
Cristian Robles es un dibujante
que ha crecido en un momento en el que David Lynch, Todd Solondz o Daniel Clowes ya
están asimilados, y que, seguramente, ha leído a Dash Shaw, a Olivier Schrauwen,
a Carlos Vermut, a Luke Pearson o a Michael DeForge; artista con el que le une una afinidad
estilística y una inclinación innegable hacia cierto surrealismo pop, lineal y
naíf. La sombra de DeForge es alargada en los últimos tiempos: nos parece reconocerle
en bastantes dibujantes del presente que nos gustan mucho, como Ana Galvañ, o Cristian
Robles. Su extrañeza conceptual, la experimentación formal y el afán por la
creación freak se repiten en sus
obras. En Mameshiba, esa inclinación
hacia la otredad, hacia el exotismo psicodélico, está muy conectada con Japón y el
fenómeno fan.
Su protagonista, Bunny, es
una muchacha rapera que vive en una casa de campo con su hermana. Su
aislamiento rural no le impide tener una activa vida social y digital, gracias
a su canal de YouTube y a las redes sociales, así como una intensa actividad cultural.
Un día le llega la oportunidad de participar en un “torneo de gallos” en el que
el rapero ganador podrá asistir al tour
europeo de la gran estrella del hip-hop, Mameshiba, y conocerla en persona.
Hasta aquí todo resultaría más o menos normal, si no fuera porque Mameshiba es
una alubia verde japonesa: una edamame
parlanchina, fanfarrona y bastante viciosa. En realidad, la versión calavera de
un exitoso personaje preexistente de animación nipona, creado por Kim Sukwon.
Robles sitúa su historia
en una geografía tecnológica (no necesariamente futurista, Japón ya es el futuro) y corrupta (elijan ustedes tiempo y país para esta asignación), pero al
lector de la nueva novela gráfica no debería sorprenderle el modo en que su
autor intercala con naturalidad referencias al manga, a los videojuegos y a la
tecnología, o la forma en que alterna entre diferentes lenguas conectadas a los
medios audiovisuales. Después de todo, sólo era cuestión de tiempo que la
generación digital empezara a dibujar y experimentar con el lenguaje del cómic; o que alguno lo hiciera tan bien como Cristian Robles.