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miércoles, julio 13, 2016

Mameshiba, de Cristian Robles. Internet, el hip-hop y las alubiasverdes japonesas

El barcelonés Cristian Robles, autor de Mameshiba, tiene 25 años y se nota. Pertenece a una generación que ha nacido y crecido en un entorno digital, que gracias a las redes y plataformas sociales ha tenido acceso a un catálogo audiovisual sin límites geográficos ni temporales y que, en definitiva, se han hecho adultos en una sociedad cuyo paradigma cultural se forja sobre una base radicalmente nueva y diferente a la que configuraba todo el entretenimiento (e incluso el arte) del S.XX. Cristian Robles no puede tener recuerdos de Barcelona 92, de la escasa oferta televisiva de aquella España o del acceso a la música limitado y abusivo que vivimos tantas generaciones. Es un joven que ha crecido con el manga y la eclosión de la cultura japonesa en occidente; que ha disfrutado de la difusión musical, fílmica y serial abierta y siempre accesible que ofrecen Youtube, Spotify o Facebook; que ha escuchado a grupos de hip-hop en español consagrados; que ha visto como el mundo se abría en el escaparate mínimo de un iPhone y la distancia y el tiempo perdían su condición limitante... Todo eso está en su cómic Mameshiba (y de algún modo en Ikea Dream Makers y Soufflé, los trabajos anteriores de Robles), editado por DeHavilland Ediciones para su colección LaMansión en Llamas; que tantas puertas está abriendo a nuevos autores del panorama nacional.
Cristian Robles es un dibujante que ha crecido en un momento en el que David Lynch, Todd Solondz o Daniel Clowes ya están asimilados, y que, seguramente, ha leído a Dash Shaw, a Olivier Schrauwen, a Carlos Vermut, a Luke Pearson o a Michael DeForge; artista con el que le une una afinidad estilística y una inclinación innegable hacia cierto surrealismo pop, lineal y naíf. La sombra de DeForge es alargada en los últimos tiempos: nos parece reconocerle en bastantes dibujantes del presente que nos gustan mucho, como Ana Galvañ, o Cristian Robles. Su extrañeza conceptual, la experimentación formal y el afán por la creación freak se repiten en sus obras. En Mameshiba, esa inclinación hacia la otredad, hacia el exotismo psicodélico, está muy conectada con Japón y el fenómeno fan.
Su protagonista, Bunny, es una muchacha rapera que vive en una casa de campo con su hermana. Su aislamiento rural no le impide tener una activa vida social y digital, gracias a su canal de YouTube y a las redes sociales, así como una intensa actividad cultural. Un día le llega la oportunidad de participar en un “torneo de gallos” en el que el rapero ganador podrá asistir al tour europeo de la gran estrella del hip-hop, Mameshiba, y conocerla en persona. Hasta aquí todo resultaría más o menos normal, si no fuera porque Mameshiba es una alubia verde japonesa: una edamame parlanchina, fanfarrona y bastante viciosa. En realidad, la versión calavera de un exitoso personaje preexistente de animación nipona, creado por Kim Sukwon. 
Robles sitúa su historia en una geografía tecnológica (no necesariamente futurista, Japón ya es el futuro) y corrupta (elijan ustedes tiempo y país para esta asignación), pero al lector de la nueva novela gráfica no debería sorprenderle el modo en que su autor intercala con naturalidad referencias al manga, a los videojuegos y a la tecnología, o la forma en que alterna entre diferentes lenguas conectadas a los medios audiovisuales. Después de todo, sólo era cuestión de tiempo que la generación digital empezara a dibujar y experimentar con el lenguaje del cómic; o que alguno lo hiciera tan bien como Cristian Robles.