miércoles, agosto 26, 2009

Firmas feriales y dedicatorias castellanas.

Por cierto, antes de seguir con Dash Shaw, que no se nos olvide: este sábado 29 de agosto estaremos en la Feria del Libro de Palencia (dentro de las festividades de San Antolín), saludando a amigos y firmando ejemplares de La arquitectura de las viñetas. El encuentro tendrá lugar en el stand de la Librería Alfar, entre las 19:30 y las 21:30. Junto a nosotros estará también firmando y haciendo dibujitos dedicados un artista de los de verdad, el bueno de Pejac ilustrando su Vuelo rasante. Si les apetece o les viene bien, en Palencia nos vemos.

domingo, agosto 23, 2009

Dash Shaw a través de sus palabras (I).

Tiramos del hilo. No sabemos si uno se define por sus actos o por sus palabras pero, si esto último fuera cierto, la extensísima entrevista que Rob Clough le hizo a Dash Shaw en The Comics Journal nº296 (febrero 2009) podría leerse como toda una declaración de principios. Les proponemos una relectura extractada (muy libremente) y traducida de la misma a través de algunos pequeños fragmentos seleccionados, que, pensamos, dibujan un perfil interesante del autor al que le estamos dedicando los últimos posts. Si leemos entre líneas y medimos los acentos, desvelaremos someramente algunas de las claves que hacen de Shaw un artista especial. En todo caso, no se trata de la traducción de una entrevista al uso, sino del dibujo de un perfil artístico a partir de unas respuestas descontextualizadas del cuerpo de la entevista, que conste en acta. Comenzamos con las palabras introductorias del propio Clough:
Destaca en el trabajo de Shaw su interés por el modo en que los opuestos interactúan y convergen: los sexos, la mente y el cuerpo, la belleza y la fealdad, lo abstracto y lo concreto. La evolución de su carrera le ha conducido a absorver una ingente cantidad de influencias de cómics de todo tipo, del mundo del arte, del cine y de textos filosóficos. Su visión artística es tan personal que esas influencias aparecen siempre filtradas a través de su propio punto de vista. Su visión se centra en los espacios intermedios, en las "zonas grises", como las define el propio Shaw. Si Shaw ha sido capaz de conseguir tanto en tan breve lapso de tiempo, se debe a su concienzuda ética de trabajo y a su voluntad para evolucionar como artista. A tenor de su increíble curva de aprendizaje en los últimos cinco años, ardo en deseos de comprobar dónde habrá llegado como artista cuando cumpla los 30. Rob Clough.
(...)
¿Que tipo de material dibujabas para los periódicos locales? ¿Cómo te motivó ese pequeño éxito a una edad tan temprana?
(...) Hacia el final del instituto, al mismo tiempo que estaba haciendo ilustraciones para In Sync, empecé a dibujar minicómics. Cada uno estaba dibujado en un estilo diferente, algo que también había intentado hacer con las ilustraciones para los artículos de In Sync. Hacía un minicómic desde el punto de vista de una chica, dibujado con un estilo concreto, y otro con la misma historia desde el punto de vista de el chico, dibujándolo con un estilo diferente. También hice un cómic de terror corto y un montón de minicómics diferentes. Me pasé el último curso trabajando en un cómic de 32 páginas llamado Shippori, que era más un experimento que otra cosa. Tenía un montón de dibujos diferentes, diagramas extraños y bastante carga textual. Lo mandé a las becas Xeric, pero fue rechazado, gracias a dios.
(...)
¿Por qué te atrae tanto el hecho de mostrarte prolífico? ¿Se trata de completar un corpus que puedas mostrar al mundo? ¿O tiene que ver con estar activo constantement y evolucionar como artista?
Aparecí en una antología de Stuck in the Middle y tuvimos que ir a firmar al Salón del cómic de Nueva York. Desde que apareció publicado por Viking, lo promocionaron regalando un montón de copias a críos. Cuando dedico libros no me gusta dibujar la misma cabeza una y otra vez. Algunos lo hacen, pero me parece demasiado fácil. A mí me gusta hacer algo diferente cada vez, aunque sea una porquería. Así que entonces tuve hacer más de cien dibujitos. Es una locura. Tienes que exprimirte al máximo y agotar todos tus posibilidades. Eso me encanta. Me apetece explorar todos los caminos que pueda y descubrir hasta dónde me llevan.
(...)
Respecto a tus actividades paralelas: Si Ombligo sin fondo o Body World fueran tanteados por Hollywood (como se rumorea), qué participación te gustaría tener en el proyecto? ¿Te apetecería escribir el guión, dirigir...?
Lo que le he comentado a la gente es que no me apetece hacer nada relacionado con Ombligo sin fondo excepto dibujos animados. No entiendo cómo podría resultar siendo una buena película. Todo lo que tiene de especial el libro lo consigue porque es un cómic, por sus características como dibujo. La historia no es excepcional. El resultado sería, seguramente, otra película indy de familias. Pero si se transformara en dibujos animados podría ser buena. Sí que estaría abierto a co-escribir o escribir Body World, porque la historia sí que tiene aspectos interesantes (...).
