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miércoles, marzo 23, 2022

Un Tatsumi de colección

Parece ser que en España hay coleccionistas de originales que tienen en su poder planchas y planchas de Harold Foster e incluso de Winsor McCay. Llevamos ya muchos años en esto del coleccionismo de cómics originales y, por eso, somos bien conscientes de nuestras limitaciones. Para el pequeño coleccionista, aquel sin muchos posibles ni un patrimonio familiar del que rascar, hay muchos autores y piezas aparentemente inaccesibles, y no nos referimos ya a los llamados "griales" (planchas únicas de referencia o con cierta trascendencia histórica), sino a originales de dibujantes específicos cuyas obras cotizan a muchos miles de euros. Nos gustaría hacernos con un Ware o un Clowes, claro, y aún más con un McCay, un Foster o Raymond, pero, a riesgo de hipotecar una pecunia de la que carecemos, los coleccionistas de pequeña monta tenemos que conformarnos con gastar muy ocasionalmente algunos cientos de euros aquí y allá, a la espera de un golpe afortunado, una "oportunidad de mercado" o alguna cacería de "piezas menores", movidos por el afecto, la admiración lectora o la idolatría personal.

Hay dibujantes a quienes ni el pequeño ni el gran coleccionista tienen acceso, bien porque sus dibujos raramente se ponen a la venta o porque pertenecen a mercados cuyas barreras idiomáticas o mercantiles dificultan transacciones fluidas. Algo de ello pasa, por ejemplo, con  los nombres míticos del manga. No se trata ya de que nosotros no tengamos acceso a originales de Tezuka, Tsuge o Mizuki, sino de la circunstancia de que nunca hemos visto sus obras en el mercado, ni en webs ni en casas de subastas. Por eso, nos sorprendió mucho descubrir hace unos días a un usuario de Ebay (un tal sahkha) que había puesto a la venta varias decenas de páginas originales de uno de esos maestros del manga de los que venimos hablando: el gran Yoshihiro Tatsumi.

Tatsumi pasa por ser el padre del manga gekiga (cómic japonés para adultos caracterizado por su contenido dramático y, en algunos casos, autobiográfico). Él mismo se encargó de contarnos su historia y la del gekiga en ese cómic monumental que es Una vida errante (publicado por Astiberri en nuestro país en dos volúmenes). A autores pioneros como Tatsumi está dedicado también Los locos del gekiga, el cómic de Masahiko Matsumoto que recientemente ha publicado Satori Ediciones.


Los originales de Tatsumi disponibles (nos parece que aún queda alguna de las páginas inicialmente en venta) no eran grandes piezas. Se trataba de obras de juventud, cómics en los que se podía adivinar la bisoñez de un autor llamado a grandes cosas, pero todavía en busca de un estilo y con un trazo inmaduro. Su valor principal reside en que estas páginas de Tatsumi son el testimonio palpable de un avance histórico dentro del cómic japonés, el nacimiento de un género. Nos parece interesante reproducir aquí la descripción que hace el tal sahkha de sus páginas en venta:

This one of a kind piece was originally published in 1962 from Tokyo Top Sha.The Title of this story is オリにかえれ (Go Back to the Cage), written in May, 1962, then had been published as a newly drawn story collection for book-lending shops which was popular in Japan from the late 1950s to early 1960s. At that time, these original drawings were outright purchase by the publisher. Many of the originals were cut and sent to the readers as a direct sales service. I purchased these pages about 30 years ago from the collector who had directly purchased them from the publisher. This is one page of the total 138 pages story. Not a complete set, so I decided to sell them individually.

De entre los muchos originales disponibles, nos decidimos por el que les mostramos aquí abajo. Es una página de situación en la que no aparecen personajes principales ni se muestra al protagonista de la historia. ¿Cómo explicamos esta elección aparentemente "descolorida"? En primer lugar, debido a la bisoñez del joven Tatsumi en el diseño de personajes, nos interesaba poco la presencia de personajes. Tampoco creemos que ese sea el punto fuerte del Tatsumi adulto. Lo que más nos gusta de este maestro del manga es su capacidad para mostrar gráficamente la desolación del ser humano y su bajada a los infiernos, su alienación y su incapacidad para enfrentarse a los nuevos tiempos. Por eso nos inclinamos por esta escena de multitudes en una estación de metro, una localización en la que la individualidad humana parece reducirse a la insignificancia entre la multitud. Un motivo muy tatsumiano, si se nos permite la expresión.

domingo, octubre 11, 2020

Sobre el coleccionismo (continuación) y el tamaño de Robbins

Cuando les contábamos el otro día algunos caminos para iniciarse en el mundo del coleccionismo de originales, sin hipotecar el ajuar de la abuela, se nos olvidaron dos o tres detalles.

No mencionamos, por ejemplo, lo interesante que es siempre visitar las webs oficiales de los propios autores para obtener su arte obviando comisiones y mediadores. Es cierto que las páginas de algunos creadores consagrados muy apetitosos siguen teniendo precios difíciles de asumir, sin embargo, otros muchos están abiertos a aceptar encargos (comissions) o directamente ponen sus originales en venta a precios asumibles. Vean, por ejemplo, las estupendas recreaciones-homenaje que está vendiendo últimamente el reciente triunfador del Premio ACDCómic 2019 y candidato número uno al Premio Nacional de Cómic, Pep Brocal; a un precio imbatible, por cierto. Aunque alguno de estos autores a los que nos referimos venden su arte directamente desde sus páginas, otros prefieren recurrir a plataformas como Etsy para sacar a la luz su trabajo; es todo un entretenimiento dedicarse un rato a navegar por la plataforma en busca de nombres consagrados o futuras promesas (les recomendamos tener prudencia con Etsy, no obstante, ya que abundan los tributos y las reproducciones que se anuncian con la etiqueta "original").

