Qué decir, me ha encantado aquella tierra, vengo desbordado de experiencias, abrumado por la naturaleza desbordada del país y con la mochila desbordante de energía para intentar superar la resaca de las buenas vivencias. Cómics, menos de los que suponía. Resulta que es tan complicado encontrar tebeos en argentina como lo es aquí (si no más).
Verán, verdad es que en casi todas las librerías podemos encontrar Quinos a destajo (el rey del mambo viñetero por goleada). Incluso resulta sencillo toparse con Maitenas y los ya mentados y comentados Macanudos. El segundo triunfador del globo pampero es Fontanarrosa, también omnipresente. Me he comprado un volumen de su gaucho Inodoro Pereira, la mar de divertido; una especie de Martín Fierro narigudo y filósofo, cargado de argentinismo. Publicado, como tampoco podía ser de otro modo, por Ediciones de la Flor (que en el tema editorial se comen mucha parte del pastel).
Con suerte, uno también puede encontrar en las librerías alguno de los voluminosos tomos naranjas de Doedytores con cosas de Trillo, A. Breccia y Robin Wood (con cuentagotas, eso sí). Alguna edición en pastas duras del Perramus, Enrique Breccia y vale.
Tiendas de cómics... miren que me recorrí de arriba a abajo las calles Florida y Corrientes (la que más librerías tiene por metro cuadrado del universo, doy fe); pues nada, sólo me topé con una tiendecita de cómics, la más minúscula a este lado del cosmos, que no tenía nada aparte de lo que ya hemos mencionado (casi menos que en el quiosco de enfrente). Así que, miren por donde, volví con la cesta de cómics tan liviana y ligera, que me la tuve que rellenar de alfajores, oigan.