Vuelvo tras una breve escapada a la Península Apenina. Han sido días de amaro, romanico lombardo y tortelloni, aunque, como siempre, ha habido algún ratito para librerie y fumetti, como no podía ser de otro modo.
Uno de los cómics que han castigado mi espalda mochilera en las idas y venidas italo-españolas ha sido Poema en viñetas, de Dino Buzzati, Poema a fumetti, en este caso. Por qué irse hasta Italia para comprarse un libro que ya está editado en España (por Gadir Editorial)? Dos buenas razones, allí la edición de Oscar Mondadori cuesta la mitad y, como se suele decir, cuando existe la opción de leer a un autor en su lengua, por qué no hacerlo.
Seguramente gracias a Buzzati y a su edición española, se han podido leer en los últimos meses algunos posts en torno a la relación entre el cómic y la poesía. El tema tiene su interés. Sobre todo porque estamos ante dos vehículos artísticos claramente distantes por lo que respecta a sus técnicas discursivas y a su funcionalidad artística: el primero es un medio narrativo y el segundo un discurso literario de naturaleza lírica. De acuerdo, existe una poesía narrativa (los poemas épicos, sin ir más lejos) e incluso una poesía lírica construída sobre el hilo de una historia (algunos poemas de Robert Frost o Dylan Thomas, por ejemplo). De igual manera, de muchos cómics se ha destacado su profundo lirismo y su espíritu poético: se ha mencionado con frecuencia la recurrencia poética de Little Nemo o de Krazy Kat; todos reconocemos el lirismo subyacente en los trabajos de gente como Mattotti, Baudoin o Jali (por citar sólo alguno de los que han visitado esta casa), pero ¿podemos hablar en estos casos de poemas-visuales o de cómics-poemas o de poecómics (como he leído en algún lado )? ¿O se trata simplemente de esos casos tan típicos de interdiscursividad habituales en el panorama artístico? Sin City, la película, es un filme, por mucho que algunos se empeñen en considerarlo un cómic filmado; los cuadros de Liechtenstein son eso, cuadros pictóricos, y las novelas descriptivas de Gabriel Miró, son novelas, no cuadros.
Seguramente gracias a Buzzati y a su edición española, se han podido leer en los últimos meses algunos posts en torno a la relación entre el cómic y la poesía. El tema tiene su interés. Sobre todo porque estamos ante dos vehículos artísticos claramente distantes por lo que respecta a sus técnicas discursivas y a su funcionalidad artística: el primero es un medio narrativo y el segundo un discurso literario de naturaleza lírica. De acuerdo, existe una poesía narrativa (los poemas épicos, sin ir más lejos) e incluso una poesía lírica construída sobre el hilo de una historia (algunos poemas de Robert Frost o Dylan Thomas, por ejemplo). De igual manera, de muchos cómics se ha destacado su profundo lirismo y su espíritu poético: se ha mencionado con frecuencia la recurrencia poética de Little Nemo o de Krazy Kat; todos reconocemos el lirismo subyacente en los trabajos de gente como Mattotti, Baudoin o Jali (por citar sólo alguno de los que han visitado esta casa), pero ¿podemos hablar en estos casos de poemas-visuales o de cómics-poemas o de poecómics (como he leído en algún lado )? ¿O se trata simplemente de esos casos tan típicos de interdiscursividad habituales en el panorama artístico? Sin City, la película, es un filme, por mucho que algunos se empeñen en considerarlo un cómic filmado; los cuadros de Liechtenstein son eso, cuadros pictóricos, y las novelas descriptivas de Gabriel Miró, son novelas, no cuadros.
Dicho lo cual, en el mundo del arte siempre existen intentos por superar las "limitaciones" vehiculares e invadir otros discursos, más allá del simple contagio o influencia. Uno no sabe si la poesía caligramática es literatura o ilustración o si los poemas-objeto de Joan Brossa son poesía o escultura. El Poema a fumetti de Bruzatti se mueve en esa ambigüedad experimental y, como sucede casi siempre, los reultados son difusos.
Se trata de un trabajo de 1969, un momento de convulsión social y aventuras estéticas. En el caso del cómic, sin ir más lejos, es el periodo en que en Europa comienza a gestarse lo que se ha dado en llamar "cómic de autor"; al otro lado del océano estaban más interesados en el gesto trasgresor y la provocación antisistema, era el turno de ese underground que tanto se asoma por aquí. Estamos seguros de que Buzzati conocía a algunos de aquellos nuevos autores europeos, no tenía que andar mucho. Seguro que leyó, por ejemplo, al gran Guido Crepax; resulta difícil negarlo tras leer su Poema a fumetti.
