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miércoles, enero 27, 2016

Bienvenida, colección

No somos muy de perseguir primicias, pero el anuncio que leíamos ayer en 20 minutos, merece altavoces. Extractamos la noticia.
Resulta que la Wellcome Collection de Londres, que recoge uno de los catálogos de imágenes más amplios del mundo (Wellcome images), ha decidido ofrecer toda su colección de archivos de forma online y gratuita, para uso y disfrute público; siempre que sea sin fines comerciales (aunque el acceso con fines pedagógicos, académicos o divulgativos, sí está permitido).
La dimensión del asunto adquiere perspectiva si señalamos que la Wellcome Collection incluye más de 100.000 fotografías, ilustraciones, dibujos y grabados de todo tipo (artístico, científico, histórico, etc.) y que las descargas permitidas son en altísima definición (300 pp). Lo dice Ánxel Grove en su artículo:
Desde 40 grabados de Goya, hasta centenares de manuscritos de textos tibetanos de budismo; desde miles de fotos de época sobre la vida social, deportiva o política del pasado hasta imágenes científicas de última generación... La colección de imágenes que está online desde hace unos días contienen, según explican los gestores de la colección, "dos mil años de la cultura de la humanidad". El viaje por la web, añaden, garantiza que, "ya se trate de la medicina o la magia, lo sagrado o profano, la ciencia o la sátira, usted encontrará más de lo esperado".
En una exploración rápida entre los fondos de este museo que se define a sí mismo como "The free destination for the incurably curious", nos hemos encontrado maravillas como éstas que les dejamos aquí (en baja definición). Imagínense lo que puede llegar uno a encontrar con un poco de paciencia:
Noticias así bien merecen difusión. Bienvenidas sean.

martes, enero 20, 2015

Super Flemish, de Sacha Goldberger. Nobleza superheroica

De entre las cada vez más frecuentes "apropiaciones" artísticas comiqueras que nos han llegado últimamente, la que más nos ha interesado y divertido (por su depuración técnica, por su revisionismo paródico y por la mezcla entre intenciones pop y presentación academicista) ha sido Super Flemish, del fotógrafo francés Sacha Goldberger.
En sus retratos, Goldberger adopta una mirada irónica que abarca la composición, la iluminación, el atuendo y la interpretación de sus modelos, convenientemente disfrazados de superhéroes al estilo de los retratos flamencos del S.XVI. El shock del anacronismo provoca en el espectador una mirada perpleja al mismo tiempo que divertida, e invita a una reflexión acerca de conceptos como la heroicidad, la jerarquización social o el valor de la fama a lo largo de la historia.
No es la primera incursión del fotógrafo en el universo superheroico. En 2006, Goldberger llevó a cabo una serie de retratos humorísticos de su abuela húngara Federika con la terapéutica intención de levantarle el ánimo a sus 91 años. La colección, titulada Mamika ("abuela" en húngaro) hace gala de un sentido del humor desatado y de una puesta en escena rutilante de las "aventuras y gestas" de esta superheroina nonagenaria. Todo ello con una cuidadísima puesta en escena y una realización perfecta, que Goldberger debe en gran parte a su formación publicitaria.
En cierto modo, el trabajo de Sacha Goldberger nos recuerda aquellas otras ficciones fotográficas de Pablo García y Erwin Olaf que ya comentamos en su día con motivo de aquella exposición en el DA2 de Salamanca. Ya lo ven, cada vez más, el cómic y su mitología convertidos en materia prima para otros discursos artísticos.

lunes, agosto 12, 2013

Arte Santander 2013: foto-ficción y algunos apuntes.

