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martes, diciembre 23, 2014

Unahistoria, de Gipi, en Culturamas.

Le hemos dedicado nuestro último artículo en Culturamas (ya lo saben, esa revista cultural online que hay que visitar) a Gipi y a su Unahistoria. En su nueva novela gráfica, el italiano vuelve a demostrar que es un autor en permanente estado de gracia.
La complejidad de la mente, la recuperación de la memoria, las obsesiones y la disección de los procesos interiores que conducen a la locura, son los temas que cohabitan en las páginas de Unahistoria. Como en Mi vida mal dibujada, Gipi recurre a su talento gráfico y al eclecticismo estilístico para construir un relato que se articula en diferentes capas y niveles narrativos que, por alquimia comicográfica, terminan convergiendo en la mente dislocada del protagonista. 
Malabarismo narrativo y talento artístico al servicio de una de esas historias espléndidas a las que Gipi ya nos ha acostumbrado. Aquí.

lunes, diciembre 07, 2009

Mi vida mal dibujada, de Gipi. Esbozos para una vida perra.

Una de las muchas cosas buenas de Gipi es que además de ser un dibujante excepcional, colorista superdotado, además, es un gran escritor y, sobre todo, ha conseguido hacer de estas dos virtudes un lenguaje único, reconocible, complejo. El cómic no es palabra o dibujo, es la suma de ambos en fórmula indisoluble, en solución indisociable; hablamos, por supuesto, de los grandes cómics. Un gran cómic “respira” de forma diferente a un gran cuadro o una gran novela, porque lo hace gracias a unos pulmones doblemente articulados, por la letra y por la imagen transformados en un único órgano. Cuando leemos un gran cómic, muchas veces pensamos, esto no se podría haber expresado de otro modo. Le pasaba a McCay, a Eisner, seguramente a Crumb, a Ware y le pasa a Gipi.
Por eso, ni cuando el autor dibuja deliberadamente “mal”, ni entonces se matiza su talento, porque hasta el esbozo es significativo en Gipi y hasta la imagen garabateada comunica unas intenciones narrativas concretas cuyo alcance variaría si ésta estuviera dibujada de forma diferente. Sucede con Mi vida mal dibujada, la última obra de Gipi publicada en España, por Sins Entido.
Gipi recurre a un trazo poco limpio (el suyo nunca lo es del todo), semi-esbozado, más irregular y abocetado que de costumbre, aunque manteniendo su estilo e línea finísima y delicada (parecen sus dibujos trabajos de macramé, frágiles composiciones de hilo). No es una elección gratuita. Este cómic, en la línea de la autoconsciencia biográfica que abriera Crumb hace más de cuatro décadas, es un relato autoconfesional: Gipi nos abre su biografía para mostrarnos sus entrañas, casi literalmente. En Mi vida mal dibujada el autor nos revela algunos de los episodios más sórdidos de su existencia (su relación con olas drogas, con la ley, con la enfermedad, con el desamor y la pérdida, con la traición afectiva…) y lo hace siguiendo una ordenación aparentemente “aleatoria”, con un orden un tanto confuso, como el de los pensamientos y los recuerdos, en realidad. La organización narrativa del desorden suele traducirse en técnicas conocidas como analepsis (flashbacks, rememoraciones…) o prolepsis (anticipaciones, indicios…). En el libro del italiano los sucesos empiezan a cobrar sentido a medida que el Gipi personaje los recuerda y dota de vida: lo hace desde un falso “presente” diegético, desde el que (como haría Crumb) busca la complicidad de un lector que, no obstante, por momentos asiste desconcertado a la exhibición impúdica, torturada y nada autoindulgente de los horrores privados del protagonista.
El relato (como es habitual en el autor, pero con más claridad aún en esta historia de cronologías descabalgadas) se enriquece con multitud de detalles, metarrelatos y guiños autorreferenciales. Uno de los más brillantes lo protagoniza esa metahistoria de piratas en la que Gipi se dibuja como joven prisionero de un abordaje pirata, cuya salvación última dependerá de su habilidad para contar relatos de los que amansan a las fieras filibusteros. Una metáfora brillante que salpica de excitante aventura las tenebrosas revelaciones que se suceden en la vida real mal dibujada, la del resto del cómic: el Gipi real, el que estuvo a punto de sucumbir ante su propia biografía, le agradece la salvación, su exorcismo privado, al Gipi narrador, al cuentista. Por las rendijas de este metarrelato de piratas “respira” Mi vida mal dibujada un poco de ficción. Y todos sabemos que la ficción es siempre mucho más perfecta, más redonda, que la sucia realidad. Seguramente por eso los únicos episodios en el conjunto del relato que están “bien dibujados” son estos fragmentos de aventura pirata: sus páginas son las únicas que tienen color y sus líneas son las que más nos recuerdan al Gipi cuentista de otras obras magníficas, como Apuntes para una historia de guerra, S o, en menor medida, El local.
Gloriosa imperfección. Esta obra mal dibujada lo tenía que estar por fuerza (mal dibujada). Era necesario para reflejar de forma fidedigna (enorme paradoja) unos fragmentos de realidad tan poco pulcros como los que oscurecieron la infancia y la juventud de su autor. En una ecuación casi perfecta de esas que el medio nos regala ocasionalmente, Mi vida mal dibujada conjuga líneas y palabras en el ansiado todo narrativo comicográfico. Aunque la materia prima sea sucia, confusa y rugosa.
A fin de cuentas, la vida pocas veces se muestra pulcra y perfecta, para eso están las ficciones. Gipi lo sabe bien.

viernes, febrero 22, 2008

Gipi, locales silenciosos.

