jueves, septiembre 27, 2007

Una de revistas bizantinas: aparece el 2 de Tebeos en Palabras.

Se ha hecho de rogar, vaya que sí (como todo lo bueno), pero al fin ha aparecido el nº 2 de Tebeos en Palabras (el tercer número, la revista comenzó con un número cero y dos dossiers, ¿se acuerdan?). Se trata, para los recién llegados, de la revista digital gratuita de Último viaje a Bizancio Ediciones (la editorial inexistente que intentan conducir los amigos Yorkshire y LuisNCT hacia buen puerto). En ella se habla sobre cómics, por supuesto.
Hablamos, en realidad, porque junto a otros buenos colegas blogueros (Iru, Tebeonauta, el Sr. Punch, Lord Pengallan, Ternin o Esteban Hernández), también participa esta pequeña bitácora con su granito de arena, de metralla, esta vez. Una reseña sobre un gran trabajo, el de la israelí Rutu Modan en Metralla; uno de esos cómic buenos del curso pasado.
Seguiremos con la vista el recorrido de este velero bizantino y, cuando se nos pida, seguiremos fletando botes con provisiones cargadas de palabras que hagan más sencilla su travesía. A ver si entre todos conseguimos calafatear esas pequeñas grietas que se ven en el casco (el tamaño del archivo, sobre todo). Nada serio si se tiene en cuenta la cantidad de ilusión que saluda al lector desde la borda. Para los más tardones, os vinculo ahí abajo los números atrasados. Saludos.

martes, septiembre 25, 2007

Chester Brown. Nunca me has gustado... tanto.

Hace ya tiempo que la muchachada canadiense de Drawn & Quarterly vino a estas tierras para quedarse. Hemos de reconocer que, como lectores, les debemos bastante a los Seth, Matt, Doucet o Chester Brown. Se nos descubrieron, así de primeras, como unos redescubridores de la técnica autobiográfica. Sin llegar al flagelo del rey Crumb, los canadienses incorporaban a sus autoconfesiones diversos elementos y fórmulas bastante inhabituales en el mundo de las narraciones gráficas allá en los años 90ytantos: el lirismo autorreferencial de Seth en esa pseudoficción gozosa que es La vida está bien si no te rindes; el humor cáustico, cínico autocompasivo de Joe Matt en Peepshow; el exorcismo biográfico manchado por el realismo de alcantarilla de Julie Doucet o la confesión desnuda y frágil de las penurias adolescentes de Chester Brown.
Lo primero que vimos de este último en nuestro país (al menos lo primero que leí yo) fue El Playboy. Un tebeo interesante que La Cúpula publicó en 1995 en tres incómodos cómic-books (por el formato, que no por la edición, cuidada y muy correcta). Precedido por su fama, El Playboy reunía algunas de las constantes en la obra de Brown: un dibujo quebradizo y elegante ("¿cómo consigues hacer todas esas líneas tan finitas?", le pregunta uno de sus personajes a Brown); encontrábamos también la sensibilidad ciclotímica de su autor, ese aire semi-autista que le llevó a crearse un alter-ego en forma de conciencia voladora bipolar (ángel-diablo), con la que poder consultar sus cuitas; y, por último, El Playboy presentaba la técnica organizativa de Brown, con una distribución libérrima de viñetas en la página, únicamente condicionada por los intereses narrativos de la secuencia tratada (que podía consistir en páginas formadas por una única viñeta). Por todo ello, la historia de este Brown adolescente y sus complejos judeocristianos ante el sexo impreso (de ahí el título), nos interesó sobremanera en su día y nos parece recomendable en el presente, aunque no deja de ser un ejercicio tempranero, cuyo mayor defecto reside en su falta de recorrido narrativo y en la limitación (tanto espacial como temática) de su propuesta.
Antes de su relación privada con la revista porno de marras, Brown había trabajado en una obra de claros tintes surrealistas, humor morboso desatado y mucha mala uva, que había aparecido por entregas en Yummy Fur (el fanzine autoeditado por Brown en los 80); hablamos de Ed el payaso feliz (La Cúpula, 2006). Adolecen sus capítulos o gags de cierta anarquía relacional (deuda de un proceso creativo basado en el automatismo surrealista) y digamos que al traje del payaso se le ven las costuras más de la cuenta. Pese a ello, el conjunto presume de un humor dadaísta, cuando no demente, y de esa profundidad intelectual, que sobrevuela casi toda la obra del canadiense.
Porque, ¿sabían que para Seth su amigo Brown es un genio? Se deja entrever en las que, hasta el momento, son sus dos obras mayores, Louis Riel (La Cúpula, 2006; "completa" en 2007) y Nunca me has gustado (Astiberri, 2007). Algún día retomaremos la primera de ellas (en realidad su último trabajo de entidad), vayamos ahora con la otra.