Para obtener un cuadro amplio del mercado de originales online de autores y galerías, les recomendamos que visiten la estupenda recopilación de links y direcciones que ha reunido Rafael Amat (autor y uno de los grandes coleccionistas de nuestro país) en su página web ARTCÓMICenventa

El otro día mencionamos también Heritage Auctions, la casa subastas estadounidense que podía llegar a cobrarle a uno (literalmente) más por los costes de envío y manipulación que por la obra original. Pero se nos olvidó hablar de Catawiki, otra casa de subastas online que ha venido a ocupar una parte del espacio que los coleccionistas-vendedores de ebay han dejado libre, con esa falta de salida de originales al mercado que mencionábamos el otro día. La política de Catawiki es la de mantener abiertas varias subastas simultáneas organizadas temáticamente (originales europeos, originales de cómics estadounidenses, planchas eróticas, subasta Disney, etc.).

Si se le dedica tiempo y se está dispuesto a correr ciertos riesgos, en Catawiki se pueden obtener páginas originales a precios muy interesantes; y si suena la flauta y la subasta en concreto muestra poca actividad, uno puede hacerse incluso con algún chollo. Además, como la mayoría de las subastas están organizadas por curadores europeos, los gastos de envío resultan mucho más razonables que los de Heritage Auctions (aparte de que se anticipan con claridad en la hoja de puja).

En una subasta reciente de Catawiki hemos conseguido una tira de un autor al que llevábamos siguiendo algún tiempo en busca de una "oportunidad" ventajosa. Frank Robbins no tiene tanto nombre como Milton Caniff o Alex Toth, pero pertenece a esa misma escuela de autores estadounidenses, técnicamente superdotados, que renovaron el lenguaje visual del cómic de aventuras en sus tiras de prensa, gracias a la introducción de recursos cinematográficos (iluminación, planificación, angulaciones, etc.). Aunque no fue tan celebrada como el Terry y los piratas de Caniff, la serie Johnny Hazard, de Robbins, fue tremendamente popular durante los años 40-60. A esta serie pertenece la tira de Robbins que obtuvimos recientemente por unos 60€ (a los que tuvimos que sumar los gastos de envío). Es un ejemplo muy tardío de la serie (sólo tres años antes de su cancelación) y no es espectacular ni especialmente representativa (no incluye ninguna de esas escenas de aviación en las que Robbins era un maestro), pero nuestra adquisición muestra algunas de esos rasgos tan cinematográficos que definen a su autor, así como su talento infinito en la condensación temática y la composición de planos:


Una de las cosas que más nos sorprendió cuando nos llegó a casa fue su reducido tamaño. Curioso asunto el de los tamaños de originales. Aunque la historia ofrece infinitos ejemplos que demuestran que cada autor dibuja de una manera y se impone sus propias condiciones por lo que respecta a técnicas y formatos (sobre todo ahora, tras la irrupción de lo digital), lo cierto es que —en Estados Unidos, sobre todo, pero también en el mercado europeo de los álbumes y en el mundo editorial manga— existen multitud de constricciones técnicas que vienen impuestas por las editoriales: cualquiera reconoce las láminas pautadas en ese estandarizado formato cercano al A3 (alrededor de 40 x 30 cm) que Marvel o DC imponían a sus dibujantes. En el caso de los dailies y los sundays eran los syndicates (agencias de distribución) quienes determinaban las condiciones de creación y publicación de los cómics en prensa.

Por ejemplo, la gran mayoría de tiras originales periodísticas a las que hemos tenido acceso estos años mantienen un formato que oscila entre los 12 x 46 cm de McManus y el más estándar 19 x 59 cm de Al Capp, Walter Kelly, Frank King o Milton Caniff; luego están los gigantescos formatos que se estilaban en las tiras de los primeros años, como las de Bud Fisher (de las que hablamos aquí). Con lo que no nos habíamos topado nunca es con una tira de material clásico de un tamaño tan pequeño como el que emplea Robbins en nuestra adquisición más reciente, con un área de dibujo de 11 x 36'5 cm. 

Como ven, en el mundo del coleccionismo el tamaño también importa. Y suele deparar sorpresas.


viernes, septiembre 18, 2020

La burbuja del coleccionismo de páginas originales

Quienes siguen este blog desde sus comienzos saben que el coleccionismo de originales es uno de nuestros vicios confesables. Comenzamos a comprar páginas de cómic y a escribir en esta bitácora casi al mismo tiempo. Mucho ha cambiado el panorama coleccionista desde aquel entonces. Se afirma en el mundillo, seguramente con razón, que la compraventa de cómics originales está viviendo su burbuja particular. Queremos apuntar algunas notas al respecto desde nuestra experiencia personal.

Cuando comenzamos a adquirir originales teníamos claro que no íbamos a hacer grandes dispendios económicos. Ni contábamos con los posibles ni nos apetecía hipotecarnos. Hace quince años, si uno tenía paciencia y le dedicaba tiempo al asunto, podía conseguir páginas de autores clásicos a precios más que interesantes. El camino más fácil era seguir las subastas de ebay de coleccionistas-vendedores y pujar insistentemente con pequeñas cantidades hasta que sonara la flauta. Con esa filosofía nos hicimos con un buen puñado de originales, como contamos en aquella serie de posts que titulamos "Operación 700"; en la que, a lo largo de varios meses, jugamos a adivinar que podíamos comprar con una inversión planificada de 700 eurillos (de los de aquel entonces) que teníamos ahorrados. 

Muchos de aquellos "subastadores" que comenzaban en Ebay son ahora propietarios de algunas de las mejores galerías de originales del mercado. A Scott Eder (con su pseudónimo chesslov en ebay), por ejemplo, le debemos muchas de las piezas de nuestra colección. Su actividad en la casa de subastas ha pasado a ser testimonial, y las piezas que expone en la actualidad en su galería web han dejado de ser tan accesibles como podían llegar a ser en una puja afortunada. Es el signo de los tiempos. El mercado estadounidense, por lo que respecta a proveedores y a las obras en sí, está bastante inflado.

