robots con corazón, basada en un episodio del Astro Boy del maestro Tezuka, es todo un tour de force del suspense narrativo y la emoción pura. Espectáculo manga. El viejo gusto hollywoodense por la calidad ahora habita en Japón.
Wilson, de Daniel Clowes (Random House Mondadori): no es el mejor Clowes, pero sigue siendo Clowes. Wilson nos trae al personaje más odioso, cínico y mezquino del 2010, un sociópata con carnet. Como ya había hecho en Ice Haven, Clowes vuelve a tirar de talento gráfico para recrear los diferentes episodios en la vida del señor Wison cambiando constantemente el estilo de su dibujo. Cada página, un capítulo de mezquindad, cada plancha una colección de razones para que deploremos los muchos defectos de este nuevo desheredado que Clowes ha sumado a su ya amplio catálogo de perdedores. No nos sorprende, ya sabemos que pocos dibujantes de cómics son tan capaces de dotar de vida a sus criaturas como Daniel Clowes. Wilson es su último hijo y le ha salido un verdadero cabronazo.
NonNonBa y Operación muerte, de Shigeru Mizuki (Astiberri): dos en uno para Mizuki. El descubrimiento de este clásico del manga ha resultado toda una epifanía. Después de ver a sus niños cabezones con flequillo convertidos en todo un clásico iconográfico del manga japonés, nos hemos relamido con el talento gráfico y narrativo de Mizuki. Su uso magistral del "enmascaramiento" (fondos realistas - personajes fuertemente caricaturescos), su recreación de pasajes autobiográficos filtrados por una suerte de realismo mágico-nipón y su recurrencia constante a la tradición japonesa como fuente de inspiración son la base de NonNonBa (como lo son de su otra obra publicada este año en nuestro país, Kitaro). La historia de la vieja NonNonBa, con sus historias de fantasmas y espíritus tradicionales, y la de su influencia sobre el niño Mizuki, que descubrirá junto a ella las pequeñas tragedias de la vida, como la muerte o el amor perdido. En Operación muerte, por su lado, Mizuki se sumerge en un episodio de los sucesos históricos que condujeron a Japón a la derrota en la Segunda Guerra Mundial; lo hace sin tapujos, ni las vendas del agravio, con la crudeza del excombatiente decepcionado y horrorizado por la deshumanización reinante en su propio bando, pero lo hace también con el humor inteligente y sutil que caracteriza su producción. NonNonBa y Operación muerte, dos debes.
Lint (Acme Novelty Library 20), de Chris Ware (Drawn & Quarterly): hacemos trampa, lo sabemos, pero lo hacemos a propósito. Este tebeo no se ha publicado en español ni en nuestro país, también lo sabemos, pero es lo mejor que hemos leído en años y queremos contagiárselo a ustedes. Ware va camino de crear época. Su trabajo en Lint es un ejercicio que pone en cuestión muchas de las convenciones del medio y que explota hasta el límite las posibilidades combinativas entre la imagen y la palabra, sin que ninguno de los dos lenguajes tenga sentido alguno sin su interrelación con el otro: ¿no se trataba de eso, en realidad? ¿de la doble articulación? Ware dedica su talento a construir una vida completa, la de Jordan Wellington Lint, desde su nacimiento hasta su muerte. La experiencia del lector es la de estar asistiendo a un proceso de creación biológica y neuronal al mismo tiempo que artística, Ware se implica en el proceso de traslación de emociones y percepciones sobre el papel, con la dificultad que ello conlleva. Asistimos a la complejidad de la existencia, con mayúsculas, con su carga de decepciones y sus momentos efímeros de triunfo. Ware es un maestro y Lint es su última obra maestra, sin duda.
Eso es todo, aunque podría haber alguno más en la lista, como los zombies de Kirkman, el Rebétiko de Prudhomme o los juegos autoconfesionales de Sáez; les dejamos que la completen ustedes. Ah, y no, no incluimos a Sim y su Cerebus, porque lo tenemos a medias y, se lo confesamos, se nos está haciendo un poco bola.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)

sábado, enero 01, 2011

2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III).

