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viernes, julio 04, 2008

Operación 700: el retorno (IV)

No iba nada mal la cosa, pensábamos para nuestros adentros, 390 de los 700 euros al garete, pero en nuestras manos cosas de relumbrón, páginas originales de los Cooper, Buscema y Williams; decididamente, nuestra tesis se iba confirmando paso a paso: "invertir" en cómics sale mucho más a cuento (a día de hoy) que hacerlo en pintureros y escultureros otros. Visto lo cual, decidimos dar un paso largo. Habíamos echado nuestras redes sobre artistas consagrados, artistas-artista, comiqueros heroicos, undergrounderos e, incluso, sobre pioneros de la tira diaria, pero a los nombres grandes fundacionales, todavía no les habíamos echado el ojo.

Bueno, mentimos, en la "Operación" precedente nos habíamos hecho con una tira del gran Walter Kelly. Como dijimos entonces, su Pogo nos había tenido iluminados desde chavales. Sería por esa habilidad infinita de su autor para crear escenas, por su humor a veces mágico (de puro críptico), por unos personajes tan bien perfilados o, simplemente por esa línea disneyana tan perfecta y limpia, pero ¡qué ilusión nos hizo conseguir una de sus tiras! Similar (la ilusión) a la que hemos obtenido en esta nueva aventura después de pujar y obtener otra tira de otro de los grandes genios primigenios del medio.

No es, lógicamente, porque su autor fuera admirado por gente como Charles Chaplin o John Updike, ni porque Steinbeck dijera de él que era el mejor escritor del mundo y lo propusiera para el Nobel; tampoco sabíamos, cuando de chavales masticábamos alucinados sus reediciones, que las tiras que teníamos entre manos habían sido leídas anteriormente por más de 70 millones de lectores diarios, ni que en las universidades norteamericanas se había adoptado como celebración anual el "Sadie Hawkins Day", que celebraban los personajes de la tira... A nosotros lo que nos fascinaba era la inmensa capacidad de Al Capp para dibujar personajes asombrosamente humanos, con una de las caricaturas más expresivas que ha visto la historia del cómic. Nos gustaba ese humor absurdo, a medio camino entre el "slapstick comedy" del cine mudo estadounidense y la escena costumbrista sureña.

Por eso, decimos, cuando conseguimos una tira de Li'l Abner, casi se nos va el aire. ¿El precio? Algo menos 180 euros. La pieza, una tira original de Abner de 1942 (la del 14 de febrero, exactamente). La serie se puso en marcha en agosto de 1934 y estuvo controlada en todas las fases de la producción por el propio Capp, hasta su final en 1977. No obstante, Capp trabajaba con diversos colaboradores (Andy Amato o Frank Frazetta, por ejemplo) que, sobre todo en las últimas décadas, le ayudaban en la realización de los dibujos (aunque él insistiera en dibujar los rostros y las manos de sus personajes principales). Por esta razón, las tiras a partir de 1950 son más accesibles. Pero, ¿qué me dicen del hecho de que se pueda conseguir una obra de arte así por menos de 200 euros? Aquí la tienen...

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