lunes, febrero 27, 2012

Con Altarriba en la SER.

Hemos vivido en nuestro miniespacio radiofónico junto al gran Chema Díez uno de los episodios comiqueros más emocionantes de los últimos tiempos: hemos charlado durante un buen rato sobre El arte de volar nada menos que con su autor, con Antonio Altarriba.
En la entrevista nos acompañó otra buena amiga, Eva Lavilla, profesora de historia, amante de los cómics y buena conocedora de los entresijos viñeteros. Hablamos del trabajo de Altarriba y Kim, sí, pero también de muchas otras cosas: de la estancia del primero en Angoulême, de los traumas del pasado que aún parecen atenazar a nuestro país y hasta de Corea.
En estos tiempos turbulentos en los que son los jueces los juzgados a instancias de corruptos, mafiosos y nostálgicos del horror, escuchar las palabras doctas de un interlocutor tan sabio y cualificado como Altarriba puede resultar hasta terapéutico. Les dejamos con la entrevista:

lunes, febrero 20, 2012

Everything We Miss, de Luke Pearson. Todo lo que echamos de menos, todo lo que se nos escapa…

Cuatro viñetas con una misma imagen, la de una carretera al margen de un bosque. Es de noche cerrada, pero en la oscuridad se presiente el tronco de un árbol entre unos arbustos y unos cables, puede ser una valla. Un atisbo de luz ilumina brevemente la escena, sí, era una valla que se interpone entre el bosque y la carretera. La escena se ilumina completamente en una tricomía anaranjada, negra y blanca: se ven con claridad el bosque, el árbol, la valla, la carretera… En la última viñeta, todo vuelve prácticamente a su oscuridad inicial…
Repasamos la secuencia. El paso de un coche. Sus faros han iluminado la escena, repasamos los detalles y descubrimos que en la única viñeta totalmente iluminada, en la única en la que se aprecian los detalles con aparente claridad, habíamos obviado el más importante de todos: dos pequeños esqueletos, como de niños, yacen abrazados junto a la valla.
Esa es precisamente la naturaleza de Everything We Miss, de Luke Pearson, la tentativa de revelarnos lo que se esconde detrás de la realidad y del dolor de la pérdida. El título del cómic se alimenta, de hecho, de un doble sentido intraducible en español: la cualidad polisémica del verbo “to miss”, que en inglés nos ayuda a añorar, pero también a pasar por alto. Dos pérdidas que se conectan en esta obra y que se enraízan con sensaciones y cientos de pequeños detalles en los que no reparamos, ni observamos…
Cómo tan pocas páginas pueden causar tan hondas sensaciones, es otro misterio. Luke Pearson es un gran dibujante y un narrador singular. Su dibujo caricaturesco, de trazo limpio, feliz, diáfano (como el de esos otros dos dibujantes valiosos que son Kevin Huizenga o Drew Weing), invita al optimismo, sin embargo, detrás de sus historias se esconden misterios y una fantasía no siempre luminosa. Conocíamos su Hilda Folk, que tras la apariencia de cuento infantil con simpática niña protagonista, retuerce las normas de la cuentística hacia la truculencia de la tradición más antigua. Lo publicó Nobrow Press, una editorial que no hace libros, sino orfebrería empapelada.
