viernes, febrero 26, 2010

Mi noche sin Rohmer

Este año ha arrancado jodido por varios factores que no viene a cuento señalar. Además, se ha muerto Eric Rohmer. Si somos sinceros con nosotros mismos... (¡qué diablos, aquí no cabe plural mayestático que valga!). Si soy sincero conmigo mismo, tengo que admitir que Rohmer ha sido el director de cine más recurrente en mi vida, el más fiel a mis circunstacias y al que siempre he terminado volviendo. Intento adivinar por qué. Sus películas no son piezas de orfebrería, pero descansan en mi subconsciente como perlas  cultivadas. Tras leer el artículo que Alain Bergala le dedicó en el nº 31 de Cahiers Du Cinema España ("Juegos de la elección y del azar"), creo entender lo que me sucede (a mí y, supongo, a muchos otros seguidores de Rohmer): no es difícil compartir su filosofía vital. Ayuda a sobrevivir.

No hay ninguna dimensión trágica de la existencia en Rohmer, a quien nunca le gustó el pesimismo fundamental de Bergman, llegando a preferir a Felini antes que a él (...) Rohmer quiere a las criaturas pasajeras precisamente por aquello que tienen de más "pasajero", su juventud fugitiva, a la que le gusta capturar con las herramientas del cine, que parece hecho para eso, para filmar los cambios de estación y los momentos del día más fugaces: la hora azul, el rayo verde.

El cine de Rohmer es vida sin subrayados ni hipérboles. Es diálogo costumbrista o confesión de alcoba sin fanfarrias o bandas sonoras. Sus personajes son ustedes, que leen y miran, o yo, que ahora escribo, o los que ni nos leen ni escriben, tanto da.

Llevo días pensando cómo cuadrar a Rohmer, cómo saludar su muerte (sombrero al aire como homenaje, al estilo de Nick Cave) en un blog de tebeos... y no consigo cuadrar el círculo rohmeriano.

He pensado en proyectar esa recurrida pirueta de la referencia interdisciplinar. Pero, ¿qué dibujante de cómics se parece al maestro francés? ¿Qué historieta nos recuerda a aquella rodilla? ¿o a Pauline en su playa? ¿En qué viñeta te escondes, Amanda Langlet?

Quizás Rohmer sea Crumb, si éste no fuera un Woody Allen a escupitajos; pero al director francés nunca le sentó bien el astracán irreverente. Pensemos (nos vence el plural, de nuevo). ¿Es Lauzier, quizás? No, Rohmer es, fue, un efebo eterno lleno de esperanza en el ser humano y en nuestra capacidad para salir vivos de las zanjas. Lauzier se recreaba en la visión cínica, en el infortunio gratuito. No. ¿Seth? Imposible. La vida respira detrás de las bobinas de Rohmer con bronquios y branquias: Seth recubre toda su obra de un aire lírico, un hálito de irrealidad ficticia con caricatura amable al fondo; además, sus personajes casi no hablan. Va a ser eso. En el cómic, muchas veces (que nos perdone Peter Parker), las palabras sobran. En el cine también, decía Hitchcok. A Rohmer nunca le importó: no hay quien vea una película de Rohmer sin volumen. Vamos a mirarnos a los ojos y a decirnos cosas, sin intermediarios, sin fotogramas, proyectores, viñetas o globos.

A lo mejor vimos a Rohmer en aquel fantástico Pequeños eclipses, de Fane y Jim, que tan poca gente leyó. Hablaban, recordamos que hablaban mucho, y vivían como personajes de carne y tinta.

O, quizás, para homenajear a Rohmer haya que volver a ver (las veces que haga falta, siempre de vuelta) sus películas y no sea un blog de cómics el lugar más adecuado para hacerlo. Levantemos los ojos y miremos hacia adelante. Veo una rodilla a lo lejos... 

 


lunes, febrero 22, 2010

Osamu Tezuka. Animación experimental (II).

