Hace unos días presentábamos una sección de vínculos a bitácoras creadas por diversos autores de cómics españoles. Una de ellas la de Jali, un dibujante por el que, debo confesar, siento absoluta debilidad; creador de algunas de las páginas más extraterrestres y hermosas de los últimos años. Hace dos años, publicó uno de los mejores cómics de la temporada, Pl*xi*gls, en el que se erige como auténtico explorador del lenguaje comicográfico y arquitecto de unas viñetas cargadas de profundo lirismo. Con motivo de su publicación a cargo de Astiberri, el 26 de diciembre de 2004 colé la siguiente reseña en el suplemento Culturas, del Tribuna de Salamanca. Hasta que surja una nueva oportunidad de hablar de Jali, sigamos recreándonos con Pl*xi*gls.
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En el último Salón Internacional del Cómic de Barcelona, Jali (José Ángel Labari), agazapado tras el stand de la editorial Doble Dosis, adelantaba a quien quisiera escucharle, el título y algunos datos dosificados de su próximo proyecto comicográfico. Ahora, con Pl*xi*gls en las librerías, se nos revela con claridad una evidencia que ya se translucía en algunos de sus excelentes trabajos anteriores (como en los prácticamente desconocidos El niño miope o A Berta le asusta la tormenta): Jali es una anomalía dentro del panorama editorial español. Bienvenida sea.
Sus influencias artísticas discurren ajenas al mercado nacional de las narraciones gráficas. Encontramos naturalezas semejantes (por una extraña afinidad hacia el mundo de lo espectral), en dibujantes como Javier Olivares o el argentino Alex Fito, sin embargo, las referencias más evidentes en Jali no pertenecen al mundo del cómic. Como el mismo autor ha reconocido, sus historias beben de fuentes muy diversas, las que manan de las ilustraciones de Edward Gorey, del cine de Tim Burton (especialmente de Pesadilla antes de Navidad) o de la literatura fantástica de Edgar Allan Poe. El espíritu ensoñador de Jali recoge estas influencias artísticas puntuales y las combina con su percepción alterada de lo cotidiano y con elementos tomados tanto de la literatura gótica del S.XIX como de la cuentística popular, para crear un universo propio de fantasmas amables, espectros piadosos y románticos desheredados. Todo ello perfilado por unos lápices a medio camino entre la ilustración litográfica y el dibujo infantil. Un estilo que con su apariencia áspera, casi de boceto entintado, y con su peculiar técnica de relleno a partir de un entramado espeso, se ajusta perfectamente al aire gótico de sus narraciones.
Jali, en todo caso, no es un autor moderno, según la acepción denotativa del término. Sus comics son fábulas que parecen pertenecer a un tiempo indefinido. En Pl*xi*gls, aparecen personajes, objetos y escenarios de la era tecnológica (ciudades inhóspitas, cohetes que se estrellan en la luna, hombres-televisor y niños-yogur), sin embargo, su utilización cumple un fin accesorio dentro del conjunto general. Los temas de Jali respiran de una lírica universal, la de la soledad, el abandono y los miedos interiores. Desde este punto de vista, Pl*xi*gls podría leerse desde una doble clave: como un cuento fantástico, una “pesadilla amable” con una moraleja incierta, o como el poema alegórico de nuestras dudas existenciales.
Esta autoconciencia simbólica (el protagonista es un hombre-frigorífico) y el tono argumental propio de la ensoñación fantástica que es Pl*xi*gls, están, desde luego, en la base de las ingeniosas soluciones técnicas de Jali en su búsqueda narrativa. Como si de un cuento de hadas se tratara, en sus páginas cualquier elemento es susceptible de adquirir vida propia, incluidos los propios recursos técnicos: así, las onomatopeyas se convierten en personajes sonoros, los márgenes de las viñetas se abren para dejar que las estrellas llenen la noche y los globos de diálogo se convierten en visiones del subconsciente.
En la célebre entrevista que le hizo Truffaut en El cine según Hitchcock, el maestro británico confesaba: “Cuando se cuenta una historia en el cine, sólo se debería recurrir al diálogo cuando es imposible hacerlo de otra forma”. Jali parece hacer suya esta máxima en su concepción esencial de la narración gráfica: la solución visual imaginativa es siempre el camino a seguir. Desde luego, una postura coherente para alguien que ha creado una iconografía en viñetas tan personal como la de este joven autor. Viñetas, ese material del que están hechas las pesadillas de plexiglás.
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