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De aquellas referencias, evidentemente, mamó Joyce Farmer, de hecho, ella era parte muy activa dentro del panorama underground. Participó en aquella revista fundacional que fue Wimmen's Comix y fue la fundadora, junto a Lyn Chevely, de otra revista feminista de importancia dentro del movimiento feminista, Clits & Tits. Su estilo tosco, decididamente underground, áspero e incómodo, nos recuerda a un peculiar híbrido entre Crumb, el ya mencionado Clay Wilson y la caricatura de Gregory. De la honestidad de aquellos cómics bebe también Joyce Farmer a la hora de plantearse las líneas maestras argumentales de su tremenda historia en Un adios especial.
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Nos habla Un adiós especial de las miserias y dolores de lo inevitable: las que implican el paso del tiempo y la degradación de la carne. Nos sitúa la autora en los últimos años de las vidas de Lars y Rachel, dos octogenarios tan lúcidos mentalmente, como estropeados físicamente. Quizás sea ahí donde resida la mayor de las torturas: en la degradación consciente, en la noción de la pérdida. Los dos ancianos descubren sus achaques, sus dolencias, de forma paulatina y torturante. Del mismo modo que el niño se acerca al mundo, a las novedades de su existencia, los ancianos de Un adiós especial se aproximan, titubeantes y temerosos, hacia esa otra novedad que nos acecha al final de nuestros días, la inexistencia.
Y al mismo tiempo, observamos y compartimos un segundo drama: el de Laura, la hija de Lars y Rachel, que asiste impotente a la paulatina invalidez de sus padres, que intenta ofrecer su ayuda y que sufre en su propia piel el dolor de aquellos. El dolor y la confusión de Rachel ante las acuciantes necesidades de los que un día la protegieron a ella, no es sino el reflejo de nuestra propia posición ante la idea del fin de la autosuficiencia, el pensamiento de que algún día ya no nos será suficiente con nuestras propias fuerzas, porque seguramente careceremos de ellas.
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Es cierto que su línea narrativa peca de fragmentaria, que la abundancia de disdacalias temporales ("dos meses después", "pasan algunas semanas", etc.) puede parecer antigua o resultar un tanto torpe en la era Ware, pero, ay amigos, recursos son al servicio de un universal: la muerte, así con minúsculas. La muerte que nos espera y que nos duele desde las páginas de este cómic, lacerante de tan denso y explícito como es; admirable por su honestidad y su falta de atajos.