Nombres y más nombres. Éste, otro año más, ha resultado ser un periodo editorial prolífico, con grandes obras y numerosos eventos lectores. Repasémoslos por encima.
El cómic europeo sigue en estado de agitación bajo la influencia del nuevo cómic franco-belga, basado en una línea clara suelta y espontánea (¿podríamos llamarla la "nueva línea clara"), cercana a un falso esbozo, que esconde a artistas gráficamente superlativos. Edmund Baudoin fue el pionero, Sfar o Gipi sus mejores discípulos. Del primero, este año se ha publicado Ensalada de Niza (Astiberri). Joann Sfar, por su parte, es uno de los tipos más prolíficos del cómic actual, este año hemos visto por aquí sus Los viejos tiempos. El rey no besa y El señor Cocodrilo está muerto de hambre (ambos en Ponent Mon). Adscribimos a esa tendencia a algunos de los mejores cómics del curso, como En mis ojos o el fantástico Amistad estrecha, de ese nuevo gran talento que es Bastien Vives (Diábolo Ediciones). No nos olvidamos de Rabaté y su emocionante e inteligente La tienda de las ilusiones (Norma). El otro día, por diferentes razones, también hablábamos de otro gran tebeo, el Rebétiko de David Prudhomme (Sins Entido). Entraría aquí, desde luego, Blutch, del que se ha editado Velocidad moderna (La Cúpula). Y no hay que olvidar a Étienne Davodeau con su Lulú, mujer desnuda 2 (La Cúpula).
De EEUU, junto a "rompepistas" como el Planetary 2, de Warren Ellis y John Cassaday (Norma), el Kick-Ass, de Mark Millar y John Romita Jr (Panini) o Los muertos vivientes de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar, nos llega mucha "independencia" harto conocida, con el rey Clowes (Wilson -La Cúpula) a la cabeza: Escenas Imborrables y Los gatos son raros, de Jeffrey Brown (La Cúpula); Johnny Ryan para niños, de Johnny Ryan (BLUR); Inadaptadas, de Cecil Castelluci y Jim Rugg (SM); Dungeons Quest, de Joe Daly (La Cúpula); Skibber Bee-Bye, del inédito en nuestro país Ron Regé Jr. (Apa Apa); Other lives, de Peter Bagge (La Cúpula); ese precioso Los cuentos de Pete el leñador, de Lilli Carré (Apa Apa) o la vuelta de Beto con Nuevas historias del viejo Palomar (La Cúpula).
Norteamericanos, pero no tan alternativos ya, son el cada vez más grande Joe Sacco, con su mayúsculo (en todos los sentidos) Notas al pie de Gaza (Random House Mondadori); la vuelta de Cathy Malkasian con Templanza. El poder del miedo (La Cúpula); el Alicia en Sunderland, de Bryan Talbot (Random House Mondadori); una obra de la que ya hemos hablado aquí, Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon); Día de mercado, de James Sturm (Astiberri); el postmoderno Heavy Liquid, de Paul Pope (Planeta DeAgostini) o El destino del artista, de Eddie Campbell (Astiberri).
Japón, siempre, nos depara la retahíla de clásicos mangakas que no fallan en nuestras carteleras, junto a autores que van camino de serlo. Entre éstos, destaca Yuichi Yokoyama, Viaje (Apa Apa). Entre aquellos, por supuesto, Jiro Taniguchi, solo (Un zoo en invierno y Sky Hawk -Ponent Mon), y acompañado (Mi año, con Jean-David Morvan -Ponent Mon- y El gourmet solitario, junto a Masayuki Kusumi -Astiberri). Pero también Historias de la máscara, de Hideshi Hino (La Cúpula) y Pluto, de Naoki Urasawa. Orientales, que no japoneses, son los volúmenes de Una vida en China, de Li Kunwu y P Ôtié (Astiberri).
En nuestro país, detrás de la polvareda Roca (El invierno del dibujante -Astiberri) y el Blacksad vol. 4 (Norma), encontramos mucha cosa interesante. Como la esperadísima vuelta del Capitán Torrezno de Valenzuela en Plaza elíptica (Edicions de Ponent), por ejemplo; o el brillante ejercicio autorreflexivo de Juanjo Sáez en su Yo, otro libro egocéntrico de Juanjo Sáez (Random House Mondadori); esa rareza biográfica que fue Miguel, 15 años en la calle, de Miguel Fuster (Glénat); el extraño cruce animal de Duelo de caracoles, de Sonia Pulido y Pere Joan (Sins Entido); la vuelta de Calatayud, con Los 12 trabajos de Hércules (Edicions de Ponent); La herencia del Coronel, de Carlos Trillo y Lucas Varela (Dibbuks); Dentro de nada, de Juan Berrio (Astiberri); otro Roca, internacionalizado junto a Sergeï Dounovetz, en El ángel de la retirada (Bang!); Sará Servito, de Felipe Hernandez Cava y Laura (Edicions de Ponent); el cinematográfico Chico y Rita, de Javier Mariscal y Fernando Trueba (Sins Entido); Sexo, amor y pistachos, de un clásico, Ramón Boldú (Astiberri); Los Patricios, de Juan Díaz Canales y Gabo (Dibbuks); la vuelta del premiado Esteban Hernández con Pintor (Sins Entido); Todo el polvo del camino, de Wander Antunes y Jaime Martín (Norma Editorial) o el muy censurado Total OverFuck, de Miguel Ángel Martín (Reino de Cordelia).