También ellos han editado el Everything We Miss de Pearson. Su publicación, el año pasado, causó cierto revuelo. Normal, es un cómic enorme, pese a su escaso tamaño. Cada una de sus páginas es una sorpresa y la historia que encierran no lo es tal, al menos desde el punto de vista de la narración ordinaria, sino la recreación de un estado de ánimo, de un sentimiento: el de la pérdida.
Al eludir el hilo narrativo, al recurrir a la recreación metafórica, al símbolo caricaturesco y al detalle fabulado, Pearson dispara directamente hacia el centro de la intimidad personal: su forma de ver (de mostrar) el dolor subjetivo, siempre tan distorsionante y tan ajeno a la recreación denotativa o a la percepción objetiva, es por eso mucho más poderosa, fulminante y honesta que la que aportaría una visión basada en la mímesis. Simplemente porque su forma de mostrar el dolor está conectada con el estómago más que con la cabeza, con las sensaciones febriles y dispersas del que no puede ver o reconstruir (y mucho menos mostrar) los sucesos con claridad, más que con la narración lineal de acontecimientos.
Eso no significa que el relato de Everything We Miss sea abstracto o críptico, todo lo contrario. Es tan diáfano como el dolor que todos hemos sentido en alguna ocasión ante la pérdida o el abandono: se refiere a la añoranza de rutinas, a los detalles que nos devuelven a una persona y los momentos vividos con ella; nos habla de la sensación de pena infinita y de las ganas de llorar en público, de la pérdida de control sobre nuestro cuerpo y nuestros actos; y nos muestra el efecto de contagio entrópico que el dolor individual tiene en nuestra percepción del resto del universo. Porque, asumámoslo, el mundo se construye a través del ojo del que mira y, cuando el objetivo está borroso, la realidad que éste filtra se desmorona.
Lo interesante del trabajo de Pearson es que en su intento de expresar visual y narrativamente lo intangible, el dolor personal, encuentra soluciones casi invisibles (por lo sutil y delicado) pero llenas de ingenio, en prácticamente cada una de las páginas de su cómic. Su alegoría de la pérdida se enriquece con la reconstrucción de los detalles que “el otro” (el que no está sufriendo) suele pasar por alto, porque, como no podía ser de otro modo, son aspectos irracionales, alucinados, ajenos al mundo de los sentidos. Como esos animalillos repugnantes que el bautiza como "anúridos", cuyo único rol en el universo es el de observar el fracaso de las relaciones humanas. O como esas sombras fantasmales que nos empujan irracionalmente hacia el fracaso consciente en muchas de nuestras decisiones de pareja: las sombras de un presagio, el del fracaso sentimental.
Hemos leído dos veces y de un tirón Everything We Miss, y nos ha removido algo por dentro. Casi nos hace llorar, en público. Si quieren crear atmósfera empática, les sugerimos que lo lean mientras escuchan La lechuza, el último disco de estos señores. Luego nos cuentan si les ha pasado lo mismo.

