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lunes, junio 04, 2007

Manu Larcenet. Celebridades desubicadas.

Hace un tiempo, le dediqué una de las micro-reseñas de FHM a Manu Larcenet y a ese juego de personalidades históricas descontextualizadas que se trae entre manos; nunca salió a la luz (no recuerdo qué otra apareció en su lugar). Me he acordado de ella porque acabo de terminar la lectura de La leyenda de Robín de los Bosques, que ha editado Norma hace poquito, y me ha parecido una buena excusa para matar tres pájaros de un post. Lo que decía aquella reseña era algo así como...
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¿Se imaginan al genio desorejado de Van Gogh en medio de las escaramuzas “trincheriles” de la Primera Guerra Mundial? ¿Y a Freud abriendo mentes y conciencias nada menos que en el Lejano Oeste? No me pongáis esas caras que la hipótesis no es tan descabellada. O al menos no lo es para Manu Larcenet, el celebrado dibujante francés que ganó el premio al mejor álbum del año 2004 en Angoulême por su obra Los combates cotidianos. Norma fue la responsable de la edición en el 2005 de La línea de fuego (el episodio de Van Gogh con dudas existenciales en el frente) y lo es de la recién publicada Vida de perros (con un suigéneris Freud encabalgado).
En ambas, Larcenet plantea una variante más que ingeniosa de los “What if…” superheroicos norteamericanos: a saber, se sitúa a un personaje (normalmente un superhéroe) fuera de su contexto histórico/espacial y… a probar suerte. La abstracción comicográfica del francés resulta, sin embargo, mucho más descacharrante y prometedora que la de sus adláteres transatlánticos, por lo extravagante del experimento, lógicamente. Además, la caricatura nerviosa y colorista de Larcenet se adapta mejor a una propuesta argumental, que, seamos sinceros, no deja de tener mucho de parodia; un juego, éste de las hipótesis imposibles, al que sin duda visten mejor los trazos desenfadados, casi minimalistas, de Larcenet, que los adustos ropajes épicos de los equipos gráficos de Marvel o DC. Y es que, ¿no les parece a ustedes que un Freud rodeado de perros parlanchines, sentando en el diván a vaqueros de mala reputación, promete más diversión que un retro-Batman o un Superman cualesquiera, por muchos músculos que luzcan?
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Esta última entrega sobre el ladrón honrado de los Bosques de Sherwood (perdón, de la Casa de Campo) es, sin duda, la más canalla, asalvajada y políticamente incorrecta de las tres (le salió su lado más Vuillemin). A alguno podría hasta escocerle el humor cazurro y muy negro de Larcenet y sus personajes: un Robin senil (aquejado del "mal de maese Alzheimer"), la versión gay del Pequeño Juan, enamorado de su amigo arquero o la del Tarzán zoófilo invitado a la fiesta... entre tantas otras paranoias surrealístico-desmadradas, claro.
Cierto es que, como ha señalado alguna voz acreditada en los últimos tiempos, la obra adolece de cierta irregularidad y que su organización en capítulos-gag crea cierta dispersión en la exposición del contenido. Igualmente cierto es que, a base de repetirse, algunos gags y bromas terminan por perder su efecto cómico, pero, que quieren que les diga, considerando que en el fondo La leyenda de... no es sino una de esas bromas que de vez en cuando nos gasta el talentoso de Larcenet, tampoco creo que ninguno vaya a rasgarse las vestiduras por estas imperfecciones narrativas. Es más, como dice algún amigo mío, el álbum te garantiza "unas buenas risas", esporádicas quizás, sin una continuidad garantizada a lo largo de todas sus páginas, puede, pero suficientes para animarnos la vida durante un rato. Un cachondo, este Larcenet.