Seguimos con Osamu Tezuka y sus cortos de animación. Seguimos enlazando aquellos que se pueden ver en la red (no todos, lamentablemente).
6. Cuadros de una exposición (1966, 33 min): Rememorando lo que en su día hiciera Walt Disney en Fantasía con Bach o Tchaikovsky, Tezuka se inspira ahora en la conocida obra del compositor ruso Mussorgsky para componer un ácido cuadro de la civilización moderna y sus habitantes. Usando los cuadros colgados en un museo (todos ellos, reinterpretaciones de Tezuka lejanamente basadas en estilos y escuelas reconocibles) como motivo de guía, el maestro japonés desmenuza conceptos y personajes como los de “el crítico de arte” (hosco y tentacular como una araña negra), la fatuidad hueca de cierto arte contemporáneo (en la breve y hermosa narración de “el jardinero del paisaje artificial”), la falsa búsqueda de la belleza (en el infantil trazo de “cirujano plástico”), la deshumanizada producción en cadena (en “propietario de una gran fábrica”), la violencia como modelo de conducta (“macarra”), la dicotomía éxito/fracaso (“boxeador”), etc.
El ingenioso recurso funciona en varios planos. La innegable carga alegórica de cada fragmento, su adecuación a la banda sonora y la constante variación estilística dota al conjunto de una innegable eficacia simbólica. Cada micorrelato de la animación se adapta a su historia particular, tanto en la forma narrativa como en la elección estilística, integrándose en el relato-marco, como sorprendentes eslabones de una cadena multicolor.
7. El Génesis (1968, 4 min): peculiar e idiosincrásica visión del Génesis bíblico a medio camino entre la abstracción y la ciencia-ficción. En realidad no se trata de un corto de animación propiamente dicho, sino de una narración ilustrada con imágenes estáticas de dibujos en blanco y negro. Una pieza desconcertante de principio a fin, desde la broma inicial en que se señala a Dino de Laurentis como productor ejecutivo y a John Huston como director del corto, hasta la muy bizarra selección de imágenes ilustrativas (que incluye hasta alguna pieza de sushi y a Astro Boy como invitado especial), pasando por esa banda sonora con un Carmina Burana “invadido” por multitud de melodías chocantes.
8. Saltando (1984, 6 min): animación de estilo clásico, dominada por un curioso y omnipresente punto de vista subjetivo (que nos anticipa la visión frontal y los movimientos basculares que explotarían hasta la saciedad muchos de los videojuegos aparecidos en los años siguientes). La inteligencia en el manejo de la “cámara” y el ritmo ágil del corto, se ven reforzados por los constantes efectos sorpresa que salpican el viaje del protagonista y por ingeniosos toques de humor made in Tezuka.
9. Una película estropeada (1985, 6 min): Tezuka juega con la idea de un falso corto creado en los orígenes del cine (antes de que naciera, de hecho, pues la fecha ficticia de la animación es la de 1885). En este sentido, utiliza todos los defectos derivados de las insuficiencias técnicas de las primeras películas (ruido en la imagen, cortes entre fotogramas, imágenes rayadas, fotogramas descuadrados de plano, sonido deficiente, etc.), para construir una historia autoconsciente en la que unos personajes, que parecen recién salidos de un tebeo de Jacovitti, utilizan esos mismos inconvenientes como recursos argumentales para hacer avanzar la acción gag tras gag: el protagonista principal (un vaquero zancudo) limpia el fotograma con un paño para poderle ver la cara a la chica que se haya atada en las vías del tren, ese mismo vaquero utiliza un globo de diálogo como objeto arrojadizo, etc. Ingenioso. Uno de los mejores momentos de la recopilación.
10. Pulsar (1987, 4 min): bizarra road movie futurista, protagonizada por un simpático explorador postapocalíptico (parece que, de nuevo, está poniéndose el género de moda) en busca de… Un divertido corto, con mensaje y sorpresa final.
11. Muramasa (1987, 9 min): “La historia de una espada maldita que convierte los dibujos en personas reales”, reza la explicación argumental del corto. Animación con una fuerte impronta pictórica, el estilo gráfico de Muramasa homenajea (sobre todo por lo que se refiere al diseño de sus personajes) a los manga clásicos de samurais de Koike y Kojima, en otros. El relato se construye sobre el ritmo entrecortado que genera la sucesión de imágenes estáticas, sólo muy ligeramente animadas (lejos de los 12 o 24 fotogramas por segundo), que se acumulan creando el efecto simbólico de un “texto” (leyenda/narración) ancestral.
12. La leyenda del bosque (1987, 30 min): relato ecologista poblado por cazadores, árboles y animales antropomórficos, cuyas andanzas discurren sin palabras, al ritmo musical de los movimientos 1º y 4º de la Sinfonía nº 4 op.36 de Tchaikovsky. A través de cambios radicales y progresivos a lo largo del corto en el estilo de dibujo, Tezuka homenajea los diferentes momentos en la historia de la animación, pasando de la simple sucesión de imágenes estáticas secuenciadas a un breve guiño al zootropo e, inmediatamente, a los pioneros de la animación cinematográfica: Winsor McCay y su dinosaurio Gertie, las diferentes etapas de la escuela Disney, el ánime e incluso la animación underground o el expresionismo europeo. El virtuosismo de la propuesta estética y la genialidad de su puesta en práctica hacen que el relato quede en un segundo plano. El espectador asiste maravillado a un curso rápido de historia de la animación, con las metáforas de fondo de la evolución vital (nacimiento, infancia, madurez y muerte) de la ardilla voladora que protagoniza el corto (1er movimiento de la sinfonía) o la del bosque que se resiste a su destrucción a manos del hombre-depredador (4º movimiento).
13. Autorretrato (1988, 13 seg): animación instantánea express y con premio. Nunca una transposición entre aplicaciones tecnológicas (curiosa interdiscursividad) fue tan breve.

