miércoles, junio 20, 2018

Tres minicómics de Ediciones Valientes

Seguimos fieles a las editoriales que nos dan alegrías. Aunque sea en pequeñas dosis. Ediciones Valientes, la casa de Martín López Lam, sigue amarrada, inquebrantable, a la apuesta independiente por autores arriesgados. En su catálogo seguimos descubriendo vanguardia y underground; casi siempre en formatos pequeños. Nos acercamos a tres de sus minicómics más recientes con tres microrreseñas que pueden leerse como recomendaciones lectoras.
Balada. O una historia cochina o te pasa cuando menos lo espera, de Martín López Lam, cuenta una historia que no es especialmente cochina ni creo que nos llegue a pasar nunca a nadie, pero juega en esa liga del extrañamiento en la que tan bien sabe hurgar su autor. Últimamente, el editor jefe de Ediciones Valientes frecuenta editoriales ajenas como Fulgencio Pimentel o Astiberri, pero sigue reservando pequeñas pildoras secuenciales para su propia editorial. Con su realismo sucio y saturado, Balada se adentra en una falsa cotidianidad en la que casi nada es lo que parece, ni las consecuencias son las esperadas. El acoso y el sentimiento de amenaza derivan hacia el simbolismo sobrenatural, al mismo tiempo que las expectativas del lector saltan por los aires con esa habitual anormalidad que solemos encontrar en los relatos de López Lam.
El problema Francisco, de Francisco Sousa Lobo, nos ha supuesto el grato descubrimiento de un autor diferente. Cuando parece que casi todo está ya contado dentro del cómic en su (prolífico) género autobiográfico, Sousa Lobo se desmarca con una peculiarísima subjetivización multicromática de la biografía como problema, como trauma a superar que conduce a una única e inevitable solución posible: la de la vocación a golpe de mazo y a contracorriente. Francisco Sousa Lobo se declara arquitecto, diseñador, escritor, artista..., pero en realidad es un dibujante de cómics. Punto y seguido. El problema Francisco explica parcialmente (como si el talento necesitara justificarse) el resultado de un reconocimiento: una beca de la Fundación Calouste Gulbenkian. Y así, como pidiendo perdón, el dibujante se lanza hacia una sorprendente reinterpretación de la linealidad narrativa, llena de inesperadas sinestesias y alteraciones de las convenciones cromáticas.
Material exquisito, de Víctor Hurricane, no está precisamente dirigido a paladares delicados. Su dibujo entronca directamente con aquel underground de deformaciones grotescas y polimorfas que hizo célebre a un autor como Basil Wolverton; aunque temáticamente esté mucho más cerca del salvajismo irreverente de Clay Wilson. Hurricane todavía va más lejos que aquel en su mirada desclasada y despiadada hacia la realidad: escenas de cataclismo zombi en las que Trump comparte páginas con un Al Capone redivivo; serial killers empeñados en acabar con la élite social; pesadillas de apocalipsis veganos... Esos son los ingredientes de un comix muy divertido, entregado en víscera y alma a las virtudes de la charcutería secuencial.
Tres propuestas valientes para una editorial siempre sugerente. Volveremos a visitar sus cuarteles no tardando mucho.

lunes, junio 11, 2018

Zenobia, de Dürr y Horneman. Naufragios

El de Lars Horneman y Morten Dürr es un cómic breve que se lee en un suspiro que termina ahogado en congoja. En 2016 recibió los premios a Mejor Cómic y Mejor Cómic Infantil, por parte del Ministerio de Cultura de Dinamarca.
Su título, Zenobia, remite a una figura mítica de la antigüedad: la reina de Palmira, "la mujer más bella del mundo", aquella heroína que levantó su imperio desde Alejandría hasta Ankara contra la presión de romanos y sasánidas. Zenobia es también el nombre de un ferry que se hundió en 1980 cerca de las costas de Chipre; metáfora trasparente de todas esas pateras que cada día naufragan en las aguas del Mediterráneo.
La protagonista de Zenobia es otra heroína, anónima en este caso. Se llama Amina y aún no ha cumplido los diez años. Huye en patera de una de esas guerras interminables que asolan Oriente Próximo ante la indiferencia del resto del Planeta, ante las que Occidente elude responsabilidad y humanidad. Huye de grupos terroristas, como ISIS o Boko Haram, que han puesto a Occidente en su punto de mira, pero que también han convertido a las mujeres en enemigo. El cómic de Dürr y Horneman es la historia de un viaje que sólo puede salir mal.
Su recorrido se apoya en dos recursos narrativos fundamentales: uno de naturaleza temática (esa idea de que toda la vida pasa por delante de nuestros ojos antes de morir) y otro de base secuencial (el empleo de la página-viñeta). De algún modo, Zenobia nos recuerda a aquellas novelas gráficas ilustradas de los años treinta del siglo pasado (Lynd Ward, Frans Masereel, Otto Nückel) en las que la página adquiría el rango de unidad narrativa fundamental. En Zenobia las páginas-viñeta se alternan con otras secuenciadas en viñetas, pero son las primeras las que, paradójicamente, en vez de acelerarlo crean un ritmo de lectura más lento (una ralentización que, en ocasiones, se subraya gracias a secuenciaciones internas y subdivisiones estratégicas de la página-secuencia). Esta lectura lenta se apoya en el detalle, en la creación de indicios y en el presentimiento trágico. Pero también en uso muy medido del color: rosas y azules para el relato histórico, tonos ocres quemados para los flashbacks del recuerdo, vuelta a la policromía para el relato presente... Son esas grandes viñetas a toda página las que nos ahondan en el azul turquesa del mal y en un horizonte plomizo que no permite atisbar ninguna esperanza.

Apenas hay palabras en el cómic de Horneman y Dürr. El de la niña Amina es un drama silencioso. Una historia de tantas que, aunque en este caso tenga nombre propio, podría (debe) leerse como el instante anónimo de una tragedia repetida. El testimonio recreado de esa carrera hacia la deshumanización que día a día va devorando el planeta.