Nunca me has gustado nace de la misma idea que El Playboy y, como aquella, se publica por entregas en Yummy Fur a comienzos de los 80 (cuando Brown ya ha fichado por Drawn & Quarterly). Sin embargo, y pese a las muchas semejanzas que hemos comentado anteriormente, Nunca me has gustado supera a su hermana ampliamente en inteligencia y madurez. Lo hace por lo que respecta a sus contenidos, pero también por la lucidez con la que plantea su desarrollo argumental y por su capacidad para emocionar al más pintiparado. Y es que las confesiones de Brown huelen a verdad, pero, además, tienen un extraño efecto contagioso que nos recuerda a aquel otro autor inclasificable que veíamos no hace tanto. Se trata, imaginamos, de una cuestión de instinto e intuición: la que se necesita para apretar la tecla adecuada que nos muestra el proceso de maduración por el que todos hemos pasado.
Esta obra de Chester Brown habla sobre el paso del tiempo, sobre el nacimiento de la conciencia individual y sobre la aparición (la lucha hormonal) de los primeros sentimientos afectivos (sexuales y sentimentales). El canadiense consigue trasmitir la lucha interior que sacude a todo adolescente, esa incomprensión y falta de empatía con el mundo exterior, que termina convirtiéndose en todo un trayecto de equivocaciones, vacilaciones y aprendizaje a marchas forzadas. Desde nuestra óptica de lectores maduros, de seres humanos más o menos formados (¿se llega a eso algún día?), los protagonistas de Nunca me has besado no dejan de equivocarse; por eso parecen tan reales. El espectador observa impotente su falta de decisión, la incoherencia de sus actos y el egoísmo infinito que guía sus decisiones. No podría haber sido de otro modo. Brown nos sacude con su acto de contricción y, de un latigazo en pleno rostro, nos muestra la facilidad con que nos olvidamos de lo que hemos sido.
Lo mejor de todo es que Brown consigue sus fines con una economía de medios y de discurso admirables. Con un dibujo sutil y una línea clara, casi transparente, pero muy plástica (que líricas son las escenas "bruscas", las que se suponen más agitadas o violentas, como esas peleas de amor entre Brown y Carrie). Con un uso maestro de la elipsis, que le permite al autor avanzar desde la infancia del protagonista hasta la adolescencia, con la suavidad del recuerdo esbozado (fragmentario, como son las imágenes de nuestra primera juventud). En este sentido, la utilización de indicios y repeticiones, permite ligar los sucesos en un hilo discursivo coherente. El empleo del montaje incide también en la disposición del material narrativo y permite subrayar unos episodios en detrimento de otros; o poner de relieve sucesos menores (desarrollados en varias páginas) frente a otros que parecerían más relevantes pero tienen un peso menor (o una inconsistencia mayor) en el recuerdo del protagonista. Así, hechos tan triviales como masticar una galleta, se convierten en hilos rectores de la historia y en ejercicios contemplativos de honda melancolía, gracias a una viñeta aislada en medio de la página.

La obra de Brown sorprende al que se acerca a ella por vez primera, a algunos les puede incluso parecer irritante y condescendiente en algunos momentos, pero, que nadie lo dude, el canadiense ha conseguido elaborar un lenguaje comicográfico absolutamente convincente y personal. Nunca me has gustado es el mejor ejemplo de ello.

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Le hemos tomado prestadas algunas de las imágenes a Pepo. Cuelga varias más aquí.

jueves, septiembre 20, 2007

Vinculando, vinculando...