La lista de influencias que has reconocido en tus cómics es sorprendentemente variadas, poniendo al cinje al mismo nivel que los dibujantes. ¿Cómo te influye el trabajo de artistas ajenos al cómic, sobre todo el de los directores de cine?
Durante mi primer año en el School Visual of Arts me hice amigo de un director de cine llamado Andrew Lucido y él me descubrió un montón de grandes directores. Tarkovsky, Kiarostami, Bruce Conner, Michael Snow, Bella Tarr, etc. Además, trabajé en la biblioteca de la escuela durante tres de mis cuatro años, así que también allí conseguí una buena educación. Empecé a frecuentar el Anthology Films Archives y sitios parecidos. Me interesan las secuencias bellas, la diferente concepción de belleza según las personas.
Andrei Trkovsky: odio sus diálogos. En mi opinión es mejor no leer sus subtítulos o apagarlos, pero me encanta la plasmación de los elementos en sus películas. ¡Agua! ¡Humo! ¡Fuego! Fluyendo, elementos hermosos de la naturaleza. Body World, Ombligo sin fondo y el resto de mis cómics incluyen estos aspectos. Son bastante abstractos en sí mismos, ¿no? El agua son líneas ondulantes, la arena son puntos, se puede dibujar de un millón de formas. También la transición fluida entre las escenas, como agua. Alguién le preguntó a Tarkovsky por qué había tanta agua en sus películas, "Porque el agua la cosa más bonita del mundo". Me gusta esa respuesta. El espejo es su mejor película. Y me gusta que hiciera películas de ciencia-ficción.
Abbas Kiarostami: es junto a Chris Ware el artista vivo más grande. La cámara de Kiarostami es cómo un cuaderno de bocetos. Captura secuencias de la realidad muy bellas y lo hace sin mostrar esfuerzo. Es como si su cámara estuviera allí por casualidad y por casualidad se desarrollara ante ella una escena tan bella. Es como Henri Cartier Bresson, pero en vez de captar un momento de simetría dinámica, Kiarostami captura momentos de belleza secuencial. Como Chris Ware, está obsesionado con la belleza del mundo. Es un verdadero humanista, también.
¿Qué aspectos del trabajo de Chris Ware te han influido más? ¿Hay alguno de sus cómics que prefieras?
El último, Acme #18, es el mejor. Cada vez es mejor. Como dije antes, su trabajo gira alrededor de la belleza del mundo natural. Cuando leo sus cómics, me siento como si estuviera viajando a otro lugar, especialmente con su obra después del Corrigan. Sus trabajos post-Corrigan tienen más personajes y más humor. Forman pequeños y hermosos universos de personajes.
(...)
¿Cuáles dirías que son los temas que más te interesa explotar en estos momentos?
Ombligo sin fondo y Body World se apoyan en los personajes, en las relaciones entre personajes. A medida me acerco al final de Body World y hago otras cosas, noto que me empiezo a apartar de nuevo del territorio de los personajes.
Parece que le das mucha importancia a las cualidades formales del lenguaje -tanto a las cualidades físicas de las letras y los sonidos, como al modo en que el lenguaje se revela fallido como medio de comunicación. ¿En qué te inspiras para llevar a cabo tus experimentos formales y lingüísticos con cómics? ¿Hasta que punto estás satisfecho con esa experimentación? ¿Te parece que el lenguaje de los cómics es más eficiente como medio de entendimiento que el lenguaje cotidiano?
No soy un buen escritor de palabras. Nunca escribiría un libro únicamente de texto. No tengo un vocabulario muy amplio. Me frustra hablarle a la gente o escribir pequeños textos, como e-mails o esta misma entrevista. Los cómics tienen que ver con secuencias gráficas, con la presentación de información gráfica. Si se usan palabras, éstas están conectadas con los dibujos de una secuencia. Cuando los personajes hablan en Ombligo sin fondo las escenas nunca giran en torno a lo que dicen; de hecho, a menudo muestran lo contrario de lo que están diciendo.
Entiendo porque la palabra "experimental" aparece constantemente asociada a mis cómics. Aspiro a mostrar una zona gris, un espacio de misterio. No me interesa la comunicación directa, decirle algo a alguien. Me gustan los ámbitos del sentimiento, de los que es difícil hablar. No podría explicar porque algo es bello o funciona en un cómic. No funcionaría con palabras, al menos con las mías. Otra gente, autores, probablemente pueden hacerlo. No estoy diciendo que el lenguaje de los cómics sea más eficaz, sino que para mí lo es, personalmente, es más natural.
Ya lo hemos dicho, la entrevista es larguísima y aunque sólo estamos seleccionando una pequeñísima parte de la misma, no queremos aburrirles de un solo golpe. Les seguiremos traduciendo palabras elegidas de Shaw en los siguientes posts.

