jueves, abril 26, 2007

Las caras del salón.

Aparte del interés intrínseco (que no es pequeño) que se deduce de una reunión de 100.000 almas antregadas a una causa cultural, un salón de cómics (comicon lo llaman en los USAs) tiene el valor añadido de satisfacer las curiosidades, los anhelos e incluso las pequeñas perversiones fetichistas de los fans-lectores. ¿Dónde si no va a ser usted capaz de hacerse con un original de su autor favorito por el precio del tebeo? ¿o cuándo podría usted departir ingeniosamente con su autor idolatrado sino durante ese minuto que dura la firma-ilustración?
Pero no sólo de fútiles compensaciones y recuerdos materiales vive el hombre, oigan, que una feria de la cultura como la que nos reúne anualmente en Barna es también el lugar perfecto para llevar a cabo la famosa "rueda de identificación". Como un Palmintieri cualquiera, uno puede dedicarse también, con curiosidad sanísima y compensaciones garantizadas en forma de sobredosis adrenalínica, a descubrir los rostros de sus blogueros-amigos-desconocidos (oxímoron de la tercera dimensión). Así, se les puede poner cara a los chicos de Entrecómics, o al ilustre e ilustrado Pepo Pérez (que comparte la doble categoría del descubrimiento blogueroautorial), o a los canallescos muchachuelos de Malavida (desbordantes).
Sobre todo, uno se da cuenta de que detrás de la pluma y el pincel, hay caras, muchas caras, de jóvenes y mayores, caras de éxito y de artístico anonimato; y uno descubre que en este mundo del cómic, la mayoría de las personas que portan dichas caras-caretas (las máscaras del salón, porque también se trata de actuar un poco ante el público que te busca, te quiere y te alimenta, me parece), pertenecen al estrato más amable del arte patrio (y foráneo). Quizás tenga que ver con la, aún modesta, situación del cómic dentro del los ámbitos culturales, pero uno tiene la sensación de que dentro del cotarro comiquero abundan los tipos (y tipas) majetes, humildes y muy accesibles (lo comprobaron ayer en los comentarios a nuestro post).
Fijense, si no, en ese Gipi que dedicaba más de 5 minutos a cada seguidor que se acercaba a pedirle su impronta y que recibía a cambio un verdadero cuadro a color, bañado en sus evocadoras acuarelas; o en ese argentino de River lleno de simpatía que responde al nombre de Ed y que, además de ser un viejo amigo de este blog, nos regaló su tiempo, tijera en mano, para dedicarnos un collage-dibujo de los que sólo sabe hacer él; o en Esteban Hernández, el más joven entre los jóvenes, dibujando perdedores con su paciencia de copista benedictino; o en Max, el triunfador indiscutible del Saló, que se cansó (espero que no) de perfilar con su linea precisa de matemático de la tinta Bardines y Srs. Ts, a diestro y siniestro, mientras aguantaba chapas y torreznos verbales; o en Shelton, en la mesa de al lado, uno de los mitos del comix underground, que no dejaba página sin prostutuir con la presencia trasgresora de sus Freak-ies eternos, con un ánimo y dedicación juvenil; o en Jali, con sus rotuladores plateados que destripaban en tímidas sonrisas las negras contrapáginas de sus niños-frigorífico; o en Fermín Solís, que de puro amable y cercano parecía que hubiera sido tu compañero de piso... En fin, no podemos mencionarlos a todos, aunque me imagino que, como en estos contextos multitudinarios cada uno tiene sus encuentros y desencuentros, sus anécdotas y aventuras, nuestras palabras no llegarán a reflejar más que nuestras propias vivencias...
Por eso, lo mejor es que cada uno se monte su película del festival. No obstante, para evitarles problemas con la identificación de los actores, allá van mis fotogramas...
Gipi, el acuarelista incansable
Ed y Esteban Hernández, la paciencia dedicada.

Él, el super super-realista del festival.

Shelton, joven y underground.
No diga fama, diga Ibáñez.

Dos eran dos, Christin y Bilal.

Andrés Leiva y Fermín Solís, regalando sonrisas a la cámara.

lunes, abril 23, 2007

¿Quién dijo que los tebeos no son cultura?

La edición ampliada de la última entrega de Blacksad (la tercera, Alma roja), incluía entre sus extras una larga entrevista a Juan Díaz Canales, el guionista de la serie. No falla, surge el tema Blacksad y comienza el torrente de halagos acerca de la pericia gráfica de Juanjo Guarnido. Es inevitable y merecido: el detallismo de Guarnido en cada viñeta, el magnetismo expresivo de sus personajes animalizados (o animales antropomorfizados, elijan), su maestría en el empleo del color y la iluminación (aunque él cuestione este último punto en una de las apostillas de la entrevista a su compañero) o su capacidad para generar atmósferas, convierten a Blacksad en una de las series mejor dibujadas de los últimos tiempos (como atestiguan los continuos galardones que sobre ella recaen en este sentido). Ahora bien, nada de ello sería posible sin el trabajo atinado y preciso de "el otro", el talento en la sombra de Juan Díaz Canales.