Lo dicho, seguimos y seguiremos refrescando nuestro flanco derecho en las próximas semanas; que estaba la side-bar al borde de la oxidación y hacía tiempo que no reflejaba las muchas novedades de la blogosfera que merecen una y más visitas.
Uno de los rincones más visitables y disfrutables, últimamente descubiertos, responde al nombre de El Canibalibro. Originariamente creada por Daniel Monedero y Óscar T. Pérez, El Canibalibro no tardó, en realidad, en cobrar vida propia. Desde entonces, sus páginas no han dejado de ser visitadas por viajeros de toda latitud, aprendices de pájaro con un manual bajo el brazo y genios de rostro ambivalente. Al pasar sus hojas ilustradas (con perfil limpio y color preciso) no podemos dejar de pensar en los dos lados del espejo: en la imagen y su referente, en el arte y su modelo, en el juego y la palabra que le da forma... Si no tienen miedo a las sorpresas (o metasorpresas) pasen, cultívense y colaboren a una buena digestión de El Canibalibro.

También nuevo en la carretera es el blog del no tan nuevo (aunque sí admirado) Sergio Córdoba. Nos regala éste sus Malas Tierras; los que nos siguen saben que aquí, ni son nuevas, ni nos parecen malas las tierras de Sergio. Son, muy al contrario, un territorio perfecto para recorrer la paleta de este joven creador y descubrir sus proyectos, sus tomas falsas y sus playas casi vírgenes. Una buena excusa para seguir viajando. Y habrá más.

martes, septiembre 18, 2007

Magasin Général. Alabanza de la aldea.

Lectura atrasada: Magasin Général 1. Marie, de Loisel y Tripp, el primero de una serie de tres (ya publicados en Francia), editado por Norma hace casi un año. Aunque, en realidad, cualquier cosa de Régis Loisel hace que la palabra retraso deje de tener sentido; hablemos de disfrute postergado.
En este caso, se trata de un trabajo a cuatro manos (seis, si contamos a François Lapierre, que se encarga del color) entre el propio Loisel y Jean-Louis Tripp, en el que ambos escriben y dibujan. ¡Y cómo dibujan! "Es muy raro que dos autores, con una carrera de treinta años a sus espaldas, se pongan a dibujar juntos, mezclando sus egos para fundirse en un estilo común hecho de lo mejor de cada uno de ellos", reza el pie de las viñetas-esbozo que prologan la presente edición. Con Loisel (al que conocemos bien por estas tierras) haciendo la primera versión a lapicero y Tripp (¿quién es Tripp?) echándole tinta y luz al asunto, obtenemos la prueba irrefutable de que dos personalidades artísticas pueden llegar a parecer una (no se pierdan la evolución del proceso, aquí).
A través de la tragedia que asola al personaje de Marie, Magasin Général 1 invita al lector-espectador a viajar en el tiempo y el espacio hasta el pueblecito quebequés de Notre-Dame-des Lacs, en la década de 1920. La soledad de una viuda como punto de partida para un paseo costumbrista en absoluto trágico; al menos por lo que respecta a este primer volumen. Cierto es que la indelicadeza de la vida campestre, la rudeza de sus personajes y la endeblez subrayada del ser humano ante el medio, parecen dibujar un Notre-Dame-des-Lacs expuesto permanentemente a los designios del azar caprichoso, sin embargo, el relato de Loisel y Tripp respira armonía rural por los dos costados de su lomo. Como una versión actualizada de aquella espesa normativa cortesana entitulada Menosprecio de corte y alabanza de la aldea, Magasin Général nos presenta la felicidad al estilo de la sencilla vida rural. Sus personajes (el nuevo cura, el anciano carpintero, los cazadores nómadas, la misma viuda en su colmado) viven al ritmo glorioso que marcan las estaciones y participan como en un milagro de esos pequeños grandes sucesos que determinan y cambian sus vidas: la muerte y el nacimiento, las disputas sensatas y las irracionales, la animalidad del ser humano, las ideologías irreflexivas y las convicciones contagiosas.
No sabemos hasta donde llegará este fresco constituido por paisajes y personajes que no hacen otra cosa sino vivir en una cotidianeidad tan exótica, hoy en día, como aquel S. XVI de Fray Antonio de Guevara. Claro, tampoco sabemos a dónde nos llevará esa incómoda y errática voz en off "imposible" que abre y cierra el volumen (¿una torpeza de guion tan obvia en unos autores tan experimentados?).
A la espera de que corran las páginas, avancen los sucesos y se nos resuelvan las dudas, nos recrearemos en los cuadros costumbristas de Notre-Dame-des-Lacs, en sus bellas imágenes y, por qué no, en las pequeñas y entrañables miserias de sus habitantes.
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Magasin Général 2: Serge. Canadian Cuisine.

jueves, septiembre 13, 2007

Perry Bible Fellowship, el teatro de las vanidades.

