Pospongo por segunda (y última) vez ese azaroso recorrido de la mujer en el cómic, que tenemos entre manos. En este caso, la dilación viene provocada por un cómic que me apetece reseñar antes de que se me pasen los efluvios de su lectura. Se trata de uno de los tebeos de imprtación que arramblé (y nunca mejor dicho) en mi última visita a la Ciudad Condal: Monster Parade, de Ben Catmull.
Publicado por Fantagraphics, Monster Parade es obra de Ben Catmull, uno de los jóvenes valores del cómic estadounidense. No tan joven en realidad: hace ya unos años adquirió cierta relevancia y titulares gracias a Paper Theatre; por eso, la publicación de esta nueva obra, no ha pasado exactamente desapercibida.
La que esperamos sea la primera entrega de esta serie, no supera las 32 páginas, pero tampoco hacen falta muchas más para intuir el espíritu poético que sobrevuela el conjunto de su narración. De hecho, por lo que podemos deducir hasta ahora, Monster Parade es un extraño poema visual formado por tres "estrofas", en las cuales se presienten sutiles hilos conductores y algunas constantes visuales-estilísticas, como única rima interna entre las tres historias, aparentemente inconexas, que conforman el conjunto. Los argumentos narrativos de Ben Catmull son surrealistas, absurdos, oníricos, fragmentos de una lírica descabalada que envuelve la obra; intuiciones que se esconden bajo la armazón del cuento tradicional y la fábula fantástica. Catmull bebe de esas fuentes fabulísticas populares cuando se recrea en las anécdotas macabras (apenas disimuladas) de la cuentística tradicional, cuando nos recuerda a Gorey con sus monstruos imposibles o cuando recurre a la personificación de las fuerzas de la naturaleza y el mundo animal.
La faceta gráfica de Monster Parade persiste en esa línea, a medio camino entre la ilustración infantil y la iconografía de los grabados e ilustradores del S.XIX (como Alfred Kubin). En algunos aspectos nos recuerda a Jali (sencillez formal, abundancia de tonos grises), aunque sus contornos y personajes sean más redondeados, y las líneas de sus formas más moduladas y vaporosas.
Demasiadas palabras y expectativas, quizás, para un cómic, aún en fase incipiente, que no permite más que una visión fragmentada de lo que puede llegar a ser, de tener continuidad. Habrá que seguirle la pista al bueno de Ben y esperar que tarde menos de cinco años en regalarnos la siguiente entrega. A ustedes, rogarles me disculpen por lo que tiene de ventajista la referencia a un tebeo que aquí no ha leído aún casi nadie y del que no existe noticia alguna sobre una futura publicación. Así es fácil no equivocarse, aunque me arriesgaré mostrándoles algunas de sus páginas.