Lo vemos en las frecuentes subastas de la casa de apuestas Heritage Auctions, una de las fuentes más fecundas de salida de originales al mercado. En sus subastas todavía se pueden obtener páginas a precios aceptables, pero si sumamos el Buyer's Premium (la comisión), los gastos de manipulación y envío, y las tasas de aduana, la cosa deja de ser tan rentable y apetecible. En una puja reciente nos hicimos con unas tiras estupendas del Moon Moolins, de Frank Williard (un autor clásico detrás del que llevábamos bastante tiempo) por poco más de 100 euros. Nos frotábamos las manos y los ojos. Una vez cumplimentados todos los trámites de tasas, gastos de envío y aduanas, el precio inicial se doblo sobradamente.

Pero para constatar la existencia de una burbuja de oríginales, sólo hay que echarle un vistazo a las cifras que alcanzaron algunas de ellas en una puja posterior de la misma casa de subastas. Atención a los precios de venta de las siguientes páginas (algunas de ellas muy representativas, es cierto) de Frank Frazetta, Lee Elias, Jack Kirby o Frank Miller (tampoco se nos asusten con el precio alcanzado por el ejemplar de Action Comics #7); a su lado, las estupendas páginas de Herriman y Winsor McCay parecen baratas.


Lo realmente paradójico es que cuando comenzamos con nuestra colección, en general era mucho más sencillo hacerse con una pieza de un autor clásico del cómic estadounidense por un precio módico que con la de un dibujante español o europeo de renombre. Las tornas han cambiado. Por eso, si a alguno de ustedes les pica el gusanillo del coleccionismo o quieren darse un capricho, nuestra recomendación es que se acerquen a webs locales de venta como Todocolección o a páginas españolas como Artcoholics (mucho material de los autores españoles en Marvel y DC), ECC Arte y Coleccionismo (algunos de los clásicos del cómic español), Yojimbo Cómics (con obras de las grandes estrellas del cómic actual en nuestro país: Paco Roca, David Rubín, Cristina Durán...) o El arte del cómic (con un amplio surtido de páginas españolas, estadounidenses y europeas). 

En el mercado europeo también se está notando la burbuja en la mayoría de las galerías importantes, pero siguen existiendo tiendas online en las que aún pueden encontrarse obras interesantes a precios razonables: tres de nuestras favoritas son la canadiense The Beguiling (con lo más granado del cómic independiente) y las italianas Hollow Press (una cueva de tesoros del underground contemporáneo) y Tavoleoriginali.net (con un surtido muy interesante de cómics italianos, norteamericanos e hispanoamericanos). En todo caso, añadir una nueva pieza a tu colección es emocionante, pero el juego de rastrear y descubrir oportunidades también puede ser un estupendo entretenimiento.

jueves, julio 07, 2016

La ciudad del Rey (un original cumpleañero)

¿Se acuerdan de que hace unas semanas le dedicamos varios posts a las arquitecturas de ficción, utópicas y distópicas, con motivo de  nuestra afición a las ciudades superheroicas y nuestros afanes coleccionistas?
Abundando en esas ideas entrelazadas (las ciudades, los superhéroes y el coleccionismo), queríamos presentarles la estampa de la última urbe que nos hemos regalado por nuestro cumpleaños y que va a colgar de nuestra pared. Ya tenemos reservada una viñeta en ella para pasar el veranito... ¿Les suena el arquitecto? Un genio con mayúsculas.

jueves, noviembre 05, 2015

Originales y arquitecturas superheroicas

Aunque no hablemos mucho de ello por aquí, de vez en cuando seguimos gastándonos algún euro en vicios duros como el coleccionismo de originales y la adquisición fetichista de ilustraciones. Hay que admitir que, desde que el cómic "es arte" y cosa de prestigio, cada vez es más difícil hacerse con páginas que no nos descontrolen la balanza mensual: ¿qué hipster no quiere una joyita underground para adornar su baño o un superhéroe que le proteja de las pesadillas desde la cabecera de su cama?
El otro día, precisamente, caíamos en la cuenta de qué poquitos originales hemos comprado, después de tantos años, sobre el tema superheroico. Es más, al guardar con mimo la última página que hemos adquirido, nos hemos dado cuenta de que la mayoría de las páginas originales de Marvel que tenemos, en realidad, tienen mucho más que ver con las alucinantes arquitecturas urbanas y ciudades míticas que crean sus talentosos artistas, que con sus personajes, grupos y universos heroicos propiamente dichos.
Un juego de agudeza visual. Les presentamos aquí cuatro de esas láminas y les retamos a que adivinen a qué cómics y artistas pertenecen...
 
Difícil, ¿verdad? Retomaremos el tema en alguna próxima ocasión para hablarles de muros y más originales, enmarcados esta vez.

lunes, enero 27, 2014

Pájaros originales.

Entre nuestras perversiones menos ocultas se encuentra la del coleccionismo comiquero con marchamo original. Cuando estábamos dando los primeros pasos en este blog, le dedicamos varios posts al vicio, con la etiqueta "operación 700". Nos planteamos, entonces, fundirnos nuestros ahorros con un tope salarial de 700 € al grito de "a ver que se puede conseguir".
Y nos sorprendimos a nosotros mismos. Ahora que el cómic es novela y es gráfica, los precios de los originales se están emburbujando, pero aún hay buenas plazas en las que rastrear. Nuestra última incursión se la dedicamos a ese Grandes preguntas que -les contamos la semana pasada- tanto nos ha gustado. ¿Se podrá comprar un original de Nilsen, si es posible de Grandes preguntas, a un precio no muy grosero?, nos preguntábamos. Respuesta afirmativa.
Para llevar a cabo la adquisición nos metimos en una de nuestras páginas favoritas de originales, Beguiling, y allí, entre tentadoras planchas de Cooper, Gloeckner, Jason, Harkham o Kago, estaba el bueno de Anders Nilsen. Después de descartar algunas de las más apetitosas por su precio, nos quedamos con un dibujo de pequeño tamaño (un detalle de una página) muy desasosegante, que encierra uno de los momentos climáticos del libro. Ya lo estamos enmarcando, mejor no perder a los pájaros de vista.
El dibujo en cuestión:

viernes, marzo 13, 2009

La cola de Chaykin.

