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lunes, marzo 07, 2011

Daytripper, de Fábio Moon y Gabriel Bá. Morirse por un sueño.

En la vida, el azar y los pequeños detalles pesan tanto como las grandes tragedias y alegrías que moldean nuestra existencia. Daytripper arranca de esa premisa para modelar la vida de Brás de Oliva, escritor, soñador, una creación ficticia tan brillante como imperfecto pueda ser el ser humano que perfila, como lo somos todos.
La obra de Fábio Moon y Gabriel Bá se mueve en el terreno de las hipótesis, pero es mucho más que un what if al uso. Para morirse sólo hace falta estar vivo, decía Borges en uno de sus libros más luctuosos y brillantemente criminal. Todos hemos sentido en algún momento de nuestra existencia que estamos viviendo de prestado, que aquel accidente, aquella enfermedad o aquel tropezón del que salimos ilesos, podría en realidad haber sido el último. Se pierde la vida de los modos más tontos e inesperados. A veces es casi una casualidad seguir vivo. Incluso cuando no hemos tenido motivos para sentir amenazada nuestra existencia, todos hemos en algún momento fantaseado con la tragedia; como si el sólo y simple hecho de pensar en la muerte nos hiciera disfrutar más de la alegría de no estarlo y nos situara cara a cara con el milagro de levantarnos cada día.
En ese sentido, Daytripper es un libro que habla de la muerte para celebrar la vida. Bras de Oliva escribe esquelas para un pequeño periódico, mientras sueña con ser un escritor de verdad e intenta salirse de la enorme sombra que proyecta su padre, un autor de éxito nacional. A partir de estos apuntes argumentales, los autores van construyendo la vida del personaje y poblándola de amigos, familiares, novias y amantes; reconstruyen sus peripecias vitales, sus viajes y aventuras; nos exponen a sus miedos y fantasías, recrean sus sueños y temores; pero, siempre, al final de cada capítulo, "matan" al protagonista (no se asusten , que no sólo no es un spoiler, sino la base misma de esta construcción narrativa). En cada capítulo, Bras de Oliva muere, como podría morir cualquiera, de forma azarosa o accidental, por uno de esos llamados funestos designios del azar. Por qué no. En realidad es una excusa literaria para enhebrar los mil y un detalles existenciales que ayudan a la creación de un personaje que respira verosimilitud. Sin duda, uno de los retos más importantes a los que se puede enfrentar toda creación ficcional: que nos la creamos, que seamos capaces de asumir que ese marciano podría existir, que ese asesino es tan terrorífico como parece o que la vida de Bras de Oliva podría haber sido una vida real.
La estricta estructura narrativa de Daytripper condiciona determinantemente nuestra lectura. Sabemos lo que tenemos que esperar al final de cada capítulo y somos, por tanto, "lectores inductivos" a lo largo de todo el cómic. Nos vemos envueltos en otra prolepsis al modo y estilo de otra crónica de muchas muertes anunciadas. La lectura no pierde interés por ello, precisamente porque la excusa funeraria no es más que eso, una excusa para intentar entender la vida del personaje principal, con todos sus recovecos y accidentes. Además, no podía ser de otro modo, Daytripper esconde sorpresas (ninguna existencia es lineal, ¿no creen?), narrativas y gráficas, dentro de su relato, incluido algún capítulo-puente que funciona como coda para una comprensión completa de un texto que, entre sus muchos ingredientes, utiliza el factor onírico como condimento esencial: "¡El sueño era sobre mi vida! ¡Y yo estaba en él! podía verme a mí mismo como en una película / Estaba todo dispuesto para mí y parecía tan sencillo / Era muy feliz porque lo tenía todo muy claro / Sentía que era tan real".

Habrá que segir de cerca a esta pareja de creadores que parecen uno (hasta comparten blog). Aunque sólo sea para estar seguros de que este Daytripper no lo hemos soñado.