En la edición de este año de Arte Santander nos ha llamado la atención la abundancia de obra fotográfica, que ha venido a sumarse al cada vez más frecuente número de galerías que apuestan por litografías, infografías y serigrafías numeradas de autores conocidos (arte en tiempos de crisis).
Entre el abundante material fotográfico, los que más nos han gustado han sido aquellos trabajos que detrás de la perfección mimética pixelada buscan la creación de universos ficcionales o la reinterpretación documental filtrada por cierto realismo mágico. Ese objetivo subjetivo y/o irónico (y autorreferencial en ocasiones), que tanto éxito está teniendo en el arte contemporáneo. En ese sentido, nos ha fascinado la obra de la mexicana Graciela Iturbide, en la sevillana Galería Rafael Ortiz. En su trabajo, la fotógrafa explota y revisa la tradición mexicana a través de una mirada ensoñada y una original reconstrucción de los entornos naturales. El resultado son imágenes que, dentro de su intensa conexión con la tierra y la naturaleza, rezuman irrealidad (sus cactus delante de muros desconchados que parecen desiertos o esos buitres sobre el cerro que sobrevuelan a coyotes de rabos enroscados). En el tríptico de la exposición, Fabienne Bradu (autora del texto "Ojos para soñar: Graciela Iturbide"), comenta no sin cierta ironía:
Antes de conocer a Graciela Iturbide, yo tenía una mala opinión de la fotografía, quiero decir, una vaga y equivocada idea. No me he vuelto una especialista en este arte -¡Dios, me libre de esta cárcel!-, y hablo aquí como crítica autorizada de la obra de Graciela Iturbide, pero su amistad fue para mi la oportunidad y la guía hacia un conocimiento más profundo y, sobre todo, desempolvado de clichés y prejuicios. Es poco decir que Graciela Iturbide me enseñó a ver sus fotografías y me descubrió a algunos de los artistas más afines a su sensibilidad.
El primer prejuicio que me despejó Graciela Iturbide es que la fotografía no es un reflejo de la realidad, ni siquiera un espejo, sino una interpretación en la que intervienen la intuición, el azar, la pericia y la sensibilidad artística.
Irreales son también las fotografías de la serie Palimpsesto, de Emilio Pemjean (Galería Siboney), aunque en este caso remitan a espacios tan concretos y físicos como las estancias habitacionales que crearon los espacios para los lienzos de los grandes maestros de la pintura universal (Vermeer, Rembrandt, Velázquez...). Pero las habitaciones en las que posaban las Meninas o los burgueses y sirvientes de la obra de Vermeer son espacios que ya no existen, casas y habitaciones engullidas por la historia, por eso, la obra de Pemjean arranca mucho antes del registro fotográfico documental, surge de la construcción artesanal de aquellas habitaciones inmortalizadas en los cuadros de los genios pictóricos, nace en la creación de las maquetas que después fotografiará; unas maquetas, presentes también en la exposición, cuyos interiores se pueden observar con la mirada curiosa del voyeur que atisba por la cerradura.
Las fotografías de Cristina de Middel (La New Gallery) se apartan aún más de la realidad, y de La Tierra. En The Afronauts, la autora pergeña su propio universo aeroespacial alrededor de la improbable figura de un astronauta que parece el hijo criollo de un Eternauta, filtrado por la estética de El milagro de P. Tinto y una versión mestiza de Akira. Surrealismo fotográfico kitsch en estado puro.
Espacial y cosmonaútica es también la colección all that is solid melts into air, de José Luis Ochoa, para Alexandra Espacio Creativo. Un trabajo marcado por el pragmatismo seco y desnudo de la exploración espacial soviética y expresado con crudeza sobre el lienzo con una técnica mixta que recurre a óleos y óxido de hierro. No hablamos ya de fotografía, aunque el hiperrealismo de algunas piezas como las excelentes Starman y Cosmonaut puedan llevar al espectador a confusión. En algunos momentos, sus retratos y sus lienzos de robots y máquinas nos recuerdan a los ecos oníricos y lejanos de  Shaun Tan, un artista que nos encanta.
La galería valenciana Espai Tactel presentó Tots el ocells del món, de Xavi Deu, una colección heterogénea de piezas en diversos soportes y materiales, muy notables técnicamente y cargadas de ironía, en torno al universo de la ornitología. Nos gustaron especialmente sus pájaros y rapaces esculpidas sobre metacrilatos.
Cerramos la visita con una nueva referencia a uno de nuestros artistas favoritos: de nuevo, Jorge Bravo, comisario de Et Hall, nos regaló un buen rosario de obras de Martín Vitaliti, de cuyo trabajo ya hemos hablado largamente y cuyos postmodernos troqueles comiqueros nunca nos cansamos de observar.

