martes, abril 22, 2008

Sobrevivir a Maggots

No acabamos de recuperarnos de la lectura de Maggots. Por eso, antes de meternos a valorar las siempre gratificantes experiencias del pasado Saló, vamos a descender una vez más a las catacumbas "chippelendianas".

Resulta que, cerrado el post anterior, no hemos podido dejar de pensar y comentar con amigos y afines algunas de las peculiaridades narrativas y visuales de este cómic peculiar. Le hemos dado vueltas, por ejemplo, a su sobre-acumulación de secuencias e imágenes, que conforman un conjunto de viñetas abigarradas, en ocasiones prácticamente idénticas, y con un muy breve recorrido temporal. Así, con este pensamiento (esta imagen) en el cerebelo, nos hemos acordado de dos nombres esenciales de la fotografía moderna, pero escasamente reconocidos fuera de su ámbito artístico: nos referimos a Eadweard Muybridge y a Jules Marey, dos de los padres principales de la cronofotografía o, lo que es lo mismo, las serialización fotográficas de personas y animales en movimiento; un hallazgo que permitió, por fin, "congelar" los momentos exactos y las posturas "imposibles" del hasta ese momento intuido vuelo de las aves o el galope de un caballo. Vean una muestra...

Pues resulta que, con un esfuerzo limitado de nuestra percepción, llegamos a la sencilla conclusión de que las páginas de Chippendale tienen una plasmación visual no muy diferente a aquellas secuencias de Muybridge. Ya lo aventuraba Tom Spurgeon cuando señalaba al respecto de Maggots que: "Chippendale's labyrinthian studies of movement and action come with a built-in quandary as anyone's first-comic-ever".

En el fondo, la experimentación de Chippendale juega con la trasgresión de la esencia del arte comicográfico: la ruptura de la elipsis. Con la eliminación parcial de eso que McCloudd llamaba "closure" (la acción que se desarrolla entre dos viñetas), Chippendale está escamoteándonos el fundamento mismo de la narración gráfica: la realidad imaginada. De ahí que sus páginas nos resulten saturadas y repetitivas; por eso (y por las muchas razones que mencionamos en el post anterior), sus historias se nos aparecen laberínticas, redundantes y fatigosas: Chippendale "no reconoce" (no quiere reconocer) la elipsis, la sugerencia, el elemento intuido. Frente a ello, nos ofrece series de movimientos secuenciados en detalle, como si estuvieramos leyendo en continuidad las instantáneas cronofotográficas de Muybridge o los fotogramas sucesivos que componen una película o cinta de animación. El resultado, ya se lo hemos enseñado.

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2 comentarios :

Octavio B. (señor punch) dijo...

desde luego que parece has descubierto a un indagador, Kat. Alguien empeñado en reventar los postulados básicos del cómic. Eso es bueno, por sí mismo. Lo que asusta es que, más allá de resultar una fuente nutritiva para textos sobre el medio y sus posibilidades como lo están siendo estos dos posts, también resulte una lectura agradecida como tal.
el lenlace, cuanto menos, revela una plástica absorbente y oscura.

Little Nemo's Kat dijo...

Bueno, la palabra quizás no sea "agradecida", más bien, esforzada y meritoria. El señor Chippendale es exigente, aunque, una vez desentrañado y asimilado su enredo, le deja a uno la satisfacción intelectual que deparan los retos complicados (como aquel que sube un pico a costa de un hígado y después está tan feliz, ya sabe).

Eso sí, plásticamente, como usted dice, es fascinante y, desde el punto de vista experimental, desbordante.