En los últimos tiempos, Gipi es una de las salsas más sustanciosas en cualquier ensalada de "grandes éxitos" comiqueros que se precie. Cada nueva publicación suya viene irremediablemente acompañada de críticas superlativas, menciones honoríficas y algarabía bloguera. La última de ellas en nuestro país es El local.
Matiz 1. Una perogrullada para empezar: El local no es Apuntes para una historia de guerra, por ejemplo. Nos referimos a la ambición en sus planteamientos y al alcance último de los resultados. Tampoco creemos que lo pretenda, sinceramente.
Matiz 2. La anécdota argumental que enmarca los acontecimientos y sucesos de El local no es sino eso, un hecho anecdótico, una historia mínima sin la trascendencia contextual de otras obras de Gipi. Priman ahora las personas y sus errores, el sentimiento vivido, frente a esa experiencia condicionada por el entorno (la guerra, sobre todo), que funciona como chispa de arranque y combustible en otras obras suyas.
Dicho lo cual, nos congraciamos de que Gipi siga regalándonos obras, más o menos ambiciosas, porque ninguna de las creaciones suyas (al menos entre las que hemos leído) es pequeña en términos artísticos o crea indiferencia. Gipi nos dice algo incluso cuando no habla de nada. Es más, cuanto menos dicen los personajes de este italiano, delicado y profundo, más significan sus silencios.
Dentro de la teorización musical se ha subrayado insistentemente la importancia del silencio. No es tan frecuente oír argumentaciones similares en otras ramas del arte, aunque algunos discursos narrativos hayan nacido y crecido en la cuna dorada del vacío sonoro. Existen cómics mudos (ayer hablábamos de uno de ellos y ejemplos no faltan), pero pocos autores hacen de los paisajes vacíos, el gesto y la mirada, una herramienta tan significativa como Gipi. El silencio como pausa contemplativa, como pausa de dilación y/o delación, como "músculo" narrativo-destensor..., los cómics de Gipi nos dice mucho con sus vacíos: es en ellos donde se gesta la excusa perfecta de un muchacho que intenta convencer a su padre para que le preste el coche, o donde la rabia adolescente se transforma en descarga sonora en un local de ensayo perdido en el monte. El silencio es el cobijo del joven que se avergüenza de su cuerpo cambiante y duda ante la desnudez del baño playero o donde se acumula la mezcla de desconcierto y rabia de un padre que no entiende a su hijo...


El local dibuja pequeñas historias personales que intentan poner orden dentro de ese desorden personal, afectivo, hormonal y social que llamamos adolescencia, simplemente, a partir de una pequeña anécdota: la de unos jóvenes tan diferentes entre sí que lo tienen todo en común, especialmente su amor por la música y su deseo de no estar solos cuando suene la primera nota.
Todo ello bañado en esos paisajes de acuarelas infinitas que llenan de silencios los cómics de Gipi.

miércoles, noviembre 21, 2007

Un paréntesis vinculante.

Pues eso, un interludio "crumbiano" (momentáneo) para engordar los blogs de autor de la derecha. Cuatro incorporaciones con aire cosmopolita; añadimos...
Al italiano Gipi porque es uno de los autores que más n0s gusta últimamente. Porque, aunque su blog se actualice con cuentagotas, sus obras no dejan de aparecer en nuestro país y nunca, nunca, decepcionan. Porque sus acuarelas son trasparentes y llenan de hermoso simbolismo la contundencia vital de sus historias. Y, en definitiva, porque es un placer disfrutar de sus trabajos y proyectos al margen de la ley editorial y en primerísima persona. ¿No es suficiente?

A los franceses Dupuy y Berberian por formar parte de esa parte de autores franceses que decidió que el cómic no era sólo una cuestión de álbums seriados para jóvenes lectores. Por ser los creadores de ese alterego de treintañero que es el Señor Jean (y por su portera, qué diablos) y por enseñarnos y enseñarse en el proceso de creación, con un título tan necesario como Diario de un álbum; la cuadratura de la metaviñeta. Y, por supuesto, por dejarnos mirar más allá de la línea a través de su página (no exactamente un blog). Un lugar privado hecho público de la mano y por la gracia de estos dos tipos, referentes en realidad, de aquella bande dessinee.

Al español Beroy, por su exitosa reaparición desde un Octubre cualquiera (aunque nunca se fuera). Por su barroquismo de ilustración antigua, por el misterio agazapado detrás de cada viñeta y por los secretos de su dibujo minucioso. Por sorprendernos hace ya más de 15 años en Cimoc y Cairo con unas historias que no se parecían a nadie, unas páginas que surgían como los misterios de un sueño febril o de una fiebre soñada, nunca se sabe. Por dejarnos entrar a su casa de proyectos, ideas y proyecciones de futuro.Y, por último, a un estadounidense de espíritu colorido y afanes psicodélicos, el gran Jim Woodring, que tiene un blog tan grande (dos en realidad) como sería de esperar de un tipo grande como él. Por ser un referente del cómic de fantasía surrealista, por su underground optimista y alucinado, por sus "animales sabios" pero felizmente enloquecidos y metamórficos. Por ser el autor de clásicos indiscutibles como Frank o The Book of Jim, y por seguir siendo un niño impredecible con pincel en mano y talento volando. Ah, y por ayudarnos a no perder, del todo, nuestro hilo underground de los últimos tiempos.