martes, junio 08, 2010

Poniendo caras.

Estuvimos recientemente en la feria del libro de Madrid. Vimos a pocos autores comiqueros, aunque también observamos un aumento considerable en el número de stands que contaban con cómics entre su oferta. La novela gráfica todo lo invade. Vimos a muchos futuros lectores arremolinándose alrededor de las obras de Ware, Kim y Altarriba o Gipi; probablemente, en mayor número que los que acercaban a otras casetas. Somos gente fiel. No obstante, este no es el tema, sino aquel primero.
No sé que pensarán ustedes, pero tenemos la impresión de que una de las razones por las que el lector asiste a ferias, exposiciones y banquetes editoriales varios, es la de ponerle cara a sus autores de referencia. Con los músicos, cineastas e incluso pintores, la cosa pinta clara, ya que cualquier celebración promocional que se preste no tiene mayor sentido sin la presencia del rostro protagonista. En el campo de la literatura el "implante facial" ha tardado en cuajar, pero hoy en día casi todos conocemos las caras de los Marías, Sabaters y Pérezrevertes de turno; en el cómic la cara no está tan clara. ¿Cómo luce Clowes? ¿Cómo lo hacía Caniff? (miren que hablamos de dos vacas sagradas y consagradas). ¿Pondrían la mano en el fuego sus lectores en una rueda de reconocimiento fisionómico?
Todo esto viene a cuento porque nos hemos topado últimamente con dos direcciones web que juegan a este asunto de ponerle cara a los autores de cómics. Una de ellas es bastante antigua, la de Seth Kushner, todo un personaje: artista visual, director de vídeos musicales, creador de cómics y photocómix, y fotógrafo de celebridades para prestigiosos medios. Dentro de esta última faceta, nos llama mucho la atención la larga serie de retratos que Kushner les ha dedicado a algunos de los más famosos autores contemporáneos de viñetas. En sus fotografías, en ocasiones, el autor intenta retratar a sus "personajes" dentro de su contexto ficcional, o lo más cercanamente posible a su obra comicográfica, para lo cual recrea escenografías en las que conviven los dibujantes y la atmósfera de sus creaciones. Kushner cuelga la mayoría de sus retratos comiqueros en la página web Graphic NYC, que administra al alimón con el escritor y periodista Chistopher Irving (autor de los textos). De sus proyectos, novedades y actualizaciones en general, da cuenta en su blog Seth Kushner News.  
Venga, no me hagan trampas y vamos a comprobar la teoría de ahí arriba, ¿a cuántos de los siguientes autores fotografiados por Kushner reconocen? Algunos, verdaderas leyendas, algún otro ya más que joven promesa.La segunda página que les queremos recomendar va en la misma línea, aunque en este caso se trata de una "web recopilatoria" más que de creación. Nos referimos a fotosdecomics, una web que lleva un tiempo recopilando fotografías referentes al mundo del cómic y sus autores. Un blog cuya cortinilla de presentación descubre a las claras la razón de su existencia y encaja en este post como una fotografía en su marco:
El artista, salvo contadas excepciones, suele ocultarse detrás de su obra, incluso para muchos el artista “es su obra” pero en algunas ocasiones que trataremos de compartir desde este espacio la mirada se aparta del personaje para captar a la persona y es en ese momento en que la ecuación se transforma.
Dos visitas gratificantes. Así, viéndonos las caras, cerramos este post. Anonimatos al descubierto, buen entretenimiento.

martes, enero 12, 2010

De los Batman y Robin pictóricos de Pablo García a los Jokers escenografiados de Erwin Olaf

Aprovechando las recientes (pero casi olvidadas) blancas festividades, nos acercamos hace unos días a esa ciudad siempre dorada que es Salamanca. Además de ver a amigos, comer pinchos de morucha y pasear sus calles, nos acercamos al DA2, su museo-cárcel de arte contemporáneo. Casi siempre merece la pena visitar sus instalaciones, aunque sólo sea por la exclusividad del contenedor o por el alivio que produce saber que ahora sí puedes abandonar sus muros cuando te plazca. Además, sus muestras suelen compensar la visita casi siempre.
En esta ocasión había varios argumentos expositivos que amortizaban el paseo: estaba, por ejemplo, la sala del espacio emergente con la serie desideratum de Pablo García, fotógrafo que trabaja digitalmente sus nunca amables retratos, hasta trasformarlos en recreaciones cuasi-pictóricas, muy barrocas, de la modernidad derrotada. Sus retratos, tomados todos en primer plano o plano medio, de personajes extraños, desafiantes, registran taxonómicamente un mundo de seres angustiados y angustiosos que miran al espectador a los ojos haciéndole cuestionarse la humanidad de lo observado, pero, al mismo tiempo, provocando su mirada interior en busca de los rasgos de animalización compartidos con el espejo del esperpento fotográfico-pictórico que el fotógrafo ha puesto ante su mirada. Anomalías sociales, imaginarias y culturales que recogen, seguramente, lo peor de cada casa y de nosotros mismos. Para muestra una pareja muy poco heroica.
Muy cerca, otras dos salas recogen la exposición "tiemposuspendido" (hasta el 24 de enero); una escenificación creada a partir de los abundantes fondos de la colección permanente del DA2, junto a la Fundación Coca-Cola. En ella, en un ambiente sombrío que invita al recogimiento y a la reflexión intimista, podemos observar trabajos de algunos de los creadores contemporáneos que con más acierto se han acercado al espacio discursivo de la "fotografía escenificada": la fotografía como espacio manipulado, como escenario de la acción preconcebida. La muestra recoge piezas de autores como Fernando García Malmierca, Charlie White, Alfredo Omaña, Bill Henson, Cristina Fontsaré o Manu Arregui entre otros muchos.
La exposición estrella de la temporada es, no obstante, la gigantesca retrospectiva que se ha levantado alrededor de la figura de Erwin Olaf, el famoso fotógrafo holandes, con el título de Darts of Pleasure. Comenzó la exposición en octubre del año pasado y durará hasta febrero de éste (con la crisis, hasta los museos tienen que aprender a amortizar sus oportunidades, y más cuando la calidad de las mismas salta a la vista). Erwin Olaf ha participado activamente en la selección y organización de las obras. Prácticamente toda su producción está representada en esta muestra, que se extiende por las diferentes salas del museo: desde sus primeras exitosas series, como Chessmen (1987-1988) o Square (1984-1993), barrocas, bizarras, sexualmente explícitas y muy simbólicas, hasta colecciones más recientes como Royal Blood (un ejercicio de cinismo gore con una manufactura impecable -2000-), Grief (instantes de tristeza congelada, escenas descontextualizadas de las que cuentan una vida -2007-), Fall (una serie de retratos de aire clásico y belleza estática, que demuestran la percia técnica y digital de su autor -2008-) o la muy gótica, sombría y esteticista Dusk (2009); sin olvidar sus muy apreciados trabajos publicitarios para Diesel, Levi's o Heineken, o su reverso cínico que es la serie Fashion Victims, en la que Olaf critica, con sarcasmo de pornógrafo, ese mismo exceso sexual de la publicidad moderna que él ha contribuido decisivamente a alimentar.
Desde luego, Erwin Olaf es una estrella de la escenificación fotográfica. Cada una de sus instantáneas vive y respira como obra independiente, compleja y elaborada. El holandés crea sus instantes fotografíados con el mimo del cineasta que prepara una escena. Las fotografías de Olaf son auténticas escenografías de historias inconclusas. El ejemplo más evidente es el de su serie Hope de 2005 (aunque podríamos haber incluido aquí Grief o Grief Portraits). Los personajes de Hope están congelados en su soledad, en su alienada infelicidad: el mundo se desarrolla a su alrededor sin que ellos parezcan ser conscientes de la importancia o las consecuencias que se derivan de su inacción. Las fotografías están protagonizadas por individuos americanos de clase media trasformados en figuras de cera, congelados de espaldas a la inminencia del momento relevante.
Deliberadamente artificiosa es también la serie Paradise Portraits (2001), un conjunto de retratos en un plano muy cerrado, que juegan con el maquillaje y la gestualidad para trasmitir, no sólo las sensaciones y sentimientos de sus protagonistas, sino todo un trasfondo de irrealidad ficcional. Sin que ninguna de las 13 fotografías llegue a personalizarse en un personaje conocido de forma concisa, algunas de ellas, en la exageración de sus gestos y sus maquillajes paródicos, nos remiten, en un nivel de asimilación referencial, a personajes del cómic perfectamente reconocibles, como el Joker, Batman, el Cuervo o el Duende Verde.
Todavía les quedan unos días, no se queden congelados y acudan al DA2.
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(Actualización: 09-febrero-2016)
Han pasado ya más de cinco años desde este post, pero nunca es tarde si hay pecunia. Gracias a una comunicación directa por parte de sus gestores, llega a nuestro conocimiento la existencia de una web de arte y coleccionismo entregada al proselitismo y venta de los trabajos de Erwin Olaf (cuya popularidad no ha dejado de crecer desde ese 2010 que enmarca esta entrada). Si alguno de ustedes siente hormigueo en la chequera, paseense por aquí, que seguro encuentran la forma de aliviarlo.
 

