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lunes, septiembre 19, 2011

Rayco Pulido y el arte.

No sorprenderemos a nadie si decimos que Sin título, de Rayco Pulido, es una de las sorpresas del cómic español de este año (así lo referimos aquí, de hecho). Una obra repleta de hallazgos narrativos, búsquedas experimentales y valores artísticos.
Precisamente, es de arte de lo que les venimos a hablar hoy. Resulta que, gracias al propio autor, llega a nuestros oídos la existencia de una exposición colectiva en el CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno), de Gran Canaria, a la que fue invitado don Rayco como única representación del mundo de las viñetas; fue en 2008. En una apuesta arriesgada, el autor decide prescindir de un espacio expositivo propio y centrar su participación en una obra creada exclusivamente para el catálogo: un cómic, como no podía ser de otro modo, pero un cómic en nada ordinario. La exposición titulada, 8.1 Distorsiones. Documentos. Naderías y relatos, contó con una nómina de artistas más que destacable, que se puede rastrear en el blog que se creó para la ocasión.
A nosotros, claro, nos interesa sobre todo la participación de Rayco Pulido en la misma. Le pedimos que nos enviara su colaboración para poder hacerla pública, para que su trabajo no permaneciera escondido por los siglos de los siglos en las páginas de un catálogo a cuya lectura sólo tuvieron acceso unos cuantos privilegiados. Amablemente, Rayco nos envió una edición remontada en un scroll vertical de sus páginas. Realmente, merece la pena revisar el resultado final: se trata de una breve reflexión comicográfica (un subjetivísimo ensayo) acerca de la relación entre el cómic y el arte, centrada en torno al episodio sincrónico de la exposición en sí y de la participación que el artista tuvo en la misma. Una mini-historia, cargada de ironía, acerca de las dudas de un dibujante de cómics que es invitado a participar en un evento artístico de esos que se suelen catalogar dentro de la alta cultura; indirectamente, por tanto, se trata de una reflexión acerca del lugar que el cómic tiene (y busca) en el panorama artístico contemporáneo. No es, por tanto, aleatorio que la reflexión gráfica de Rayco Pulido se mueva en la mismas coordenadas teórico-expositivas que los meta-ensayos comicográficos de Scott McCloud, por ejemplo; ni que sus elecciones estilísticas nos recuerden a experimentos visuales tan osados como los que emprendió recientemente David Mazzucchelli en su Asterios Polyp.
Entre las muchas ideas que plantea el "texto", nos ha divertido especialmente un "Decálogo para no cometer los errores de siempre" dedicado a autores de cómics y futuros aspirantes; una enumeración preceptiva llena de acidez que, de algún modo, emparenta este trabajo con el doble proceso de creación y crítica, que tan bien funciona en Sin título. Dice este decálogo:

1. Utiliza poco texto.

2. No seas explicativo (el lector debe sentirse inteligente).

3. Sé poético (revisar San Juan de la Cruz).

4. Se irónico, no humorístico.

5. Se vago, impreciso (rico en interpretaciones).

6. Evita coloquialismos, esto es primera división.

7. Contén la línea, no varíes demasiado el registro.

8. Evita ser moralizante, ahórrate los juicios.

9. No seas narcisista, no trates con compasión indulgente a quienes no saben apreciar tu "brillantez", pues no existe.

10. Deja el final abierto.

Como, nos tememos, estamos hablando ya más de la cuenta, les remitimos a que constaten lo dicho ustedes mismos revisando y deteniéndose en los detalles de este trabajo, prácticamente inédito:

Gracias mil a Rayco, por su amabilidad y por su interesante ensayo en viñetas.

lunes, agosto 08, 2011

Sin título (2008-2011), de Rayco Pulido. Elaboración y factura (postmoderna) de un thriller (experimental).

Es complicado hacer la crítica de una obra que la contiene, la crítica, en sí misma. Cuando se revisa el fenómeno postmoderno (vamos contando con la perspectiva histórica para hacerlo), una parte de la crítica habla de su falta de originalidad, de su continuidad manierista de lo Moderno; para otros, la Postmodernidad es un movimiento en sí mismo, una ruptura respecto a lo anterior, que cuenta con unas marcas definitorias propias. Ambas tendencias, confluyen, no obstante, en reconocerle una serie de características propias a la obra postmoderna: su revisión irónica del corpus precedente, su autorreflexividad crítica, los procesos de autorreferencia, la interdiscursividad, etc.

Si esto es así, Sin título (2008-2011), la primera obra del canario Rayco Pulido, es una obra postmoderna con todas las de la ley, desde su portada o el mismo título (que en realidad no es su título). Estamos, en todo caso, ante un trabajo profundamente reflexivo y muy experimental, una lectura que exige un esfuerzo del lector, aunque, como veremos, en este caso sus propias páginas desvelan todas y cada una de las claves de la lectura. Un cómic sorprendente y muy meritorio, con sus imperfecciones y sus muchos hallazgos, que se esfuerza por expandir el lenguaje del medio en el que se desarrolla.

En realidad, Sin título es el cómic de cómo se gesta y se lleva a cabo otro cómic, Pie de trinchera, enmarcado en las páginas de aquel, como metarrelato (otro nuevo rasgo típico de la narración postmoderna). Hemos visto un recurso parecidos con anterioridad en obras como Hicksville o El artefacto perverso. La historia de Pie de trinchera es sobre todo la historia del desencuentro de dos de sus protagonistas principales: Abel y Helena; pero es también el escenario de otras muchas historias que se ramifican a partir de ella y que consiguen crear una atmósfera de serie negra costumbrista con un alto grado de denuncia social. Como anuncia desde las páginas de Sin título el crítico literario que somete Pie de trinchera a crítica, Rayco Pulido aborda “un montón de temas delicados: corrupción policial (…), adulterio, xenofobia, violencia doméstica”. En este sentido, Pie de trinchera podría leerse, aparte de como un thriller comicográfico breve, como un relato simbólico de la decadencia contemporánea, de la suciedad que los países occidentales (España en este caso) esconden bajo sus opulentas alfombras. Quizás por eso casi todos sus personajes resultan tan antipáticos e imperfectos, como personas.

Le encontramos defectos a Pie de trinchera, como casi a cualquier narración: cierta premura en el desenlace de algunas escenas, ambigüedades o elipsis narrativas un tanto crípticas, incluso, dándole la razón al plomizo crítico de Sin título, no nos llega a convencer del todo la resolución casual del conflicto. Lo asombroso de este ejercicio crítico es que ni siquiera es nuestro del todo, nos lo da la misma narración marco en la que se integra Pie de trinchera como metarrelato. Nos explicamos.

Resulta que Sin título (2008-2011) no es un cómic propiamente dicho, es una fotonovela, un fragmento de realidad protagonizado por el mismo Rayco Pulido (en el papel de el “dibujante”), Manuel Henríquez (interpretando al intransigente “analista”) y Inés Álvarez (como Ángela). En las dos primeras páginas del cómic, aparece toda la galería de protagonistas de Pie de trinchera (Abel, Helena, Lázaro, Don Cándido, etc.), entre ellas se insertan las fotos reales de Rayco, Manuel e Inés (en la última página, aparece otro casting: el de los hombres y mujeres subsaharianas muertas en pateras al intentar cruzar el estrecho; en este caso sólo la fecha de su muerte al pie del dibujo les identifica). Es toda una declaración de principios: la obra desvela su andamiaje ficcional desde la primera página, lo hace a tumba abierta, sin medias tintas o falsos giros narrativos. De ahí la elección del formato de la telenovela, para crear el primer marco de la narración: el de un dibujante que le presenta su obra (Pie de trinchera) a un crítico, por intercesión de su pareja, amiga de éste.

En un primer momento, sorprende la intercalación de páginas dibujadas con la secuenciación fotográfica telenovelada (aunque de una forma diferente, viéramos una técnica similar en esa obra maestra que es El fotógrafo). Hubiera parecido más lógica y menos agresiva la elección de un simple cambio estilístico (como hacía Horrocks en Hicksville o Del Barrio en El artefacto perverso) como vehículo para diferenciar niveles narrativos. Sin embargo, a medida avanza la lectura, uno tiene la impresión de que la elección de Rayco Pulido es todo un hallazgo narrativo (aunque por su naturaleza experimental, no debería ser un ejercicio perpetuado como marca de estilo del artista). La fotonovela funciona a la perfección a la hora de distinguir ese plano de la realidad (que, no nos equivoquemos, también es pura ficción -no hay más que ver que los protagonistas están representando roles, aunque el dibujante sea un claro alterego del mismo Rayco) del otro plano del relato narrado (en el que, no obstante, el personaje principal y su pareja también nos recuerdan al “dibujante” y a “su pareja” Ángela). Además, desde estas páginas venimos defendiendo desde hace mucho que el “cómic” es un medio, sí, pero también un lenguaje artístico con unas herramientas narrativas propias, que comparte en gran número con la fotonovela. No es un hecho baladí en este caso.

A lo largo de la narración marco, el dibujante le muestra sus páginas semiacabadas de Pie de trinchera al crítico y éste las somete a una disección despiadada, revelando sus defectos y llamando la atención sobre su aparente inconsistencia. Señala en un momento dado a propósito de una escena conflictiva:

Entonces debería buscar mecanismos diferentes, no sé... realidad fragmentada o algo así... más experimental, de ese modo los críticos serán más indulgentes je, je. Porque tratar de ser “real” usando las herramientas de ficción más académicas suele dar como resultado un tostón... realidad=aburrimiento... y para ser tu primer trabajo quizás sea demasiada pretensión...

Obviamente, el crítico, el personaje de ficción, no conoce el proceso posterior de reelaboración discursiva que sufrirá ese relato que está analizando, ni sospecha que el terminará formando parte de él (en este sentido, es divertida y muy irónica la posible insinuación de la obra como ejercicio de venganza hacia la crítica en general o hacia un crítico concreto en particular -un nuevo guiño/juego narrativo, no obstante). Como lectores, observamos muchas de estas críticas como excesivas y, en muchos casos, si estamos acostumbrados al lenguaje de las viñetas (el crítico reconoce pertenecer al mundo del cine), entendemos que sus consejos no harían sino empobrecer la narración y nos posicionamos claramente junto al personaje que respira detrás de la fotografía de Rayco Pulido. En otros caso, reconocemos las palabras del crítico como una guía útil para seguir la lectura y tenemos que estar de acuerdo con sus ataques despiadados. Ahí se encierra uno de los grandes hallazgos de este cómic: aunque en ocasiones no sabemos a ciencia cierta si las páginas que estamos leyendo (las de Pie de trinchera) son las mismas que sojuzga el crítico o son la versión corregida posterior a sus palabras, lo cierto es que el lector nunca llega a percibir enteramente los defectos del relato (sus ambigüedades o sus posibles arritmias), ya que la reflexión crítica (previa o posterior) que hacen el dibujante y el crítico sobre las mismas, encierra en sí misma la solución de lectura y la “fe de erratas” que aquellas pudieran contener. Cuando la propia narración habla de sus errores internos, estos resultan subsanados, gracias un ejercicio de honestidad autorial y humildad creativa (pese a las enormes dosis de ambición que esconde en su trastienda).

Entre tanto aliciente, no se nos escapan algunos detalles que, como lectores críticos, nos rechinan un tanto. En algunos casos, tenemos la sensación de que un acabado más “limpio” de algunos dibujos, hubiera funcionado de un modo más efectivo en la transición entre los dos niveles narrativos. Puede ser que cierto esquematismo facilite la sensación de contraste entre ambos, por lo que respecta a la faceta gráfica; sin embargo, no nos acaban de convencer la factura abocetada de las onomatopeyas, ese aire exageradamente manual e irregular de la tipografía o las veladuras en el entintado de las tramas negras...

Son minucias, lo sabemos, dentro de una obra que plantea multitud de sorpresas narrativas y lecturas interesantes. Un trabajo que juega a experimentar con el lenguaje comicográfico desde dentro y que demuestra, como no muchas obras pueden hacer, las enormes posibilidades narrativas de un medio al que le queda aún mucho por explorar. Rayco lo sabe y estira las posibilidades de su lenguaje con unos resultados más que interesantes. Claro, como críticos, le tenemos que sacar punta hasta a lo bueno.