lunes, noviembre 25, 2013

Wright, Merritt y otras murder ballads.

Seguimos respirando un poco más a través de Blacklung. En uno de sus abordajes, los piratas protagonistas encuentran un libro de canciones marineras entre el botín. Entre todos, obligan a Marquis, el único que sabe leer, el profesor y tripulante accidental del barco, a recitarles una de las canciones del libro. La canción-poema que el azar elige es la siguiente:
The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

I gave her up to be a man
And told her, darling dear,
There was never a man that went away
Who had so little fear,
That he would come back home,
That you would wait for him
So he'd have his darling dear.
At the end of the day
He could look at his wife
And upon his children dear.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

Five years hence
He arrived at the dock
Near the home he once had known,
With a body that was hard
And eyes that were keen,
He went to greet his very own.
But when he came to the door
He saw the face of a child
Through the window staring at him
And his heart rose up.
He could taste it in his mouth
The fear he'd mocked now had him.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

He knocked on the door
And prayed to his soul
That the child would not be real.
Her sweet lover's eyes
Exploded in the night
And tasted their last meal.
A mother she had been
And a widow she had been
And been also a gentle lover.
He put them in a hole
And he covered up his soul
And he left his home forever.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.
La canción encierra a la perfección el espíritu doblemente trágico y trascendente de Blacklung. La primera vez que la leímos, nos pareció que este poema podría estar libremente inspirado en alguna antigua canción marinera o en una murder ballad (composiciones líricas de metro simple sobre asesinatos y sucesos macabros, el equivalente anglosajón de nuestros romances más truculentos), pero no hemos encontrado rastros de ella en la web, por lo que suponemos que se trata de una creación de Chris Wright al estilo antiguo. Como también hiciera Nick Cave en su disco del mismo nombre (Murder Ballads) en 1996, en el que incluyó joyas como ésta.
La composición de Wright le deja a uno mal cuerpo, pero tiene su aquel. En otro tono (uno mucho menos desabrido y sangriento) nos recuerda a otra "falsa balada", el "Abigail", de Stephen Merritt y sus The Magnetic Fields, el grupo que más nos ha emocionado y tocado la fibra en estos últimos lustros (que van siendo décadas). "Abigail, Belle of Kilronan" es sólo una de las muchas obras maestras (una de las más conmovedoras) que adornan las tres fabulosas horas de 69 Love Songs. Fundamental:

lunes, noviembre 18, 2013

Blacklung, de Chris Wright. Ángeles, monstruos y piratas.

Blacklung es uno de los cómics estadounidenses más alabados y premiados del 2012. Su rareza es su virtud, su originalidad, el mayor de sus atractivos.
Hablábamos el otro día de animales antropomórficos y de seres humanos animalizados con motivo de la comparación entre la pintura alegórica flamenca y renacentista y cierto underground. El cómic de Chris Wright está obviamente influido por el estilo underground clásico (su trazo nervioso, el abundante entramado y rayado manual, la espontaneidad de su acabado), pero el diseño de sus páginas y personajes, más que a las caricaturas gamberras y transgresoras de los Crumb, Shelton o "Spain" Rodriguez, nos recuerda a la turbadora visión del mundo de William Blake (infiltrado en un mundo de piratería ilustrada).
Estamos ante un trabajo complejo y rico en matices, una de esas obras que requieren de una lectura atenta. Resulta curioso, de algún modo, porque la historia que se plantea en Blacklung es en realidad un ejercicio de género puro y duro, un relato de aventuras de piratas. El resultado final está muy lejos, sin embargo, del simple distraimiento o de la aventura heroica. Chris Wright utiliza el molde genérico para hablar de temas tan profundos como el sentido de la trascendencia, la pérdida de la fe, la predestinación frente al libre albedrío o la brutalidad humana. Sobre todo la irracional, desnuda y primitiva brutalidad humana.
Los personajes de Blacklung no son exactamente personas, tampoco animales, son “entes” animados, seres primarios, sólo a veces guiados por una chispa racional, golems de barro, arpillera y paja destinados a simbolizar todos y cada uno de los defectos y vicios humanos. Sus rostros están diseñados como aquellos muñecos de hierba que regábamos de niños hasta que las raíces y brotes que crecían desde su interior terminaban por formar un rostro vegetal deforme. Sus actos discurren entre una espiritualidad religiosa cuasi-esotérica y la barbarie en estado puro. Fuego y tierra.
Hablábamos hace unos meses de la lucha animal y del darwinismo inclemente de una obra como Pudridero, tan poblada de bestias y monstruos. Los personajes de Blacklung son aún más bestiales que aquellos, porque la suya no es una simple lucha animal por la supervivencia, sino un struggle for life matizado por la búsqueda de explicaciones a nuestra existencia, una orgía de deshumanización salpicada por la culpa y el temor de dios (de algún dios). Esta visión más compleja de la existencia es la que, en nuestra opinión, hace de Blacklung una obra superior a la de Johnny Ryan; un trabajo más cargado de matices y segundas lecturas.
La historia, las historias que se cruzan en el trabajo de Wright son las que marcan a su vez las vidas cruzadas de sus numerosos personajes (a los cuales no es siempre sencillo distinguir, ya que sus rasgos fisiológicos son más icónicos que humanos -otra vez). Tampoco es fácil seguir el hilo de sus parlamentos (por lo alegórico, en ocasiones, por lo arcaizante de su lenguaje, en otras), ni una línea de acontecimientos que depende, tantas veces, de la naturaleza simbólica del relato. Pero el reto, la inmersión, vale bien la pena: el lector profundizará con desconcierto e interés, primero, en la leyenda cruenta del pirata Towart; se posicionará con cierto escepticismo al lado del profesor Isaac, protagonista involuntario de la aventura; y se embarcará, finalmente, en la travesía definitiva junto a la terrible tripulación del Pirata Brahm, tan místico como sanguinario: "...he conocido a un buen número de tripulaciones y capitanes, y este Brahm es otra cosa. Es fiero pero no está loco, tiene medida, alma, podríamos decir...", señala uno de sus marineros.
La apuesta de Wright es al todo o nada: ni le ahorra al lector esfuerzos, ni evisceraciones. Sus escenas de castigos y batallas son algunas de las más explícitas y cruentas que hemos visto en una viñeta, mientras que las páginas que ilustran los sueños, las visiones y los metarrelatos espirituales del Capitán Brahm, funcionan en un plano simbólico, casi abstracto, que no habíamos leído nunca en un cómic. La secuenciación geométrica, totémica, de sus viñetas tiene una fuerza primitiva que entronca con una visión atávica y ancestral del mundo y de la espiritualidad, y aporta una buena dosis de simbolismo a las páginas de Blacklung.
Blacklung by Chris Wright - pages
Un cómic con mayúsculas. No sabemos si hay alguna editorial española que se haya hecho ya con los derechos de la novela gráfica de Chris Wright, pero la que se atreva, se apuntará un tanto ganador. Eso sí, no sería mala idea regalar un pañuelo junto al libro. Para limpiar las salpicaduras de sangre, decimos.

lunes, noviembre 11, 2013

Sobre Miguelanxo Prado y su Premio Nacional en la SER.

Estuvimos la semana pasada con Chema Díez, en nuestro programita comiquero de la cadena SER Soria, hablando del Ardalén de Miguelanxo Prado; para que no se diga que no nos ceñimos a la actualidad o que le damos la espalda a los nombre ilustres del cómic español. 
 Nos gustó mucho el trabajo de Prado, una obra profunda y reflexiva, un cómic de personajes y retratos sociales, que vuelve a incidir en la compleja fragilidad de la memoria y en la construcción de los recuerdos. Muy merecido su Premio Nacional. ¡Y además Miguelanxo cada vez dibuja mejor!
Les dejamos con el podcast.

lunes, noviembre 04, 2013

De lo barroco, lo grotesco y el underground (II).

