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Vistos desde el presente, sus cómics parecen una anomalía en su época y en la historia del medio: sus historias completamente alucinadas, su empleo dislocado del color, casi surrealista (o psicodélico antes de la psicodelia), sus extravagantes y extrañamente atractivos personajes... Por todo ello, en pleno siglo XXI, en el momento del auge de la novela gráfica y los experimentos secuenciales, Fletcher Hanks y sus tebeos multicolores resultaban tan vanguardistas como el que más.
Algunas de aquellas viñetas, junto a las de muchos otros autores de la Edad de Oro Norteamericana, son las protagonistas (en realidad la materia prima directa) de Fearless Colors, el "cómic" (experimento secuencial, más bien) de Samplerman (alter ego del francés Yvan Guillo, aka Yvang) que reconocidas editoriales europeas independientes han impulsado y publicado de forma colaborativa: casas conocidas, como la letona kuš!, la portuguesa MMMNNNRRRG o la española Ediciones Valientes. En él se recopilan algunos de los trabajos que el francés llevó a cabo entre 2012 y 2015.
El título de la obra y el nombre (o pseudónimo) de su autor, Samplerman, son harto descriptivos de aquello que representan. En un vistazo superficial, la estética, el color y la línea de Fearless Colors remite a los viejos comic-books con historias de acción, romance, ciencia ficción y aventura de los años 30-40, pero filtrados por un viaje ácido psicodélico sesentero. No estaría muy lejos esta primera apreciación de la realidad que se esconde detrás de sus páginas, ya que el cómic de Samplerman es precisamente eso: un sample visual, un ejercicio de apropiacionismo experimental en el que aquellas viejas viñetas son reutilizadas, manipuladas, recortadas, digitalizadas y remezcladas para crear algo novedoso. Un nuevo objeto artístico que tiene algo de cómic, sí, pero mucho más de ejercicio de secuenciación abstracta y de collage postmoderno.
Las páginas de Fearles Colors funcionan como un flujo alucinatorio y enloquecido de imágenes que vibran y adquieren sentido dentro de la página gracias a una técnica caleidoscópica que articula el interior de sus viñetas a partir de materiales ajenos. El sentido narrativo está tan sólo insinuado por la repetición de personajes, motivos o detalles visuales y por una secuenciación (a veces) convencional en viñetas, que remite directamente a los comic-books originales antes de pasar su contenido por el termomix Samplerman. Así, este cómic sólo puede contemplarse como objeto artístico o leerse desde su abstracción; dejándose llevar por sus páginas en un viaje que remite más a las sensaciones visuales, a patrones rítmicos y a las intuiciones del subconsciente que a la necesidad de seguir una historia (inexistente). El empleo de balones de texto, cajas de texto y demás herramientas comicográficas ayuda en esa búsqueda de continuidad, pero al mismo tiempo, al responder éstos a la idea de collage y la misma ilógica narrativa que el resto del cómic, crea en el lector un efecto extrañamiento extremo: cuando leemos los textos de Fearless Colors, buscamos sentido y significado, pero a cambio sólo obtenemos la codificación dislocada de un lenguaje secreto; una suerte de mensaje cifrado por intenciones que permanecen ocultas a la lógica.
Juguete experimental-psicodélico, narración abstracta o bofetada caleidoscópica, Fearless Colors es un ejercicio refrescante de apropiacionismo. No muy diferente, en realidad, del empleo reciente que han hecho de las viñetas artistas como Martín Vitaliti, con su constante deconstrucción del lenguaje comicográfico, Ray Yoshida y sus descontextualizaciones o Jochen Gerner con sus vaciados de páginas de cómic. En definitiva, el de Samplerman es uno de esos trabajos que, como aquellos tantos que sacó a la luz Andrei Molotiu en su dia, reconcilian al cómic, y a nombres casi olvidados como Fletcher Hanks, con el mundo de la creación artística, y vice versa.