domingo, agosto 26, 2018

Crawl Space, de Jesse Jacobs. Caligrafía psicodélica

Hablando de secuenciaciones lisérgicas y arrebatos caleidoscopios, Jesse Jacobs tiene cómic nuevo. Se llama Crawl Space y -como era de esperar en uno de los autores visualmente más sorprendentes del momento- sus viñetas son pura caligrafía psicodélica. Al igual que sucedía con el Fearless Colors de Samplerman, muchas de las páginas de Crawl Space rozan la abstracción. Sin embargo, detrás de las secuenciaciones coloristas y la pirotecnia lisérgica de este cómic, hay un guión y unas intenciones argumentales que huyen de exhibiciones puramente retóricas o experimentales. Aunque pueda no parecerlo en sus primeras páginas (sucede con frecuencia con las obras del autor), el cómic de Jacobs está concebido como una historia cerrada. Eso sí, su trama nace de un empeño surrealista y una virtuosa apuesta estética que, por momentos, consigue arrastrar al lector hacia una experiencia cuasi-psicodélica.
Cuando la abstracción formalista y la mutación de las visiones op-art de Crawl Space se concretan en formas reconocibles -en figuras levemente antropomórficas que hablan y interactúan-, la historia que se encierra detrás de la cascada gráfica que abre el cómic empieza también a adquirir cierta coherencia. Descubrimos entonces a las dos protagonistas femeninas adolescentes, Daisy y Jean-Claude. La primera de ellas acaba de llegar a la ciudad y ha entablado amistad reciente con su compañera de Instituto. Para ganarse su confianza, Daisy le revela a aquella el secreto que se encierra en el sótano de su casa: las dos grandes máquinas lavadoras que hay en él son en realidad portales interdimensionales de acceso a un universo paralelo que conecta la psique humana con una realidad trascendente multicolor de seres polimórficos y experiencias de consciencia alterada.
El cómic de Jacobs puede interpretarse, desde este punto de vista, como una metáfora de cierto espiritualismo trascendente. En su aparato simbólico encontramos reminiscencias del budismo y sus diferentes planos de existencia. La cosmología budista conecta esos "planos de realidad" con estados elevados de la mente y procesos psicológicos. La búsqueda de universos alternativos sería entonces una forma de trascender el plano físico y alcanzar una espiritualidad que en Crawl Space se vuelve corpórea en el contexto de una realidad paralela multicolor de origen desconocido, un fantástico mundo psicodélico habitado por polimorfas criaturas benefactoras:
There exist several known worlds beyond the physical. (...) With considerable difficulty, through a lifetime of spiritual obligation and the performance of sacred rituals, one may briefly gain entrance into these realms. (...) On rare occasions, lesser beings have been known to mysteriously pass through the cosmic barrier.
Sin embargo, según se desencadenan los acontecimientos, Jesse Jacobs revela una progresiva desconfianza en el ser humano y en su capacidad para entender y respetar otras realidades y formas de vida. Cuando el secreto de la nueva dimensión se propaga entre los adolescentes del pueblo (hay aquí también elementos para descifrar el cómic en clave de metáfora generacional), éstos deciden hacer de ella su parque de atracciones privado. Superado el impacto y las precauciones iniciales, los jóvenes del pueblo comienzan a profanar la pureza del nuevo universo, a maltratar a sus criaturas y a explotar sus propiedades trascendentes con fines puramente estupefacientes. El plano espiritual se tiñe de degradación mundana y la belleza empieza a adquirir aires de pesadilla. Detrás de este proceso de colonización vandálica, se simboliza la incapacidad del ser humano (de la sociedad tardocapitalista occidental, en realidad) para empatizar con otras formas de vida sin pervertirlas con nuestros vicios; así como nuestra tendencia hacia una explotación irracional de los recursos que obvia su naturaleza perecedera y el contexto del que estos proceden.
Como vemos, la simbología de Crawl Space está abierta a interpretaciones diversas (generacionales, ecologistas, consumistas, etc.), pero detrás de su aparente surrealismo encontramos espacio para una doble denuncia ética: la que advierte del irresponsable comportamiento del ser humano para con el medio ambiente y el resto de seres vivos, sí, pero también la que expone la soledad del individuo en un momento en el que la tecnología digital debería haber disipado cualquier distancia física y temporal. El diálogo entre Jean-Claude y Daisy de las páginas finales del libro es harto revelador respecto a la fragilidad que encierran las relaciones contemporáneas (sobre todo entre los más jóvenes) y el grado de incomunicación al que estamos expuestos en esta era de hiperrealidades y etéreos hipervínculos virtuales:
 - Huh. Well, I guess this is goodbye. I think I am gonna miss you.
- Really? I mean, we didn't hang out all that much. We only met each other a few weeks ago.
- You're right. I'm not sure why I said that.
En todo caso, más allá de este sutil trasfondo moral y ecológico, Crawl Space es un juguete caleidoscópico lleno de hallazgos visuales y psicodélicas fantasías secuenciadas. Una maravilla.  Nos tememos que lo nuestro con Jesse Jacobs es un amor extraterrestre.