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[Actualización 01-marzo-2010]

Gracias a los comments descubrimos que en Tonnerre de Brest se nos habían adelantado dedicándole tres posts como tres soles a este Tezuka experimental. No se lo pierdan, aquí, allá y acullá.

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Osamu Tezuka. Animación Experimental (I).

martes, febrero 16, 2010

En Zamora son de la Marvel.

Bueno, al menos los del bar Popanrol lo parecen. Y no sólo de la Marvel, que de vez en cuando también aparecen tipos de la DC, de Pixar y hasta alguna despistada de Walt Disney con complejo de Peter Pan. Cosas de Carnaval:
En breve, volvemos con Tezuka...

jueves, febrero 11, 2010

Osamu Tezuka. Animación Experimental (I).

Vamos a ponernos en plan ecléctico-estupendo y les vamos a demostrar que no sólo de cuadros vive el bloguero. En el post anterior hablábamos de lienzos habitados por personajes de manga-ficción, como Astro Boy o Kimba, el león blanco, entre otros. Éstos en concreto, como bien saben ustedes, son dos de los personajes emblemáticos de Osamu Tezuka, el tantas veces llamado “padre del manga”.
Hace tiempo leímos en algún sitio (alguna guía del cómic o trabajo historiográfico) una frase que, desde entonces, no nos hemos podido quitar de la cabeza; decía algo así como que los tres personajes más influyentes de la historia del cómic eran Hergé, Jack Kirby y Osamu Tezuka, y que los dos primeros podían ser discutibles. Por aquel entonces, en nuestro país apenas habíamos leído al maestro nipón: se estaba publicando la increíble epopeya del Fénix, recordamos, y nos parece que había visto la luz algún volumen de Black Jack (y de Adolf, ¿quizás?). Poca cosa, en definitiva, para tomarle la medida a un genio.
Han cambiado mucho las tornas. Ahora los trabajos de Tezuka se publican con una regularidad que llega a la avidez dependiendo de la temporada. Y no hablamos solamente de cómics. Ha llegado a nuestras manos un peculiar DVD titulado Animación Experimental de Tezuka, que incluye, como su propio nombre deja ver, trece cortos de dibujos animados del autor japonés, creados entre 1962 y 1988 (un año antes de su muerte). El honor y mérito de la distribución deben asignarse a la distribuidora Divisa, que editó la cinta en el año 2008. De igual manera, en ella no sólo se recogen trabajos facturados por el propio Tezuka, sino otras obras en las que el maestro japonés participó como dieñador, guionista o director, a partir de sus productoras Mushi y Tezuka.
Les hemos conseguido vincular una buena parte de los cortos gracias a ese truco mágico sin fin que es YouTube, aunque, por supuesto, en versiones sin traducir (bastantes son mudos, así que no es tan grave la cosa) y no todas de ellas completas. Vamos a dedicar las dos siguientes sesiones a diseccionar el contenido de estos trabajos experimentales, ¡que un genio bien merece una sesión doble! Disfruten con la carga lírica, la brillantez gráfica y el profundo humanismo de los siguientes cortos.
1. Macho (1962, 3 min.) es una historia procaz protagonizada por felinos y humanos, llena de ambiguas insinuaciones sexuales y medidas insinuaciones visuales. La acción del corto se desarrolla detrás de un fondo de pantalla negro. Los personajes se mueven detrás esa pantalla oscura, mientras al espectador sólo se le descubren retazos fragmentarios de lo que está sucediendo (como si una linterna imaginaria iluminara caprichosamente diferentes secciones de la pantalla), en espera de la sorpresa final. En este, como en varios otros de los cortos, el dibujo de Tezuka nos recuerda sobremanera al estilo de La Pantera Rosa (el personaje de dibujos animados con el que Fritz Freleng gana el oscar al mejor cortometraje de animación… dos años después).