La entrevista de esta edición ampliada intenta, en cierta medida, dar volumen a la voz silenciada del guionista (vean que paradoja) y las palabras de Díaz Canales consiguen llenar ese silencio a base de reflexiones, confrontaciones y revelaciones acerca de los procesos creativos del "escritor de cómics". Todo un ejercicio de sinceridad no forzada, en estos tiempos de máquinas de la verdad y mentiras convertidas a martillazos en falsas certezas. El hecho es que en un momento de la entrevista, Días Canales comenta lo que sigue:

Yo no soy ningún especialista en la generación Beat, como no lo soy en nada. pero lo cierto es que gracias a mi trabajo en Blacksad he tenido la oportunidad de ampliar mis conocimientos al respecto, y éste es uno de los aspectos más gratificantes de la labor de documentación. Quién sabe... si no fuera por eso, quizás no habría leído En el camino, ni Aullido, ni conocería la interesante peripecia vital de Ginsberg, Keruak o Burroughs. Lo mismo se puede aplicar a la arquitectura, al expesionismo abstracto, las películas de serie B, etc. La música merece una atención aparte ya que, curiosamente, a pesar de que el cómic es un medio mudo, el jazz y el blues desempeñan un importante papel en nuestra serie. Y por último, y esto me llena de satisfacción, encima puede servir de "vagón de enganche" para que alguno de tus lectores se interesen también por alguno de esos temas... ¿Quién dijo que los tebeos no son cultura?

¡Diga usted que sí! En este blog, no sólo estamos con el señor Díaz Canales, sino que además vamos soplar su ascua a ver si conseguimos que siga alumbrando un poco más. Porque, digámoslo todo, aunque Blacksad 3. Alma roja peca de sobreinformación, concentración documental y textos externos de apoyo "demasiado necesarios" para comprender el desarrollo de la trama, tiene también muchas y muy variadas virtudes; una de las más relevantes tiene que ver con su ejercicio semi-paródico de intertextualidad e interdisciplinariedad artística (me disculpan los palabros).

Nos encanta leer un cómic de animales antropomórficos en el que Rothko (uno de los genios pictóricos más extraordinarios del siglo pasado) aparece reconvertido en un chucho atormentado de gesto triste y convicciones colectivistas (trasunto tan real del pintor expresionista); como nos hace sonreir esa tortuga millonaria pasmada ante las salpicaduras imposibles de un Pollock imposible; o al gran búfalo Greenberg (léase Ginsberg) aullando a la luna ante una Dora Maar convertida en zarigüeya (o comadreja, que uno siempre ha liado a los marsupiales con los mustélidos). Sí señor, ya lo dice el autor, todo un "vagón de enganche" camino a uno de los periodos más excitantes de la cultura estadounidense. Anímense y suban al tren.

Me acordaba mientras leía Blacksad 3, de otro libro, novela éste, que también juega con la realidad recreada y con los nombres del expresionismo abstracto encriptados; me refiero a Busca mi rostro, de John Updike ¿Ven lo divertido que es esto de los vagones y los enganches intertextuales?

Bueno, a ver si metabolizo el fin de semana y en el próximo post les cuento alguna cosilla del Salón de Cómic de este 2007. Por ahora, miren y vean lo que hacían por allí los dos señores de los que hemos estado hablando.
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viernes, abril 20, 2007

Tebeos en palabras y dossieres.

Ya están aquí las entregas internáuticas tebeísticas que nos regala Último viaje a Bizancio Ediciones. Para empezar, no está mal la oferta, el número cero, el uno y dos monográficos, de personaje y de autor, sobre Iron Man el uno y sobre el gran Max el otro. Se me van a poner ustedes las gafas de leer y aplicaditos en su tarea hasta que se los terminen, que aquí hay mucha tela que cortar.
Tebeos en palabras # 0.

Tebeos en palabras # 1.

Monográfico Max (nuestra pequeña aportación al cotarro).

Dossier Iron Man.

Nota de prensa de Último viaje a Bizancio ediciones.

Pues sí, ya arrancó la cosa. Esta es la presentación:
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NOTA DE PRENSA, ÚLTIMO VIAJE A BIZANCIO EDICIONES

¡Zarpamos¡ Hoy, Último viaje a Bizancio Ediciones leva el ancla y larga las velas con rumbo a territorios de papel y viñetas. El viaje será largo, el resultado incierto, las intenciones inmejorables. Desde nuestro pequeño rincón editorial les proponemos una aventura inédita a la que no podrán negarse: colarse de polizones en un viaje alrededor del cómic. No necesitarán más bártulos que un ordenador, un espíritu viajero y su amor al arte (al noveno).