martes, julio 28, 2009

Arte Santander 2009. Comiquerías de refilón (I): Ellen Kooi y Nebojsa Bezanic.

Acaba de concluir una edición más de Arte Santander, una muestra de arte que regularmente se lleva a cabo en julio (del 22 al 26, en esta ocasión) compartiendo vecindad calendaria con las fiestas locales de Santiago. En el espacio privilegiado del Palacio de Congresos, junto al campo de fútbol del Sardinero, hemos podido disfrutar de los stands de algunas de las galerías de arte punteras de este país (aunque la crisis y el ojo tapado de los organizadores hayan dejado fuera a algunas de las esenciales que visitaron la muestra en los años anteriores y que, este verano, parece, han preferido excusar su presencia).
Entre lo mucho destacado, constatamos el auge imparable de la fotografía dentro del panorama artístico ferial, dondequiera que uno vaya (muestras, ferias, exposiciones), uno se topa con fotografías a gran tamaño cubriendo los espacios de privilegio de stands y casetas. Seguimos hipnotizados, por ejemplo, ante la misteriosa belleza de la serie Borrowed Landscapes de la holandesa Ellen Kooi, presentada en Santander por la galería madrileña Cámara Oscura. Nos recuerda el trabajo de esta joven fotógrafa a lo mejor de ese maestro que es Gregory Crewdson, creador de paisajes falsamente bucólicos, larvados por el suspense de la amenaza agazapada. Las fotos de Kooi juegan también a las presencias misteriosas y a las ausencias presentidas. Sus cuadros campestres están fugazmente habitados por mujeres de presencia etérea que parecen heraldos cargados de presagios indescifrables, recién llegados desde una dimensión paralela.

