martes, julio 28, 2009

Arte Santander 2009. Comiquerías de refilón (I): Ellen Kooi y Nebojsa Bezanic.

Acaba de concluir una edición más de Arte Santander, una muestra de arte que regularmente se lleva a cabo en julio (del 22 al 26, en esta ocasión) compartiendo vecindad calendaria con las fiestas locales de Santiago. En el espacio privilegiado del Palacio de Congresos, junto al campo de fútbol del Sardinero, hemos podido disfrutar de los stands de algunas de las galerías de arte punteras de este país (aunque la crisis y el ojo tapado de los organizadores hayan dejado fuera a algunas de las esenciales que visitaron la muestra en los años anteriores y que, este verano, parece, han preferido excusar su presencia).
Entre lo mucho destacado, constatamos el auge imparable de la fotografía dentro del panorama artístico ferial, dondequiera que uno vaya (muestras, ferias, exposiciones), uno se topa con fotografías a gran tamaño cubriendo los espacios de privilegio de stands y casetas. Seguimos hipnotizados, por ejemplo, ante la misteriosa belleza de la serie Borrowed Landscapes de la holandesa Ellen Kooi, presentada en Santander por la galería madrileña Cámara Oscura. Nos recuerda el trabajo de esta joven fotógrafa a lo mejor de ese maestro que es Gregory Crewdson, creador de paisajes falsamente bucólicos, larvados por el suspense de la amenaza agazapada. Las fotos de Kooi juegan también a las presencias misteriosas y a las ausencias presentidas. Sus cuadros campestres están fugazmente habitados por mujeres de presencia etérea que parecen heraldos cargados de presagios indescifrables, recién llegados desde una dimensión paralela.

No vamos a insistir, sin embargo, en cuestiones fotográficas en estos posts, sino en dibujantes y pintores que de un modo u otro remiten al cómic. Es el caso, por ejemplo, de las obras de Nebojsa Bezanic que bajo el título Arabesques et Variations, ha presentado la Galería Mito de Barcelona. El trabajo de Bezaniac remite, por supuesto, a las multitudes alegóricas de El Bosco y Brueghel, o a las figuraciones paranoicas del subconsciente de los surrealistas, pero también lo hace con mucha claridad, sobre todo en el apartado gráfico, al estilo denso y abigarrado de Enki Bilal. Del mismo modo, la arquitectura futurista de Arabesques et Variations es Moebius en estado puro. Lo son sus maquinarias imposibles y también el diseño de sus personajes: cyborgs, humanoides, mutaciones animales y héroes futuristas bastante sombríos, enhebrados entre sí gracias a cables, clavijas, conmutadores y otras tecnologías improbables. Habrá que seguir de cerca a Bezaniac, por de pronto, sus arabescos no dejaron indiferente a casi nadie en este Arte Santander 2009.

En el siguiente post seguimos descubriéndoles algunos otros “hallazgos” del salón.

miércoles, julio 22, 2009

Food Comics. Underground gastronómico.