Como su propio nombre indica, estamos sobre todo ante un poema que recurre a la imagen como recurso para multiplicar el significado de sus palabras. De este modo, Buzzati intenta huir de la ilustración pura y dura: no se trata de subrayar el texto mediante imágenes, sino de aumentar su carga expresiva. Pero Buzzati no es un dibujante de cómics sino un escritor y su capacidad como artista visual (en ocasiones) no alcanza su pericia como juntador de palabras. Evocadoras, imaginativas y profundamente simbólicas, las viñetas de Poema a fumetti pecan en ocasiones de esquematismo (abundan las viñetas únicas) y alternan la imaginería pop con el trazo esbozado.
El poema recrea y moderniza de un modo personal el mito de Orfeo y Euridice. El tiempo, la soledad y el amor salpican una trama que, pese a su carga alegórica, no abandona casi nunca el planteamiento narrativo que lo sustenta. Resultaría difícil deslindar al cómic de su naturaleza diegética, incluso en casos, como éste, en que la viñeta se supone instrumental frente a la naturaleza eminentemente poética de la obra. La pregunta surge por sí sola, ¿puede un cómic prescindir de su condición narrativa para convertirse en poesía, sin más? En este sentido, nos parecen más interesante propuestas como los Cuentos de la estrella legumbre, de Olivares, que plantean una indagación formal de mestizaje interdiscursivo más audaz, sin necesidad de subrayar sus intenciones poéticas.
En todo caso, y como comentaba Álvaro Pons no hace demasiado, "hay que evaluar Poema en viñetas como una transgresión para la cultura oficial del año 69, que veía como un literato respetado usaba la historieta como herramienta para su discurso, 'rebajándose' a usar un medio popular. Si nos olvidamos de ese aspecto, leído hoy, Poema en viñetas es una curiosa revisión del mito de Orfeo y Eurídice al mejor estilo de los 60, recreando la figura de Orfeo en un cantautor que usa sus composiciones para abrirse paso por un infierno de clara inspiración dantiana". Lo dicho, un experimento más que interesante dedicado a los amantes del riesgo y a todos los estetas de la viñeta; porque también hay que saber disfrutar de estas pequeñas y escasas rarezas, certamente.
Se trata de un trabajo de 1969, un momento de convulsión social y aventuras estéticas. En el caso del cómic, sin ir más lejos, es el periodo en que en Europa comienza a gestarse lo que se ha dado en llamar "cómic de autor"; al otro lado del océano estaban más interesados en el gesto trasgresor y la provocación antisistema, era el turno de ese underground que tanto se asoma por aquí. Estamos seguros de que Buzzati conocía a algunos de aquellos nuevos autores europeos, no tenía que andar mucho. Seguro que leyó, por ejemplo, al gran Guido Crepax; resulta difícil negarlo tras leer su Poema a fumetti.
Como su propio nombre indica, estamos sobre todo ante un poema que recurre a la imagen como recurso para multiplicar el significado de sus palabras. De este modo, Buzzati intenta huir de la ilustración pura y dura: no se trata de subrayar el texto mediante imágenes, sino de aumentar su carga expresiva. Pero Buzzati no es un dibujante de cómics sino un escritor y su capacidad como artista visual (en ocasiones) no alcanza su pericia como juntador de palabras. Evocadoras, imaginativas y profundamente simbólicas, las viñetas de Poema a fumetti pecan en ocasiones de esquematismo (abundan las viñetas únicas) y alternan la imaginería pop con el trazo esbozado.
El poema recrea y moderniza de un modo personal el mito de Orfeo y Euridice. El tiempo, la soledad y el amor salpican una trama que, pese a su carga alegórica, no abandona casi nunca el planteamiento narrativo que lo sustenta. Resultaría difícil deslindar al cómic de su naturaleza diegética, incluso en casos, como éste, en que la viñeta se supone instrumental frente a la naturaleza eminentemente poética de la obra. La pregunta surge por sí sola, ¿puede un cómic prescindir de su condición narrativa para convertirse en poesía, sin más? En este sentido, nos parecen más interesante propuestas como los Cuentos de la estrella legumbre, de Olivares, que plantean una indagación formal de mestizaje interdiscursivo más audaz, sin necesidad de subrayar sus intenciones poéticas.
En todo caso, y como comentaba Álvaro Pons no hace demasiado, "hay que evaluar Poema en viñetas como una transgresión para la cultura oficial del año 69, que veía como un literato respetado usaba la historieta como herramienta para su discurso, 'rebajándose' a usar un medio popular. Si nos olvidamos de ese aspecto, leído hoy, Poema en viñetas es una curiosa revisión del mito de Orfeo y Eurídice al mejor estilo de los 60, recreando la figura de Orfeo en un cantautor que usa sus composiciones para abrirse paso por un infierno de clara inspiración dantiana". Lo dicho, un experimento más que interesante dedicado a los amantes del riesgo y a todos los estetas de la viñeta; porque también hay que saber disfrutar de estas pequeñas y escasas rarezas, certamente.