También muchos cómics de autores prometedores por estos lares, como La marea de San Pedro, de Tomeu Pinya (Astiberri); Tú me has matado, de David Sánchez (Astiberri); el trabajo virtuoso de Cristina Vela en Medusas y Ballenas (Viaje a Bizancio Ediciones); La canción de los gusanos, de Álex Romero y López Rubiño (Norma Editorial); el sexual y, promete, polémico Justine y Juliette, de Raúlo Cáceres (Viaje a Bizancio Ediciones); o esa vuelta de tuerca al humor contemporáneo que implica el radical Hervir un oso, de Jonathan Millán y Miguel Noguera (Belleza Infinita).
Nos dejamos a muchos en el tintero: El sueñero, de Enrique Breccia (001 Ediciones); Los desesperados, de Mezzo y Pirus (Glénat); Castillo de arena, de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters (Astiberri); Smart Monkey, de Winshluss (La Cúpula); El carro de hierro, de Jason (Astiberri); Cuatro ojos, de Sascha Hommer (Sins Entido); El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, de Gianluca Maconi (Gallo Nero); Paul se muda, de Michel Rabagliati (Astiberri); el Asterios Polyp, de David Mazzucchelli (Sins Entido) o el inmenso Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu (Sins Entido).
Ediciones de clásicos, todas las que quieran y más, pero ninguna tan sonada y esperada como la que el enorme Manuel Caldas se sacó de la chistera con Los Niños Kin-der, Lyonel Feininger (Libros de Papel); nuestro editor portugués favorito luego volvería a la carga con Dot & Dash, de Cliff Sterrett. Eso sí, también revivimos las aventuras de Julieta Jones, de Stan Drake (Panini) o de nuestra Zarpa de acero, de Ken Bulmer y Jesús Blasco (Planeta DeAgostini); o los clásicos de terror de la DC con House of Mystery, de Alex Toth (Planeta DeAgostini).
Para nuestra sorpresa (no crean que tanta, en realidad) y para refrendar la buena salud del medio, sigue proliferando con éxito la obra teórica alrededor del cómic: Tebeos Mutilados, de Vicent Sanchis (Ediciones B); Tragados por el abismo. La historieta de aventuras en España, de Pedro Porcel (Edicions de Ponent); La novela gráfica, de Santiago García (Astiberri); editado allende nuestras fronteras, el Diálogos intertextuales 4: discursos (audio)visuales para un receptor infantil y juvenil, varios autores (Peter Lang); 100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B, de Antoni Guiral (Ediciones B) o Colección Viñetas #5: Steranko Superstar, de Ángel de la Calle (Dolmen).
Más sorprendente es aún que la crisis de la revista se despache con la continuidad saludable de publicaciones clásicas (Rantifuso, 2VB, Adobo, Cretino) y la aparición de nuevas revistas de análisis (CHT, LaRAÑA), divulgación (Revista FanDigital) y con propuestas fanzineras heterogéneas, como Fanzine Colibrí, Fanzine Condón o Fanzine Licor del Mono. Nosotros, este curso, hemos metido ahí nuestro humilde y artesano Fanzine REVÉS.
Ahora, si hay que destacar dos nombres, sólo dos, en este 2010, nos van a dejar hacer nuestra apuesta por un autor patrio y un nipón igual de clasico que aquel. El autor que nos ha llegado desde el Lejano Oriente para robarnos la atención y el corazón no es otro que Shigeru Mizuki. Si lo de tres en uno sigue vigente, la terna que forman Kitaro, NonNonBa, Operación muerte (Astiberri), es de las que limpian y dan esplendor a un año comiquero. Por lo que respecta a nuestra casa, el personaje comiquero español del año es, no podía ser otro, el gran Manuel Vázquez; cuyo aniversario ha dado hasta para una película, amén de estudios varios (By Vázquez. 80 años del nacimiento de un mito, de Antoni Guiral -Ediciones B) y todas las reediciones del mundo: Lo peor de Vázquez (Glénat) o Los cuentos de Tío Vázquez (Ediciones B).
En la última entrega, les soltamos el listón.
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: los mejores (y IV)