lunes, agosto 13, 2018

Fearless Colors, de Samplerman. Viñetas caleidoscópicas

Cuando Paul Karasik redescubrió los cómics del dibujante de la Edad de Oro Fletcher Hanks para la editorial Fantagraphics hace unos años, la publicación de I Shall Destroy All the Civilized Planets! (2007) y You Shall Die by Your Own Evil Creation! (2009) se recibió como todo un acontecimiento entre los gourmets del cómic experimental y los buscadores de rarezas. Luego, también en Fantagraphics, llegó Turn Loose Our Death Rays and Destroy Them All! (2016). Se trataba casi de un autor anónimo. Durante apenas tres años, Hanks trabajó con varios pseudónimos para la creciente industria del recién nacido comic-book estadounidense. Alcohólico y violento, murió completamente arruinado y solo. En el invierno de 1976, encontraron su cuerpo alcoholizado y medio congelado en un parque neoyorquino.
Vistos desde el presente, sus cómics parecen una anomalía en su época y en la historia del medio: sus historias completamente alucinadas, su empleo dislocado del color, casi surrealista (o psicodélico antes de la psicodelia), sus extravagantes y extrañamente atractivos personajes... Por todo ello, en pleno siglo XXI, en el momento del auge de la novela gráfica y los experimentos secuenciales, Fletcher Hanks y sus tebeos multicolores resultaban tan vanguardistas como el que más.
Algunas de aquellas viñetas, junto a las de muchos otros autores de la Edad de Oro Norteamericana, son las protagonistas (en realidad la materia prima directa) de Fearless Colors, el "cómic" (experimento secuencial, más bien) de Samplerman (alter ego del francés Yvan Guillo, aka Yvang) que reconocidas editoriales europeas independientes han impulsado y publicado de forma colaborativa: casas conocidas, como la letona kuš!la portuguesa MMMNNNRRRG o la española Ediciones Valientes. En él se recopilan algunos de los trabajos que el francés llevó a cabo entre 2012 y 2015.
El título de la obra y el nombre (o pseudónimo) de su autor, Samplerman, son harto descriptivos de aquello que representan. En un vistazo superficial, la estética, el color y la línea de Fearless Colors remite a los viejos comic-books con historias de acción, romance, ciencia ficción y aventura de los años 30-40, pero filtrados por un viaje ácido psicodélico sesentero. No estaría muy lejos esta primera apreciación de la realidad que se esconde detrás de sus páginas, ya que el cómic de Samplerman es precisamente eso: un sample visual, un ejercicio de apropiacionismo experimental en el que aquellas viejas viñetas son reutilizadas, manipuladas, recortadas, digitalizadas y remezcladas para crear algo novedoso. Un nuevo objeto artístico que tiene algo de cómic, sí, pero mucho más de ejercicio de secuenciación abstracta y de collage postmoderno. 
Las páginas de Fearles Colors funcionan como un flujo alucinatorio y enloquecido de imágenes que vibran y adquieren sentido dentro de la página gracias a una técnica caleidoscópica que articula el interior de sus viñetas a partir de materiales ajenos. El sentido narrativo está tan sólo insinuado por la repetición de personajes, motivos o detalles visuales y por una secuenciación (a veces) convencional en viñetas, que remite directamente a los comic-books originales antes de pasar su contenido por el termomix Samplerman. Así, este cómic sólo puede contemplarse como objeto artístico o leerse desde su abstracción; dejándose llevar por sus páginas en un viaje que remite más a las sensaciones visuales, a patrones rítmicos y a las intuiciones del subconsciente que a la necesidad de seguir una historia (inexistente). El empleo de balones de texto, cajas de texto y demás herramientas comicográficas ayuda en esa búsqueda de continuidad, pero al mismo tiempo, al responder éstos a la idea de collage y la misma ilógica narrativa que el resto del cómic, crea en el lector un efecto extrañamiento extremo: cuando leemos los textos de Fearless Colors, buscamos sentido y significado, pero a cambio sólo obtenemos la codificación dislocada de un lenguaje secreto; una suerte de mensaje cifrado por intenciones que permanecen ocultas a la lógica.
Juguete experimental-psicodélico, narración abstracta o bofetada caleidoscópica, Fearless Colors es un ejercicio refrescante de apropiacionismo. No muy diferente, en realidad, del empleo reciente que han hecho de las viñetas artistas como Martín Vitaliti, con su constante deconstrucción del lenguaje comicográfico, Ray Yoshida y sus descontextualizaciones o Jochen Gerner con sus vaciados de páginas de cómic. En definitiva, el de Samplerman es uno de esos trabajos que, como aquellos tantos que sacó a la luz Andrei Molotiu en su dia, reconcilian al cómic, y a nombres casi olvidados como Fletcher Hanks, con el mundo de la creación artística, y vice versa.