Último viaje a Bizancio
es una editorial sin puerto, una casa de cómics en eterno trayecto, que sólo existirá en la pantalla de sus ordenadores. Un barco al que todos podrán acceder sin pagar peaje, una editorial que nace de la nada y que no les pedirá nada a sus “clientes”, pues será este un concepto inexistente. Cada dos meses (o menos), sobre la cubierta de nuestra embarcación encontrarán una revista digital completamente gratuita (Tebeos en palabras), con las mejores firmas de la red hablando sobre cómics, sobre sus autores, sobre proyectos posibles e imposibles. Cada dos meses (quizás menos), tendrán ustedes a su disposición monográficos y suplementos de la revista, propuestas de análisis y ejercicios de buceo por entre páginas caudalosas. Cada dos meses (a lo sumo), se asomarán por la borda de nuestras colecciones y fanzines, dibujantes noveles, autores consagrados, marineros de la línea clara y minimalistas de agua salada. Y todos y todo a su servicio, todos y todo sin pedir ni recibir nada a cambio, todos y todo por amor a la causa de los cómics, sin que el oro estropee las ilusiones de quienes creemos en islas sin más tesoro que una viñeta (que nadie busque intrigas de bucaneros o corsarios, no habrá motines a bordo, porque aquí sólo estamos los que remamos a favor de un viento que aún no tiene la fuerza suficiente para mover el barco).

¿Se van animando? ¿Empiezan a sentir la llamada de las olas catódicas? Nosotros, hoy y ahora, mandamos el mensaje en nuestra botella de papel: están todos invitados a bordo; los que navegan por la red, los que leen en papel, los que buscan y no encuentran las palabras, los que quieren ser leídos y no encuentran las miradas, los buques editoriales que quieran anunciarse en nuestras velas, los barquitos fanzineros que quieran sumarse a los remos y los talentosos que aún no han conseguido echar sus barcos a la mar. Todos serán bienvenidos a bordo.

Último viaje a Bizancio Ediciones
es todo eso, pero sobre todo es una idea, un proyecto viajero creado desde el amor irracional al tebeo y a sus autores, una idea que parte de la convicción de que aún nos queda mucha mar por recorrer hasta llegar a puerto.

Un saludo de los miembros de la tripulación.

Además de la nota, un apunte…

Último viaje a Bizancio Ediciones
es una editorial que quiere llenar un hueco en el mundo del tebeo que hasta ahora nadie se había ocupado: el del fomento de los autores, su publicidad y el darse a conocer por medio de internet; el de promocionar gratuitamente y sin ánimo de lucro a la obra artística española.

En España hay muy pocas editoriales que apuesten por el autor español por diferentes motivos: ya sea por tradición, por comodidad o porque no vende. Pero no olvidemos que existe la cultura dirigida, ya sea con descaro o encubierta: los más poderosos siempre han hecho uso de estrategias de mercado para introducir el cómic serializado, el manufacturado, porque engancha, como una telenovela por entregas, todo vale por unas cuantas perras.

Y es la editorial pequeña, la que suele apostar por lo nacional, por la calidad nacional, porque la hay. Pero desgraciadamente hay muy poco sitio y mucha gente. De verdad, os lo juro, que hay mucha gente fanzinera y de revista con una calidad por arrobas.

Y luego está el tebeo del viejo continente, con sus pros y sus contras (no nos llevemos a engaño), que muchas veces se vive más de una tradición y una herencia, ya sea la francobelga o la francesa o la BD y demás mercadotecnia. No dudemos de su calidad, por favor, de eso no estoy hablando, de lo que hablo es que puede que no haya tanta diferencia, que incluso haya autores españoles que sean igual de buenos… o incluso, diría, que de verdad que hay autores en nuestro país que quitan el aliento como los mejores extranjeros.

Pues por eso nace esta editorial, para amarrar corazones de españoles con plumilla y pincel, bajo el manto humilde y grato de que queremos que te lean, que te vean, que te des a conocer publicando con nosotros, que pregunten y hablen de ti, pero, sobre todo, para que lean tus historias, tus viñetas encadenadas, enlazadas y sujetadas por tu buen hacer y tus ganas de hacerlo mejor. No desesperes. Ya sabes que en una editorial tampoco ibas a vivir del tebeo. Aquí, en España, vivir del tebeo es una entelequia, un absurdo, un suicidio. Nosotros te entregamos un soporte atractivo, bonito, a la carta, en formato de libro, revista, en tapa blanda o dura, a color, en escala de grises, en blanco y negro. Aquí todo vale, a excepción del dinero…

Aquí ni se cobra un céntimo y tampoco lo hacemos nosotros, quid pro quo. Esto, más que por amor al arte, lo hacemos porque necesitas contar historias en viñetas, en dibujos, desembuchar lo que te mueve por dentro. Ya no estarás solo. Estaremos contigo.

Mira, publicamos en modo multimedia o virtual, en formato Flash player, que luce un primor. Luego el lector se lo baja de nuestra web y lo leerá pasando las páginas creadas ex profeso en formato libro o revista, para que se quite un poco la frialdad de la máquina.

Pues eso, si no eres un rapsoda del dibujo o un escritor si cuartilla, de aquellos que hacen un dibujo una vez en la vida, que no dibujan pero que algún día quieren hacerlo, o el escribidor de relatos e historias que está a punto de plasmarlas en el papel, mejor absténganse. Sólo queremos a autores de raza y esparto, al jornalero diario del tebeo.

Llama a nuestra puerta, no lo dudes, esto es caballo ganador, pues lo que queremos es que nos lean y nos veanMuchas gracias por todo, compañero y un cordial saludo.

Te esperamos en www.bizancioediciones.com, la web humildísima de Último viaje a Bizancio Ediciones.

miércoles, abril 18, 2007

Último viaje a Bizancio Ediciones y Tebeos en palabras.