Una de las características más sorprendentes del comix underground, sobre todo en su última etapa, es su tendencia a la especialización temática, con monográficos y series en torno a los ámbitos temáticos más variopintos. Con esta premisa en mente, podríamos afrontar, por supuesto, los muchos tebeos de capa y espada o fantasía heroica que surgieron a finales de los 70, que venían firmados por autores consolidados en el primer underground, pero también por jóvenes valores, como un tal Richard Corben (recuérdennos que les hablemos de su etapa underground en algún futuro post). Pero a lo que nos referimos cuando hablamos de “comix especializados” no nos referimos a los tebeos de género o parodia (fueron habituales los cómics underground que parodiaban o simplemente imitaban a los estigmatizados tebeos de la E.C.), sino a comix dedicados a temas tan bizarros como la comida.
Lo que leen. Un ejemplo es Food Comix (de Educomics), cuyo primer número apareció en 1980 (underground muy tardío, sí), con el precio de $1.25 en portada; por cierto una portada que era doble Food Comics por un lado (dibujada por Tom Chalkley) y Food Comix por el anverso (obra de R. Diggs). Food Comix es un tebeo fiel al espíritu underground: un cómic-book impreso en papel de baja calidad, una variedad amplia de autores y de historias cortas, cierta laxitud en el criterio editorial a la hora de organizar los materiales (y de acreditarlos) y mucha heterodoxia en la selección de los contenidos.
Un criterio prima sobre todos los demás en Food Comix, el alimenticio. Su editor Leonard Rifas explicaba, en la introducción al mismo, los tres sorprendentes criterios que determinaban su proyecto:
Comienzo esta colección de cómic-books con tres propósitos en mente. El primero es el de anunciar las peligrosas consecuencias que el actual sistema alimenticio tiene para la salud de la gente y para el estado del suelo.
El segundo es el de apoyar métodos de producción menos destructivos y una mejor alimentación.
Mi tercer propósito es el de ofrecer entretenimiento. La mitad del cómic-book llamada
Food Comics va dirigida a un público sobre todo infantil y está destinada a ofrecerles diversión.
Menuda declaración de principios. No sorprenden los anuncios de patrocinio que siguen a la breve nota editorial, que descubren la nómina de proveedores y patrocinadores de la iniciativa: agencias como el Center for Science in the Public Interest o The Institute for Food and Development Policy; el cómic invita a sus lectores a colaborar económicamente con el Guatemala News and Information Bureau o con The Cooperative Directory Association. Sorprende este despliegue de promoción no sabemos si institucional.
Entre las viñetas propiamente dichas, encontramos historietas infantiles (como anunciaba su editor) del tipo de Prisoners of Candy Island, de Tom Chalkley, protagonizada por Carl el tomate y la zanahoria Tommy. En la sección adulta, Food Comix, encontramos hasta una historia de Crumb (Mr. Appropriate Does His Homework), junto a muchos episodios de denuncia anticapitalista y mucha añoranza de los sistemas de producción agrícola preindustrial (The Agribiz Game, de Tom Chalkley), ejercicios de denuncia de las explotaciones multinacionales en el tercer mundo (Hungry for Fairness, de Leonard Rifas) y apologías indisimuladas del vegetarianismo (Recipe for Wonderful Vegetarian Gravy!, de Moria).
Sana y saludable la dieta de este Food Comix, pero editorialmente inaccesible (¿no estaría bien que algún editor valiente estadounidense se atreviera a reeditar estos viejos cuadernillos a precios competitivos?). Quede esta reseña como (otra) anécdota bloguera de un periodo, el underground, y de una forma de entender el cómic, al margen de los canales editoriales. No pensamos dejar de acercarnos al comix, ni a esta nueva vía de especialización antisistema que aquí hemos abierto. Prometemos que la siguiente entrega será mucho menos alimenticia.

jueves, julio 16, 2009

Usted #5, Esteban y amigos al abordaje.


Ya lleva Esteban Hernández cinco números de su revista-fanzine-minicómic Usted; no es poca cosa a tenor de lo turbias que se mueven las mareas editoriales para pequeños y medianos editores. La apuesta es también valiente porque las aguas de la autoedición en nuestro país son tan procelosas como inescrutadas. Es curioso que una superficie que en Estados Unidos ha visto nacer a los artistas más interesantes de los últimos años (venidos muchos de ellos de la costa del minicómic) haya sido tan poco explorada por aquí.
Esteban va de explorador audaz y deseamos que descubra muchas tierras fértiles. La aparición de su último álbum, Sueter, en una major parece demostrar que el viaje no va desencaminado (aprovechamos este post para felicitarle también por ello). En este último número de Usted se consolidan algunas de las virtudes de la publicación (su espíritu libérrimo, audaz y carente de restricciones genéricas, estilísticas y, ahora, también autoriales; un nivel medio-alto en la selección de historias que ofrece una inmejorable relación calidad-precio -¡tres euros!-, etc.) y se avanza con ilusión en la conformación de otras (virtudes): se agradece, por ejemplo, que Esteban insista en aumentar la nómina de colaboradores y confíe en autores ya consolidados y absolutamente "fiables" como Ed o Carlos Vermut; o que nos descubra a nuevos valores como Álvaro Nofuentes. Al compartir la carga creativa, el "editor" puede permitirse filtrar su propia participación dentro del fanzine (que en el fondo es la columna vertebral del mismo debido a las historias, ilustraciones y diseño que aporta el propio creador) y hacerlo con un criterio de calidad y autoexigencia renovado.
Las tres piezas que incluye Esteban Hernández dentro de Usted #5 están con claridad entre lo mejor del mismo. Sobre todo, nos ha gustado Handrolling tobacco, porque creemos que reune algunas de las mejores cualidades de su autor: su capacidad para observar las anomalías del comportamiento humano dentro de la existencia cotidiana, su descripción de personajes a partir de gestos y procesos mentales y un estilo de dibujo manierista que, no obstante, cada vez se muestra más diáfano, brillante y funcional. Rasgos, todos ellos, que definen a un autor joven y valiente (tanto como para lanzarse a editar su propio fanzine), que todavía va a crecer mucho más. Al tiempo.