miércoles, agosto 19, 2009

Gardenhead, de Dash Shaw. Claves diagramáticas precoces.

Éste es el año de Dash Shaw, en España lo es. No sólo porque después de La boca de mamá se ha publicado su monumental Ombligo sin fondo, sino porque parece que toda la crítica habla de él en términos elogiosos y porque Bodyworld, su webcomic, continúa los niveles de excelencia de su producción reciente.
Sin embargo, Shaw no es un recién llegado al mundo del cómic. Su producción se remonta a los primeros años de esta década, en los que encontramos viñetas suyas repartidas entre colaboraciones varias y minicómics. En esta primera producción descubrimos ya las mismas ambiciones experimentales de sus tebeos más recientes. Precisamente, nos hemos hecho con uno de ellos hace unos día en una tienda de cómics madrileña, después de escarbar a la busca de algún tesoro entre sus arenas de material importado. Gardenhead (Meat Haus) es un minicómic de 48 páginas, impreso en papel de baja calidad (apariencia de fotocopias) y con nulo cuidado en el acabado (la portada de cartón está recortada a menor tamaño que las páginas del interior); lo que importa es lo que se cuenta, desde luego.
Gardenhead es tan difícil (quizás más) como todas las obras de este autor. Su lectura no es cómoda porque el lector no encuentra en sus páginas las claves de la narración lineal a las que nos tiene acostumbrados el lenguaje comicográfico, las páginas de Shaw exigen una participación activa del futurible "intérprete" que decida enfrentarse a ellas. El lector habrá de juntar, decodificar la materia narrativa expuesta para reconstruir a continuación las claves de la historia. No es tan complicado, en realidad. Shaw no niega la linealidad completamente, pero la enriquece con sus rasgos más distintivos: la búsqueda y recreación gráfica de estímulos sensoriales más allá del componente visual puro y la superposición/acumulación de información descriptiva y narrativa (desde un acercamiento intelectual), normalmente a través de diagramas, mapas, apéndices o insertos textuales entre las viñetas.
A partir de los vínculos interpersonales de sus protagonistas, este cómic desarrolla una reflexión alrededor del lenguaje, su naturaleza y convencional y la capacidad de las palabras para expresar conceptos abstractos, como las emociones; en una de sus páginas lo expresa así su protagonista femenina:
But "feelings"? No ususal themes of philosophy or emotions can be legitimate topics for discussion, because the words have no concrete counterparts. When we talk about love, we can't know what we're saying or know that others share our understanding of the world. Is there a widely accepted form of "love" to share?
Raymond, el verdadero protagonista del cómic, es un niño hipersensible y ciclotímico incapaz de relacionarse ni ser aceptado por su entorno; junto a él aparecen su hermano, bibliotecario, apasionado de la frenología, con ciertos aires de misticismo intelectual y la chica, la joven bulímica, hiperracionalista y asocial, de la que se enamora éste. La excepcionalidad de los mismos personajes facilita el acercamiento intelectual de Dash Shaw a diversos temas complejos, como la capacidad del ser humano para establecer vínculos a través de diferentes procesos comunicativos o las dificultades cognitivas que afectan a ciertos niños (hipersensibles, autistas...) en sus procesos de maduración personal y de desarrollo intelectual.