Ya está aquí, después de un tiempo dejándose querer, al fin ha visto la luz uno de esos proyectos ilusionantes que sólo son posibles gracias a internet y sus ríos de mil afluentes. Se trata de una editorial virtual o de una editorial no-existente (como le gusta decir a su editor inexistente), que sólo vivirá en y para la red. Una empresa imposible, infinita, inasible, pero que al mismo tiempo se presume inasequible al desaliento. Aunque, en esto de los alientos y esfuerzos compartidos, no estará sola, pues somos ya varios los que nos hemos comprometido, junto a sus dos editores (Yorkshire y Luis NCT), en que ese barco rumbo a Bizancio, llegue a buen puerto.
El ojo de buey por el que entramos al buque, ya está abierto, en forma de bitácora-página web: Último viaje a Bizancio Ediciones (con esa preciosa cabecera de Luis). Desde ella, podrán ustedes acercarse a Tebeos en palabras, la que promete ser una de las publicaciones de referencia crítica esenciales del cómic internáutico (y no tanto). Y, por si fuera poco, Bizancio Ediciones nos regalará las gotas de esencia salada que aromatizan este viaje marino en el que andamos todos embarcados: cómics by the face; tebeos virtuales, descargables, ejecutables y disfrutables en la soledad o compañia de nuestro ordenador, o nuestras hojas impresas (que cada uno lee como quiere).

Para empezar, ya tenemos recién colgadito, con las velas ondeando orgullosas, el primer número de la colección Tempus Fugit: Donde van a morir los elefantes Nº 00: una mirada a los nocturnos cielos, escrita por Yorkshire e ilustrada por LuisNCT; un tebeo diferente, bebido en ilustración y poesía, pictórico y lírico. Habrán de venir más, dentro de la misma y otras colecciones (y algún fanzine). Y habrá de llegar muy en breve el emblema de la nave, su revista Tebeos en palabras, junto a sus dossieres y suplementos (en cuyas páginas intentará no ahogarse el náufrago que suscribe y les escribe). Para no perdérselo. Agarren los remos, que zarpamos...

viernes, abril 13, 2007

Otra pildorita "andergraund": Commies From Mars.

Que nos pongamos a hablar por aquí de comix underground, de tanto en cuanto, no debe sorprender a casi ninguno de nuestros amigos habituales a este lado del océano o al otro (que ya sabemos que hay una pequeña colonia uruguaya que se pasa por aquí con regularidad).

Gracias a ese vicio confesable, uno descubre cosas extraordinarias, así como el pasado artístico felizmente canallesco de personajes bien conocidos (¿se acuerdan de Spiegelman o de Cruse?). Cosas así nos han vuelto a suceder cuando hojeábamos (y ojeábamos) las páginas de Commies From Mars #3. Un tebeíto que detrás de la ambigüedad paródica del título ("commies" y su similitud fonética con comix) esconde un buen número de sorpresas y alucinaciones realmente cuasi marcianas. La primera, la fecha, 1981, un momento en el que el viejo underground había pasado prácticamente a mejor vida. La segunda, la osadía del tema en plena guerra fría, no lo es tanto, pues, como muchos estarán pensando, en eso consistía precisamente la mentalidad underground, en la provocación. Este Commies from Mars, hace el número tres de una serie de seis, si no ando muy equivocado. Todos ellos editados por Tim Boxell y recopilados posteriormente en Commies From Mars -The Red Planet, The Collected Works. 

Casi antes de empezar, en la portada interior, un gag-ilustración de John Pound, nos sitúa en materia: la cosa va de parodia marciana trasgresora, con una serie de leitmotivs que se repiten en las páginas del tebeito. Curiosamente, en este primer ejemplo, el autor haciendo gala de sus poderes extraterrestres (muy en consonancia con el tema), consigue una caricatura prácticamente perfecta del ex-presidente de la Xunta de Galicia, muchos años antes de que el susodicho tuviera el aspecto del dibujo. Primer fenómeno paranormal.

Siguen una historieta más o menos salada de Shawn Kelly (Commiess from Mars) y una de las cazurradas habituales del más cazurro de los de por sí cafres miembros underground: Clay Wilson; en su salsa, con mucha víscera y onomatopeya atravesada. 

Washed Up, firmado por el editor mismo Tim Boxell, tiene su gracia y resulta bastante moderno (con los sempiternos marcianos pulposos que se repiten en este comix); en la línea de los trabajos europeos de ciencia-ficción que harían en esos mismos años Moebius y compañía. Luego, una historieta cómica de Larry Rippee y la siguiente gran sorpresa del asunto: seis páginas de Peter Kuper.

Así es, no hace ni una semana que les he soltado un rollete sobre nuestro amigo, y ya lo tenemos aquí otra vez. Acháquenlo a la cosa de las recurrencias cíclicas, pero tampoco nos va a amargar un dulce, y más cuando las páginas de Kuper están tan bien como éstas: en la serie Shiver and Twich el americano se sale del tema alienígenea, para plantear el del miedo a lo irracional. Un "what if" aplicado a lo cotiano: ¿qué sucedería si se me fuera la cabeza y llevara a cabo esa locura fugaz e irracional que se me ha cruzado por la mente? Una idea que, me imagino, forma parte del "irracional colectivo" y que a todos nos ha asaltado en alguna ocasión. Interesante. Lógicamente, por comparación, casi todo lo que sigue pierde interés.