Les decíamos que entre las visitas ilustres del XIV Salón Internacional del Cómic de Granada se encontraba ni más ni menos que un tal Howard Chaykin. Como buenos fans nos pusimos a la (larga) cola de firmas con un ajado ejemplar de aquella edición de La Sombra de Ediciones Zinco, que sigue esperando reedición. Duramos quince minutos. Justo los que tardaba (minuto arriba, abajo) el artista Howard en cada una de sus dedicatorias ilustradas. Nos vamos haciendo viejos, debe de ser, porque nos dura la paciencia menos que una nueva edición de XIII en la puerta de la Fnac parisién.
Bueno, también ayudaba (al desánimo en la espera) el que hace pocos meses nos agenciamos una página original del susodicho tebeo (confesamos que en el primer arrebato lo intentamos con Black Kiss, pero se nos iba de presupuesto). Mucho más lustrosa y preciosista que el consabido dibujo-firma, ¿no creen? Déjennos presumir, les mostramos ésta, una de nuestras últimas adquisiciones, para que vean lo bonitas que son las enormes páginas de Chaykin al natural (lástima que en la edición de Zinco le embarraran sus deslumbrantes blancos y negros con unos colores chillones la mar de casposos).
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Por cierto, los amigos de El lector impaciente y Cómics en extinción le dedicaron varios posts al personaje recientemente; ilustrativos ambos (como lo es también el que les hemos marcado ahí
arriba).

miércoles, agosto 27, 2008

Operación 700: el retorno (y V)

Llegamos al final de esta nueva operación inversora, dispendios llevados a cabo en tiempos pre-crisis, cuyos frutos terminarán por iluminar alguna pared futura. Al grano. Consumida buena parte de los fondos previstos, nos quedaban unos 150 euracos para conseguir alguna página original al nivel de las precedentes adquisiciones. No parecía tarea fácil, desde luego, pero nunca hay que desconfiar de un navegante con tiempo y paciencia para indagar en las entrañas del ebay.

Dicho lo cual, cuando después de muchos intentos infructuosos, nos hicimos con este trabajo de uno de nuestros dibujantes favoritos indiscutibles, nos tuvimos que frotar los ojos con tinta china y aguarrás. Nada menos que una plancha de Beto Hernández, un puñado de viñetas con sus gloriosos personajes, recién llegaditos de Palomar. Con los gastos de envío y demás, por unos 160 euros, un pedacito (el perteneciente a Luba # 3) de una de las obras que más tiene que ver, en nuestra modesta opinión, con la trasformación del cómic en lo que ahora es: un medio artístico cuyas creaciones cada vez tienen menos que envidiar a las obras generadas por otros vehículos discursivos. Pasen y vean.

La página, de un episodio titulado “Poseur”, recrea uno de los sucesos trágicos más relevantes en la siempre cambiante historia de Palomar: en ella aparecen Luba, Khamo, Venus y algún otro. A los recién llegados al imprescindible realismo mágico de Gilbert Hernandez, les invitamos a que se pasen por esa antigua reseña que publicamos en el Culturas, del Tribuna de Salamanca, hace ya mucho tiempo y que colgamos aquí hace algo menos.

Y así, un poco más ricos en experiencias y acaudalados en posesiones artísticas, cerramos un nuevo episodio (el segundo) de nuestra operación 700 (una vez más, nos pasamos un poquito del presupuesto). Las conclusiones, similares a la experiencia anterior: increíblemente aún es más factible hacerse con páginas y tiras de clásicos de prensa (algunos) o renovadores del lenguaje (desde la independencia), que con dibujantes actuales aceptables de la DC o Marvel. Si la crisis no les aprieta las hipotecas, es para pensárselo. Saludos.

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viernes, julio 04, 2008

Operación 700: el retorno (IV)

No iba nada mal la cosa, pensábamos para nuestros adentros, 390 de los 700 euros al garete, pero en nuestras manos cosas de relumbrón, páginas originales de los Cooper, Buscema y Williams; decididamente, nuestra tesis se iba confirmando paso a paso: "invertir" en cómics sale mucho más a cuento (a día de hoy) que hacerlo en pintureros y escultureros otros. Visto lo cual, decidimos dar un paso largo. Habíamos echado nuestras redes sobre artistas consagrados, artistas-artista, comiqueros heroicos, undergrounderos e, incluso, sobre pioneros de la tira diaria, pero a los nombres grandes fundacionales, todavía no les habíamos echado el ojo.

Bueno, mentimos, en la "Operación" precedente nos habíamos hecho con una tira del gran Walter Kelly. Como dijimos entonces, su Pogo nos había tenido iluminados desde chavales. Sería por esa habilidad infinita de su autor para crear escenas, por su humor a veces mágico (de puro críptico), por unos personajes tan bien perfilados o, simplemente por esa línea disneyana tan perfecta y limpia, pero ¡qué ilusión nos hizo conseguir una de sus tiras! Similar (la ilusión) a la que hemos obtenido en esta nueva aventura después de pujar y obtener otra tira de otro de los grandes genios primigenios del medio.