La profundidad del cómic, no obstante, no depende de los temas tratados, sino de los mecanismos narrativos que se emplean para su exposición. Son éstos los que revelan la densidad temática, al enriquecer la historia con información técnica suplementaria. Por ejemplo, Shaw pone al lector sobre aviso de su historia al abrir y cerrar las páginas de su minicómic con un pequeño catálogo visual de imágenes ordenadas alfabéticamente (una manzana, una flecha, una hormiga, etc.) asociadas (como en los diccionarios de imágenes para niños pequeños) con la palabra inglesa correspondiente que las referencia (apple, arrow, ant, etc.). Luego, cuando hace partícipe al lector de los desórdenes alimenticios de su protagonista femenina, Shaw interrumpe la narración para mostrarnos un diagrama con la imagen de la chica rodeada de carteles de información y mensajes publicitarios (reales) de dietas de adelgazamiento. Tiene un sentido limitado seguir desmenuzando de este modo cada recurso técnico empleado por Dash, ya que todo el tebeo en sí es un ejemplo de experimentación formal en sus, solamente, 48 páginas.
Pensarán ustedes que tampoco tiene mucho sentido diseccionar de este modo un cómic al que el público castellanoparlante no tendrá posiblemente acceso. Nos defendemos: Gardenhead es una joyita de la primera etapa (2002) de un autor que no deja de crecer y que está llamado a ocupar uno de los lugares de privilegio en el cómic de los próximos años; muchas de las técnicas que su autor anticipa en él, forman parte del corpus de instrumentos que fundamentan obras suyas más recientes y maduras (éstas sí, al acceso del lector castellanohablante), como La boca de mamá u Ombligo sin fondo. No está por tanto de más, reivindicar los trabajos iniciales de Shaw (realizó Gardenhead con sólo 19 años), para comprobar que el magisterio que recibió en la School of Visual Arts de Manhattan, a cargo de profesores tan prestigiosos como Mazzucchelli o Gary Panter, tuvo unos frutos tempranos y sabrosos.
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Entrevista a Dash Shaw de Chris McD, January 2009 (vía Meat Haus)
Excelente perfil biográfico en
Zonanegativa.

jueves, agosto 13, 2009

Nachito el erudito, de Nofu. Dolores prepúberes.

Nachito muestra el mismo grado de desacato ante la autoridad (paterna) que Calvin. Nachito razona con el cerebelo retorcido y habla con el diente afilado, como una Mafalda caprichosa. Nachito es egoísta, ególatra, egocéntrico y encantadoramente fascista, como tantos niños de su edad. Nachito es una creación comiquera de Nofu y sus andanzas (que el autor ha ido publicando regularmente en su blog) aparecen ahora recopiladas en su fanzine-minicómic Buen dolor (Uno: Nachito el erudito).

