lunes, julio 30, 2012

Viajes por la Red. "Tebeosferando" y aclarando líneas.

Esta semana les vamos a remitir a páginas ajenas, pero sin eludir la responsibilidad de lo escrito.
Hace algunos meses, los amigos de Tebeosfera nos invitaron a participar en su (con las decenas de artículos publicados, ya se puede decir) excelente, ambicioso e ilustrativo nuevo número digital, dedicado al tratamiento de la figura femenina y del sexo en el cómic. Todo un honor a la vista del listado de articulistas que han participado y la categoría de los documentos aportados. Nos ofrecieron varias posibilidades temáticas, entre ellas, un caramelo con sabor a Ware-Clowes-Burns, que es el que finalmente nos llevamos a la boca y estuvimos rechupeteando durante unas semanas. Escribimos un artículo largo largo, sobriamente titulado "Mujeres y sexo en la obra de Charles Burns, Daniel Clowes y Chris Ware".
Les invitamos a acercarse a él desde su último párrafo (que nosotros sepamos, el ensayo no entiende de spoilers):
Charles Burns, Daniel Clowes y Chris Ware, tres formas de considerar la figura femenina y el sexo (mostrado, en cada caso, como objeto de pecado y fuente de problemas, como motivo de frustraciones personales e insatisfacción y como espejo de las más diversas psicopatologías). Tres nombres básicos para entender la eclosión contemporánea del cómic, a través de la novela gráfica, y su consolidación como vehículo artístico narrativo abierto a nuevos temas y posibilidades expresivas. Y en definitiva, tres formas afines de entender el mundo de las viñetas desde diferentes poéticas que, en los tres casos, han creado escuela y cuentan con legión de seguidores.
Unos días antes de que este artículo apareciera en la blogosfera, otro blog amigo, La Línea Clara, nos invitó también a abrir el periodo vacacional a ritmo de recomendaciones estivales: tres lecturas para que nuestros lectores y afines pudieran acompañar sus horas de tumbona y visitas monumentales con buenas páginas viñeteras. Así, junto a las sugerencias de entendidos tan bien documentados como el Tío Berni o Juan F. Molinera, nosotros tiramos de dos tebeos que nos han gustado en los últimos tiempos (y de los que ya hemos hablado aquí) y de un clásico-moderno, viajero y experimental, como El fotógrafo, uno de nuestros cómics favoritos de los últimos años, y una obra que nunca nos cansaremos de recomendar. Pasen y lean nuestra mini-lista de "Cómics veraniegos para aclarar la línea".

martes, julio 24, 2012

David Hockney y su artística vejez tecnológica.

