Mi pequeño, de Olivier Schrauwen, Mi pequeño, de Olivier Schrauwen, Mi pequeño... ¿de qué estamos hablando? De Mi pequeño, de Olivier Schrauwen:
Con un estilo gráfico tomado de los maestros americanos de principios del siglo XX, Olivier Schrauwen propone una serie de historias decididamente imprevisibles en las que aflora la herencia del surrealismo belga. Unas originales páginas que nos dejan a medio camino entre la hilaridad, la incomodidad y el estupor (contraportada dixit).
Estupor. Si el valor de un cómic se midiera por su virtuosismo técnico, si nos compraramos un tebeo por lo bien que pinta o está pintado (creo que así lo hicimos nosotros en este caso, referencias al margen), si los surrealistas, y la vanguardia en general, hubieran tenido razón en aquello de "el arte por el arte", ustedes pagarían exquisitamente los en torno a 15 euros que cuesta este "cadaver exquisito" unipersonal (¿?) que es Mi pequeño y que "con un estilo gráfico tomado de los maestros americanos de principios del siglo XX" nos deja "a medio camino entre la hilaridad, la incomodidad y el estupor".
Nos alegra que nos saquen el tema: surrealismo. ¿Qué hay de surrealista en narrar el nacimiento y peripecias inmediatas de un crío-muñón-marioneta que viaja en el bolsillo de su noble padre aristócrata, cataliza sacrificios equinos, es devorado por cocodrilos para ser salvado por pigmeos y parece un trasunto gráfico-invertido de Benjamin Button? ¿No soñaba McCay con niños que soñaban reinos de los sueños o con nocturnas indigestiones finiseculares? ¿No imaginaba McManus que un hombre pobre podía volverse millonario sin dejar de ser humilde, aunque su prole mutara y adquiriera líneas modernistas? ¿No soñó Outcault que un niño calvo sería el rey amarillo de las viñetas durante casi cien años pese a vivir en un callejón (rey destronado por un valido suizo, por cierto)? Mi pequeño no es más surrealista -o lo es tanto- que esas "fotografías familiares" entrañables que recorren el álbum, separando un capítulo del siguiente; fotografías de un padre y un hijo diminuto compartiendo el bucolismo industrial del "Tragante de un nuevo alto horno (Planta Cockerill, en Seraing)" o de la "Cantera de Pórfido en Quenat (el pórfido es una roca dura volcánica)".
Lo dicho, si Man Ray, Breton, Magritte, Dalí o Masson hubieran tenido razón, nos hubieramos quedado aquí, en la irreconocible reivindicación dislocada del modelo francobelga y en su cruce bastardo con los pioneros del cómic norteamericano. O, como mucho, nos hubieramos fijado en la arritmia intencionada de las páginas de Mi pequeño, en esas páginas cuyas secuencias se interrumpen en la segunda fila para dar lugar, contra-natura narrativa, a una nueva secuencia in media res que nace en la tercera fila. Páginas construidas como cadáveres exquisitos. Debe tener Schrauwen un trastono bipolar (no debe tener muy claro si es belga o estadounidense, si bebe del modernismo o del surrealismo).
No extraña el jaleo (indispensable en Angoulême) organizado; ya se montó una parecida con los Breton, Masson, etc. hace ahora casi un siglo. Como el cómic ha sido pequeño hasta hace poco, Mi pequeño mira a través de ojos que, pese a ser rasgados hace un siglo, fueron ignorados sistemáticamente por las viñetas. Y la cosa funciona, el ojo se abre y deja ver genio, imaginación, mucho cinismo y una muy sana incorrección política.
Quizás, también nos filtre a través de sus antiguas imágenes posmodernas algo de crítica social camuflada, o denuncia cultural, quién sabe, pero como estamos instalados en lo de el arte por el arte, ni se lo vamos a tener en cuenta.
11 comentarios :
Reconozco que practicamente lo leí en la tienda. Es cierto todo lo que dices, estaba deseando echarle el guante, pero en este caso pudo el mercantilismo puro y duro. Me pareció una propuesta que emulaba demasiado a Mccay aunque en un tono mucho más gamberro y transgresor. POr cierto, te recomiendo si no lo has leído "ciudad 14"; la mezcla de ideas, personajes y generos me ha parecido fabulosa, y aunque los guiones son enrevesados, resulta entretenidísimo.
Miguel
¿Cómo se puede aplaudir en estos medios digitales de hoy? :-)
una joyita hipnótica.
la primera vez que lo tuve en las manos (un par de años atrás en Angoulême) intentaba convencerme que se trataba de un comic nuevo, hecho ahora, recién y no una re-edición de una obra que desconocía... o un sueño de McCay!