Lo decíamos hace poco, es un gustazo constatar como los autores jóvenes de este país le van perdiendo progresivamente el miedo a la autoedición. Los formatos pequeños y las tiradas cortas son una buena solución para dar a conocer una obra que, de otro modo, difícilmente llegaría a las tiendas. El placer es doble cuando, como en este caso, nos encontramos con ediciones tan cuidadas y bonitas como la de Buen dolor: un minicómic cuadrado con grapas, páginas interiores en papel sepia y unas preciosas cubiertas en rústica, diseñadas como un juego de naipes (con la ayuda de Esteban Hernández).
Nofu desarrolla las andanzas de Nachito en gags de una página dividida en cuatro viñetas regulares, con un personal estilo que nos recuerda a ese amateurismo feísta y provocador de los primeros cómics underground (que, nos parece, funcionaría aún mejor con un rayado y entramado más mecánico y regular, sin que ello tuviera por qué ir en detrimento del estilo de su autor). Además si hay algo por lo que destaca este pequeño cómic es, precisamente, por su humor inteligente y por sus ademanes trasgresores, como sucedía en aquellos comix de los 60 a los que acabamos de remitir: las andanzas de Nachito revelan en buena medida las rozaduras generacionales que, en la sociedad actual, sufren muchos padres, incapaces de entender-domesticar-educar a sus hijos pequeños. Ahí reside el encanto de este Buen dolor, en su capacidad para poner el dedo en la llaga y generar escozor desde el humor ácido. Odiamos a Nachito, ese niño caprichoso, chantajista y ladino, pero es nuestro hijo y tenemos que vivir con él; como la vida misma (sic. cualquier Colegio de Primaria o IES de esta España nuestra).

Descubrimos a Nofu en el último Usted de Esteban Hernández y nos gustó mucho su breve colaboración. Ahora, sólo esperamos seguir teniendo noticias suyas y que este Buen dolor (tres euritos nomás) tenga continuidad. De postre, el minicómic incluye además colaboraciones de una página de artistas tan nombrados en los últimos tiempos como Paco Alcázar, Sergio Córdoba, Brais Rodríguez o el mismo Esteban Hernández (además de Marc Llorens o Manuela Torres), que, con sus diferentes identidades estilísticas, ayudan a afianzar las cualidades del personaje. A por él.

viernes, agosto 07, 2009

Richard Dadd, entre la locura y el sueño.