lunes, febrero 13, 2012

Dios en la radio, en persona.

Seguimos leyendo, seguimos escribiendo sobre lo leído y, de vez en cuando, seguimos charlando en la SER sobre viñetas. Sin que vaya a convertirse en una costumbre, porque tampoco queremos aburrirles, continuaremos colgando algún podcast de tanto en cuanto (con sorpresa incluida en breve). En este caso, hablamos con nuestro amigo Borja Lucena (maestro filósofo, filósofo y maestro) de Dios, nada menos, del Dios en persona de Mathieu; que tanto dio que hablar y tanta polvareda levantó:

lunes, febrero 06, 2012

Encuesta popular: ¿cuál es tu cómic "imposible" favorito?

A lo largo de la historia, el arte ha encontrado un motivo de distinción y diferencia en el cripticismo y en la codificación intrincada. La dificultad de la propuesta solía ir pareja a intenciones de clase y educación elevada. La complicación venía normalmente marcada por simbolismos alegóricos o metafísicos y densos academicismos.
Luego, con la llegada del componente subjetivo y la idea vanguardista de "el arte por el arte", lo inextricable se desplazó al campo de la expresión y a la mirada deformante (el ojo azaroso dadaísta, el ojo de la mente del surrealismo, el ojo poliédrico cubista o el lápiz modernista y oblicuo del modernismo anglosajón).
A partir de ese S.XX, cuando uno rebusca complejidades noveladas, se le vienen a la cabeza James Joyce y su Ulises (o su Finnegans Wake), Virginia Woolf (Las olas), William Faulkner (Mientras agonizo) o nuestros Luis Martín Santos (Tiempo de silencio) y Juan Benet (con su Volverás a región). Espesuras narrativas.
Cuando miramos hacia el cinematógrafo, de nuevo, la mirada se nos vuelve abstracta con los trabajos surrealistas de Buñuel (y Dalí) en Un perro andaluz. Luego llegó el experimentalismo extremo de la escuela norteamericana de los 50 (Maya Deren, Sidney Peterson, los hermanos Whitney) y el más digerible y cinematográfico rupturismo de la Nouvelle Vague (con propuestas tan densas, políticas y rupturistas como La China o Una mujer es una mujer de Godard). Vinieron después muchos otros cineastas impenetrables: la lírica densidad críptica de Tarkovsky (El espejo), la desarticulación narrativa de Atom Egoyam (Exótica), el alucinamiento surreal de David Lynch (Inland Empire), el simbolismo poético de Kiarostami (El sabor de las cerezas) o, más recientemente, el moroso espiritualismo de Weerasethakul (Uncle Boom recuerda sus vidas pasadas).
¿Tedio o desafío? ¿vanguardia o ínfulas elitistas? Esas son las eternas interrogantes. A nosotros, personalmente, cuando tenemos la cabeza despejada, nos apetece de vez en cuando probar con puzzles narrativos del tipo de los mencionados (aunque, lo reconocemos, en algunos casos, como el de Weerasethakul, a veces nos dejamos la salud y la paciencia en el intento). En el caso del cómic, siempre nos ha parecido densita (y absolutamente genial) la apuesta de Chris Ware por la renovación del medio; como lo es la hipnótica microsecuenciación art-brut de ese marciano punk que es Brian Chippendale (Maggots). Complejísimas y exigentes, tanto por lo que respecta a la propuesta gráfica como a su expresión narrativa, son algunas de las obras de Bill Sienkiewicz, con mención de honor para Stray Toasters, que es un auténtico galimatías enloquecedor de voces narrativas, puntos de vista desquiciantes y abstracción visual.
La duda, el reto, está planteada y se la lanzamos a ustedes, para que nos instruyan y aporten nuevos caminos en los comentarios de este post: ¿cuál es el cómic más críptico e impenetrable que han leído?

sábado, febrero 04, 2012

Carmona en viñetas, promoviendo el cómic por amor al arte.

Vamos a hacer por un día de tablón de anuncios, la causa es buena. Nos llega este anuncio desde la asociación Carmona en Viñetas, en la que llevan varios años intentando promover el asunto de los tebeos:
La Asociación Juvenil Carmona en Viñetas se complace en invitaros a la III Jornada de Encuentros con Autores “Autores en Viñetas”.
Un evento en el que el amor al comic es el principal motor en su organización.

Huir de comercialidad, frivolidad y tópicos típicos sobre el comic es lo que pretendemos. Dar seriedad y dignificar la historieta como elemento cultural es nuestro principal objetivo. Y para ello hemos preparado un elenco de autores/as digno de cualquier salón nacional. Un cartel como pocos salones o encuentros pueden presumir de tener y todo gracias a unos autores que nos han apoyado desde el primer momento, unos artistas que han decidido unirse a este proyecto.
Os invitamos a esta travesía. A un viaje único por un mar de tinta y papel.
Desde aquí, desde estas palabras os invito a participar activamente en este nuestro proyecto. Señalad en el calendario en rojo las fechas del 23, 24, 25 y 26 de febrero del 2012. Azpiri, Carlos Pacheco, Roger y Raule, Rafa Sandoval, Jordi Tarragona, Laura Kjoge, Studio Kawaii, David Rubín, Teresa Valero, Montserrat Martín, Maz, Alberto Belmonte, Francisco Porcel, Mikel Janin, Mateo Guerrero, Sergio Bleda, El Torres, Gabor, Roger Bonet, Kenny Ruiz, Oscar Jiménez Vargas, Jesús Merino, Studio Kôsen … Gracias y para manteneros informados visitad las webs de la organización.