Encontramos alguna buena invectiva contra Reagan (Looking Forward to the Invasion) y alguna otra parodia estimable del género de ciencia-ficción (que, si me recuerdan, de puro estandarizado, pudo llegar a ser bastante aburrido a finales de los 70 y comienzos de los 80), como Prayers From a Closet, de Ian James, o A Comic, de Revilo. En fin, en principio, nada del otro mundo..., si no fuera por esas pequeñas sorpresas que siempre te saltan a la cara cuando abres uno de estos viejos comix underground.

Gallardo en Tecla Sala

Rompo la regla no escrita, por segunda vez en poco tiempo, y vuelvo a ejercer de vocero de las buenas causas. Inmejorable en esta ocasión, pues el gran Gallardo nos ha contactado para invitarnos a todos los comiqueros a la charla-inauguración oficial de su exposición "Com ser Gallardo", de la Biblioteca Central Tecla Sala, el próximo martes 17 de abril, a las 7.30 de la tarde. Los que no tenemos la suerte de residir en las vecindades de Hospitalet, nos perderemos su presencia, los que andéis por la zona u alrededores, no tenéis excusa. La exposición comenzó el día 10 y permanecerá abierta hasta el 30 de abril. Allá va la invitación:

miércoles, abril 11, 2007

Recordatorio: Dr. V #5 ya está aquí.

Lo dicho, dos líneas para recordaros (again) que los chicos de El Temerario siguen fieles a su promesa de publicar un número nuevo de su revista Dr. V, cada quince días: si en marzo nos regalaron el número cuatro con elFelix al mando (DR.V#4: FULL COLOUR FREAK!!! PARADE ), ahora llega el quinto, nada menos que a cargo de Esteban Hernández (DR.V#5: RESIGNACIÓN). Ya saben, hay cosas que es mejor no pasar por alto.

lunes, abril 09, 2007

Peter Kuper. Viñetas metamorfoseadas

Hablando de adaptaciones. Hace poco leí que Astiberri incluye La metamorfosis, de Peter Kuper, entre sus inminentes novedades para el 2007. Sorpresa grata donde la haya.
Kuper se dio a conocer con Spy vs. Spy, su colaboración habitual para la revista MAD. A algunos esta historia cómica de los dos espías contrapuestos (un yin y un yan de la parodia detectivesca) les sonará más por la antigua versión del jueguecito del Spectrum que por su relación comicográfica (hasta hace poquito, Mad ha sido una revista de cómics emblemática, pero sólo para los lectores anglosajones. El hecho es que la obra de Kuper no se queda ahí; a su extensa y fructífera labor como creador de cómics y dibujante de tiras periodísticas, se suma su trabajo como ilustrador para Newsweek, Time, etc. 
Ahora nos llega su adaptación de La metamorfosis, a partir del conocidísimo relato de Kafka. Un trabajo brillante, que cuenta también con una brillante ventana en la web. Llevamos unos días dándole vueltas a la necesidad de que cada vehículo narrativo recurra a sus propias herramientas a la hora de trasmitir un relato: el cine tiene unas posibilidades discursivas, que no tienen porque coincidir con las de las narraciones gráficas. Tampoco el cómic debe caer en la tentación de "literalizar" su discurso en demasía si no queremos que la narración secuencial adolezca de deudas que terminen lastrando la propia narración secuencial. Ni siquiera cuando lo que se adapta es un relato literario, como éste. Kuper entiende esta idea a la perfección y la pone en práctica con maestría. 
La metamorfosis es un ejercicio de novela gráfica tremendamente respetuoso con la obra que lo inspira, gracias, paradójicamente, a la consciencia de la diferencia discursiva que establece los límites entre una y otra. Si el trabajo de Kafka brilla por su atmósfera de desasosiego existencial, por su fuerte carga simbólica y por la concreción de una prosa directa, simple y perfeccionista, la versión de Kuper lo hace por su facilidad para generar tensión a partir de la imagen, por su estilo sombrío y expresionista y por su capacidad para manipular el icono visual en aras del mensaje polisémico.

En este trabajo de 2003, Kuper hace suyos muchos de los principios que McCloud le exigía al cómic, algunos años antes, en su camino hacia la revolución final. En La metamorfosis de Kuper existe una manipulación constante y consciente de los instrumentos habituales que convierten al cómic en el vehículo que todos conocemos. El autor juega con el dibujo, mediante una recreación consciente de los grabados en madera de finales del S.XIX (la obra de autores como Masereel); lo hace a partir una técnica que nos recuerda al rayado sobre capas de ceras. Juega también Kuper con la reubicación y la manipulación de los segmentos textuales (la faceta menos visual de un cómic se convierte de este modo en un componente más de evocación icónica), que flotan y se mueven con libertad alrededor de las viñetas, los márgenes o los propios personajes y elementos actorales. Por último, La metamorfosis experimenta con la composición de la página, yuxtaponiendo y manipulando, de nuevo, elementos del lenguaje comicográfico que habitualmente tienen su campo de actuación muy delimitado. Respeta, por otro lado, uno de los valores esenciales del relato de Kafka: la brevedad, la misma que dota a La metamorfosis de un aire de fábula existencial con moraleja agonística (valga la redundancia).
Se trata en definitiva, de una obra rupturista llena de hallazgos visuales. Un ejemplo digno de esos cómics que ocupan nuestra estantería de "se-lo-tengo-que-prestar-a-X-que-tanto-critica-los-cómics". Es broma, todos sabemos que un cómic nunca se presta.

miércoles, abril 04, 2007

De 300, Sin City y otras viñetas filmadas (y II).