Hablábamos de neobarrocos y underground, de cómo las marcas de aquellos se pueden rastrear de algún modo en la proposición estética de estos últimos, desde sus orígenes en los años sesenta hasta sus últimas reformulaciones contemporáneas. Hablábamos de la recién clausarada exposición en el Guggenheim bilbaíno y de aquel precedente salmantino y nos referíamos a otro salmantino, investigador ilustre, que nos ayudaba a guiarnos entre los meandros de lo sublime y lo grotesco.
Paseando los pasillos de la pinacoteca bilbaína, dejándonos llevar por las exuberancias barrocas y sus derivaciones postmodernas y neobarrocas, jugamos también a encontrar paralelismos entre la brocha y el lápiz, entre el lienzo y la viñeta. Descubrimos, por ejemplo, la obra de Faustino Bocchi, pintor italiano a caballo entre los siglos XVII y XVIII, que hizo habitar en sus cuadros a enanos, animales antropomórficos y demás fauna alegórica de esa que tanto gustaba en su época. El astracán al servivio de la enseñanza moral y la crítica del vicio, en una línea semejante a la que otros visitantes ocasionales de este blog, como el Bosco o Brueghel, pusieron también en práctica algunos años antes que Bocchi. Con motivo de algún otro post y alguna otra exposición, ya comentamos lo mucho que las deformaciones alegóricas flamencas nos recordaban al aire caricaturesco de los primeros cómics, hijos decimonónicos de la ilustración. Ahora, nos atreveremos a dar un paso asociativo aún más largo, porque, observando cuadros de Bocchi como su Escena burlesca, en la ostentosa animalización de sus humanos y en la antropomorfización grotesca de sus animales, nos ha parecido ver algunos de los rasgos caricaturescos de un dibujante como Jim Woodring, tan dado al simbolismo y a la fabulación irreverente como Bocchi, el Bosco, Brueghel o Cornelis Saftleven (de quien también había obras en la exposición bilbaína); aunque no comparta con ellos intenciones, ni contextos.
Más. Al Columbia es uno de los enfants terribles del cómic estadounidense. Detrás de la amable caricatura disneyana de personajes como Pim & Francie, el trabajo de Columbia esconde toda la incorrección política del mundo. En este caso, el sentido del underground lo lleva el artista estadounidense en las tripas y lo plasma a través del contraste que sus dibujos marcan entre lo estético y lo irreverente, entre la convención y la trasgresión, la apariencia y el fondo. Algo que también encontramos en el trabajo plástico y escultórico de otro "niño terrible" del arte, el estadounidense Paul McCarthy, un creador que ha hecho de la provocación una forma de vida. Lejos ya de las performances imposibles y los atentados al buen gusto, McCarthy se mueve en los últimos años como un pez en el agua dentro de la transgresión de la arcadia capitalista. En Bilbao pudimos disfrutar de su revisión del cuento de Blancanieves, gracias a su colosal escultura Nieve Blanca y mudito (White Snow and Dopey) y a cuadros como sus Enanitos giratorios. Y pensamos, esto podría ser de Al Columbia.
Nos sorprendió por la violencia de su texturalidad visceral la obra de Glenn Brown, cuadros como La negra del mundo, Carnaval o La felicidad en el bolsillo, cuya crudeza visual sitúan al espectador al borde del rechazo o el desgrado. Es una sensación que también aparecía (y aparece) de forma deliberada en buena parte del comix underground: el feísmo como carta de presentación, la viscera expuesta, el despojo y la carne. Nadie como Dave Cooper ha sabido jugar con la naturaleza metamórfica del cuerpo y la piel. En sus cómics, la realidad alucinada convive con la mutación vírica, con el nervio y el tendón a la vista de todos.
Cerramos con el trabajo de Dana Schutz porque sus coloridas composiciones superpuestas, la ambigüedad de sus personajes, sólo parcialmente figurativos, y el trasfondo trágico que se percibe debajo de la superficie de sus lienzos, también nos ha hecho pensar en la poética underground, en la carga explosiva debajo de la pista de baile, el ácido clorhídrico que fluye por las venas de los perdedores a punto de estallar. De ello habla en algunas de sus obras Brecht Evens, uno de los nuevos talentos del cómic europeo, un autor valioso y valiente que detrás de la intelectualidad de su propuesta alberga algunos de los valores que hicieron importantes a los Robert Crumb y Gilbert Shelton, como la ironía inteligente, la falta de prejuicios gráficos (ese aire suyo tan Chagall) y la libertad creativa. De algún modo, el trabajo de Schutz también nos ha acercado a la figura de Evens.
Caprichos de la memoria asociativa, dirán algunos. Simple jugueteo de semejanzas, podrá ser. En el fondo, no pretendíamos otra cosa que acercarnos al arte y al cómic desde una mirada diacrónica, valorar la posibilidad de que, después de tantas décadas divergiendo, por fin las viñetas (algunas viñetas) parecen correr en paralelo a movimientos, tendencias y escuelas asociadas a las bellas artes. La finalidad del cómic es narrativa, es un hecho, su naturaleza, sin embargo, es dual (gráfica y textual), por eso, nos agrada también encontrar a Crumb en un museo, por lo que su obra (su estilo) tiene y ha tenido de referente visual en la conformación de la mirada presente, de la iconografía del S.XXI. Y por eso nos gusta que comisarios como Bice Curiger no se olviden de Crumb cuando se trata de recorrer algunas de las habitaciones del arte contemporáneo.
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De lo barroco, lo grotesco y el underground (I).