En los años 60 David Hockney se convirtió en la cara elegante, británica y sofisticada del pop artístico, un movimiento que entre sus credenciales presentaba, precisamente, su adscripción al suelo firme y a la trivializción mundana y serial del objeto artístico.
Sin embargo, las lujosas piscinas californianas del creador inglés y sus retratos de millonarios gustaron mucho entre la intelligentsia estadounidense y, por ende, a la vanguardia crítico-artística del momento (que desde unos años antes seguía con obnubilación la inercia del stardom pictórico post-impresionista-abstracto). Pese a su detallismo y a lo identificables que eran los personajes de sus retratos, la pintura de Hockney nunca desentonó dentro del ideario pop: sus cuadros mostraban escenas convencionales de la clase alta, cuadros costumbristas de la jet set, pero al espectador se le aparecían tan fríos y seriados como una colección de botes de sopa Campbell; porque, en el fondo, el modo de vida que representaban, su exaltación aparentemente exitosa del cacareado triunfo del sueño americano, escondía el mismo fracaso de la insatisfación y la rutina que atenazaban al resto de la población, al ciudadano de a pie convencional. Las piscinas turquesas y los lujosos cuartos de estar que presidían el lienzo ofrecían, en principio, imágines idealizadas, realizaciones pecuniarias del deseo obrero, pero sus personajes resultaban tan fríos (gélidos) y carentes de atractivo, que el espectador terminaba compadeciéndose de ellos más que envidiándolos. El conjunto nos recordaba más a la soledad de Hopper que al festivo brochazo de Lichtenstein o a la realidad licuada y colorida de Rosenquist.
Después, Hockney evolucionó desde el realismo pop de sus inicios hacia propuestas más acordes con los tiempos, dentro del trabajo con fotomontajes fotográficos a partir de polaroids y el esquematismo pictórico que marcaban los preceptos del pop más ortodoxo.
En 2001, el Hockney crítico y amante de la pintura nos sorprendió con una obra fascinante, uno de los estudios sobre la historia del arte más interesantes que hemos podido leer, El conocimiento secreto. Una obra que intenta explicar con el uso de técnicas ópticas y mecánicas, como la cámara oscura, la sorprendente evolución técnica que pareció experimentar la pintura renacentista italiana y flamenca en apenas dos décadas. Cómo, a partir de 1430, maestros consagrados del retratismo (los Giorgione, Holbein o Campin), consiguen que sus cuadros evolucionen desde un realismo que conservaba parte del hieratismo del último gótico, hasta un preciosismo basado en el detalle mimético, cuasi-hiperrealista. Para Hockney fue el empleo de lentes y artificios mecánicos lo que facilitó esta evolución sin precedentes (por lo súbito y repentino) dentro del mundo del arte.
Ahora, y hasta el 30 de septiembre de este año, tenemos la ocasión de acercarnos a otra faceta de la figura de David Hockney, gracias a la exposición "David Hockney: una visión más amplia", que ocupa varias salas de exposiciones del Museo Guggenheim de Bilbao. Se trata de un recorrido por la fecunda producción que ha ocupado al artista en sus últimos años: una vuelta a sus orígenes ingleses, a partir de la revisitación paisajista de la campiña de su Inglaterra natal. Parte de la exposición está compuesta por una prolija colección de óleos que, si bien demuestran que Hockney sigue conservando una mano excelente para la pintura, aportan más bien poco a su producción precedente. Cuadros con un aire nostálgico pastoril que demuestran su apego a la tierra y su amor por el condado de Yorkshire que le vio crecer.
Hay también abundantes muestras, sin embargo, de cierta evolución expresionista a partir de estos mismos motivos, que se ejemplifica a la perfección en obras como los excelentes Tala de invierno (2009) o La llegada de la primavera en Woldgate (2011); con una paleta de colores refulgentes que nos recuerdan a la brillantez impresionista de Van Gogh o al exacerbado cromatismo antinatural del fauvismo.
Son sorprendentes, asimismo, muchos de los cuadros de Hockney realizados mediante un iPad y ampliados a posteriori a tamaño de lienzo. Hockney es, y ha sido siempre, un autor "moderno", un hombre abierto a ese mismo empleo "tecnológico" y mecánico que, en El conocimiento secreto, él mismo alababa en los pintores del quattrocento. Por eso, a nadie que haya seguido su trayectoria (que comprende trabajos como diseñador, ilustrador o escenógrafo), puede sorprender su incursión en el mundo de la tecnología digital y el vídeo arte en alta definición que se puede contemplar en algunos de sus trabajos expuestos ahora en el Guggenheim. En sus "cuadros" ampliados sobre dibujos hechos con iPad se observa su capacidad como dibujante, la rapidez de su trazo, su certeza en la elección de efectos y paletas digitales, y se demuestra a las claras el talento artístico de uno de los pintores esenciales del S.XX y, ahora, del S.XXI.

Además, si aún quedara algún espectador insatisfecho con todo esto, le restaría la oportunidad de disfrutar in situ de La autopista de Pearblossom (1986) una de las obras esenciales de la fotografía de las últimas décadas.

martes, julio 17, 2012

Viajes cantábricos, musiqueos y pintxos a fuego negro.

Regresamos de una escapada norteña cargada de turisteo gastronómico, visitas culturales y festivales con aíres de gran evento: The Cure y sus maratones góticos, las ceremonias electro-religiosas de unos Radiohead amasados por miles de devotos, la borrachera de felicidad rockabilly de los Corizonas...
Entre medias, Bilbao te ofrece la posibilidad de disfrutar de una gastronomía de lujo (en todos los sentidos, incluido el pecuniario) y de unas barras de pintxos que parece catálogos de arte contemporáneo (en el mejor de los sentidos). Así, entre croquetita de bacalao y canutillo de idiazábal con aceite de trufa, nos hemos acordado de ese cómic-recetario que publicó la Editorial Everest hace tres o cuatro años: se llamaba A fuego negro y, como anunciaba el subtítulo en portada ("Pintxos y viñetas"), sus páginas mostraban una combinación sorprendente de recetas de alta cocina y cómic. Esta obra ganó el Gourmand World Cook Award al libro más innovador en su edición de 2009.
Los protagonistas son Edorta Lamo e Iñigo Cojo a los fogones (cocineros afamados en el arte de la tapa euskaldún, premiados y reconocidos en multitud de ocasiones por sus pintxos y tapas), Amaia García a la dirección, Mikel Alonso a la fotografía y Bruno Hidalgo a los lápices. "A fuego negro" es también el restaurante donostiarra donde Iñigo Cojo y Edorta Lamo ponen en práctica y ofrecen a sus clientes el proyecto que presentan en su cómic. Las viñetas del libro describen/narran/ilustran recetas llenas glamour e ironía, muy en la línea de la nueva alta cocina española de los Ferrá Adriá o Carme Ruscalleda (la cocina experimental e innovadora de una España que ya empieza a parecer lejana e inasequible): sugerencias tan apetitosas como el vaso de karrakelas, manzana verde y txakolí o el risotto crujiente, txuri black de idiazabal y txipirón, ¡ñam!
Los dibujos de Bruno Hidalgo nos recuerda en su trazo a los trabajos de Migelanxo Prado, sus historias son entretenidas y dinámicas y, casi siempre, están bien engarzadas en el conjunto de un trabajo que, pese a su extravagancia conceptual, se lee y disfruta con la naturalidad de un buen paseo gastronómico por el barrio viejo de Bilbao, San Sebastián o Vitoria.
Aprovechen el verano para viajar, comer y deleítar el oído, que cada vez nos va quedando menos espacio para el capricho. Y consuélense, cuando ya ni el derecho al placer nos dejen los mismos que se sacian y se ríen de nosotros con la boca abierta llena de langosta, al menos nos quedará el lujo de la lectura.