Lo decimos siempre, a un blog le hacen bueno sus lectores. A los buenos consejos de uno de los nuestros debemos esta entrada. Resulta que con motivo del repaso a lo visto en Arte Santander 2009, Fer vio concomitancias, que ahora se nos antojan obvias, entre la obra de Nebojsa Bezanic y la de un autor victoriano no demasiado conocido, Richard Dadd (1817-1886). Guiados por la pista de los comments, nos pusimos a rastrear datos biográficos y artísticos de este inglés de Chatham. Pronto, la curiosidad devino en fascinación. Embrujados por Dadd el hechizado.
Siempre nos ha interesado el universo pictórico prerrafaelita. Tuvimos una breve y muy interesante muestra en nuestro país en la reciente exposición La bella durmiente. Pintura victoriana del Museo de Arte de Ponce, que pudimos ver en el Museo del Prado durante el mes de Mayo pasado. Los cuadros de Millais, Gabrielle Rossetti, Burne-Jones o Madox Brown tienen, dentro de su artificio decadentista, una capacidad de seducción innegable. Su bizarra reinvención del pasado clásico e histórico a partir de fuentes legendarias (las leyendas artúricas, las mitologías nórdicas y grecolatinas), reformulaciones literias (el romance medieval, el elemento mágico en Shakespeare) y una reivindicación de los modos de vida rurales del pasado, suelen ofrecer como resultado una atractiva iconografía de cuento de hadas que ha servido de inspiración a muchos creadores posteriores (empezando por Tolkien o Lewis) y que ha llegado a formular una tan efectiva como imaginaria revisión de la antigüedad europea; paisajes habitados por reyes mitológicos, durmientes princesas hechizadas, caballeros corteses y criaturas mágicas del bosque.
En este contexto pictórico, aristocrático, elitista y profundamente religioso, surge la figura de Richard Dadd y el arte se vuelve vida; o la vida se convierte en hechizo, que lo mismo da. La vida de Dadd parece menos real que sus cuadros: hijo de un químico, precoz en la demostración de su talento, a Dadd no le faltan mecenas para desarrollar sus dotes pictóricas e invitarlo a recorrer mundo, como reportero dibujante de abordo. En uno de esos viajes, recorriendo el río Nilo, sin previo aviso (más allá de algunos precedentes familiares y su tarjeta genética), Dadd sufre un episodio de locura en el que se cree elegido por el dios Osiris. Su personalidad sufre un cambio dramático y, a partir de ese momento (que los médicos interpretaron en un primer momento como un golpe de calor en vez de como el brote psicótico que probablemente fue), Dadd se vuelve un hombre inestable y violento. En uno de sus ataques, apuñala y mata a su padre, tras lo cual es ingresado en el centro psiquiátrico de Bethlem. Allí producirá el grueso de su obra, desde luego, la más enigmática, intrincada y valiosa en términos artísticos, una obra intimista, que no esperaba más mirada que la de su creador. Dentro de ella, su obra maestra The Fairy Feller's Master-Stroke, un cuadro de resonancias fantásticas, poblado de hadas, duendes y enanos (entre los que se encuentra un inquietante autorretrato ficticiamente envejecido del pintor, en la figura de un enano en cuclillas de perdida mirada lunática); el paisaje del cuadro asemeja una maraña natural de flores, lianas, frutos secos esparcidos por el suelo, enredaderas y zarzas, que enmarcan a la galería de personajes fantásticos en una suerte de laberinto visual, como sucedía en los cuadros del Bosco (o en la adaptación futurista que hemos visto de Bezanic).
¿Y el cómic? Aquí está el quid del post, porque resulta que tan fascinado como nosotros ante la vida y milagros de Dadd se ha confesaso Neil Gaiman en más de una ocasión. En un lejano artículo de su interesante blog (Neil Gaiman's Journal), el creador de Gaiman confiesa admirado su descubrimiento del loco genial y disecciona con detallado magisterio The Fairy Feller's Master-Stroke, cuando lo redescubrió en directo en la Tate Gallery, años después de que la misma obra le pasara desapercibida en el disco de Queen que la usó como ilustración:
Reason tells me that I would have first encountered the painting itself, the enigmatically titled Fairy Feller’s Master Stroke, reproduced, pretty much full-sized, in the fold-out cover of a QUEEN album, at the age of fourteen or thereabouts, and it made no impression upon me at all. That’s one of the odd things about it. You have to see it in the flesh, paint on canvas, the real thing, which hangs, mostly, when it isn’t travelling, in the Pre-Raphaelite room of the Tate Gallery, out of place among the grand gold-framed Pre-Raphaelite beauties, all of them so much more huge and artful than the humble fairy court walking through the daisies, for it to become real. And when you see it several things will become apparent; some immediately, some eventually.
Tanto le marcó al bueno de Gaiman la figura de Richard Dadd, que años después la utilizaría para dar vida a uno de sus personajes en Sandman. Si se aburren este verano, ya tienen ustedes deberes, ¿cuándo, dónde?

sábado, agosto 01, 2009

Arte Santander 2009. Comiquerías de refilón (II): Francisco Valdés, Gómez Bueno y José Luis Serzo.