Bueno, emula a McCay le da la vuelta y lo filtra por una modernidad heredera de la vanguardia. Me apunto lo de ciudad 14, que no lo conocía.
La visita ya es un aplauso en sí, ¿no le parece? Thanks ;)
Una joyiya por lo anómalo de la propuesta, por el virtuosismo gráfico, reformulando la herencia, y por la valentía del experimento, sí. Una vez más, de acuerdo con usted, amigo Ed.
Lo leí en la librería y me lo tuve que llevar a casa para que lo leyeran mis compañeros. Un saludo!
es la sorpresa de la temporada (¿cuántos autores parten de un modo tan, tan obvio de referentes "primigenios" para crear algo digamos "de auteur"?)
Es lo que tienen las sorpresas imprevistas, Faulkner, que le terminan aflojando a uno el bolsillo (aunque sólo sea por razones filantrópicas) ;)
Y qué pocos autores son capaces de acompañar su apropiación del espíritu trasgresor de este Mi pequeño, don Octavio, ¿no cree?
A mí este cómic me ha parecido lamentable. En pocas palabras. Apropiacionismo vacuo, por la cara, absolutamente banal.
Y un apunte más. La idea que yo he visto no es tanto apropiarse de McCay & cía., que también, es apropiarse de ellos vía Chris Ware, porque lo del padre/hijo es Jimmy Corrigan a tope. Bueno, Corrigan sin el genio de Ware, claro, y dibujando directamente como los pioneros de principios del XX, sin ninguna coartada o razón de peso para ello (en mi opinión). Lo dicho, lamentable.
No puedo estar de acuerdo con usted en esta ocasión, don Pepo. Ciertísimo que sin el trabajo genial de Ware (pionero-explorador-zapador necesario para explicar buena parte de lo bueno que se lee hoy en día)esta obra de Schrauwen no hubiera existido; pero tampoco creo que la deuda con Ware (insisto, evidente) pueda esgrimirse como demérito de Mi pequeño. Es cierto que en ocasiones la narración fragmentaria e inconexa de Schrauwen se acerca peligrosamente a la vacuidad, pero entiendo que la exposición azarosa de sucesos, así como el calco gráfico del estilo, responde a un interés puramente experimental, cuando no vanguardista.
De hecho, eso es lo que me gusta de esta obra, que me recuerda a la poesía creacionista de Huidobro o a los "ligeros" experimentos de Ramón Gómez de la Serna, a sus greguerías, por su falta absoluta de ortodoxia. En este sentido, ¿apropiacionismo?, absoluto e indisimulado, ¿banal? en absoluto. La historia, lo que se cuenta puede ser vacuo, el medio, el juego dadaísta que plantea, me parece sugerente y muy novedoso en un medio que ha entrado en la modernidad sin pasar por la vanguardia (con las excepciones muy contadas del propio McCay, Feininger, Herriman y...). Olivier Shrauwen reivindicando a Oulipo, no está mal como declaración de principios.
Aunque, como se dice, para gustos los colores. Entiendo tus críticas aunque no las comparta. Saludos ;)
Mi problema con el libro no es ni por la narración fragmentaria ni inconexa. Es, simplemente, que no veo yo nada que aportar en este ejercicio de estilo. Que el autor (en mi opinión) no tiene nada propio que contar ni experimentar, más allá de un ejercicio vicario respecto a los experimentos de Ware. Y sí, lo peor es que también me ha recordado a algunas cosas de las vanguardias del XX y su reflejo en algunos pioneros del cómic de principios de siglo, como tú apuntas, Rubén. Digo "lo peor" porque hasta eso me ha resultado deja vu, ejercicio de copia literal pero SIN ninguna vuelta de tuerca ni nada que aportar. Es casi casi mimético. Por eso decía lo del apropiacionismo banal. Creo que el apropiacionismo debe tener una razón de ser, una vuelta de tuerca o "descontextualización" para tener algún sentido; de lo contrario acaba reducido a hacer lo mismo ya hecho, una copia del original... en este caso de algo que ya se hizo hace casi un siglo. Decía que era un ejercicio de copia casi, casi mimético. ¿Qué es lo "original" que aporta Schrauwen? El humor negrísimo, salvaje, en la relación padre-hijo. Pero hasta eso es derivativo en mi opinión. Para mí no es más que otro capricho del autor, deslumbrado por Ware, el de copiar (y exagerar) lo que ya estaba de forma bastante más sutil en "Jimmy Corrigan". Por supuesto, es solo mi opinión.
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