No vamos a insistir, sin embargo, en cuestiones fotográficas en estos posts, sino en dibujantes y pintores que de un modo u otro remiten al cómic. Es el caso, por ejemplo, de las obras de Nebojsa Bezanic que bajo el título Arabesques et Variations, ha presentado la Galería Mito de Barcelona. El trabajo de Bezaniac remite, por supuesto, a las multitudes alegóricas de El Bosco y Brueghel, o a las figuraciones paranoicas del subconsciente de los surrealistas, pero también lo hace con mucha claridad, sobre todo en el apartado gráfico, al estilo denso y abigarrado de Enki Bilal. Del mismo modo, la arquitectura futurista de Arabesques et Variations es Moebius en estado puro. Lo son sus maquinarias imposibles y también el diseño de sus personajes: cyborgs, humanoides, mutaciones animales y héroes futuristas bastante sombríos, enhebrados entre sí gracias a cables, clavijas, conmutadores y otras tecnologías improbables. Habrá que seguir de cerca a Bezaniac, por de pronto, sus arabescos no dejaron indiferente a casi nadie en este Arte Santander 2009.

En el siguiente post seguimos descubriéndoles algunos otros “hallazgos” del salón.

martes, junio 23, 2009

Los superhéroes desmitificados de Gregg Segal.

Hace unos días leíamos el detallado y revelador post que hizo Werewolfie sobre el All Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely. En él analizaba el género de superhéroes (y sus últimas derivaciones hacia la violencia) a la luz del componente judeo-cristiano que, desde sus orígenes, condiciona la existencia de personajes superpoderosos y superheroicos. Se analizaba en el post el código ético que tradicionalmente ha regido la actuación de los superhéroes, frente a la mucho más laxa conducta de que parecen hacer gala muchos héroes contemporáneos:
Resumiendo y simplificando mucho, el superhéroe de espíritu judaico (o judeocristiano) es alguien que no se caracteriza tanto por llevar un traje llamativo o por tener grandes poderes, sino por los principios que guían su actuación. Y dentro de los mundos de ficción superheroica ha habido quienes han tenido cuidado en distinguir cuidadosamente a los superhéroes, de un lado, frente a otros personajes que pueden ser superficialmente similares -esto es, pueden vestir trajes llamativos y/o tener grandes poderes, e incluso pueden enfrentarse a villanos-, pero que no siguen el estricto código de conducta superheroico.
Frente al posicionamiento moral inquebrantable en pos del bien, los últimos héroes reflejados en series como The Ultimates o The authority, son mucho más ambigüos y sospechosos en sus actuaciones: "El 'nuevo tono', más violento, más oscuro, menos estricto respecto a los superhéroes, clásicos o no tan clásicos, se nos vende además como algo cool". Parece que algo empieza a oler a podrido en Metrópolis. En todo caso, algo está cambiando en el mundo de la comuna heroica. Probablemente todo empezó con el cuestionamiento del mito que llevaron a cabo los Moore, Miller y demás patrullas crepusculares, allá por los 80.
Nos hemos acordado de todo ello cuando hemos revisado los trabajos de Gregg Segal, de profesión fotógrafo e histrión desmitificador. En su obra, Segal juega a la descontextualización del personaje retratado, casi siempre con un trasfondo irónico inserto en el guiño autorreferencial: tan pronto nos encontramos a un capitán (no sabemos si de barco) a punto de ahogarse entre basuras (serie profiles), como a Abraham Lincoln jugando a la comba con un castor (serie dreams), o una escena nocturna con una mujer plantada en su propio porche a la espera de alguien o algo que no ha de llegar nunca (serie nightscapes).
En sus fotografías, el americano se ríe con ostentación o abusa con crueldad, cámara en mano, de las "víctimas" que atrapa en su objetivo; pero también los retratados participan de la fiesta. Casi todo son rostros relajados y sonrisas francas en las instantáneas de Greg Segal (excepto en sus pocas series cargadas de gravedad y suspense, como nightscapes). La obvia artificiosidad de cada puesta en escena, de cada composición, se difumina detrás de unos cuadros que rezuman naturalidad por las cuatro esquinas: parece como si, efectivamente, el fotógrafo hubiera conseguido captar un momento único en la vida ordinaria de seres extraordinarios. El contraste mueve a la sonrisa espontánea, pero en el fondo de la instantánea sobreviven instaladas la ironía y la paradoja, entidades mucho más inteligentes y abstractas, y también mucho más exigentes para el espectador (no se pierdan su serie somparativa cost of living, en la que el fotógrafo enfrenta cínicamente algunos productos de esos que definen a una sociedad civilizada con su correspondiente par antiglamuroso). Es lo bueno que tienen las instantáneas de Segal, que permiten varios acercamientos progresivos.
Da lo mismo que estemos ante un personaje ficticio como su Detritus (que hace visitas sorpresa en Tokio y visita cementerios) o ante arquitecturas imposibles, perfectamente localizadas en espacios reales, pero recubiertas de un brillante y hueco celofán publicitario, las imágenes de Segal no parecen de este mundo, tal vez pertenecen a una irrealidad paralela en la que los piratas andan por las urbes despojados de mitología. Eso es lo que sucede en su serie de superhéroes, quizás la más estrambótica y alegremente chabacana de todas las suyas. Cada una de las instantáneas que la componen nos parece un hallazgo, no sabemos si por pura y simple inercia de intereses o porque, como anticipábamos al comienzo del post, los tiempos de la desglorificación heroica se sobrellevan mucho mejor cuando vienen cargados de comedia (en vez de nihilismo). Son impagables las imágenes de Spiderman tendiendo sus disfraces, Superman rociando el inodoro con el Pato WC, una loca Cat Woman en sesión fotosexual cachonda o Batman presto a arrancar su Bat-scooter.