sábado, julio 11, 2009

Piltrafilla, de Jeff Brown. Normalidad.

Este va a ser (está siendo) un año de exaltación técnico-virtuosa por lo que respecta al panorama comicográfico. Parece como si el encumbramiento del dibujo como vértice artístico en galerías y muestras pictóricas hubiera tenido cierto efecto de contagio en el panorama de las narraciones gráficas, que además de contar con la imagen como factor de articulación, están girando últimamente en torno a ese señalado virtuosismo gráfico.
Es curioso porque en Piltrafilla (La Cúpula) Jeffrey Brown habla continuamente de sus sueños académicos, de sus inquietudes artísticas y de sus esfuerzos por alcanzar un lugar dentro del "fine art", el arte con mayúsculas. Curioso porque Brown no recibe sino desilusiones y falsas expectativas de su recorrido por las Academias y Escuelas de Bellas Artes, antes de llegar a la conclusión de que su principal fuerza como autor reside en su capacidad para expresar y contagiar ideas y sentimientos, respectivamente, a través de la técnica narrativa del lenguaje comicográfico. En un capítulo de Piltrafilla (Funny Mishappen Body en su versión norteamericana), Jeff Brown (protagonista-narrador autodiegético absoluto) cuelga sus hojas de cómic del muro que los profesores le han asignado para presentar su trabajo final de curso (como si se tratara de una exposición de arte conceptual). El resultado es cuanto menos sorprendente para los profesores encargados de su evaluación ("...los profesores de la facultad de dibujo no parecían tener muy claro como ayudarme con los cómics..."); lo sería también para cualquier posible espectador externo. Después de todo, como no se cansan de repetir algunos, las páginas de un cómic no nacen para ser colgadas de un muro (si no es el de un museo del cómic, como el de Bruselas); algunos otros, no obstante, no podemos dejar de imaginárnoslas en nuestras paredes.
En el cómic, Brown encuentra ayuda y consejo en "verdaderos" profesionales del medio, gente como Chris Ware o Joe Sacco, dibujantes profesionales que demuestran con su talento la verdadera categoría artística del medio, así como las expectativas de su evolución. Sin duda, mucho mejores consejeros y fuente de magisterio que los muchos profesores académicos que circulan por las páginas de Piltrafilla. Todo este asunto es curioso también -y aquí retomamos el cabo del hilo con el que iniciábamos nuestro discurso- porque Jeffrey Brown representa exactamente la cara estilística antitética de su mentor: mientras que Ware hace de la precisión técnica, el acabado perfeccionista y la elaboración gráfica casi mecánica su "marca de fábrica", Brown dibuja con un estilo feísta, libre, casi abocetado y deliberadamente amateur ("...dibujaba mis historias directamente en tinta, sin preocuparme por el estilo o los errores. Intentaba no pensar en lo que implicaban o en quién las leería. Unicamente intentaba hablar directamente desde el corazón. No estaba seguro de que lo que estaba haciendo fuera arte..."). Pese a ello, no nos extraña que Ware apostara por Brown como futuro artista de cómics profesional, porque el joven dibujante estadounidense es un narrador talentoso. Nuestra devoción por el autor de Michigan no es nueva.
Pero Piltrafilla no sólo habla de las inquietudes artísticas de su protagonista. Excepcionalmente, Brown se olvida de sus cuitas amorosas y de sus desventuras sentimentales y esquiva uno de los peligros que acechaban a su ya bastante extensa producción: convertirse en un autor al borde del melodrama, en un especialista en la biografía sentimental. En esta nueva obra el autor intenta evitar aquellas veredas que conducen al corazón, para centrarse en asuntos mucho más mundanos, como su convivencia más o menos turbulenta con compañeros de piso y de residencia, la excesiva relación post-adolescente con el alcohol y las drogas, sus interminables jornadas laborales en un taller de decoración de zuecos o sus bastante escatológicas afecciones de colon y la consiguiente operación. Asuntillos cotidianos, todos ellos, que consiguen crear una rápida empatía entre el lector y el protagonista-sufridor que siempre funciona a favor de la fluidez lectora. Porque (quirurgias intestinales al margen), ¿quién no ha visto zozobrar sus expectativas laborales en algún momento o a quién no se le han ido en alguna ocasión las manos y boca en ingestas excesivas de alcoholes variados? Sea como fuere, Brown se revela como un narrador ágil y certero: sus historias van siempre al grano y encuentran con facilidad el ritmo adecuado para cada una de sus (a priori) anodinas tramas.
Piltrafilla lleva el relato efectivo de la normalidad a su grado sumo: si hubiera que elegir a un representante actual del llamado slice of life, ese no sería otro que Jeffrey Brown. Por supuesto, una afirmación como ésta (subjetiva, en todo caso, no lo olviden) delimita el nivel de expectativas que unos lectores y otros habrán de esperar de la obra que comentamos. En ella, no encontrarán preciosismos gráficos, aventuras vertiginosas o grandes hitos épicos, sino sinceridad autobiográfica, esquematismo gráfico y un relato fluido lleno de matices interesantes. No nos extraña que Chris Ware se rindiera al talento de Brown; afortunadamente, tampoco a todo el mundo le gusta "el dios" Ware. Afortunadamente.

