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sábado, mayo 04, 2019

En la oscuridad, de Sara Soler. Cautivo del mal

No nos gusta informarnos en detalle –más allá del autor que los firma o de alguna recomendación fiable– sobre las películas que vamos a ver o los cómics que vamos a leer. Encontramos que el factor sorpresa es un aliciente importante en el acceso a la obra cultural. Por esa misma razón, no solemos leer tampoco los prólogos de los libros hasta que hemos concluido su lectura.
En el caso de En la oscuridad, el cómic de Sara Soler basado en el libro autobiográfico de Antonio Pampliega, hemos actuado de forma diferente. Pampliega es un reportero cuyo nombre puede que les suene por su reciente protagonismo televisivo (es el protagonista del programa de reportajes Pasaporte Pampliega), o quizás porque fue uno de los tres periodistas españoles que permanecieron durante más de diez meses secuestrados por Al Quaeda en Siria en 2015.
Del relato de aquella experiencia traumática nació su libro En la oscuridad; cuyo material narrativo ha adaptado al cómic Sara Soler para la Editorial Planeta. Con estos antecedentes, nos pareció interesante enriquecer nuestra lectura con las aportaciones del protagonista directo de una historia extraordinaria y espeluznante a partes iguales. Hay mucha valentía en la sinceridad de Pampliega:
La cobardía me acompañó todo el tiempo. Sí. Creo que me porté como un verdadero cobarde durante esos 10 meses. Jamás me enfrenté a mis secuestradores; aguanté cada golpe sin oponer resistencia; bajé la cabeza cuando me gritaban o humillaban. Me convertí en su puto perro.
No esperéis encontrar en esta novela gráfica a un héroe. Ni siquiera a un luchador o a una persona a la que admirar. Porque no lo fui, ni a día de hoy, lo soy. Os vais a topar con un tipo normal y corriente. Que se pasaba el día llorando; que acabó perdiendo toda esperanza por salir de aquel agujero. Pero que, gracias a esta experiencia traumática, consiguió encontrarse consigo mismo. Conocerse. También conocí a mis secuestradores. Llegué a comprenderles y hasta a respetarles. Sí. Tuve Síndrome de Estocolmo. Sólo con uno de ellos. Con el único que me mostró que al otro lado había una persona; un ser humano a quien la vida le había repartido unas cartas de mierda. Un chaval de 19 años a quien la guerra se lo robó absolutamente todo: la infancia, la inocencia... convirtiéndole en un niño de la guerra.
Creado el clima, la historia arranca con un flashback desde una celda miserable en un lugar cualquier de Siria. A partir de ahí, se inicia el periplo que llevó a tres periodistas españoles a cruzar la frontera turca para cubrir el sangriento conflicto bélico en los alrededores de Aleppo; hasta que fueron traicionados por sus guías y secuestrados por Al Quaeda para solicitar un rescate. La obra se centra sobre todo en ese periodo de cautiverio. En la angustia infinita de sus protagonistas ante la incertidumbre de su futuro inmediato. Tres prisioneros del terror fundamentalista incapaces de anticipar que sucedería al día siguiente. Si, como tantas veces hemos visto en vídeos y televisión, serían degollados en nombre de Alá, entre gritos y proclamas contra Occidente. Personas humilladas y despojadas de su humanidad, desplazadas de celda en celda, con una capucha sobre la cabeza, como mercancía (sacrificable en un momento dado) sobre la que negociar un precio.
La dibujante de Sara Soler aborda con sobriedad la secuenciación gráfica del libro original de Pampliega. Lo hace con un estilo funcional en blanco y negro que aporta contención a la atmósfera trágica del relato. Su realismo nos invita a concentrarnos en el perfil psicológico de los personajes y en su progresiva degradación física. El dibujo construye con eficiencia escenas en las que, más que la acción, importan los procesos mentales y la continua deshumanización a la que los protagonistas son sometidos por sus captores. Cuando Pampliega es separado de sus dos compañeros, comienza una lucha interior por la supervivencia en la que, muchas veces, el personaje principal parece irrevocablemente abocado a la derrota definitiva. Algunas secuencias adquieren entonces una altura dramática considerable muy bien capturada por el cómic.
En su reconstrucción comicográfica, Soler adelgaza la historia original mediante una selección de momentos significativos que pone el foco sobre en ese proceso de autodescubrimiento y búsqueda interior que Pampliega anunciaba en su prólogo. Todo un relato de aprendizaje.