lunes, julio 09, 2012

Podría ser peor, de Ana Galvañ. Lo perverso y lo cándido.

Hace años ya que conocemos, seguimos y disfrutamos en la web del trabajo de Ana Galvañ (léase Elmyra Duff). Siempre nos ha extrañado que el talento visual, el humor ácido y la agudeza de sus trabajos no empujaran a ningún editor a apostar por ella, a la hora de proponerle una historia larga o, al menos, recopilar sus relatos dispersos (aparecidos en su blog, en Dos Veces Breve, Barsowia, etc.) en un único volumen. Ha tenido que ser una editorial recién llegada, la muy activa y atrevida Ultrarradio, la que nos haya dado el gustazo y se haya decidido lanzarse a por el segundo de los propósitos mentados.
Podría ser peor compila, como acabamos de decir, trabajos de Ana Galvañ previamente publicados en otras publicaciones periódicas y fanzineras, pero también incluye dos relatos inéditos, los excelentes "El amigo pusilánime" (una historia de personajes acomplejados con vuelta de tuerca) y "Oniaeh" (una de esas pesadillas marcianas que tanto abundan en la obra de la autora). Junto a ellos, el cómic recoge un muestrario de historias cortas que reúnen casi todas las "marcas de fábrica" de la narrativa de Ana Galvañ: encontramos pantomimas del relato psicológico y la digresión intelectual (como sucede en "Constanax 20 mg" o en "El balcón"), manipulaciones paródicas de modelos genéricos ("La leyenda de Jimmy Rowland"), cuadros sociales cargados de acidez y mala uva ("Que hago con mi perro", "Mi amigo el minotauro", "Ramona no sufras más" o "Noche de rock"), o jugueteos surrealistas con aire de pesadilla gótica infantil ("Todo era un sueño", "Verde era mi valle" o "Evaristo Hundlebert"), que nos conducen ineludiblemente hacia el imaginario artístico de directores de cine como Tim Burton o David Lynch, dibujantes de cómics como Jali, Carlos Vermut y Alberto Vázquez, o los japoneses Shintaro Kago y Suehiro Maruo, e ilustradores como Edward Gorey, Aleksandra Kopff y alguno más. Referencias y más referencias, influencias y ascendentes (deberíamos mencionar también a Daniel Clowes, claro), para intentar entender, para aprehender verbalmente, el espíritu que se encierra en la narrativa de Ana Galvañ; consecuencias de una poética aún breve pero rica en referencias intertextuales.
Pero no se equivoquen, si hay algo de lo que puede presumir ostentosamente la obra de esta joven autora es de no tener complejos (como demuestra la utilización cohesiva de viñetas de su serie web "Alguien dijo", al principio de cada historia) y de poseer una voz propia y una enorme personalidad. La tienen sus dibujos, en parte candorosos, en parte perversos, que fagocitan sin prejuicios manga, ilustración clásica, surrealismo pop y cartoon, en proporciones diversas según los requerimientos de la historia (sic. "Constanax 20 mg"). Y la tienen sus relatos, cargados de ironía y reflexión, pero presididos todos ellos por atmósferas inquietantes y giros narrativos inesperados, para crear un efecto de distanciamiento con la realidad que, paradójicamente, nos atrae hacia el interior de la historia como un imán con espinas.
Ahora, sólo esperamos que, algún día, Ana Galvañ se ponga de largo y algún editor valiente se atreva a pedirle la mano.

lunes, julio 02, 2012

Programación de los cursos de verano leoneses.

Rompiendo una buena costumbre, este año no estaremos junto a José Manuel Trabado en sus cursos leoneses estivales, pero les recomendamos fehacientemente que ustedes no se los pierdan. El programa, con ponentes como Jesús Jiménez Varea, Luis Alberto de Cuenca o Javier Zabala, pinta tan estupendo como siempre; su título: "Culturas pop y arte de autor en el cómic, ilustración y cine de animación". El curso ha empezado hoy mismito y dura hasta el viernes, por cierto.