Apenas llegué a Buenos Aires, compré Clarín y La Nación, para comprobar la buena salud de la prensa argentina. Comprobé, a continuación, que no era leyenda, Liniers publica diariamente en el último de los citados. Me acordé de que las recopilaciones de Macanudo en Argentina iban por delante en varios volúmenes de las de Mondadori en España y... Ya saben que en esta bitacorita sentimos debilidad, mucha, por Macanudo, así que me costó poco dar con las tres siguientes entregas de la que probablemente es la mejor colección de tiras de humor en castellano del momento y devorarlas como un poseso.
Me puede la hipérbole, pero no tanto como para afirmar que con los Macanudos (se llegan en el cuarto) he amortizado el viaje; eso sí, considerando la posición de privilegio del euro respecto al peso y lo carísimo que era el primer volumen de Liniers que publicó Mondadori en España, puedo asegurar que me he ahorrado un pico. Pero, sobre todo, me he adelantado a la ansiedad del "lector-compulsivo-que-no-puede-parar"; síntoma que en el caso de Liniers parace habitual y contagioso. Ya saben, es imposible resistir indemne a una sobredosis de Enriquetas, enanitos de colores y pingüinos patagónicos. Se te queda una cara de tonto feliz que no se quita en dos o tres días.