miércoles, julio 08, 2009

Remozados.

Un paso enano para la blogosfera comiquera, un gran paso para este blog: ¡nos hemos pasado a beta! Ya, no es excusa para un post, pero estamos tan contentos y nos ha costado tanto dar el paso, sin perder algunas de las constantes de la bitácora, que queremos contárselo.
Mantenemos la esencia de nuestro cuaderno de abordo y, por fin, añadimos algunas de las ventajas de beta: de una vez por todas funcionarán los vínculos de retroceso y las entradas a páginas pretéritas; tendremos un archivo operativo, al fin; hemos eliminado también ese molesto título que se montaba sobre el verdadero título; se lo facilitaremos a los seguidores que quieran serlo y vamos a poder ir, poco a poco, actualizando las etiquetas y homogeneizando sus referencias para que el acceso a viejos posts sea más sencillo. Queremos que este blog sea más práctico e intuitivo y que pierda su aire un tanto carca y avejentado. Por eso, no descarten futuros cambios de imagen, intentaremos peinarnos y lavarnos la cara para ustedes, sin dejar de ser los Little Nemo's Kat que somos. Estamos en ello (y la frecuencia de nuestras entradas -escasa- da fe de ello).
Claro, a la luz de nuestra impericia tecnológica, todo esto no hubiera sido posible sin la ayuda imprescindible de Jorge Sánchez, el tipo que conocemos que más sabe de los lenguajes computerizados, amigo y filántropo de la didáctica informática, suficientemente conocido y descargado en la red, por otro lado. Gracias mil.

viernes, julio 03, 2009

El pie izquierdo de Supermán.

Malos tiempos para la épica en este blog. Desmitificados, desnudados de bondad, a los héroes de ficción sólo les faltaba que les hurgaran en la horma de sus intimidades para posterior escarnio público. Es lo que lleva haciendo desde hace unos días Gaspar Naranjo, que se ha propuesto, ni más ni menos, que acabar con Supermán a base de hundirlo en la miseria. Como lo oyen, el héroe de Krypton expuesto con sus vergüenzas al aire. Se creía el universo que el tipo férreo tenía corazón de adamantiun heliovoltaico y resulta que el pobre de Clark las pasa tan putas como nosotros, las moscas del universo sentimental. Se ha pasado el Gaspar, esta vez.