No es, lógicamente, porque su autor fuera admirado por gente como Charles Chaplin o John Updike, ni porque Steinbeck dijera de él que era el mejor escritor del mundo y lo propusiera para el Nobel; tampoco sabíamos, cuando de chavales masticábamos alucinados sus reediciones, que las tiras que teníamos entre manos habían sido leídas anteriormente por más de 70 millones de lectores diarios, ni que en las universidades norteamericanas se había adoptado como celebración anual el "Sadie Hawkins Day", que celebraban los personajes de la tira... A nosotros lo que nos fascinaba era la inmensa capacidad de Al Capp para dibujar personajes asombrosamente humanos, con una de las caricaturas más expresivas que ha visto la historia del cómic. Nos gustaba ese humor absurdo, a medio camino entre el "slapstick comedy" del cine mudo estadounidense y la escena costumbrista sureña.

Por eso, decimos, cuando conseguimos una tira de Li'l Abner, casi se nos va el aire. ¿El precio? Algo menos 180 euros. La pieza, una tira original de Abner de 1942 (la del 14 de febrero, exactamente). La serie se puso en marcha en agosto de 1934 y estuvo controlada en todas las fases de la producción por el propio Capp, hasta su final en 1977. No obstante, Capp trabajaba con diversos colaboradores (Andy Amato o Frank Frazetta, por ejemplo) que, sobre todo en las últimas décadas, le ayudaban en la realización de los dibujos (aunque él insistiera en dibujar los rostros y las manos de sus personajes principales). Por esta razón, las tiras a partir de 1950 son más accesibles. Pero, ¿qué me dicen del hecho de que se pueda conseguir una obra de arte así por menos de 200 euros? Aquí la tienen...

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jueves, junio 05, 2008

Operación 700: el retorno (III)

Seguimos embarcados en el relato de nuestras andanzas pujadoras a la busca de originales comiqueros, a un precio pactado: los 700 euros de marras. Como venimos repitiendo, en la trastienda del mercadeo capitalista, una idea: constatar el precio de mercado del arte comicográfico de artistas consolidados, eso que algunos llaman cotización. De paso, el gustazo de tener unos cuantos originales que, algún día, decorarán los muros de la casa nuestra.

Con Cooper y Buscema llevábamos la friolera de 250 eurazos expoliados de nuestra caja de ahorros. Nos quedaban 350 para seguir experimentando.

Prólogo: Allá por la segunda mitad de los 80 empezamos a descubrir que las relaciones entre el cómic y la pintura estaban comenzando a estrecharse más allá de los cruces y vínculos esenciales que habían aportado gente como Sterrett o Herriman. Así, a casi todos nos dio algo así como un soplo sensorial cuando descubrimos a tipos como Dave McKean, Bill Sienkiewicz o Kent Williams. Individuos que metían al cómic en la inexpugnable vereda de un expresionismo figurativo, barroco, espectacular, desbordado de técnicas, collages y trazos retorcidos; unos autores que "ilustraban" guiones igualmente poliédricos, por momento modernistas, y bastante experimentales: los de los Frank Miller, Grant Morrison o Neil Gaiman. Todo ello envuelto en los lazos de la reformulación genérica.

Cierto es que antes que a ellos, en Europa y Sudamérica, habíamos visto ya a gente como Toppi, Battaglia o Breccia, que, como aquellos, hacían de la experimentación formal, la técnica mixta y el collage, su campo de batalla. Sin embargo, lo que nos ofrecían estos nuevos pintores de viñetas estadounidense era precisamente eso, una interpretación del cómic claramente pictórica: arte elitista para un lector acostumbrado al discurso popular, superhéroes al óleo. En España, años más tarde, descubrimos una variante genial con aire historicista, que plantaba sus raíces en el mismo momento que ocuparon los americanos: hablamos del genial Castells, ese pedazo de artista que con su tercera entrega (Expiación) para la saga sobre Lope de Aguirre (escrita por el también grande Hernández Cava), se atrevió a desafiar las leyes de mercado, las convenciones lectoras y los usos editoriales. No lo adivinamos hasta 1998, cuando ganó el premio del Saló, con 6 años de retraso.

Conclusión: Por todo eso, cuando nos vimos en situación de pujar por una de las planchas originales del Blood, de Kent Williams, lo hicimos, pero con poca fe; más aún cuando sabíamos del prestigio artístico de su autor en círculos puramente pictóricos. No ganamos, claro. Al menos la primera vez que pujamos. Para nuestra sorpresa, al poco, en uno de los regateos nos salimos con la nuestra y nos llevamos esta plancha de tamaño considerable (30x44 cms) por algo menos de 140 euritos; que hasta los textos de los globos venían en el pack (en papel vegetal traslúcido aparte).

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miércoles, abril 30, 2008

Operación 700: el retorno (II).

Hasta a la hora de pujar en el ebay hay que tener en cuenta las fluctuaciones del mercado. Viene esto a cuento de nuestro ya indisimulado (indisimulable) vicio "ludopático" hacia las páginas originales de cómics; sobre todo las que han sido dibujadas por aquellos tipos que, por una causa u otra, despiertan nuestra admiración. Algo así como el Síndrome de Stendhal, pero en versión viñetera; llamémoslo el Síndrome de Steranko.

Sucede que, en nuestra carrera desenfrenada por pulirnos los 700 leuros ahorrados, decidimos rendirle homenaje a uno de nuestros "supehéroes" favoritos de la infancia-juventud (y senectud, nos tememos). Un tipo con cara de bruto (más que la de un gobernador de California), carente de superpoderes, mal bicho, poco escrupuloso con las cosas del comer y del querer y, básicamente, entregado a la burrería como sucedáneo de andanzas caballerescas cimmerias: hablamos de Conan, el bárbaro.

