En los últimos tiempos, Gipi es una de las salsas más sustanciosas en cualquier ensalada de "grandes éxitos" comiqueros que se precie. Cada nueva publicación suya viene irremediablemente acompañada de críticas superlativas, menciones honoríficas y algarabía bloguera. La última de ellas en nuestro país es El local.
Matiz 1. Una perogrullada para empezar: El local no es Apuntes para una historia de guerra, por ejemplo. Nos referimos a la ambición en sus planteamientos y al alcance último de los resultados. Tampoco creemos que lo pretenda, sinceramente.
Matiz 2. La anécdota argumental que enmarca los acontecimientos y sucesos de El local no es sino eso, un hecho anecdótico, una historia mínima sin la trascendencia contextual de otras obras de Gipi. Priman ahora las personas y sus errores, el sentimiento vivido, frente a esa experiencia condicionada por el entorno (la guerra, sobre todo), que funciona como chispa de arranque y combustible en otras obras suyas.
Dicho lo cual, nos congraciamos de que Gipi siga regalándonos obras, más o menos ambiciosas, porque ninguna de las creaciones suyas (al menos entre las que hemos leído) es pequeña en términos artísticos o crea indiferencia. Gipi nos dice algo incluso cuando no habla de nada. Es más, cuanto menos dicen los personajes de este italiano, delicado y profundo, más significan sus silencios.
Dentro de la teorización musical se ha subrayado insistentemente la importancia del silencio. No es tan frecuente oír argumentaciones similares en otras ramas del arte, aunque algunos discursos narrativos hayan nacido y crecido en la cuna dorada del vacío sonoro. Existen cómics mudos (ayer hablábamos de uno de ellos y ejemplos no faltan), pero pocos autores hacen de los paisajes vacíos, el gesto y la mirada, una herramienta tan significativa como Gipi. El silencio como pausa contemplativa, como pausa de dilación y/o delación, como "músculo" narrativo-destensor..., los cómics de Gipi nos dice mucho con sus vacíos: es en ellos donde se gesta la excusa perfecta de un muchacho que intenta convencer a su padre para que le preste el coche, o donde la rabia adolescente se transforma en descarga sonora en un local de ensayo perdido en el monte. El silencio es el cobijo del joven que se avergüenza de su cuerpo cambiante y duda ante la desnudez del baño playero o donde se acumula la mezcla de desconcierto y rabia de un padre que no entiende a su hijo...
El local dibuja pequeñas historias personales que intentan poner orden dentro de ese desorden personal, afectivo, hormonal y social que llamamos adolescencia, simplemente, a partir de una pequeña anécdota: la de unos jóvenes tan diferentes entre sí que lo tienen todo en común, especialmente su amor por la música y su deseo de no estar solos cuando suene la primera nota.
Todo ello bañado en esos paisajes de acuarelas infinitas que llenan de silencios los cómics de Gipi.