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lunes, abril 25, 2011

Reuniones, juergas y déjà vues en el Salón.

Volvemos después de un doble periplo. Su primera etapa fue la del Salón del Cómic de Barcelona. Un clásico. Tanto, que este año hemos tenido cierta sensación de déjà vu. Algunos de los pasos que venimos repitiendo año tras año en nuestras visitas al Salón van camino de convertirse en agradables ritos personales: otra vez, nos hemos reencontrado con antiguos amigos, hemos saludado a editores, autores y críticos, hemos paseado por exposiciones, asistido a sesudas reuniones matutinas y dormido bien poco, como bien merece la noche barcelonesa. 
En el Salón, disfrutamos de las enormes planchas del Tarzán de Harold Foster y Burne Hogarth, de los luminosos originales de Pellejero (¡qué belleza la que se encierra en esos ejercicios de estilo que son sus El silencio de Malka, El vals del gulag y En carne viva), de los originales de El arte de volar y de la revisión comiquera del universo zombi. De zombis, casi reales algunos de ellos, estaban inundados los pasillos del evento: maquilladores “haciendo” zombis como churros, visitantes compitiendo por la más verosímil zombificación, monólogos zombis, los mencionados originales zombis… La victoriosa sombra de Kirkman (con asombroso premio del Salón incluido, en el año en que Sacco hizo sus Notas al pie de Gaza) es alargada y va dejando rastros de celebración por el camino. Estuvo entretenida la puesta en escena: Walking Dead versus Star Wars, y a ver quién es más friqui.
Mamá, este zombi está muy vivo
Pellejero y viva la composición
Nosotros, a lo nuestro, estuvimos dando vueltas entre casetas, junto a nuestro buen amigo Gaspar Naranjo, dando abrazos y saludando a personalidades del mundillo: Ed, dotado artista-editor, nos enseñó los nuevos preciosos proyectos de Mamut para esta temporada (atención a sus fichajes italo-franceses); Gonzalo Rueda, como siempre, nos recibió con los ventanales de su stand abiertos de par en par, y pudimos disfrutar de los hallazgos que presenta el nuevo número de La Cruda (que incluye en sus páginas a la bellísima y talentosa Femke Hiemstra); estuvimos con Tony Mascaró, que nos habló de una de nuestras editoriales favoritas, Apa-Apa, y de sus planes de futuro; saludamos a Paco Camarasa, abrazamos a Altarriba, aún en plena gira triunfal con Kim post-Arte de volar y tuvimos nuestra mini-reunión de pasillo con primeras espadas de la crítica comicográfica como don Álvaro Pons (que nos reveló buenas nuevas con acento francés), los Entrecomiqueros o Santiago García (antes de erigirse en vencedor de uno de los premios del Salón, también). 
Entre los artistas "neofirmantes", destacó la expectación creada por la reaparición de Mariscal, la presencia de un peso pesado del cómic italiano como Igort o la predicación con la que aguantaron la cola los fans de Garth Ennis y Steve Dillon. Además, de postre, otro de nuestros favoritos, Edmond Baudoin, nos firmó y dedicó, con dibujito incluido, un ejemplar de Ensalada de Niza. Por lo demás, había escenas que parecían grabadas en vídeo del año anterior y proyectadas en bucle: ahí seguían Paco Roca y Miguel Gallardo, ganando premios y firmando ejemplares. Pareja al año anterior fue también la afluencia de visitantes: poca cosa el jueves (nos dijeron) y el viernes, y hordas de padres con hijos, hijos con novia, novias con amigas y familias al completo el sábado. De frenopático estadístico.
Tres eran tres, Gallardo, Roca y un francés, Baudoin
Ennis y Dillon, predicando que es gerundio
Mariscal, un Garriri más
Emociones fuertes. Doloroso, más que fuerte, fue el alzamiento matutino del sábado para asistir a una nueva reunión de la Critica con vistas a la definitiva formación gremial de la Asociación de la Crítica de Cómics. Gracias al trabajo ímprobo de José Antonio Serrano, parece ser que esta vez va a ser que sí. Votamos por ello, será un placer pertenecer a tan selecto grupo. Además, con la excusa, tuvimos la ocasión de conocer personalmente a gente del universo critiquero como Elisa McCausland, Lucía González o Roberto Bartual; nos quedamos con las ganas de saludar a Segio García (a quien tanto recurrimos para las páginas de nuestra Arquitectura...), pero al final no cuadró la cosa entre tantas idas y venidas.
Pasándolo en grande: Aja, Naranjo y Olivares
Tampoco andábamos muy frescos de reflejos, eso es verdad, después del ajetreo nocturno. Uno de los alicientes del Salón es lo bien que te lo pasas en el post-Salón. La noche del viernes pudimos constatarlo con otro de esos reencuentros que nos hacen felices: estuvimos cerveceando con nuestro amigo López Cruces y con el señor Olivares, conocimos a ese marvelita talentoso que es David Aja y cruzamos palabras con uno de los malditos sagrados del cómic patrio, el señor Santiago Sequeiros, nada menos. El sábado, finalmente, no pudimos asistir a la entrega de esos divertidos premios paralelos que han nacido este año, Los Golden Globos (con galardones al "mejor principio", al "mejor papel", al "mejor vestuario" o a las "mejores guardas"); estábamos en la fiesta de La Cruda. Lastima de ubicuidad. Eso sí, por la noche nos desquitamos con unos bailes junto a los chicos de Entrecómics, en la Sidecar, que ni Tony Manero, oigan. 
Ya ven, hay hábitos que devienen en vorágine. La segunda etapa, la del otro periplo que mencionábamos al comienzo, se la contamos en la siguiente entrada.