Seguimos (y seguiremos durante las próximas semanas) aireando los vínculos de la derecha. Hoy, añadimos un nuevo cómic online y disparamos a dos centímetros del objetivo con The Perry Bible Fellowship de Nicholas Gurewitch, el último ganador de los premios Harvey en esa categoría.
No conocía al bueno de Gurewitch, pero me parece que a partir de ahora, vamos a ser sus más fieles lectores. Desde la presentación inicial, con sus cortinones encarnados, el teatro de esta Hermandad de la Biblia de Perry (o de la Sidra) esconde todo un escenario de sorpresas y buenas ideas, donde no hay actor que no termine descabezado. El autor juega con estilos y referencias "sociopoliculturartísticas" varias para desarrollar su muestrario de ocurrencias ácidas bañadas en un humor muy, muy negro.
Así, pasamos de los iniciales hombres sin pene, cuasi-fanzineros, a buitreríos monjiles al underground o los más sofisticados ajustes mafiosos en el estilo de la edad dorada. Todo vale en esta biblia del desacato. "PBF is hilarious and fucked-up in a very sublime way", decía McCloud. ¡Cómo iba a estar equivocado!

martes, septiembre 11, 2007

Luchadoras, de Peggy Adam. Al límite del papel.

Desde el flash-back que conforman sus cuatro primeras páginas, uno lee Luchadoras desde el sobrecogimiento. Se inscribe el cómic de Peggy Adam dentro de esa línea de historias cuasi-documentales, expresadas desde el minimalismo grafico, tan popular en los últimos tiempos y que tan buenos frutos está ofreciendo.
Porque es inevitable establecer comparaciones (más allá incluso de la evidente elección estilística) entre Luchadoras y el Persépolis, de Satrapi, o incluso el Pyongyang de Guy Delisle, por ejemplo. Con la iraní comparte muchas cosas: una sensibilidad abiertamente femenina a la hora de reivindicar los derechos de las mujeres y de subrayar las muchas afrentas con las que éstas tienen que malvivir en muchas partes del mundo; también como en Persépolis, Alma, la protagonista de Luchadoras, es un personaje fuerte, valiente, que desafía abiertamente las trabas vitales inherentes a su condición y origen, un personaje real en un contexto real, que busca puertas donde no parece haber más que rendijas; a su vez, comparten ambos cómics cierta angustia existencial y un fatalismo indisimulado, que amenaza tormenta desde las primeras páginas.
Con la obra de Delisle, los puntos de confluencia nos remiten a la elección de un argumento “tabú”, uno de esos temas que instantáneamente se sitúan por encima de la historia que los encuadra o de cualquier otra consideración de las que consideraríamos capitales en una narración. Por ahí entendemos también la elección de un estilo de dibujo tan sintético, un minimalismo gráfico muy expresivo, con una fuerte carga simbólica en su iconicidad y en su uso de superficies planas de blanco y negro; un estilo que no moleste ni adquiera un protagonismo excesivo ante lo que se cuenta. Y es que, tan terrible es lo que se cuenta, que el lector no tiene más opción que la de dejarse llevar a empujones por una historia llena de sal y vinagre. Adam, como hacía Delisle, bucea en mares profundos (pero sin la bombona de humor que ayudaba a aquel); tanto, que han permanecido invisibles para la mayoría de los ciudadanos de este lado del mundo. Quizás, porque es más sencillo cerrar los ojos ante las evidencias incómodas o, tal vez, porque la información es más bien escasa cuando es necesario bucear en las fosas abisales del terror para obtenerla. Sea como fuere, Luchadoras se atreve a descubrirnos el fondo del pantano y lo que encontramos no es nada agradable: el drama de las mujeres desaparecidas de Ciudad Juárez.
Peggy Adam es francesa, aunque también ha vivido en Canadá. Quizás es en ese contacto tangencial en el hemisferio norteamericano donde encontró la motivación para trabajar sobre un escenario tan sobrecogedor como el de Ciudad Juárez. O quizás se deba a su colaboración habitual en medios periodísticos y la consiguiente sed de denuncia. El hecho es que ni por contexto, ni por situación socio-personal parece habitual que una joven autora occidental se atreva a indagar en los callejones traseros del mundo. Peggy Adam, lo hace ahora y lo ha hecho antes. No cabe duda de que estamos ante una artista inquieta y comprometida con el mundo en el que vive (en términos culturales amplios).Por otro lado, retomando la comparación inicial, hay que confesar que Luchadoras no alcanza el nivel artístico de Persépolis, le falta espacio seguramente. Peggy Adam hubiera necesitado más “historia” para desarrollar adecuadamente todos los caminos que abre a lo largo de su trama. Del mismo modo, podría haber trabajado más algunos personajes (como el de Jean) o indagado con más decisión en el drama de algunos otros (en el de Estela, la hermana de Alma, por ejemplo). Quizás, por eso, da la sensación de que la historia se cierra con cierta premura en algunos de sus itinerarios narrativos. Aunque claro, no por ello deja de ser menos recomendable su lectura. Luchadoras es un cómic notable y conmovedor, un trabajo valiente que valdría ya la pena aunque sólo fuera por su interés documental y por el coraje infinito de su autora en la denuncia. Ojalá muchos otros sigan su misma apuesta.