miércoles, diciembre 29, 2010

2010: tendencias y recorridos (II)

Hace no mucho comentábamos como en nuestro país cada vez sorprenden menos esos grados de especialización comicográfica que antes sólo eran propios de latitudes lejanas y orientales. Puede tener que ver con la oferta editorial creciente que señalábamos en nuestro último post y puede tener relación también con la existencia de un lector maduro y exigente, demandante de bocados fuera de lo ordinario.
Sea como fuere, el hecho es que este último curso hemos creído detectar una serie de tendencias editoriales, que bien podrían servirnos para esbozar un cuadro rápido de algunos de los movimientos comicográficos del 2010. No se trata únicamente de la aparición de nuevos géneros o formatos, sino, nos parece, de movimientos de amplio recorrido.
En varios blogs leíamos, hace bien poco, lamentos acerca de la falta de oferta viñetera para los más pequeños: era como si hubieramos pasado de una época de cómics infantiles a un periodo el que se ha olvidado que los niños también son clientes potenciales. En el 2009, editoriales como Bang! descubrieron el nicho y se pusieron manos a la obra con buenos dividendos. En este 2010 su producción no ha dejado de crecer (señal de que el Mamut de Ed y Luchini está bien alimentado); las pruebas: Ratoon, de Jano; Miga, de Alex Fuentes y Santi Navarro; Rafa y Zoe en el parque, de Cristian Turdera y Sergio Kern; Batu, de Tute; Dino y Pablo. Juegos prehistóricos, de Loïc Dauvillier y Baptiste Amsallem, etc. Pero es que, además, otras editoriales, como La Galera, han recogido el testigo y se han sumado a la fiesta de los niños con el Penny: de mentira, de Geoffrey Hayes y Teresa de Frambuesa y las cuatro estaciones, de Agnès Rosenstiehl.
Si cualquier tema es susceptible de "reescribirse" en clave de cómic o, lo que es lo mismo, si el cómic ha llegado a un grado de madurez tal que es susceptible de explorar cualquier línea temática, no debe sorprendernos que el género biográfico haya encontrado su hueco dentro de las estanterías comiqueras. Ahora sí, hablando de especializaciones, este año ha sorprendido por la enorme cantidad de cómics que se han basado en biopics musicales; ni poniéndose de acuerdo, oigan: The Beatles. Su historia, de varios autores (Rossell); Bob Dylan, de varios autores (Norma Editorial); Carlos Gardel, de Muñoz y Sampayo (Libros del Zorro Rojo); Jirafas en mi pelo: Una vida de Rock’n Roll, de Carol Swain y Bruce Paley (La Cúpula); que hasta el fantástico Rebétiko (La mala hierba), de David Prudhomme (Sins Entido), podríamos meter aquí, con su lírica y preciosista recreación historicista de los músicos griegos de arrabal.
Se nota que el público pide más, que la demanda (si no en cantidad, si en variedad) desborda incluso la oferta. Algunas editoriales lo han visto claro y se han lanzado sin medias tintas al fantástico negocio de la amortización de derechos, dos han sido las vías: los integrales y las reediciones. Entre los primeros, destaca ese bonito cofre con dos volúmenes del Adolf, de Tezuka (Planeta DeAgostini); el descatalogado Raspa kids, de Álex Fito (Glénat); el Frank Cappa Integral, de Manfred Sommer (Glénat); el Jazz Maynard, de Raule y Roger Ibáñez (Diábolo); el Fin de siglo, de Pierre Christin y Enki Bilal (Norma) o el Gustavo Integral, de Max (LaCúpula). Este último ilustra además un fenómeno curioso, hermanado con la mencionada reedición: la recuperación de series, personajes e historias cortas publicadas en las revistas de los años 80 (Cairo, Zona, Totem, El Víbora...) y su solemne republicación como clásicos del cómic; así, hemos visto de vuelta los trabajos de algunos genios del underground, como Shelton y su Wonder Wart-hog, Las mejores historias de Wonder Wart-hog (1978-1999) (La Cúpula); Spain Rodríguez, Nightmare Alle (Drakul) o la labor de La Cúpula con las obras completas de Crumb, claro. En este mismo sentido se puede interpretar la reaparición de autores como Beroy, Onírica (Glénat), o Rubén del Rincón, Para el rastro (Dibbuks). Nos gusta la excelente salud comercial de Jeff Smith y su Bone, reeditado en formato de bolsillo por Astiberri; así como la reaparición dignísima de obras que en su día pasaron desapercibidas, como el fantástico Hicksville, de Dylan Horrocks (Astiberri) o los verdaderamente superheroicos Marvel Gold. Estela Plateada, de Stan Lee, John Buscema y Jack Kirby (Panini) y Daredevil: Born Again, de Frank Miller y David Mazzucchelli (Panini).
Ahora, la realidad de que el cómic ha entrado en las tierras del prestigio, se constata gracias a un "palabro" sagrado: expectación. Tenemos la sensación de que nunca antes se había hablado tanto de tantos tebeos con fecha de edición en horizontes lejanos. Me darán la razón si les digo que, este año, se han publicado cómics de los que ya se había dicho casi todo antes de la mismísima edición: tebeos malditos, clásicos esperados envueltos en misterios editoriales; tebeos que el lector ha esperado como agua de mayo, mientras se alimentaba de anuncios, adelantos editoriales y páginas premier "liberadas" por la editorial. Veamos algunos de esos tebeos que han suscitado expectaciones enconadas.
Uno de ellos fue, sin duda, el Cerebus. Alta sociedad, de Dave Sim (Ponent Mon), una de las joyas escondidas del cómic indy, decían; un tebeo con cierto halo de malditismo que sirvió como guía y modelo a los jóvenes autores estadounidenses en el arduo camino de la autopublicación. Un tebeo que nunca se había publicado en España y que resultaba económicamente poco accesible en sus carísimas ediciones de importación.
Con anhelos indisimulados se espera cada edición traducida de los grandes genios norteamericanos contemporáneos, Crumb, Ware, Burns... y Daniel Clowes. Su Wilson (La Cúpula) ha aparecido casi a finales de año, pero no ha habido blog de postín que no le haya dedicado letras variadas y loas generosas.
Entre los nuestros, había muchas ganas, se notaba, de enganchar un nuevo Blacksad. La serie de Diáz Canales y Guarnido es una de las referencias comiqueras españolas más reconocida fuera de nuestras fronteras y una de las más admiradas dentro de ellas. Este año, por fin, vimos surgir a Blacksad en El infierno, el silencio (Norma).
No es menor la estela de triunfos y ventas que arrastra desde hace unos años el señor Paco Roca. En invierno se ha publicado su El invierno del dibujante (Astiberri) y la recepción entre la crítica ha sido unánimemente fervorosa: un metacómic histórico alrededor de la Escuela Bruguera y algunos de los grandes nombres del tebeo español, los mimbres de un éxito cantado, verán.
Y, como la expectación se suele alimentar de ese plato frío que es la polémica, no podemos cerrar este adelanto de obras muy esperadas sino con el Asterios Polyp de David Mazzucchelli (Sins Entido): odiado y admirado por igual, encumbrado a la gloria de los premios y desterrado al purgatorio de las obras fallidas por unos y otros, la aparición de Asterios ha sido un acontecimiento; y no sólo aquí.
En las siguientes entrega seguimos enumerando tebeos y les soltamos nuestra lista de "the very best".
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)

lunes, diciembre 27, 2010

2010: Crisis, what crisis? (I)