¿Dónde ha quedado aquella heroicidad clásica fabricada en titanio e identidades secretas?

lunes, abril 27, 2009

Feininger vs. Feininger.

Cerramos nuestro periplo berlinés con una nueva curiosidad que, seguro, les va a gustar. Uno de nuestros paseos museísticos terminó conduciéndonos a ese museo pequeño e instructivo sobre la Bauhaus (Klingelhöferstrasse 14), su historia y sus (muchas) aportaciones a la historia del arte. Allí vimos las obras y semillas artísticas de algunos de los profesores que honraron los muros de tan peculiar escuela; cuna de artistas imbuidos de un nuevo espíritu creativo y forjados, en su día, en una ideología trasgresora en la interpretación del arte.
Esta escuela, fundada por Walter Grupius en 1919, tuvo su sede en Weimar, para después pasar por Dessau y, finalmente, Berlín, ciudad que vio terminar su actividad en 1933. En las aulas de la Bauhaus impartieron docencia genios como Kandinsky, Paul Klee, Josef Albers, László Moholy-Nagy o Mies Van der Rohe (que fue, además, su director durante tres años). Entre los muchos artistas y creadores vinculados a la escuela, directa (como profesores) o indirectamente (por vínculos artísticos o afinidades ideológicas), se encuentra un viejo conocido: Lyonel Feininger, amigo de Grupius y profesor de su escuela durante muchos años.
Por supuesto, en el museo Bauhaus se puede disfrutar de la obra de Feininger. Pero, curiosamente, estos días, además de la labor pictórica de Lyonel uno puede recrearse también con el trabajo fotográfico del otro Feininger, su hijo Andreas.
El cierre de la Bauhaus por las presiones del partido nazi y el clima de hostilidades pre-bélico motivó que muchos de sus miembros, considerados subversivos por la reaccionaria clase política imperante, tuvieran que exiliarse en Estados Unidos. Allí acabó también y desarrolló parte de su carrera fotográfica Andreas Feininger, arquitecto de profesión que terminó consagrado como uno de los grandes retratistas de la Gran Manzana (ciudad en la que había nacido su padre, por cierto).
En la exposición temporal de la Bauhaus (que visitó nuestro país hace ahora un año) se pueden ver algunas de las fotografías más representativas de Andreas Feininger, con sus impresionantes retratos de los urbanitas neoyorquinos (obreros, tenderos, estivadores, paseantes e infantes) o con las instantáneas portuarias y fluviales alrededor del río Hudson. Una de estas últimas nos llamó especialmente la atención: East River, Brooklyn Bridge, Manhattan Bridge (1940).
La mirábamos y la remirábamos y no podíamos dejar de pensar que nos recordaba a algo que ya habíamos visto. Finalmente dimos con ello. La foto de Andreas (como algunas otras de la muestra) era prácticamente idéntica a este otro dibujo:
Como lo ven, una foto del hijo "homenajeando" una de las planchas más famosas de su padre de esa gran obra mínima que fue The Kin-der-Kids. Ver para creer. No muchas veces se es testigo de algo igual: la realidad inspirándose en la ficción. Curioso, ¿verdad?.

jueves, febrero 12, 2009

Mazinger embarrado.

En el post de ahí abajo hablábamos de una exposición, ya claudicada, de artista joven fichada por galería hispana. Uno de los autores que más nos gustan dentro del catálogo de esa misma galería es Alfredo Omaña, quien además de un gran artista es un tipo fantástico.
Lleva años Omaña transitando entre un personal informalismo y los fundamentos matéricos del arte povera. Este artista multidisplinar ha agitado sus cinceles, azadas y negativos, entre camas de hierba, árboles alambrados, papeles de adobe cosidos de botones y sus cajas (escaparates en bruto para zapatos, flores de cristal roto o maniquíes de hilo que lucen como objetos ordinarios embellecidos por la idea). Hace diez años Eduardo Aguirre, con motivo de una exposición del artista, ya hablaba así de su obra:
Hay en él un expresionismo muy personal. Quienes visiten esta exposición podrán comprobar las dotes de mago que tiene para dotar de vida a los objetos. O mejor, para resucitarlos, pues lo que realmente hace es arrancarlos de la muerte, de su condición de cosas rotas o miserables. No se trata tanto de ironía surrealista o de una patada al concepto oficial de arte, como de una tracendentalización. Su visión de estos zapatos, botones o tapas de lata es casi franciscana. Hermano óxido, hermano adobe, hermana montaña. Un lirismo enmascarado bajo la rudeza expresionista, bajo la aparente tosquedad de la ausencia casi total de color.
Como decimos, hace mucho que fueron escritas estas palabras. La obra de Omaña ha crecido y también sus ámbitos creativos. En los úlltimos tiempos el artista castellano parece centrado en el soporte visual en dos dimensiones, en la utilización del papel fotográfico a modo de lienzo sobre el que seguir amplificando la significación de los objeto cotidianos y los materiales humildes. Pero ni Omaña es un fotógrafo propiamente dicho, ni las fotografías del artista funcionan como tales: no recogen un resultado final, sino un proceso constructivo. La foto es lo de menos, es mero soporte, un espacio momentáneamente ocupado por la obra, un papel emulsionado poblado por gigantes de hilo, momias con nariz de payaso y robots de barro, hijos todos del arte "franciscano" de Omaña.
De hecho, si traemos a este autor a colación es por una de esas fotografías, una que nos encanta, porque emparenta conceptos y sonidos que retumban con frecuencia en este blog: arte, infancia e icono. Y quién piense que Mazinger Z (tanto el de Go Nagai como la versión castiza de José Sanchís) no es esto último, un icono, una de dos, o no tiene corazón o tiene menos de 33 años.
Esto es un Mazinger con pies de barro...