Seguimos contándoles lo que vimos en Arte Santander 2009, cosas que olían a viñeta. Nos acordamos de los tebeos, por ejemplo, cuando vimos la extraña obra Reagan 1973 de Francisco Valdés (en la galería Elaine Levy Project), concebida como una sucesión de dibujos hechos a carboncillo remitiendo a una escena muy concreta de la película El exorcista. La peculiaridad del proyecto reside en la naturaleza serializada y secuenciada de la obra: una misma imagen repetida hasta un total de 30 veces, con variaciones mínimas (casi imperceptibles) entre un "fotograma" y el siguiente. De este modo, la disposición del trabajo de Valdés sobre el muro se asemejaba a una enorme página de cómic horizantal, dividida en tres filas, en la que se contara muy poca historia (la célebre pausa genettiana). De hecho, nada en la obra indicaba que la disposición de los dibujos-viñetas tuviera que ser esa y no otra, la representatividad de cada escena era mínima, como lo era su carga argumental. De este modo, el efecto narrativo se convierte en una ilusión óptica, en una "falacia visual" nacida de un hecho convencional asumido por el espectador (la lectura de viñetas alineadas como proceso secuencial).
Por ello, no sorprende que cada dibujo se pudiera comprar por separado o en series de diez; porque, pese a formar parte de un todo, no tenía más valor dentro de él que el que tuviera un ladrillo en un muro. Una secuencia nacida para romperse en pedazos, nos parece una idea interesante.

Indisimuladamente comiqueros eran algunos de los posters pop de Gómez Bueno, que colgaban de los muros del stand de la galería cántabra Siboney (jugando en casa). Espíritu gamberro y paródia irreverente para revelar la cara oculta de algunos de los iconos visuales del universo cartoon. Entre las piezas de Bueno no faltaban revisiones bufas de personajes del cómic, como Tintín (Las aventuras de Tontín, el reportero homosexual, que Moulinsart nos pille confesados), el Capitán América (Marcus Cranium is Captain Brain) o de Scooby Doo (Scooby Doo, el perro mongólico), entre otros muchos. Así, a base de destruir personajes icónicos relativamente bondadosos y muy apreciados dentro del imaginario infantil-juvenil, el artista consigue infectar la mirada del espectador y nos dirige hacia una reflexión acerca de las cualidades morales (positivas-negativas) de los productos-personajes creados por la industria del ocio. La inversión paródica del dibujo animado, el personaje de cómic o el icono publicitario deviene en un juego de provocación intelectual que obtiene la sorpresa del espectador, primero, y luego su complicidad, basada en la aceptación de las reglas que articulan la comedia representada por Gómez Bueno.


También en la galería Siboney nos topamos con la obra de uno de los artistas españoles actuales más interesantes,
José Luis Serzo (también en nómina de unos viejos conocidos, la agencia de ilustración Mimuik). Su obra conecta con el mundo de la ilustración y gira alrededor de la fantasía como fuente generadora de universos complejos. En Santander se exponían piezas de su alucinante serie De las acciones de Blinky Rotted, el hombre cometa, en la que el autor recrea un mundo mágico, a medio camino entre el Reino de Oz y las fantasmagorías de Tim Burton, monopolizado por las aventuras de un extraño personaje pelirrojo con aire aristocrático, sombrero de copa y gafas de piloto: Blinky Rotted, alquimista del absurdo y maestro de ceremonias de la experimentación infructuosa.


Serzo concibe su obra desde preceptos conceptuales amplios, dando cabida en sus series a toda clase de piezas y obras que puedan ayudar a la inmersión del espectador en sus universos de fantasía mágica: la muestra (el mundo) de Blinky Rotted incluía objetos cotidianos de la vida del hombre cometa (su sombrero y sus gafas cubiertos de pintura amarillas dentro de urnas, la fregona pincel con la que Blinky Rotted baña sus lienzos de pintura), dibujos sobre papel arrancado de libreta con algunas de sus actuaciones más célebres o los mismísimos lienzos surreales (como pintados por un Magritte en el País de las Maravillas) creados por este alquimista del color con sombrero de copa y levita. Acerquense a la página de Serzo y maravillense con sus hechizos. Palabra de adepto.