¿Por dónde íbamos? Sí, 300 and company. Fui a verla el otro día, con la mosca detrás de la oreja, la verdad. No por nada, sino por ese trailer agitadillo y espasmódico y por las típicas reservas de todo comiquero que se precie cuando le tocan la fibra (o la página). La peliculita ha dado mucho que hablar y, de rebote, ha recolocado a Miller en las estanterías; lo cual, aunque sólo sea como efecto colateral, no está mal.
Al grano, las expectativas se vieron satisfechas: la adaptación de Zack Snyder es entretenida (en momentos contados) y poco más. Le falta ritmo (muy irregular, lastrado por las tramas secundarias), le falta coherencia narrativa y le sobra testosterona, épica hollywoodiense y exageración barroca (formal y argumental). En fin.
Me carga la voz narrativa en off prácticamente desde el comienzo, por lo ampulosa e innecesaria, píldoras de alivio-antisilencios para espectadores impacientes; mal endémico del cine espectáculo actual, ese desconfiar continuamente de la capacidad del espectador para asimilar imágenes sin muletas. Por si fuera poco, el personaje-narrador, el tal Dilios, resulta más postizo y menos convincente que McFarlane dibujando a Tintín: inenarrable el paso de secuaz apocado a Homero reconvertido en agitador de masas.
Después de los 10 primeros minutos de cierta sorpresa, termina cargándome la manipulación digital de la fotografía y ese tono sepia de negativo requemado, que, eso sí, da una simpática apariencia cobriza a la musculación de nuestros amiguetes espartanos (como muy de estatuilla ornamental para poner en la chimenea al lado de la reproducción del Partenón). Además, ayuda a construir esa imagen chusquera e hiperbronceada del personaje de Jerejejes, cuya aparición en la cinta nos depara algunos de los momentos más alucinantes de la película: a medio camino entre la parodia bufa y la "deconstrucción" clásica de la filosofía drag-queen, uno no sabe si reír o llorar cada vez que el engendro Jerjes aparece en pantalla. Servidor, simplemente se quedó estupefacto.
Como ya señalé en el post anterior, me carga el discurso macarra y chulesco por sistema. ¿Por qué a todos lo "héroes" del cine estadounidense, sean emperadores, reyes, soldados o científicos excéntricos se les supone la misma variedad estilística que a Mick Hammer? ¿Es necesario que un rey espartano se regodee en su superioridad física o moral con ese tonillo irónico-condescendiente-ingenioso que muestra Leónidas a lo largo de toda la película? A uno termina apeteciéndole que se le caigan las Termópilas encima.
Ante tal sobredosis de estímulos, abusivos a todas luces (sepias), hasta se agradecen las cámaras lentas de Snyder (recurso brillante donde los haya para conseguir que una cinta de una hora y media adquiera un metraje de dos horas) o los tajos a destajo descargados por nuestros heroicos combatientes sobre la legión de enemigos marcianos que desfilan en procesión ante ellos (en un guiño indisimulado al cine B de "ciencia-ficción": ahora arremeten los hombres-culebra, ahora los samuráis invencibles e intocables, ahora los elefantes de cuatro cabezas... naderías para un "cachas" como Leonidas). Pues eso, que cuando acabó la peliculilla, las cuitas tertulianas más encendidas giraban alrededor de las glándulas pectorales de ellos y de ellas, más que acerca de otra consideración narrativa o técnica.
No me malinterpreten, tampoco es que uno crea que las viñetas filmadas sean una lacra a extinguir. Miren, curiosamente, la mejor adaptación cinematográfica en torno al cómic que ha visto un servidor, ni adapta un cómic concreto, ni es un film propiamente narrativo. Hablo de Crumb, el documental que llevó a cabo Terry Zwigoff en 1994 sobre el genio underground y su entorno, familiar y vital. En dos horas, muy bien aprovechadas, Zwigoff entrevista a Crumb, a sus hermanos, a su madre, a su esposa, a sus hijos y amigos, la cámara muestra a Crumb, al artista, a la persona y al personaje, y crea el perfil preciso de un individuo excepcional a todas luces (de intensidad variable). El espectador termina asumiendo la imposibilidad de disociar al Crumb real de la imagen que de él proporcionan sus historias. De este modo, el documental termina convirtiéndose en reflejo de la ficción (o a la inversa) y la cinta de Zwigoff acaba por ser un capítulo más que engrosa la lista memorable de historietas underground de su protagonista, al mismo tiempo que una crónica tenebrosa de la realidad social americana más escondida.