Un cómic que precisamente por su mestizaje de géneros (capa y espada, sobre todo, pero en algunos episodios también aventuras piratas, o incluso género de terror), por su fascinante galería de personajes amorales, exóticos y eróticos, o por el talento de los dibujantes que trabajaron en la serie, mantiene a día de hoy a una buena recua de seguidores. De vez en cuando hay que releer los Conan en alguna de las docenas de ediciones (sólo en español) existentes. A nosotros, de entre todos sus artistas, el que más nos gustaba era, con diferencia, John Buscema; quizás porque su Conan era el más bárbaro, asilvestrado y oscuro de todos (mirada torva la suya). El Conan meticulosamente ilustrado de Alcalá o el héroe prerrafaelita de Barry Windsor-Smith, tenían su aquel, lo reconocemos, pero nadie como Joe Buscema (muchas veces entintado por Ernie Chan) fue capaz de mostrar tan a las claras el concepto de fuerza bruta, personificado en un tipo cachas, que se avanzaba en los guiones de Roy Thomas (basados a su vez en la obra de Robert E. Howard).

Por eso, Buscema fue una de nuestras búsquedas artísticas prioritarias en nuestro acecho de originales comiqueros. A decir verdad, no fue demasiado fatigosa, la búsqueda queremos decir. Resulta que, como comentábamos al comienzo de estas líneas, entre las fluctuaciones de la oferta y la demanda, parece que no es éste un momento demasiado malo para hacerse con una plancha de Buscema a un precio asequible (dentro de los manojos de euros a que nos estamos referiendo). Después de unos días porfiando aquí y allá, nos hicimos por algo menos de 150 euritos con una página tan bonita como ésta (que hasta tiene chica y caballo); el dibujo de Buscema, la tinta de Chan:

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miércoles, marzo 26, 2008

Operación 700: el retorno (I).

¿Se acuerdan?, hace poco más de un año. Recordamos, además, que terminada aquella aventura prometimos deslindarnos de veleidades coleccionistas y del sucio arte de la acumulación materialista, sí. Pero que quieren, abierta la veda y constatada la oferta, ha sido recaudar (ahorros y queridas "regalaciones" materno-familiares) otros 700 euros del ala y no hemos podido resistirnos. Nos hemos vuelto a lanzar a la piscina de los originales vía-subasta internáutica. Somos de lo peor... con criterio (el nuestro), eso sí.

¿Razones para este desfalco pecuniario y atraco al cerdito de cerámica? Similares a las que aportábamos en aquel entonces:

a) Creemos en la valía artística de un Pogo o un Bringing Up Father. Nos encanta el cómic y admiramos a algunos de sus creadores, en el mismo grado o similar al que nos lleva a recrearnos con trabajos cinematográficos, pictóricos o literarios (si bien, reconocemos que a la historiografía viñetera le queda un trecho por recorrer antes de alcanzar maestros y maestrías como las que alumbran a los otros vehículos artísticos). Dicho lo cual, y salvando ese inevitable ramalazo fetichista que a todos nos sacude en mayor o menor medida, ¡qué bonito es deleitarse con el arte original que cuelga de una pared!

b) En estrecha relación con el punto anterior y para curarme de sibaritismos clasistas o elitismos mal entendidos: comprar cómic original es infinitamente más asequible que adquirir pintura o escultura. Sobre todo en este momento. Subrazones:

b.1/ La relación de la sociedad con el cómic se está normalizando y, en consecuencia, el cómic está empezando a adquirir "cierto" prestigio entre la crítica, los medios y "cierto tipo" de lectores que hace 4 años no hubieran leído un tebeo jamás de los jamases. Dicho lo cual, su consideración artística (y su precio de salida) está aún cogido con los alfileres del ajuste de mercado. Es un buen momento para hacerte con esa página de Sienkiewicz que siempre has querido a precios populares. El debate (¿cuánto vale el trabajo de un artista gráfico?) se abrió en otro momento; no sabemos cuándo se cerrará o cómo, si lo hace.

b.2/ El dollar está cayendo tanto y tal velocidad respecto al euro, que cualquier compra transoceánica presenta un descuento aproximado del 33% respecto a la valoración inicial. Es decir, que sumados los gastos de envío (mucho más baratos también en US que en, digamos, UK) un original por la estimable suma de $150, cuesta en realidad €100 (que tampoco está mal la gracia).

c) Una de patética exculpación: algunos se meten en hipotecas, nosotros nos compramos originales para decorar los muros de la casa nuestra que algún día nos hipotecara. En román paladino, que suele decir el de las barbas, cada uno gasta su dinero como bien quiere. Esperamos que surjan aquí ideas y sugerencias para inconscientes de nuestra quinta y curiosos varios. Ya conocen la regla primaria: límite inicial de la inversión €700. Los resultados, sorprendentes.

Dicho lo cual, nuestra primera adquisición de esta segunda "Operación 700" ha sido...

Nos encanta Dave Cooper y su interpretación orgánico polimórfica del underground y, además, nos convence casi siempre con sus historias marcianas, sus personaje-plaga epidémicos y su trazo inmaculado. Así que cuando nos vimos en la chance de pagar €100 por esta fantástica página, la número 23 de Suckle, no dejábamos de pestañear.

Llegada la página a nuestras manos, nos llamó la atención el tamaño reducido sobre el que trabaja Cooper (9 1/2 x 12 pulgadas, unos 24 x 30 cms) y la precisión milimétrica de su acabado, sin restos del lápiz por ningún lado y apenas dos o tres huellas de corrector. Asusta un tipo con el pulso tan firme dibujando trozos de carne en mutación constante. Suckle está publicado en España por La Cúpula, es uno de los mejores trabajos de Cooper y cada vez que nos acercamos a él nos recuerda lo olvidado que últimamente está su hacedor por estos lares.

jueves, agosto 02, 2007

Operación 700: cómics originales, conclusiones y consejos.

Conclusiones a un juego de pujas y coleccionismo controlado. En primer lugar, y como habrán imaginado, debo confesar que el presupuesto inicial de los 700 euros se desbordó ligeramente en la fase final del regateo (no demasiado, en todo caso) y con el asunto de los gastos de envío. Pero vayamos al grano: si recuerdan, todo esto empezó, hace ya unos meses, con el asunto aquel del guionista vocacional que ofrecía un contrato de 2000 euros a un posible ilustrador de sus ideas. Me pareció una idea estupenda, aunque no sé donde habrá quedado la cosa; a muchos otros, les pareció un buen asunto para polemizar sobre lo utópico del proyecto, la cuantía de “la paga”, la candidez del artista-mecenas, etc.