2. Historias de una calle (1962, 39 min): se suele decir que los trabajos animados de Tezuka muestran muy pocas huellas de su origen oriental y japonés en particular. Historias de una calle es un buen ejemplo de esta aseveración, con unos planteamientos gráficos en la composición de espacios y personajes muy cercanos a los de la ilustración occidental. De hecho, a primera vista, las imágenes de este corto nos recuerdan a un improbable cruce entre cierta ilustración infantil de coloridos aires impresionistas (en las localizaciones, sobre todo) y los dibujos animados de la factoría Hanna Barbera. El papel de Tezuka en este trabajo se centró sobre todo en su faceta como productor a través de su compañía Mushi. Poética y visualmente muy sugerente, a Historias de una calle, sin embargo, le falta cierta tensión rítmica: su acumulación (narrativamente impresionista también) de pequeños episodios vitales que se insertan en el relato como brochazos, no acaba de funcionar con fluidez. Algunos de sus hallazgos principales (como la interacción humanizada de los carteles publicitarios y otros usos de la personalización –los ratones, el árbol, la polilla) se explotan de forma un tanto insistente, sin que aporten demasiado contenido más allá de su innegable carga poética. Este último, sin duda, es el rasgo más destacable de la animación, junto a su mensaje antibelicista y sus numerosos guiños al mundo del arte a través del cartelismo (al Impresionismo francés, al Constructivismo ruso, al Cubismo, etc.).
3. Recuerdo (1964, 6 min): “Cualquier hombre está hecho para olvidar cosas. No tiene que ser lelo para ir olvidando las cosas que ha visto y oído una tras otra”. Así comienza a rememorar una voz en off (muy habitual en los cortos de Tezuka, por otro lado) el gran número de vivencias que olvidamos o recordamos de forma distorsionada a lo largo de nuestra vida: el embeleso del primer amor, las imágenes de la infancia, los quebrantos profesionales. El corto recurre a collages fotográficos y numerosas metáforas visuales para abordar, desde el humor, la improbabilidad del recuerdo certero, al mismo tiempo que, con ironía, deja entrever cierta desesperanza ante la incapacidad del hombre para recordar y aprender de sus errores (con referencia directa al papel de Japón en la 2ª Gran Guerra).
4. Sirena (1964, 9 min): una bonita fábula onírica orquestada en torno a la ensoñación poética del personaje principal: un joven que crea con su imaginación a una sirena de la que poderse enamorar. El estilo gráfico de la animación juega con la ligereza lírica que predomina en la pieza: en este sentido, destaca el uso de una finísima línea clara para perfilar, únicamente, los contornos de los personajes, convertidos en figuras trasparentes y delicadas, que adoptan los colores y texturas de los fondos según se desplazan sobre ellos. La música de Grieg acompaña a las imágenes en la creación de un cuadro animado que nos remite a los cuentos clásicos de hadas, pero también a cierta visión existencialista de un mundo moderno, en el que la imaginación infantil termina indefectiblemente reprimida ante las exigencias del pragmático y materialista mundo de los adultos.
5. La gota (1965, 4 min): esta historia de un náufrago desesperado por echarse una gota de agua al gaznate, puede considerarse uno de los experimentos fallidos de la cinta, al menos en el plano visual. El recurso de animación utilizado por Tezuka (la animación del náufrago en el centro de la pantalla, mientras el fondo texturado, que simula el mar, fluye a su alrededor) no acaba de funcionar en su recreación de movimiento fluido. El espectador asiste a la escena con cierto incomodo, ya que, involuntariamente, la presencia de ese mar artificioso en segundo plano consigue robarle protagonismo a lo verdaderamente sustancial de la historia: la cómica desesperación del náufrago. Igualmente inapropiado se nos antoja el subrayado musical (una impetuosa melodía clásico romántica), a todas luces excesivo respecto al breve motivo narrativo que acompaña.