Pero no nos desviemos, estábamos con 300 y con 300 terminaremos. Vamos a hacerlo con una crítica ajena, la que Jordi Costa publicó en El País el 23 de marzo de este año. Una vez más, repetimos gestos que otros anticiparon, pues han sido muchos los que ya han aludido a esta reseña (Gran Wyoming incluido), pero no hemos podido resistirnos. Desde las muy añoradas crónicas cinéfilas de nuestro muy añorado Ángel Fernández Santos, no leíamos palabras tan atinadas y bien dispuestas sobre el noveno arte... Disfrútenlas:
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Esparta anabolizada, JORDI COSTA (EL PAÍS - 23-03-2007)
Publicada en 1998, 300, recreación en clave épica de la batalla de las Termópilas, marcó en la carrera de Frank Miller la conquista de una deslumbrante madurez expresiva y el compromiso con una radicalización ideológica que parecía haber dejado atrás todo atisbo de ambigüedad. Virtuoso de lo que su maestro Will Eisner denominaba el "arte secuencial" y orfebre de una síntesis gráfica que parecía deberle tanto al manga como a algunos referentes europeos (Hugo Pratt), Miller adoptaba como pretexto narrativo la voz de un rapsoda espartano dispuesto a transmitir la épica del sacrificio a nuevas generaciones de soldados. En el work in progress que ahora mismo tiene entre manos -Holy Terror, Batman!, obra de 200 páginas que enfrentará al superhéroe de la DC con el mismísimo Bin Laden-, el autor reconoce estar cruzando la línea que separa la mimesis formalista de una vieja arenga militar de la propaganda sin coartadas intelectuales de ningún tipo y con vocación de inmediata funcionalidad ideológica. No se le puede reprochar a Miller falta de convicción en lo que cuenta, pero quizá sí quepa añorar esos trabajos de los ochenta -Ronin (1983), Batman: The Darknight Returns (1986), Elektra Assassin (1986)- en los que el autor se acercó a las complejas estrategias narrativas de la posmodernidad literaria.Como ya ocurriera con el Sin City cinematográfico que cofirmaron el propio Miller y Robert Rodríguez, la adaptación de 300 tiene su primordial reclamo en la apuesta de extrema fidelidad formal emprendida por el director Zack Snyder y en la consiguiente bendición del historietista. Lo mejor que se puede decir de 300 es que logra hacer justicia al antinaturalista tratamiento cromático de Lynn Varley en el original y lo peor, que su obsesiva fidelidad pasa por interpretar el cómic con la mirada primitiva de quien no percibe ilusión de movimiento, sino mera sucesión de estampas estáticas.
Así, 300 no es tanto una adaptación caligráfica como una traición medular: lejos del dinamismo extremo orquestado por Miller, la película desgrana una sucesión de preciosistas tableaux vivants que revisitan la marmórea grandilocuencia de Cecil B. DeMille con estética de aerografiada postal filogay inconsciente de estar al servicio de un subtexto homófobo. El dispositivo formal manejado por Snyder da para componer un tráiler deslumbrante, pero no para que el espectador entre de lleno en esta historia aquejada de tanta hipertrofia digital como la pionera Casshern (2004), del japonés Kazuaki Kiriya, profeta de un cine de síntesis capaz de exiliar la emoción al territorio del vacío absoluto.
Figura de ceraSnyder se aleja del original para intoxicar de fantasía la recreación histórica, a través de una animalización caricaturesca del enemigo que entronca, precisamente, con los mecanismos de ese viejo cine de propaganda que la corrección política siempre quiso ocultar bajo la alfombra.
Monstruosidad, deformidad, amaneramiento, perversión y voluptuosidad sexual dibujan, así, un universo persa que se contrapone al monolitismo marcial espartano. Habrá quien considere temerario leer 300 bajo la luz del contemporáneo choque de civilizaciones, pero no es menos arriesgado obviar el componente ideológico de toda ficción. Y más si, como en este caso, Miller y Snyder desarrollan su juego en un territorio hiperbólico, pero ajeno a esa ironía que, por ejemplo, no salvó a la libertaria Star-ship Troopers (1997), de Paul Verhoeven, de recibir acusaciones de fascismo.
Snyder ha sido fiel al fondo de 300, pero ha inyectado tantos anabolizantes en la forma que ha condenado el conjunto a la parálisis de una hiperrealista (y algo ridícula) figura de cera.