Se lo preguntaban estos señores. Pese a los chaparrones de insensatez, el vértigo ante la pérdida de la abundancia y la codicia financiera que nos circundan, parece que al cómic no le va tan mal. Y no lo decimos nosotros, que se lo hemos oído recientemente a varios de los implicados. En concreto, a algunos de los artífices del cotarro, es decir a los artistas, en el nuevo número de Tebeosfera, dedicado a los jovenes creadores.
Cristina Vela, por ejemplo, comentaba: "Pese a todos los problemas que hay ahora, considero que el cómic en España no está tan mal como hace veinte años, si bien económicamente la situación no es buena, pero sí hay mas editoriales que antes y se edita más material, al igual que ha aumentado el número de lectores de cómics." En ese mismo foro, David Rubín añadía leña al debate del optimismo:
Creo que [la situación industrial del cómic español y en España] es la mejor de los últimos diez o quince años, sin duda. No es todavía la panacea soñada, pero por algo hay que empezar, y la verdad es que ya estoy un poco harto de tanto llorar y tanto quejarse de que la situación está muy malita en el cómic español, hacía años que no se veía tanto autor español, y tan diferente, en la oferta que puedes encontrar en cualquier librería, y creo que muchos de los cómics españoles más interesantes se están produciendo justo ahora.
Pero es que sólo unos días después, desde Expocómic se nos descolgaban con una de las cartas más efusivas y lanzacampanasalaire que hemos leído en los últimos tiempos: que si un éxito de público, que menudo aluvión de visitantes, que viva el comercio exitoso... Luego, por si les parece poco, leemos la prensa generalista, y constatamos dos cosas: nunca el cómic se mostró tan omnipresente en sus páginas y nunca se le trató de forma tan respetuosa y admirativa en las mismas. En El País, por ejemplo, nos cruzábamos hace unos días con un artículo recomendatorio-navideño que abría así, nada menos:
Excelente año para los aficionados a los cómics y novelas gráficas. Se confirma el incremento del lectorado que busca y consume esa forma ineludible de literatura/arte tan de nuestro tiempo. Aumenta la calidad de los álbumes y, al mismo tiempo, la edad media de sus lectores: conozco a bastantes que, como yo, han regresado al cómic en edad valetudinaria, quizás porque en ellos encuentran cosas que antes sólo hallaban en las novelas. La lista de los publicados durante el año se haría interminable, de manera que opto por mencionar sólo los que más me han interesado.
Vamos, que dan ganas de salir a la ventana y gritar aquello de que se quejen otros que a mí me da la risa. Todo parece cierto: se siguen sacando novedades a un buen ritmo (sin llegar a los extremos de los felices primeros años del siglo), el lector observa feliz como se editan en español tebeos que parecían perdidos en el limbo de los clásicos inencontrables, cada año descubrimos nuevos talentos y redescubrimos a los viejos gracias a reediciones, integrales, nuevos formatos, los salones y exposiciones concluyen con cifras de asistencia apabullantes, las instituciones siguen volcadas en lo que parece una tendencia contemporánea, el cómic es cool, los premios se consolidan, la información se multiplica, etc.
Después, sin embargo, hablamos con los pequeños editores y algunos nos reconocen que este curso las han pasado tan canutas como el común de los ciudadanos. Que los bancos no prestan, que las ventas no aumentan y que cada edición es un riesgo. Nos suena a todos. La resignación como actitud editorial es una constante, la imaginación abre otra puerta: imaginativa es, por ejemplo, la política de edición a demanda que han planteado algunas pequeñas casas, como Viaje a Bizancio Ediciones (sólo se imprimen los volúmenes que se venden). Esperanzador resulta también observar como la idea tradicional de cómic sigue evolucionando hacia nuevos formatos, temas y posibilidades adaptativas (un cómic es un producto, pero el cómic es también un lenguaje, no lo olvidamos). Y a pesar de los pesares, nacen nuevas editoriales, aparecen nuevas publicaciones periódicas y fanzines y se abren las puertas de nuevos eventos comiqueros. Lo dicho, tan mal no parece ir la cosa. Fíjense que algunos, por primera y sorpresiva vez, se han atrevido hasta a revelar el mejor guardado de los secretos editoriales: las cifras de ventas. Unos números que revelan la verdad inefable, efectivamente, la crisis está ahí (al menos lo estaba en 2009, que a dicho periodo corresponden los datos que analizaba el carcelero), pero que dejan también ver un cambio de actitud en el sector (debe de ser cosa del efecto wikileaks).
En el 2010 se han resuelto, igualmente, algunos otros misterios: los cómic digitales o, mejor dicho, la lectura digital de cómics ha venido para quedarse. Al iPad le sientan las viñetas estupendamente: no sólo no se pierde calidad de lectura (aunque el asunto depende de los formatos elegidos sustancialmente), sino que en algunos casos como el manga y los comic-books, con el iPad hasta parecemos salir ganando. Si alguna editorial no se lo ha planteado seriamente está perdiendo el tiempo, el futuro ya es presente.Lo dicho, cómics y más cómics, crisis y renovación, triunfos y fracasos. El que se aburre es porque quiere. En la siguiente entrega metemos las manos en la masa.
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2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)

