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martes, agosto 15, 2006

Luis García. El compromiso estético de un artesano.

Con la exclusiva de la vuelta de Luis García todavía reciente, me ha parecido oportuno recuperar un viejo artículo del Tribuna de Salamanca (suplemento Culturas), que saqué a cuento de la publicación de Nova-2 por Glénat. Apareció hace más de un año, el 20 de febrero del 2005.
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Año de nieves, año de bienes. La temporada invernal nos ha regalado una de las ediciones más esperadas de los últimos años (al menos, por lo que a un servidor respecta): finalmente, alguien se atrevió a convencer a Luis García para que concluyera las páginas de Nova-2, que ahora se publica en un único volumen (completando la antigua edición de 1982). Debemos agradecerles la deferencia a los señores de Glénat, en concreto a su editor Joan Navarro, que en su afán por rescatar a las figuras claves del cómic español de los 80, continúa publicando obras esenciales gestadas durante aquellos años. A la reedición de los trabajos completos de Carlos Jiménez (Los profesionales, Paracuellos, etc.), siguieron, entre otras, el Drácula de Fernando Fernández, Historias de Taberna Galáctica, de Josep María Beá, o la serie Torpedo de Bernet y Abulí. Ahora le ha llegado el turno a Luis García, y esperemos que en fechas recientes podamos encontrar junto a ellos a otros autores olvidados de su generación como Enric Sió. Fueron ellos algunos de los artífices del boom que vivió el cómic nacional a finales de los 70, los mismos que llenaban las páginas de la pléyade de revistas surgidas a la luz de ese nuevo “cómic de autor” español.

Sin ir más lejos, el mismo Luis García (junto a los Beá, Usero, Font, etc.) edita la revista Rambla, en cuyo primer número junto a viñetas de Martí o Carlos Jiménez, aparece la continuación de aquel alabadísimo Nova-2 (Premio de la crítica) que se había publicado algún tiempo antes en Tótem. La suma de esfuerzos y talentos funcionó con tal intensidad, que durante unos años dio la sensación de que el cómic español iba a convertir en pasado sus históricos límites constrictores. Así fue en parte; recientemente, Álvaro Pons hablaba del tema en su muy recomendable bitácora de actualidad sobre el mundo del cómic: “Recuerdo que Josep Mª Beà me contaba que en esa época estaban completamente contagiados de una euforia experimental, en la que competían a ver quién hacía la locura creativa más original, desde la improvisación gráfica, a la experiencia estética pasando por cualquier invento narrativo, todo valía para ir un paso más adelante.” Todo parecía posible para el nuevo cómic español; sus mejores representantes triunfaban en Francia, Italia y E.E.U.U, el lector esperaba con avidez la publicación de su revista mensual (Tótem, Zona 84, Rambla, Cairo, etc.) y los estudiosos del medio (los Javier Coma, Román Gubern o Luis Gasca) comenzaban a hacer oír su voz. Aunque el globo no llegó a levantarse más de unos palmos por encima del suelo de las artes estatales, el impulso fue suficientemente fuerte como para seguir volando hasta nuestros días y, sobre todo, dejar en su recorrido un buen número de obras indispensables. Entre ellas, Nova-2.

Su autor Luis García[1], fue uno de los nombres clave de aquellos años. Tras publicar un buen número de trabajos muy estimables y relativamente exitosos como Las Crónicas del Sin Nombre o Etnocidio (junto al gran Felipe Hernández Cava), o la publicación por entregas del mismo Nova-2, a finales de los 80 Luis García decide abandonar el cómic para dedicarse a su gran pasión, la pintura. Toda una metáfora de la evolución de nuestro cómic en esos años 80.
Ciertamente, los referentes estéticos de Luis García siempre estuvieron más cerca del universo pictórico que de sus precedentes comicográficos. Su estilo gráfico ha sido incluido en multitud de ocasiones bajo el manto estilístico del hiperrealismo; una etiqueta que constata de un modo evidente la perfección técnica de su autor. Las viñetas de Luis García sobrecogen al lector que se acerca por vez primera a uno de sus comics (con esos primeros planos apabullantes, quasy-fotográficos). Su técnica, sin embargo, le aleja de otros “hiperrealistas” del cómic, mucho más efectistas (como el americano Alex Ross), devotos de una épica super-heroica apoyada en la mímesis visual. El realismo de Nova-2 (y el del conjunto de la obra de Luis García) se mueve por un territorio más abrupto, por lo sutil e intimista, y menos evidente, por la carga simbólica que desarrolla en el conjunto de su discurso.

En Nova-2 este barcelonés de adopción, recrea la vida de Víctor Ramos, dibujante de comics y estandarte del autismo social en una ciudad condal, que apenas se vislumbra como escenario del drama que encierran sus páginas. No es el de Luis García un cómic de escenarios físicos únicamente. La verdadera sistematización contextual esencial en la obra no es la geográfica ni la temporal (la Barcelona de 1980), sino la que dibuja su protagonista a través de sus recuerdos y visiones. Casi nada es lineal en la composición de la historia: cuando leemos sus páginas, a menudo nos encontramos perdidos ante la multiplicidad de líneas narrativas que se abren ante nosotros. Algunas de las muchas caras que dotan a Nova-2 de su perfil poliédrico, se completan con su reflejo en otras líneas argumentales, con ese nuevo brillo que acertamos a vislumbrar en el viaje refractario a través de la mente y los ojos de Victor Ramos. La alternancia de técnicas de representación gráfica (del empleo dominante de los lápices y el carboncillo, García pasa a la tinta y emplea incluso fotografías reales), participa en la construcción de esta suerte de collage, por momentos desconcertante (probablemente, las mayores deficiencias que encontramos en la arquitectura narrativa de Nova-2 – poco significativas en todo caso –, tengan que ver con esa insistencia por la dispersión discursiva y las dificultades interpretativas que ésta genera).

Luis García, narrador exigente, nos obliga a reconstruir los fragmentos de un fracaso social y existencial y, para ello, dosifica ciertas claves a través de sus imágenes luminosas, entidades artísticas que, como señala Javier Coma en el prólogo de la edición, merecen ser leídas como “una sucesión de creaciones pictóricas que exigen un doble visionado: una a una, y parte a parte”. La presunción de una labor paciente, casi artesanal, tras todas y cada una de las viñetas de esta obra, nos acerca por un lado a las concepciones más nobles del creador artístico, a la idea del autor concienciado con un ideal estético y personal: aquel que prefiere obviar los límites del mercado o las tendencias más rentables. Pero además, la lectura de Nova-2, nos dirige hacia la idea de obra de arte comprometida con la naturaleza humana y sus fallas, un “objeto estético” sí, pero creado desde la comprensión y la solidaridad con el habitante de su tiempo y sus desastres cotidianos. Argumentos, todos ellos, suficientes para justificar el acercamiento a una edición tan excepcional como la que ahora tenemos entre las manos.
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[1] También en fechas recientes, otra weblog, Tebeosfera, ha dedicado un extenso monográfico a la figura que nos ocupa. Una completísima referencia biográfica y bibliográfica, entrevistas con el protagonista y muchos de sus coetáneos, reseñas de sus obras, etc., forman parte de un exhaustivo trabajo absolutamente recomendable para todos los amantes de la obra de Luis García.