Continuará...

viernes, febrero 05, 2010

Judas Arrieta. Manga y amalgama popular.

Pues sí, últimamente estamos pintureros. Pero nadie podrá decir que le perdemos la vista al cómic. Además, como repiten los más pesados televisivos, la actualidad manda. No sabemos muy bien qué, pero manda.
Todo esto, porque hasta el 20 de febrero pueden ustedes acercarse a la Galería Estampa en Madrid, a ver esa exposición de la que últimamente hablan tantos: "Judas Arrieta: Ronín". Su conexión con nuestro foco de atención comiquero es evidente. Javier Rubio Nomblot incluso encabezó su artículo sobre la misma, en el ABCD, bajo el título "El cómic abstracto". Lo cierto es que las referencias directas de Judas Arrieta están muy lejos de la ortodoxia pictórica, incluso de las vanguardia clásicas. En "Ronín" observamos como su pintura se alimenta de fuentes mucho más "populares", que van desde el grafiti al manga, pasando por la cultura televisiva (y el ánime dentro de ella).

No es extraña la redundancia de orientalismos e iconografía manga en la obra de Arrieta. Sobre todo, si consideramos que gran parte de la obra que se expone ahora en Estampa ha sido elaborada durante la estancia del pintor en Asia, en China, más concretamente. Allí se desplazó hace ahora cinco años y allí, en Pekín, tiene su estudio el artista vasco. Desde su posición privilegiada como cicerone artístico entre dos culturas, Arrieta intenta promocionar a pintores jóvenes gracias a iniciativas como fue la residencia Gran Dragón o será la exposición Memorias de China (que comparte nombre con su propio estudio). 
La obra de Arrieta, como hemos señalado, se nutre de la iconografía japonesa, sobre todo, aunque en sus últimos cuadros tienen cabida también personajes, grafías y otras huellas culturales de las culturas china y coreana. En ese artículo de ABCD que mencionábamos antes, el propio autor admite que: "Desde mi infancia, la televisión, los cómics y después la iconografía del manga han constituido mi principal fuente de inspiración, que más tarde he retomado para poblar mis imágenes de monstruos, héroes, explosiones y demás elementos". Ni siquiera hay que ser un experto mangaka para reconocer a muchos de los habitantes que pueblan las visiones multitudinarias de Judas Arrieta. Reconocemos, en apenas un vistazo, a muchos de nuestros "héroes" infantiles televisivos (Heidi, Marco, Mazinger Z, Vickie el Vikingo), personajes clásicos del manga (Doraemon, Astroboy o el Kimba de Tezuka), e incluso la versión disneyana de personajes de la cuentística clásica, como Pinocho o Alicia.
Efectivamente, en sus lienzos se impone el concepto de yuxtaposición como técnica predominante. La acumulación aleatoria (sólo en apariencia) de personajes de cómic y televisión, junto a letras, dragones japoneses, logos y brotes esporádicos de pintura (brochazos ligeros, veladuras, manchas o zonas concretas de color en los motivos dibujados), se traduce en una exuberancia visual que justifica ese "barroquismo" con el que se refería Rubio Nomblot a la obra de Arrieta. Salvando las distancias geográficas, temporales o de motivación artística, la obra del artista vaco nos recuerda ligeramente a las creaciones más pictóricas de los artistas del colectivo Fort Thunder (a sabiendas de que categorizar sobre este colectivo underground, contracultural y asistemático, tiene poco futuro); sobre todo, por su militancia obstinada en la búsqueda y trasformación de referentes populares y por su plasmación pictórica liberada de ataduras academicistas. En el fondo, es lo único que le queda a todo ronin, caminar solo, seguir su camino.