jueves, mayo 31, 2018

La tortuga roja, de Michael Dudok de Witt. La soledad del náufrago

Pocas cintas recientes (¿Boyhood, quizás?) han sido capaces de mostrar de forma más simbólica y sintética el ciclo de la vida, la muerte (y el proceso de supervivencia que discurre entre ambos) que La tortuga roja (2016), la película de animación del Estudio Ghibli dirigida por el dibujante holandés Michael Dudok de Wit. En 2017 obtuvo el Óscar a la Mejor película de animación.
Desde la sencilla metáfora del náufrago desvalido en una isla desierta, la cinta indaga con lirismo contemplativo en los procesos de supervivencia y crecimiento personal ante la adversidad. Y como la soledad suele ser muda, lo hace sin una sola palabra; valiéndose únicamente de la fuerza de las imágenes y de los sonidos vibrantes y multicolores de la naturaleza. No recordamos una película de dibujos animados en la que el mar y sus criaturas traspasen la pantalla con mayor verosimilitud. Los planos generales de la isla enmarcan la soledad del protagonista con sus imponentes bosques de bambú, los perfiles de los arrecifes de coral o los vertiginosos acantilados. También los habitantes de la isla participan de este naturalismo envolvente: lejos de identificarse con el estilo tradicional de Ghibli, los personajes de La tortuga roja nos recuerdan por su diseño realista y conciso a los que llenan las páginas de los cómics de Emmanuel Guibert o de Paco Roca.
En la primera parte de la cinta no es difícil identificarse con la zozobra del personaje principal (en la claustrofóbica escena de la cueva submarina, por ejemplo), maravillarse con sus exploraciones y descubrimientos o, más adelante, sobrecogerse por su desvalimiento ante las fuerzas desbocadas de la naturaleza.
El simbolismo de la historia se desdobla en dos direcciones: por un lado, en las secuencias oníricas que (como en un espejismo o en una pesadilla) recogen la angustia desesperada del protagonista principal; por otro, en el componente fantástico que convierte a la naturaleza en elemento dador de vida y portador de muerte. Es ahí donde irrumpe la figura animal que da nombre a la cinta: esa tortuga roja que abre la posibilidad de que, en un giro argumental inesperado, la existencia solitaria del náufrago recobre su esperanza. A partir de ese punto de inflexión simbólica, podemos interpretar todo el relato como una gran fábula panteísta en la que las vivencias de los protagonistas (el náufrago y sus nuevos acompañantes) podrían traducirse como una gran metáfora de las diferentes etapas vitales del ser humano (nacimiento-crecimiento-emancipación-muerte) y un reflejo de su papel insignificante dentro del universo.
Y entre tanto náufrago, un aviso para navegantes y espectadores despistados: no esperen grandes sobresaltos argumentales (alguno hay, no obstante), ni acción trepidante en La tortuga roja. Pese a su paternidad holandesa y su producción parcialmente gala, en esta película late con fuerza el espíritu de Ghibli (no es casualidad que fuera fue el mismísimo Isao Takahata quien recomendara al director holandés), con su habitual cadencia contemplativa y su vínculo inquebrantable con la naturaleza y las filosofías animistas. Estamos ante una obra pausada, profunda y llena de argumentos para la reflexión.

jueves, mayo 17, 2018

Con Sonny Liew en Jot Down

Por segundo año, Jot Down (gracias a la perseverancia de su editor de cómics Iván Galiano) y ACDCómic han decidido publicar su anuario con los cómics esenciales de 2017. Así se anuncia en la página editorial de la revista:

Cómics Esenciales 2017 es un anuario de Jot Down y la Asociación de Críticos y divulgadores de Cómic que explora las obras y los temas más relevantes en el año de referencia de la mano de los mayores expertos en cómics. Firmas como Jordi Canyissà, Francisco Naranjo, Elizabeth Casillas, Óscar Senar, Alex Serrano, Kike Infame, Carolina Plou, Óscar Gual, Daniel Ausente, Henrique Torreiro y Joan S. Luna, entre otros, reseñan los 100 mejores cómics publicados en España durante el año 2017 a lo largo de 244 páginas a todo color. Cómics Esenciales 2017 también incluye una entrevista de Álvaro Pons a Nuria Tamarit y Daniel Torres y cinco artículos que tratan en profundidad aspectos, géneros y tendencias protagonistas en la actualidad del mundo del cómic. Incluye la versión digital para descargar inmediatamente.
Y un año más, también, hemos tenido la suerte de que nos inviten a participar en el mismo. Lo hemos hecho con una reseña de El arte de Charlie Chan Hock Chye. Una historia de Singapur (Amok/Dibbuks, 2017), de Sonny Liew, uno de nuestros cómics favoritos del año pasado; que además se alzó con el Premio a la Mejor Obra Extranjera en el Salón del Cómic de Barcelona 2018. Así comienza nuestra reseña: 

Antes de profundizar en El arte de Charlie Chan Hock Chye. Una historia de Singapur, de Sonny Liew, nos gustaría referirnos a sus portadas. En la edición española de Amok/Dibbuks se muestra el dibujo de lo que parece ser una foto familiar antigua sobre el fondo sepia de un papel de estraza envejecido. Sólo cuando prestamos atención a los detalles reparamos en que los cinco personajes retratados con estilizado realismo que conforman el grupo son en realidad una misma persona en diferentes momentos de su vida: se trata de cinco versiones cronológicas de Charlie Chan, el personaje que da nombre a la obra.

La cubierta original singapurense, sin embargo, es completamente diferente. En su día, Epigram Books optó por una portada-collage formada por cuatro viñetas distintas: la más grande (la que ocupa los dos tercios superiores de la página) representa a un niño oriental dibujado con el estilo clásico del manga infantil que popularizó Osamu Tezuka; el mismo estilo se repite en las dos primeras viñetas que ocupan la banda inferior, que muestran un robot y una escena de multitudes. En la viñeta inferior derecha, por el contrario, se representa medio rostro humano en un estilo pictórico muy realista.

La elección de portadas alternativas en las diferentes ediciones (en Estados Unidos Pantheon Books utilizó la portada de Epigram) no es irrelevante. Todas ellas nos descubren información significativa acerca de El arte de Charlie Chan Hock Chye.
 

viernes, mayo 04, 2018

Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris, en Culturamas

Con motivo de su publicación en español, volvemos a Culturamas para hablar del cómic revelación de 2017: Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris; un trabajo sorprendente y repleto de hallazgos narrativos que no va a dejar indiferente a nadie y que maravillará a los rastreadores de rarezas. Esta es nuestra reseña: "Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris. Todos somos monstruos". Y así comienza:
El cómic de Emil Ferris es un prodigio de imaginación que combina una compleja inteligencia creativa en el manejo de referencias simbólicas con esa sinceridad desarmante basada en la inocencia casi infantil que transmite el punto de vista elegido (el de la niña Karen Reyes). Lo que más me gusta son los monstruos está formado por  400 páginas dibujadas sobre papel pautado de rayas (con la habitual línea roja de margen y los dos agujeritos para archivar la hoja en una carpeta de anillas). Sobre esa superficie convencional que nos retrotrae a nuestra edad escolar, despliega la autora su barroquismo low art: ¡Y qué manera de dibujar la de Ferris! ¡Qué forma de actualizar el entramado profuso del underground hasta convertir su trazo en un realismo virtuoso que parece ejecutado a mano alzada! (Sus dibujos nos recuerdan a los ejercicios de estilo realista con los que maestros como Robert Crumb o Chris Ware completan cuadernos de bocetos que luego son publicados como libros de ilustración para completistas)...

(Continúa aquí)