Se me ocurrió que la idea que subyacía detrás de muchas de las críticas (“¿cuánto vale el arte comicográfico?”) era una buena excusa para contarles esta pequeña aventurilla inversora que había comenzado unos meses antes con motivo de la celebración post-doctoral. Los resultados del dispendio se los he mostrado aquí en cinco cómodas entregas, las conclusiones han de ser sencillas y cada uno tendrá las suyas. Me imagino que para muchos, gastarse 200 euros del ala en una tira de un “fulano” al que sólo conocemos unos cuantos friquis comiqueros (yo no me considero uno, que conste), roza la inconsciencia. Para otros muchos (algunos de los cuales han dejado su opinión en los comentarios – ¡gracias!), gastarse una suma estimable, parte de tus ahorros, en una tira del gran Walter Kelly, es una satisfacción, y quizás una buena inversión.

El coleccionismo puede ser un vicio caro, aunque no es la ansiedad por la acumulación viñetero-fetichista lo que ha movido mis pasos. Tampoco lo es la especulación. Pienso tener casi todas esas tiras y páginas bien a la vista, disfrutar de ellas en la medida de lo posible; unos cuelgan arte pictórico de sus paredes, servidor, piensa colgar este otro arte de las suyas (sin perder de vista que esta manifestación artística –frente al arte pictórico– no nació con una finalidad exhibicionista, ni con ansiedades contemplativas). Así, nos plantamos en el quid de la cuestión: ¿está el mercado del cómic infravalorado? Lo parece: un pujador anónimo se hace con una tira de, por ejemplo, Bud Fisher (para muchos el padre del formato), por poco más de 100 euros… Cierto es que Fisher creó en su vida muchas más tiras que los cuadros que pudo hacer cualquier pintor coetáneo y probablemente con menor esfuerzo; cierto es que el trabajo de Fisher estaba condicionado por su finalidad narrativa (dentro de una serie), por su finalidad mercantil (edición de prensa), por los factores consiguientes de su edición y las condiciones draconianas de los syndicates, cierto todo, pero también lo es que la pieza de Fisher (o la de McManus o la de Kelly) que he adquirido, es única y además de sus muchos valores socio-económicos, tiene unos logros estéticos y artísticos añadidos.

Conclusiones finales y consejos inversores:

Está claro que hay algunos autores, digamos clásicos, cuya cotización parece acorde a su influencia historiográfica (Eisner, Foster, Raymond); por supuesto, depende de la calidad y el tamaño de la pieza. En este sentido, no sorprende ver los precios que llegan a alcanzar algunas obras de clásicos entre los clásicos (hablo de McCay, claro), algunos de ellos aún vivitos y coleando (hablo de Crumb, claro).

Sea como fuere, sigue siendo más barato invertir en clásicos, menos conocidos, que en un autor mediocre de cómics de superhéroes. No sorprende observar que el campo del coleccionismo de originales se mueve en paralelo al negocio copado por los coleccionistas de cómic-books, cuyos lectores son a su vez (o eran, hasta no hace demasiado) los mayores inversores en la industria del cómic. Aún así, sigue siendo más sencillo y económico hacerse con un Gene Colan, un Buscema o un Sienkiewicz, que con un McFarlane; ver para creer.

Existen páginas de venta en las que podemos encontrar buenas opciones, sobre todo de autores jóvenes independientes y prometedores. El mercado, no obstante, se está despertando con rapidez y cada vez son más los que entran en el campo de “los cotizados nuevos talentos”. Por eso, es muy difícil encontrar cosas a buen precio (conste que estamos hablando de creación original por pocos cientos de euros) de Clowes, los canadienses de Drawn & Quarterly o clásicos del independiente como los Hernandez Bros. Precios desbordados para los que además son ilustradores habituales de publicaciones prestigiosas, como Tomine (cosa habitual en un dibujante de cómics, por otro lado). Entre los autores españoles y europeos, el mercado parece más restringido y regulado y resulta difícil encontrar “chollos”: menos puntos de venta, poco material subastado en Internet y poca oferta directa; hay excepciones muy golosas, desde luego. Un consejo al respecto, si es posible, antes de comprar o "googlear" material, intentad entrar directamente en la página del autor (muchos incluyen una sección de venta de originales, sin mediadores que encarezcan el producto).

Bueno, pues esto ha sido todo, amigos. Aquí concluye nuestra “Operación 700”, que esperamos haya sido de su interés. Hasta nuevas aventuras, seguiremos reseñando y charlando “de gratis”.

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viernes, julio 20, 2007

Operación 700 (V)

El acabose. Desde chaval me gustó el Pogo de Walt Kelly, no porque lo entendiera (hecho improbable, dado el cripticismo de su crítica sociopolítica de la Norteamérica coetánea filtrado por la jerga incomprensible de su inglés sureño -¿cómo harán o habrán hecho sus traductores al español? Les admiraré eternamente), así que me imagino que sería por el trazo preciso y el irresistible encanto de su línea caricaturesca. Aparte de por la indiscutible afinidad autógrafa de sus autores, los “funny animals” de Walt Kelly siempre me recordaron a los muñequitos de Walt Disney, aunque por lo poco que entendía de sus palabras englobadas (Pogo o la maravilla tipográfica hecha cómic) le suponía al asunto mucha más mala leche. Ya de mayor, con más conocimientos de la lengua británica, lo he podido refrendar y he disfrutado de Walt y su zarigüeya con conocimiento de causa. Aún así, para que negarlo, todavía se me escapan dobles sentidos y algún giro de jerga estadounidense, pero, que quieren que les diga, cada vez que me acerco a los humedales de Okefenokee, disfruto como un animalillo silvestre.