lunes, abril 02, 2007

De 300, Sin City y otras viñetas filmadas.

Paréntesis watchmeniano aparte, estábamos últimamente dándole vueltas al "otro" y a sus adaptaciones, mejor dicho, a las adaptaciones de su obra a la gran pantalla. Y justo ahora en que casi todos se han cansado de hablar de 300, esa versión hiperhormonada que ha fabricado Zack Synder sobre la obra de Frank Miller, nos apetece a nosotros retomar el tema.
Cerraba el reciente post sobre Miller y su otra adaptación (la de Sin City), reflejando cierta indiferencia acerca de la versión cinematográfica. No es que nos sintamos especialmente obligados a justificar tamaña osadía, pero siempre se agradecen un par de razones que expliquen este tipo de sentencias disparadas al aire. Expliquémonos pues.
Verán, lo admito casi todo, la película de Robert Rodríguez era visualmente brillante y relativamente innovadora en su aplicación de encuadres, puesta en escena y fotografía, sobre todo (con una pátina de irrealidad digital que acentuaba la atmósfera opresiva y de serie negra que se perseguía). También el montaje funcionaba con cierta corrección, dentro de su búsqueda indisimulada del impacto visual, las técnicas del videoclip y el montaje digital elevadas al cubo, una película en la que la coletilla "parece un cómic" por fin no se leía como un defecto. ¿Entonces? ¿Dónde estaba la pega?
Les he comentado que Sin City me dejó algo frío, no que no me gustara. Esperaba más, es cierto, nos habían vendido la cinta como la panacea del cine viñetero, el sumum de la transposición discursiva, el "nosequé" de la posmodernidad visual y, me dirán, no es para tanto. Repito, como espectáculo visual consigue lo que busca: impacta. Ahora bien, como texto narrativo, la cosa cojea en alguna de sus patas. Lo que funcionaba en algunos de los capítulos de la obra de Miller (no en todos) no lo hace en el cine: la fragmentación. No es novedosa la idea de generar una atmósfera, una idea, a partir de brochazos argumentales y peripecias dispersas que se engarzan mediante algunos denominadores comunes a todas ellas (personajes, líneas argumentales que se cruzan o la comunidad contextual -la ciudad en este caso). En los cómics de Sin City la dispersión tiene efectos positivos sobre el conjunto, en la película no. Las tres historias (Sin City, Ese cobarde bastardo y La gran masacre) no acaban nunca de enlazar coherentemente, el largo paréntesis de Ese cobarde bastardo ejerce un peso decisivo sobre el ritmo narrativo conjunto y termina por lastrar la homogeneidad de la cinta. El vértigo de la acción nunca cesa, pero el resultado final carece de consistencia global. El efecto aglutinador que tienen los detalles en los cómics desaparece absorbido por el torbellino de imágenes acumuladas en ráfagas de difícil digestión (si es que se puede digerir una ráfaga de lo que sea).
Por otro lado, nunca llegué a acostumbrarme a ese tono entre la solemnidad engolotada y la chulería que escupen los personajes de la película: lo que en los globos de viñeta y las didascalias transmite cierta trascendencia épica del submundo criminal, en la película suena a parodia chulesca a lo Bruce Willis. Y claro, a uno se le escapa la risa en el momento más apasionado, dramático o circunspecto. Surge el interrogante, ¿será entonces que lo que funciona en el cómic no tiene porque hacerlo en el cine? Evidentemente, señores, hablamos de dos discursos diferentes, narrativos los dos, sí, pero con unas herramientas y mecanismos secuenciales diversos. Hace unos días Pepo , en Con C de arte, Pepo convertía en post el comment de uno de sus visitantes. Decía el autor que "el lenguaje, la gramática del tebeo, se construye a partir de la relación espacial que se establece entre las viñetas y su distribución en la página. Y eso, desde luego no es cine" y que los intentos de transposición casi siempre han terminado por fracasar; pero también añadía que "'Sin City o 300 abren un nuevo camino (o lo recuperan, la pionera fue Dick Tracy de Warren Beatty), en el que el cine se apropia de imágenes, de una estética, de formas de resolver visualmente de un medio al que hasta ahora había contemplado únicamente como una fuente de conceptos; pero aún así, no se apropia de su lenguaje."
Humm, como entenderán (si no se han aburrido todavía y han tenido la paciencia de seguir el post), debemos estar de acuerdo con David (el "comentarista") en el hallazgo visual que, sin duda, adorna a esta nueva forma de hacer adaptaciones cinematográficas de obras de cómics; incluso nos sumamos a su intuición y apostamos por una continuidad del modelo: creará escuela (o ya lo ha hecho). Ahora bien, ¿es necesario? Es decir, ¿se necesita un modelo visual, estilístico o narrativo que permita adaptar cómics al cine? El lenguaje cinematográfico tiene sus propias herramientas y unos códigos particulares. La adaptación de cualquier obra narrativa a ese lenguaje, deberá adecuarse a dichos códigos, no transformarlos, creemos nosotros.
¿Se imagina alguien que para adaptar una novela al cine el director decidiera prescindir de la voz en off en pro de un texto sobrescrito en pantalla de modo sistemático? Me vale la opción como experimento (Belleza robada o The Pîllow Book -dos no adaptaciones, además-), pero no como fórmula para adaptaciones literarias. ¿Empleo John Huston un metraje de 6, 12 o 15 horas para conseguir una adaptación fiel a la enorme epopeya simbólica de Melville? El cine es cine, el cómic es cómic y la novela es novela y cada discurso tiene su personalidad y su idiosincrasia.
Esta semana, retomamos el tema y hablamos un poco de 300, que hoy se nos ha ido el metraje de las manos.
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Lo que son las cosas, escrito el post y con el dedo en el icono de publicación, en plena búsqueda de vínculos leo en Crisei, el blog de Rafa Marín, razonamientos afines y mucho mejor explicados, así que lean, lean... (vía Con C de arte).