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viernes, marzo 31, 2017

Un paseo inglés con Harry Furniss

Seguimos regresando con frecuencia a Inglaterra. En los ambientes en los que nos movemos es como si el triunfo xenófobo, retrógrado y antieuropeo del Brexit no hubiera tenido lugar. La hipocresía meliflua y envenenada de Theresa May no nos llega por aquí.
Aunque somos conscientes de que es en estas zonas recónditdas y rurales donde se ha gestado mayoritariamente el desencuentro, nos sigue encantando pasear por esos pueblos ajenos al ruido y la prisa; entrar en sus pequeños comercios y pubs, tan parecidos a como eran hace cien años; y escudriñar en esas librerías de segunda mano que parece que ya sólo quedan en la Gran Bretaña.
En nuestra última visita, acabamos descubriendo un tesoro en una de ellas. Entre ediciones de Penguin, cuentos infantiles y libros de viaje por la campiña interior inglesa, se nos aparecieron decenas de tomos de aquellas viejas ediciones encuadernadas en tela que la revista humorística Punch (una de los publicaciones donde más tempranamente se desarrolló el cómic en Europa) publicaba semestralmente recopilando sus entregas mensuales previas. Subidón de adrenalina.
Olvidando a dónde íbamos o qué intenciones nos llevaban hasta allí, dedicamos la siguiente hora a pasar páginas, a contrastar fechas y a maravillarnos ante el talento inmenso de ilustradores como Linley Sambourne, Alfred Chantrey Colbourn o el increíble John Tenniel; cuyas impresiones xilográficas (grabados sobre madera) corrían casi siempre a cargo del inmenso Joseph Swain (y su estudio).
Pero entre todos los ejemplares de Punch, or the London Charivari (su nombre completo) que pudimos ojear, nos llamó sobremanera la atención el trabajo de un tal Harry Furniss, de quien nunca habíamos oído hablar.
La mayoría de sus ilustraciones destacan por su línea clara, en algunos momentos con un trazo muy muy fino, que resulta en dibujos mucho más ligeros y menos entramados que los que abundaban en Punch. Nos fijamos en Furniss, sobre todo, porque muchas de sus planchas parecían ejemplos de protocómic muy elaborados y verdaderamente "modernos". Como pudimos aprender posteriormente, Furniss colaboró con Punch desde 1880 hasta 1894 (curiosamente, el periodo aproximado que cubrían los volúmenes que encontramos en nuestra cueva de Alí Babá particular; como si el vendedor o donante que allí los dejó hubiera también él sido un fan de Furniss).
Es habitual en su producción la ejecución de grandes viñetas marco a toda página, con uno o más personajes centrales, alrededor de los cuales se desarrollan microsecuencias narrativas, conectadas en ocasiones, independientes en otras. En sus dibujos se repite el recurso de la ensoñación o directamente del sueño: un personaje que ocupa el centro de la página deja volar su imaginación, de modo que sus pensamientos, sueños o imaginaciones se despliegan a su alrededor como pequeñas microviñetas sin marco. En muchos casos, los personajes están acompañados de unos sutiles globos de diálogo (apenas esbozados), que recogen sus parlamentos y reflexions. Se trata de una curiosa actualización, con carga textual añadida, de aquella famosa ilustración goyesca de El sueño de la razón produce monstruos. En nuestra pequeña labor de investigación, encontramos ejemplos de esta estructura en prácticamente todos los números de Punch que contaban con la presencia de Furniss.
Otro tipo de viñetas muy habituales en su producción fueron las escenas de multitudes. Cuadros en escenarios costumbristas de las clases altas (museos, cafés, clubes para hombres, salas de exposiciones, etc.), en los que amontonaba muchedumbres de personajes en situaciones humorísticas con un toque slapstick. Son, por ejemplo, las que componen su larga serie "Interiors and Exteriors" (que comenzó el 14 de febrero de 1885), en la que, progresivamente, Furniss fue introduciendo mayor complejidad y variedad de escenas
De algún modo, estas escenas multitudinarias nos recuerdan a las viñetas que pocos años después emplearía Richard Felton Outcault en Estados Unidos en su Hogan's Alley, para hacer sátira social a partir de la visión de unos niños de clase baja (entre los que se encontraba el célebre The Yellow Kid). Como Outcault, con el paso de los años, Furniss fue incorporando más y más dinamismo a sus viñetas, al mismo tiempo que en sus ilustraciones empezaban a proliferar elementos textuales (globos, carteles y lexías) que cada vez las acercaban más al recién nacido y aún balbuciente lenguaje del cómic.
Como no podía de ser de otro modo, de nuestro viaje nos volvimos con un par de esos gloriosos Punch debajo del brazo. No nos cansamos de ver sus increíbles ilustraciones y, cada vez, nos preguntamos cuánto se hubieran mofado y reído Harry Furniss y los irreverentes y brillantes colaboradores de Punch de la ínclita Theresa May y sus miles de resentidos acólitos "separatistas".