Por eso, siempre estuvo entre mis primeros objetivos la adquisición de una tirita de Pogo; sucede que los precios, sin ser escandalosos, me desbordaban el presupuesto de la operación. Hasta que encontré esta tira que les muestro aquí abajo seccionada (ya les he explicado las limitaciones de mi impresora). Unos 240 euros del ala (el record inversor de la operación) muy bien empleados, juzgo yo. Lo sé, no sale Pogo, recórcholis, pero están muchos de los demás (Churchy-la-Femme, Beauregard Dog, bunny…), así que no me quiten la ilusión ¡qué carajo! Además, se ven las marcas azulitas inconfundibles del borrador de Kelly y su firma “waltdisneyana” (tan “eisneriana”, también) y la fecha de la publicación (18 de noviembre de1969) y todo ello bien dispuesto en esos 18 x 48 cms de sus tiras originales. ¡Qué contento estoy!

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viernes, julio 06, 2007

Operación 700 (IV)

Comienza el presupuesto previsto a escasear y la "operación coleccionista-fan" se acerca a su fin (o da sus últimos estertores, que dicen los finos). El hecho es que, casi desde el comienzo, uno de los anhelos inconfesables que cobijaba un servidor era hacerse con alguna pieza de este dibujante.

Por eso, cada vez que su asistente y amigo, Zeke Zekley, sacaba a la luz subastadora una de sus tiras, nos poníamos a pujar como locos contenidos (es decir, dentro de nuestros márgenes y posibles). Dura fue la negociación, pero cuando finalmente triunfamos en nuestro empeño y conseguimos el dibujito que ahí abajo les muestro, tengo que confesar que alguna lágrima de emoción sincera rodó en hilillo agradecido. Pues sí, nuestra era una de las piezas míticas de la mítica Bringing Up Father (fechada el 12/14/40), por apenas 150 euritos. Y es que, en la cuatrilogía de fundadores ilustres, junto a Outcault, McCay y Dirks, se sienta el señor McManus, ¡que me lo niegue alguien si hay narices!

La tira se la ofrecemos partida en dos, de nuevo por rigores del escaneo.

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jueves, junio 21, 2007

Operación 700 (III)

Ya teníamos a una de las jóvenes promesas y a uno de los clásicos contemporáneos, claramente, estábamos obligados a intentarlo con algún histórico. Como el presupuesto tampoco daba para grandes derroches, había que afinar el dardo pujador e intentar tirar de criterio y conciencia de clase (humilde, ehem).

Comienza la búsqueda ("the quest") y ¡anda! ¡qué es eso! Sí, esto me lo puedo permitir sin descabalar el presupuesto, ni futuros intentos de ampliación coleccionista (esto es, sin agotar el presupuesto setecientoseuril). Pujamos y... ¡nuestro!

Dirán ustedes, "¿y esto qué es?". Pues, damas y caballeros, nada menos que una tira original de 1928 de Mutt & Jeff, la creación de Bud Fisher, ¿aún no? Pues sepan que, entre otras muchas virtudes, a este caballero se le atribuye la creación del formato de la tira cómica, en 1907. Claro, la paternidad se discute hoy en día desde bastantes frentes, pero, lo cierto es que el amigo Bud fue, si no el primero, sí, uno de los primeros; y, en todo caso, uno de los padres indiscutibles del cómic tal y como lo conocemos hoy día. Dicho lo cual, tener la posibilidad de adquirir uno de sus originales por algo más de 200 eurillos, al menda le supo a "boccato di cardinale".

Perdonen ustedes el tamaño cuasi-inapreciable de la imagen, pero es que el escaneo resulta complicado cuando se maneja una pieza de las dimensiones de la que nos ocupa, ¿sabían que el señor Fisher hacía sus tiras de Mutt & Jeff, nada menos que a una escala de (así a ojo, que no la tengo delante) unos 30 x 75 cms; imposible que quepa en mi pequeña y casera scanjet.

Lo dicho, feliz como una perdiz, seguí con el propósito de hacer de esta una pequeña aventura privada llena de sorpresas. El siguiente encuentro no lo fue menos (sorprendente).

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sábado, junio 16, 2007

Operación 700 (II)

Abierta la veda, llegó el momento de empezar la caza mayor. Entre las posibles presas futuras, por supuesto, los admirados, los disfrutados y los más influyentes. Descartados dos o tres intocables de esos que se cotizan ya a precios inmanejables, nos quedaba, sin embargo, todo un muestrario de talentosos.

Miramos, por ejemplo, cosas de un tal Bill Sienkiewicz (casi nada); uno de esos autores que, al ser descubiertos, le hacen a uno cuestionarse casi todo lo que creía saber sobre el noble arte del dibujo tebeístico. Un tipo que, junto a su apellido impronunciable, exhibe un catálogo de virtudes visuales tal, que da pena penita pena que no se prodigue más. ¿Se acuerdan de Elektra: Asesina o de Stray Toasters? Pues eso, que buscando, buscando, llegué hasta esta planchita que tienen ahí abajo: "DR ZERO, Issue # 3 - Page 7, 7 Panel Art Created By Comic Great Bill Sienkiewicz". Bueno, la cosa tiene algo de truco; en realidad, parece que los lápices de la página corrieron a cargo de Dennis Cowan y Sienkiewicz fue el que la pasó a tinta. En todo caso, la plancha huele a Bill en cada una de sus cuatro esquinas, ¿no creen? Valía la pena el intento.

Dicho y hecho, comenzamos la puja y... ¡bingo! La primera en la frente: para nuestra sorpresa, por menos de 10.000 de las antiguas pesetillas, esta espectacular y enorme página original (50 x 33 cms) era nuestra. La cosa empezaba bien. Mejor habría de seguir, suponíamos.

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