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jueves, septiembre 21, 2017

Blueberry cabalga de nuevo

Cuando vuelve un mito hay que hacerle los honores, sobre todo si se nos aparece tan lustroso como en este caso.
Acabamos de recibir los tres primeros volúmenes de la reedición por fascículos de Blueberry que acaba de arrancar Planeta DeAgostini y hay que reconocer que el mítico personaje de esos dos genios que fueron Charlier y Jean Giraud (aka Moebius) luce inmaculado con su levita azul y su porte vaquera. La serie, que nació en 1963 en las páginas de la revista Pilote (nº 210), comenzó con el episodio Fort Navajo y durante muchos años representó una de las cumbres creativas de la escuela franco-belga. Gir, después Giraud, después Moebius, puso rostros y paisajes de un realismo apabullante a los medidos y arrebatadores guiones de Jean Michel Charlier.
Planeta publica ahora en una edición íntegra de 56 álbumes cronológicos (frente a ediciones anteriores del personaje) los tres arcos que desarrollaron las aventuras del vaquero más famoso del cómic: "Blueberry" (la serie que dibujó completa Moebius), "La juventud de Blueberry" y "Marshall Blueberry". El lector tendrá la ocasión de revisar o encontrarse por primera vez con algunos de los episodios más brillantes del western, en cómics como Fort Navajo, El fantasma de las balas de oro o Angel Face; títulos míticos de la historia del cómic. La publicación se presenta con los colores retocados que son habituales en las ediciones más recientes del personaje.
No es un capricho barato, y seguramente el talento infinito de Giraud hubiera brillado más en un papel con mayor gramaje; sin embargo, la colección de Planeta está llena de alicientes: además de regalar a los suscriptores un merchandising variado (láminas, tazas, camisetas y unos sujetalibros en madera y polipiel que pintan muy bien), cada volumen incluye en sus páginas finales un interesante "Dosier Blueberry", en el que se despliegan aspectos historiográficos y creativos acerca de la serie, el personaje y sus creadores. Un aliciente más para el coleccionista. Igual que lo es la excelente y cuidada edición en cartoné con lomo de tela
Si tienen ustedes los posibles y el capricho, no es ésta una mala ocasión para adentrarse en las viñetas de uno de los personajes esenciales del medio. Queda dicho.

miércoles, marzo 09, 2016

Ciudades verticales: Brzozowski y Mitamakura

En ese brillante acercamiento al fenómeno serial que es Yo ya he estado aquí: ficciones de la repetición (2005), Jordi Balló y Xavier Pérez comentan a propósito de los infiernos narrativos:

De los infiernos dantescos surge una iconografía perspectivista, que halla en los ilustradores del siglo XIX una plasmación excelsa a partir, principalmente, de Gustave Doré. Sin embargo, la herencia de Dante había llegado ya el siglo anterior, de forma implícita, a la obra de Piranesi, en sus pinturas de cárceles concebidas como enigmáticos laberintos de escaleras que remiten invariablemente a los mundos abisales. Si, en Dante, la escalera ya supone un correlato perfecto de la repetición infernal en forma de descendimiento, en Piranesi la multiplicación de escaleras llega a producir un efecto barroco, de disolución angustiosa de la mirada en una multiplicación de plataformas similares. Esta abismación del espacio de la cárcel permite insertar en el imaginario iconográfico posdantesco una idea de repetición geométrica que llegará hasta los cuadros de M. C. Escher: una transmutación completa de los modelos redencionistas de la elevación espiritual, que propone una poderosa iconografía del subsuelo, físico o mental; la consecuencia es que el espacio infernal es siempre un espacio inferior.
Como señalan Balló y Pérez, por inversión, la construcción vertical, reflejada en escaleras, pasarelas y pasajes ascendentes funciona en la literatura y el arte clásicos como símbolo de elevación espiritual, de ascenso redentor hacia la salvación eterna, tal y como se refleja en el imaginario cristiano (aunque no únicamente).
Revisando las imágenes de Piranesi y Escher, y recreándonos de nuevo en ese juego de oposiciones, se nos han venido a la cabeza numerosos autores clásicos del cómic que, en su búsqueda de paraísos utópicos y proyecciones futuristas altamente tecnológicas y superdesarrolladas, han creado escenarios de ficción con una fuerte carga simbólica en la que se conjugan, de forma alternativa o circunstancial, esas imágenes de cielo e infierno a las que se alude en la cita. Hablamos de nombres míticos, como Moebius o François Schuiten, que han configurado un imaginario mil veces visto y repetido en películas, ilustraciones e incluso poéticas completas de autores de cómic. Las ciudades verticales de Moebius y Schuiten son construcciones arquitectónicas perfectas y verosímiles. Construyen modelos habitacionales racionales, pero comprenden además soluciones urbanísticas eficientes: espacios públicos, nódulos de comunicación, crecimiento sostenible, jerarquización espacial, etc.
Después de haber leído la obra de Moebius, Schuiten o Bilal, no se observan de igual manera las construcciones urbanas futuristas de los autores que les sucedieron, tanto en el campo del cómic como en el de la ilustración.
Hemos descubierto recientemente dos ejemplos notables y muy diferentes entre sí, que nos remiten a las urbes multiformes y ascendentes de los autores mencionados, pero que conjugan también muchas otras influencias clásicas y no tan clásicas (incluido algún descenso a los infiernos).
La Polonia reinventada por las acuarelas del pintor y arquitecto Tytus Brzozowski está llena de luz. Se despliegan sus construcciones en un modernismo futurista que descansa en milagroso equilibrio sobre arcadas inacabables, acueductos estilizados y pasarelas colgadas del aire. La pintura de Brzozowski respira con una luz y unas atmósferas casi renacentistas, pero nunca abandona una muy habitable idealización utópica reforzada por la coexistencia del ladrillo y el jardín, la pizarra y el árbol.
Los laberintos urbanos surrealistas del diseñador y animador japonés Mitamakura (de quien desconocemos casi todo) esconden, detrás de su apariencia gótica, un universo en el que conviven la fantasía de Lewis Carroll y la estilización simbolista del medioevo mágico; y su plasmación en los mundos de ficción de Tolkien o Robert E. Howard. Todo ello filtrado por la sensibilidad japonesa de su autor y la sempiterna influencia de la obra de Miyazaki. Están detenidas las ciudades de Mitamakura en un limbo arquitectónico entre el contrapicado de la pesadilla dantesca que nos empuja hacia abajo y el laberinto lúdico que invita a subir y a perderse entre sus callejones y pasarelas. Nos recuerdan mucho a otras ciudades imposibles, las que se levantan en los complejos mundos en miniatura del gran Santiago Valenzuela.

lunes, mayo 21, 2012

Homenajeando a Moebius en la SER.

Notarán que debemos de haber sido los únicos que no hemos hablado de don Jean Giaraud con motivo de su deceso. Mal hecho, aunque no ha sido por falta de admiración, no se crean. Menos mal que otros se han ocupado con incansable dedicación a tamaña empresa.
Para enmendar el descuido, le dedicamos recientemente uno de nuestros mini-espacios radiofónicos en la SER local. Se lo dejamos aquí ahora. Será nuestro pequeño homenaje a uno de los nombres esenciales en la historia del cómic.