lunes, diciembre 20, 2010

Brevesféricos.

Mientras le damos forma a nuestro repaso anual, dos breves pero intensas.
No queremos dejar de comentar la aparición de un nuevo número de Dos Veces Breve (nº 23), la última flamante ganadora del Saló en la categoría de mejor revista. En este caso la cosa va de humor: que nunca viene mal cuando las cosas van mal dadas. "Por amor al humor" incluye colaboraciones de algunos de los jóvenes talentos recientes del cómic español (aunque también participan otros no tan jóvenes, que eso de discriminar por razón de edad no tiene ninguna gracia). Encontramos páginas de Ken Niimura, de Gaspar Naranjo, de Fritz, de José Luis Munuera, de Gerardo Sanz..., algún descubrimiento como Raúl Ariño y un suplemento provocador e irreverente, incrustado en la espina dorsal de la revista, al grito de "El cómic no es arte" (que lo que menos busca es ponernos de mal humor). Nuestra mini-colaboración a esta fiesta de la sonrisa se centra en una micro-reseñita de las que completan habitualmente la última página de los 2VB; el protagonista, un viejo conocido.
Hablando de talentos jóvenes, no queríamos dejar pasar tampoco una mención al nuevo número de otra revista, online en este caso. Lo adivinaron, de Tebeosfera hablamos: en su nuevo número, don Manuel Barrero y su eficiente troupé de animadores culturales se han embarcado en un repaso al panorama más reciente del cómic español; es decir, a entrevistar, reseñar y catalogar a sus más jóvenes artífices: esos autores de cómic que han publicado recientemente y que nacieron después de la muerte de "el mismísimo". No me diran que la cosa no pinta bien. Más aún si, como sucede, los primeros avances del monográfico incluyen letras e intercambios tan jugosos como las entrevistas a David Rubín, Cristina Vela, perfiles como el del mismo Rubín o el de Carla Berrocal, y artículos tan interesantes como el que firma Manuel Barrero, titulado "El secreto del porvenir de la historieta", sobre la reciente publicación El secreto de Alhóndiga Bilbao, "un estupendo álbum de historietas bien editado por Astiberri y coordinado por Antonio Altarriba, persona que cuando no está ganando premios se dedica a escribir literatura o a hacer tebeos".
Ya saben, aproxímense al final del año con humor y con espíritu joven, que falta nos hace después de este larguísimo 2010.

lunes, diciembre 13, 2010

Fellini, disegnatore.

Cuando pensamos en las conexiones entre Federico Fellini y el cómic, se nos viene a la cabeza aquel extraño, surrealista y erótico Viaje a Tulum que el director guionizó para su amigo Milo Manara, y que pudimos leer extractado hace ya muchos años (1989) en las páginas de El País Semanal. Era una historieta llena de viajes oníricos, bellas mujeres (claro) y dibujos exuberantes y nocturnos.
Lo que no sabíamos es que las conexiones del regista italiano con el cómic eran, en realidad, mucho más estrechas que lo que denota esa escapada artística puntual. No hace falta ir muy lejos: nos dirigimos a la entrada de Fellini en la Wikipedia y leemos en las primeras líneas:
En su infancia, el joven Federico muestra un vivo interés por las películas de Chaplin y los cómics humorísticos estadounidenses, llegando a afirmar en 1966
Es evidente que la lectura intensa de esas historias, en una edad en que las reacciones emotivas son tan inmediatas y frecuentes, condicionó mi gusto por la aventura, lo fantástico, lo grotesco y lo cómico. En este sentido es posible encontrar una relación profunda entre mis obras y los comics norteamericanos. De sus estilizaciones caricaturescas, de sus paisajes, de los personajes siluetados contra el horizonte, me han quedado imágenes felizmente "chocantes", imágenes que de vez en cuando vuelven a aflorar y cuyo recuerdo inconsciente ha condicionado el elemento figurativo y las tramas de mis películas (Declaraciones de Federico Fellini en 1966, recogidas por Claudio Bertieri en Los comics humorísticos "a la italiana").
Hace poco, hemos sabido además de sus comienzos como dibujante humorístico en diversas publicaciones periodísticas; o de su obsesión por el Mago Mandrake, que se vio concretada en una fotonovela protagonizada por Marcello Mastroianni, en algunos posters publicitarios y en la aparición del actor disfrazado del mago en el falso documental paródico, Intervista (1987).
Después, Fellini continuó dibujando. De hecho, pasó años de su vida rellenando cuadernos con anotaciones, dibujos, viñetas, reflexiones visuales, chistes y, sobre todo, sueños. El director, fascinado por las teorías del psicoanálisis, dedicó buena parte de su vida a recrear gráficamente sus sueños y pesadillas en unos cuadernos que se han publicado recientemente bajo el título de El libro de los sueños (The Book of Dreams, Rizzoli, 2008).
De todo esto nos hemos enterado visitando la estupenda exposición "Federico Fellini. El circo de las ilusiones", que desde el 15 de julio se puede disfrutar en CaixaForum Madrid, y que permanecerá allí hasta el 26 de diciembre. Por cero euros pueden ustedes apurar los plazos y ser testigos de centenares de fotografías de los rodajes del director italiano, disfrutar de sus dibujos humorísticos y de las ilustraciones de su libro de sueños. Pueden detenerse a ver vídeos con fragmentos de sus películas, leer los detallados paneles informativos (organizados temáticamente) acerca de su producción artística, leer fragmentos de entrevistas... Aprovechar, en definitiva, el carrusel de información que nos ofrece este nuevo circo felliniano, excelentemente documentado y mejor organizado.
Ya tienen tarea prenavideña.