jueves, septiembre 06, 2007

In Memorium, en extinción.

Como dice un amigo mío, últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca (ayer, sin ir más lejos, uno de los grandes de la ópera). Tampoco queremos ponernos demasiado lóbregos en estos días post-veraniegos (en algunos sitios bastante más soleados que los propiamente estivales), pero nos apetece recordar y recordarles esa página de decesos artísticos comiqueros que es In Memorium, dentr0 del National Cartoonists Society. Se nos ofrecen semblanzas biográficas "post-mortem" realizadas (aparentemente) de puño y letra de los propios autores. Un buen archivo biográfico de los clásicos del cómic estadounidense, que además de por su interes documental, resulta un ejercicio estético la mar de resultón.

Aunque habíamos utilizado alguno de los perfiles obituarios de la página inconscientemente (después de algún googleo aleatorio), debo reconocer y agradecerle el descubrimiento de la misma al bueno de Anguloagudus, amigo bloguero y gestor de uno de los blogs comiqueros más interesantes de los últimos tiempos, Cómics en Extinción, del que no habíamos hablado nunca, pese a ser uno de los fijos en nuestra barra lateral de vínculos. Una página que presenta uno de los mejores registros visuales y comparativos en la blogosfera de los trabajos de gente como Jean Giraud, Víctor de la Fuente o Hernández Palacios. Docenas de planchas escaneadas en una muy buena definición. Pásense, pásense y vean.

martes, septiembre 04, 2007

Azares y recurrencias, la firma de Simmonds.

En esta casa gustan los autores inconformistas, sin miedo a la manipulación de materiales peligrosos (como ese Kago que gracias a los amigos de Entrecomics corre por la blogosfera hispana como pólvora japonesa). Posy Simmonds está en la misma liga de valientes comiqueros.
Desde Gemma Bovery hemos intentado no perderla de vista. ¿Se acuerdan de ese cómic? Un ejercicio de historieta, quizá imperfecto, pero lleno de hallazgos visuales y narrativos. Una especie de juego de causas y azares, demasiado condicionado por su referente literario, amanerado a veces, pero brillante en su uso de la interdiscursividad y la mezcla de vehículos de narración diferentes: viñetas, fragmentos epistolares, textos literarios..., todo junto, que no revuelto, sumando recursos por el bien de la historia de la pobre Gemma. Échenle un vistazo si aún no lo han leído. But I digress, volvamos a Inglaterra.
El hecho es que, en uno de esos paseos-libreria británicos que comentaba hace poco, llegué a una tienda Oxfam de segunda mano y me puse a rebuscar entre el maremagnum de libros, revistas, discos y algún cómic que asomaba entre sus estanterías, y me topé con la buena de Posy y su Mrs Weber's Diary. Bueno, en realidad, había un montón de cómics suyos (algunos recopilando parte de sus colaboraciones en prensa, en el Guardian, sobre todo), pero me decanté por este Mrs Weber's Diary. En él, descubrí que la técnica collage de Simmonds viene de lejos (la obra se editó por primera vez en 1979) y que su búsqueda experimental ya estaba muy asentada en estos primeros trabajos. Visto lo cual, me sorprende aún más lo poco que se ha experimentado en esta línea desde entonces.
Pero además, este Mrs Weber's Diary, tenía una sorpresa añadida. Me acordé inmediatamente de un post reciente de mi amiga Iru, relativo a los azares del libro dedicado y los viajes fortuitos de sus dedicatorias. Miren lo que me encontré en la primera página: