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jueves, mayo 26, 2016

Decepciones, sombras y triunfos del 34 Salón del Cómic de Barcelona

Dos semanas después de la clausura del 34Salón del Cómic de Barcelona, hemos tenido tiempo para reflexionar sobre lo que vivimos en él. Sobre lo bueno y lo malo.
Entre esto último (comencemos con la cal, para que queme menos), nos volvió a desconcertar la lista de premios. No porque los elegidos no tuvieran la calidad necesaria para formar parte de ella, sino porque, como ocurriera el año pasado, algunas ausencias fueron estruendosas. Que los premios del Salón del Cómic más importante de nuestro país hayan ignorado durante dos campañas obras como Fabricar historias, de Chris Ware, Aama, de Frederik Peeters, Aquí, de Richard McGuire, Chapuzas de amor, de Jaime Hernandez, El árabe del futuro, de Riad Sattouf o las dos “Casas”, de Daniel Torres y Paco Roca (todas ellas, obras llamadas a perdurar y dejar huella en la historia del medio), dice poco a favor de uno de los principales eventos comiqueros de Europa. Hitchcock y Kubrik nunca ganaron un Oscar, pero el demérito no fue suyo, sino de los miopes que no supieron elegirlos.
El problema de base es, seguramente, la falta de transparencia de un proceso en el que no sabemos ni quiénes, ni cuántos votamos. La ausencia de listas públicas tiene un doble efecto pernicioso: por un lado, favorece la indolencia y el desinterés de una parte de la crítica, que ni se ve retratada, ni puede evidenciar de forma pública las posibles razones de su negativa a participar en el proceso; por otro lado, el voto oculto invita a las suspicacias y a la participación interesada o “colegiada”; hace, por ejemplo, que dudemos de premios y editoriales, cuando éstos confluyen de forma abrumadora en un mismo sentido (y con ello, insistimos, no pretendemos arrojar dudas sobre la calidad de los premiados). Simplemente, algunas ausencias duelen por inexplicables. Entonamos también un mea culpa por la dosis de responsabilidad que, como votantes, podamos tener en el asunto.
Se nos anuncia que en su 34ª edición el Salón ha batido nuevamente su récord de asistencia con un total de 118.000 visitantes, 5.000 visitantes más que en la edición precedente. No vamos a decir que echemos de menos las aglomeraciones del pasado, pero es cierto que si hasta esos más de 100.000 aficionados parecían pocos en los 45.000 metros de capacidad de los Palacios 1 y 2, qué podemos decir de las exposiciones y actos celebrados en ellos. Hubiera sido interesante, por ejemplo, cerrar espacios, añadir muros de separación y contextualizar (escenografiar) de alguna manera una exposición como la del homenaje a Ibáñez que, diseminada como estaba en la nave este del Palacio 2, ofrecía un espectáculo desangelado y de inmerecido abandono. El resto de exposiciones, ubicadas entre stands, expositores y tiendas, corrieron mejor suerte y minimizaron el contraste de proporciones. Nos divertimos intentando adivinar los autores de los originales de la muestra “Ellas tienen superpoderes”; y nos maravillamos ante la exposición que recogía el meticuloso, documentado y laborioso proceso que se esconde detrás de ese cómic fabuloso llamado Las Meninas, que tan merecidamente obtuvo el premio a mejor cómic español del año pasado.
Superpoderosas
La maña de Santiago y Javier
Cumpleaños con eco
Aunque la plantilla de nacionales fue espléndida (con la presencia de maestros del medio como Daniel Torres, Javier Olivares, Miguel Gallardo, Miguelanxo Prado, Antonio Altarriba o Esteban Maroto), entre los autores invitados internacionales no había tantos nombres de relumbrón como en otras ocasiones; aparte de unos tales Serpieri y Azzarello, que firmaron toneladas de cómics. Se contó, eso sí, con la presencia de muchos artistas, más o menos jóvenes, más o menos consolidados, de los que se está hablando mucho o que darán mucho de qué hablar, y cuya obra muestra ya rasgos de excelencia. Nos encantó volver a ver a un Jali que creíamos desaparecido, conocer al talentoso Gustavo Rico, inmejorablemente acompañado de ese gran guionista que es Jorge García (a quien un día nos encontramos en un autobús) y observar en acción a artistas tan dotadas como Marion Fayolle, Zeina Abirached o Mathilde Domecq.
Eleuterio Serpieri. Hacedor de beldades
Brian Azzarello. A mí los fans
Daniel Torres. Como arquitecto por su casa
García y Rico, talento y simpatía
Marion Fayolle. La délicatesse
Zeina Abirached. Oriente es oriente
Mathilde Domecq. No, no somos hermanas
Pero si por algo recordaremos esta Edición del Salón, en el plano personal, fue por el “momento mágico” que vivimos el sábado a las 5 en punto de la tarde. 
La llegada de “el señor de la noche” se aguardaba con expectación desmedida: los afortunados que habían ganado en un sorteo el privilegio de saludarle en persona y disfrutar de una firma dedicada se apelotonaban junto al stand de firmas preparado ex profeso para él, junto al stand de ECC Ediciones; los miembros de seguridad les daban instrucciones acerca de como proceder en su presencia; el periodista que iba a entrevistarle antes de la sesión esperaba junto al cámara de televisión y repetía para el cuello de su camisa las preguntas que había de hacerle antes de que comenzaran las firmas; y los curiosos revoloteábamos alrededor, con la única intención de ver en directo y fotografiar con el móvil al mito. En esas, apareció un miembro de la organización y nos preguntó a los presentes si estábamos interesados en asistir a la conferencia del homenajeado. Ante nuestro asentimiento bovino, nos soltó entradas de primera fila a quienes tuvimos a bien estirar la mano. Tick-tack, tick-tack. Dieron las cinco y asomó él, serio pero con una mueca de sonrisa irónica, ligeramente encorvado y consciente de que a todos los presentes nos tenía ganados de antemano. Señoras y señores, con todos ustedes, un genio, el Señor Frank Miller. Muy por encima de incomprensibles e insultantes perfiles periodísticos y rumores sobre serias dolencias, estábamos ante uno de los nombres esenciales en la historia del cómic. Un tipo que se merece el mismo respeto que los mejores directores de cine y novelistas vivos. Aplausos.
Genio 1: Miller, rockandroll star
Un momento... Ya hemos aplaudido, ¿nuestra ovación tiene eco? Estalla otra ola aplausos, pero suena en la distancia. Dejamos a Miller unos instantes en busca de otro acontecimiento. Sólo unas decenas de metros más allá, otra masa de fans enfervorizados se agolpa, grita y agita palmas (con más vehemencia aún que en el caso del Señor de la Noche). “¿Qué pasa?” “Es Ibáñez. Acaba de llegar”. Son las 17:05 y se acumulan los genios en el Salón. Alguien le canta el cumpleaños feliz a un tipo calvo y sonriente de 80 años que durante mucho tiempo fue la industria del cómic en España y que ahora acaba de ver publicada en un sólo volumen una de las series más macanudas, influyentes y desternillantes del tebeo español: 13, Rue del Percebe. En el recibimiento a Ibáñez hubo mucho de admiración, reconocimiento espontáneo y homenaje a un señor que es maestro de maestros y al que algún día (tarde, seguro) se le dedicarán calles y Honoris Causa póstumos.
Genio 2: Ibáñez, rockandroll star
Así, con esa sensación de “pues-a-lo-mejor-sí-que-hay-que-volver-el-año-que-viene”, que suele seguir al hastío cansino de un mediodía con lata y bocata en el suelo de una nave industrial, paseamos, compramos tebeos (de los que ya les hablaremos aquí) e hicimos tiempo hasta la hora de la conferencia a pachas Miller-Azarello. Colas y más expectación, pero, amigos, teníamos un ticket de primera fila. No se lo pusieron fácil los agasajados al presentador de la charla ni al traductor, pero, poco a poco, los dos dibujantes se soltaron y fueron desglosando planes, opiniones y agradecimientos. Dejó entrever Miller, por ejemplo, que a lo mejor Sin City vuelve a aparecer en un mapa. Confesó muy serio, entre las risas (perplejas o cómplices) de la audiencia, que en su carrera ha trabajado más con DC porque son los que tienen buenos personajes. Durante la ronda de preguntas de un público, que después de la pugna por ganarse un sitio tuvo que hacer cola ordenada en el pasillo para preguntar por turnos, Azzarello tuvo tiempo hasta de hablar bien del cómic español y de un autor como David Rubín (nos sumamos al club de fans), quien entre el público y algo descolocado por la situación (la escena no estaba preparada) agradeció los halagos a un sonriente Azzarello. Después, distendido ya el ambiente y con la carcajada a flor de piel, Azarello le soltó un “sonofabitch” amistoso a un agudo e impertinente joven preguntador, pero  esa ya es otra historia...
Yo estuve allí
Se la contamos cuando, cabreados como una mona por los premios, nos encontremos con alguno de ustedes en el siguiente Salón.
e deuien le canta el cumpleańoseliz a un tipo calvo y feli pero suena en la distancia. Dejamos a Miller unos instantes en busca