Mostrando entradas con la etiqueta Miguelanxo Prado. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miguelanxo Prado. Mostrar todas las entradas

lunes, noviembre 11, 2013

Sobre Miguelanxo Prado y su Premio Nacional en la SER.

Estuvimos la semana pasada con Chema Díez, en nuestro programita comiquero de la cadena SER Soria, hablando del Ardalén de Miguelanxo Prado; para que no se diga que no nos ceñimos a la actualidad o que le damos la espalda a los nombre ilustres del cómic español. 
 Nos gustó mucho el trabajo de Prado, una obra profunda y reflexiva, un cómic de personajes y retratos sociales, que vuelve a incidir en la compleja fragilidad de la memoria y en la construcción de los recuerdos. Muy merecido su Premio Nacional. ¡Y además Miguelanxo cada vez dibuja mejor!
Les dejamos con el podcast.

domingo, octubre 26, 2008

Los tesoros del baúl (II): Miguelanxo.

Nos gusta Miguelanxo Prado, nos parece un autor importante dentro del cómic español. La mansión de los Pampín nos decepcionó, su trasfondo crítico nos pareció loable pero demasiado obvio y sus planteamientos argumentales algo tópicos. Pese a todo, no nos parece una obra desdeñable, aunque no alcanzara la altura artística de otros trabajos de Prado. Sus Crónicas incongruentes y Quotidianías delirantes nos divierten, nos enganchan y sorprenden con su derroche de imaginación, y Trazo de tiza (por citar sólo tres ejemplos de su producción) es una de las obras cumbre del cómic español. Nuestra Invención de Morel particular en clave viñetera.
Pese a sus diversas reediciones, ni habíamos leído, ni conocíamos Stratos, la colección de historias cortas de ciencia-ficción que aparecieron en Zona 84 entre 1984 y 1985. Lo que menos podíamos esperar cuando llegamos a nuestra isla del tesoro coruñesa es que allí, con sólo tres euritos en la saca, desenterraríamos aquella primera edición compilada de las mismas que publicó Toutain Editor al año siguiente.
Abrimos y leemos Stratos. Nos sorprende el dibujo barroco y lleno de contrastes de Prado, más parecido a las escenas góticas de Bernie Wrightson que a su línea gráfica habitual. Nos parece recordar alguno de los episodios, quizás lo leímos en algún viejo Zona (cuando la delectación pura y dura no se dejaba tentar por el análisis). Mucho rayado, abundantes sombras, atmósferas espesas cargadas de detalle al servicio del dibujo (creación) de una civilización futurista que nos recuerda a las humedas ciudades oscuras y parasitarias de Blade Runner.
Según avanzamos capítulos, nos asaltan nuevas comparaciones y similitudes. Stratos se nos asemeja a otra de las obras de ciencia-ficción distópica que más nos impresionaron la primera vez que se cruzaron en nuestro camino: S.O.S Felicidad (1988) del mago de la vuelta de tuerca, Van Hamme, y su compañero tallista Griffo, al cincel. En esta obra, que en todo caso es posterior a Stratos, se describía un futuro poco halagüeño, controlado por las multinacionales y grandes corporaciones tendentes a anular los derechos sociales del individuo, en pos de un beneficio desbordado y el dominio absoluto de una población manipulada. Una distopía con todas las de la ley. El guión de Van Hamme, como siempre, es frenético, adictivo, ágil, pero tramposo, sobre todo en su parte final, donde alguna de las mil puertas engrasadas se cierra en falso debido a alguno de los giros de tuerca anteriores. Ingeniería fina ejecutada por los asperos obreros y banqueros que dibuja Griffo, como el que está tallando esculturas en marmol.
Recuperamos el hilo: "Stratos supone algo muy serio: una reflexión poética sobre la degeneración del sistema capitalista, sobre los diversos absurdos a que conduce la acumulación" (se dice en la contracubierta). Cierto, en Stratos se juega con conceptos (miedos, guiños) propios de la economía de mercado, como los de lcontrol, la burocracia, el capital, el proletariado, la anarquía o la expropiación, para desarrollar una serie de capítulos aparentemente aislados sobre los vicios y degeneraciones radicales del capitalismo. Sólo a medida pasamos las páginas, nos percatamos de que los eslabones episódicos terminan conformando una única cadena narrativa (engarzada a base de personajes y situaciones comunes, que desaparecen y vuelven a aparecer), con dos extremos que terminan repeliéndose violentamente.
También es cierto, que la obra de Miguelanxo Prado destila un jugo poético que no aparecía en S.O.S Felicidad, quizás porque también juega mucho más con la ironía y el humor que aquella. En el fondo, ya se sabe, el humor y la poesía tienen mucho que ver, que se lo pregunten a nuestro llorado Ángel González; otro que también hablaba de incomunicaciones, soledades y sociedades alienantes.
Por lo demás, verán que no les hemos mentido: en Stratos como en S.O.S Felicidad aparece de nuevo ese "futuro poco halagüeño, controlado por las multinacionales y grandes corporaciones tendentes a anular los derechos sociales del individuo, en pos de un beneficio desbordado y el dominio absoluto de una población manipulada"... ehhhh, pero esto lo he visto yo en algún lado hace poco.