lunes, diciembre 06, 2010

X'ed Out, de Charles Burn. Pesadillas en polaroids.

Acabamos de ventilarnos el X'ed Out de Charles Burn en un suspiro. Nos hemos quedado con ganas de más y con el suspense a flor de piel. Lo primero que sorprende de este cómic es el formato: se trata de un álbum al más puro estilo franco-belga. La sorpresa va en aumento cuando lo abres y observas que el personaje de Burns se parece sospechosamente a Tintín. ¿Homenaje, parodia? Ninguna de las dos cosas, en princio: sueño, pesadilla más bien. En una entrevista reciente, el propio Burns señalaba al personaje de Hergé y al beatnik William Burroughs como las dos influencias básicas de esta serie que acaba de comenzar, pero hay mucho más en las páginas de X'ed Out: 
You’ve mentioned William S. Burroughs and Tintin as obvious inspirations. Are there any other influences that would give the reader insight into Doug’s tale? 
Doug is a reflection of what I was doing and thinking about in my early 20s. I was in art school and doing what most young, clueless students do: emulate the artists they admire. When Doug is taking Polaroid SX-70 photos he makes a reference to the self portraits of Lucas Samaras, an artist I admired and did my best to imitate at that time (I failed miserably). There will be plenty of other references that have stuck with me all of these years that will crop up as the story unfolds. 
Burns recurre a sus siempre inquietantes imágenes para lanzar una historia en dos niveles narrativos (el sueño y la realidad), que se construye progresivamente a partir de imágenes, símbolos y visiones fragmentarias; como un puzle en el que el lector va encajando las piezas poco a poco y con dificultad. Hasta que tengamos la imagen global final, sólo podemos anticipar que el proceso se adivina fascinante. 
X'ed Out está lleno de pequeñas sorpresas y de envites narrativos: Burns recurre a osados experimentos visuales (como esos cartuchos de didascalias que se transforman en viñetas con contenido gráfico o la elección de dos estilos de dibujo diferenciados para los dos planos narrativos, realidad/sueño) para completar un texto huidizo, recorrido por un cripticismo lynchiano. El resultado es, por momentos, desasosegante: lo es debido a la falta de certezas que ofrece el relato, pero también a causa del oscuro simbolismo que se camufla detrás de sus viñetas (sobre todo las que componen las escenas oníricas), tan coloridas y luminosas, tan encantadoramente sórdidas. Uno nunca sabe dónde nace el miedo: del terror a lo desconocido, de los presagios oscuros o, quizás, de las falsas certezas, como demuestra esta obra. 
A simple vista, X'ed Out podría ser un inofensivo producto de diseño, con ese formato de álbum, con sus colores brillantes, con la línea modulada de sus dibujos, tan perfectos, tan diáfanos. Afortunadamente, la realidad es otra completamente diferente y mucho más sordida, como la que se esconde detrás de ese muro de ladrillos que a través de un boquete nos abre, en la primera página, un horizonte de expectativas de pesadilla: la puerta improvisada a un mundo que es como una alcantarilla ocupada por seres mutantes, piezas de carne putrefacta y por terroríficos fetos. Y, lo peor de todo, un mundo que tan sólo es el pálido reflejo del universo de lo real, mucho más amenazante aún que aquel.
Burns ha dejado todas las puertas abiertas. Afortunadamente, en esa misma entrevista que mencionábamos antes, el autor promete que la serie estará formada por tres únicos álbums. Resistiremos la espera, después de todo, no todos los días se tiene la ocasión de leer a un artista que no parece humano, como dice Crumb en la contraportada.
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Johnny 23: Una curiosidad editora sobre X'ed Out.

lunes, noviembre 29, 2010

Dios en persona, de Marc-Antoine Mathieu. Ensayo de fe.

En Dios en persona, Mathieu resuelve una complicada paradoja a su favor: consigue que un ensayo se convierta en cómic.

Probablemente, dentro de los diferentes géneros literarios, nada hay más opuesto al cómic que esta fórmula inventada por Montaigne en el S.XVI. Bien es cierto, también, que el cómic además de ser una obra artística completa con unas características concretas, puede entenderse como medio de expresión artística (un vehículo) que permitiría adaptar a sus mecanismos diferentes tipos obras.

Esta reflexión viene a cuento porque Dios en persona es un cómic basado en reflexiones filosóficas y teológicas, más que un ejercicio puramente narrativo. De ahí que su organización en capítulos sea, si no aleatoria, si bastante fragmentaria: existe una línea de relato, desde luego (la que marca el episodio comprensivo del juicio a Dios), pero cada capítulo funciona, en realidad, como un nuevo punto de vista añadido al debate de la existencia de Dios, como una nueva línea de voz cualificada que participa del mismo.

De hecho, probablemente ésta fuera la única manera lógica que tenía Mathieu de convertir en tebeo un género en el que la reflexión, el didactismo y el razonamiento dialéctico sustituyen a la forma narrativa. Es interesante, en este sentido, que el relato de Dios en persona se construya a partir de las declaraciones profundas y ampliamente razonadas de los personajes que pueblan sus páginas: como si estos fueran los testigos llamados a declarar a un juicio. Que en realidad es la figuración que se escenifica en las páginas del cómic. Nos recuerda el recurso al modo y manera en que Welles construyó su Ciudadano Kane: los testimonios subjetivos y contradictorios de aquellos que conocieron al gran magnate norteamericano (quien fuera en realidad William Randolph Hearst) ayudan a formar la imagen del personaje que da nombre al film. Es curioso que, en aquella ocasión, Kane fuera un hombre que ha adquirido la categoría de un semidiós gracias a su fortuna y en el caso de Dios en persona, Dios haya adquirido corporeidad y presencia humana.

El dibujo de Mathieu no intenta esquivar la complejidad del asunto referido. Recurre el francés a un estilo realista muy sintético y, por momentos, bastante sombrío y solemne. Se vale para ello de un juego cromático apoyado en los tonos grises y en grandes masas de sombra y trama negra. Sus personajes (los sociólogos, científicos, psicólogos, barrenderos o abogados que testimonian a favor o en contra de Dios en el juicio), resultan seres humanos creíbles y perfectamente identificables desde un plano de recreación física. Curiosamente, el único personaje que no tiene rostro es Dios. Mathieu evita representar al personaje central de su obra de frente: lo vemos siempre de espaldas o a través de los cristales traslúcidos de la urna que ocupa durante el juicio. El recurso es ingenioso y su utilización no resulta forzada en ningún momento. Esta solución podría leerse, además de como solución al problema de la representación divina (sobre todo para el Islam), como guiño irónico a los recientes escándalos acerca de las representaciones de Alá y su profeta.

No es descartable esta última lectura, sobre todo si tenemos en cuenta el gran aparato de referencias socio-culturales, filosóficas y artísticas que maneja la obra. Dios en persona está surcado de citas (textuales y visuales) de grandes filósofos, pensadores y artistas que se han ocupado del concepto de Dios. La obra, como buen ensayo sobre el tema que es, tiene una fuerte y sólida base intelectual. El texto de Mathieu hace gala de una gran inteligencia y fuertes dosis de ironía para hablar de la actual sociedad mercantil, un entorno sociopolítico que en esta obra se revela carente de valores humanos e ideológicos. Dios en persona recurre al “sumo creador” para atacar de frente a los encargados de administrar su obra: los hombres. Se trata de un cómic que, detrás de su discurso teológico, esconde un mensaje de gran calado ético y filosófico: el del fracaso del ser humano como ser social.

En su, por momentos bastante claro, tono paródico, este cómic alcanza algunos instantes imaginativos de verdadera genialidad: ese momento de la creación del logo de Dios con copyright incluido (que tanto le gusta al carcelero) o el recorrido por las galerías de arte acaparadas por las referencias al todopoderoso y la brillante explicación de las piezas en ellas expuestas; o la obra teatral de base brechtiana creada alrededor de un dios con dudas existenciales. Como hemos dicho, el trabajo de Mathieu está surcado de buenas ideas y de “citas” precisas que se ramifican y bifurcan ensayísticamente en diferentes direcciones argumentales.

Probablemente, la única pega que se le puede poner a este tebeo tiene que ver con esa naturaleza ensayística. Al no tratarse de una narración al uso, su interés o, mejor dicho, el interés que la obra pueda suscitar en el lector, estará en relación directa con el interés de éste en el tema tratado. A aquellos a quienes el debate sobre la existencia divina se la traiga al pairo, Dios en persona les va a interesar sólo parcialmente. Especialmente a ellos, les invitamos a que se recreen en los muchos otros valores que encierra la obra de Mathieu: gráficos, simbólicos, críticos, culturales e irónicos (por lo que respecta a la radiografía social que dibuja.) A Dios pongo por testigo que no se arrepentirán.