lunes, octubre 17, 2011

Penny Century, de Jaime Hernandez. ¡A mí, mujeres!

Hay que reconocer que en las lista de "damnificados" después del advenimiento de la novela gráfica, dos de los que mejor parados han salido han sido los Hernandez Bros. No porque no estuvieran ya haciendo lo que hacen antes de la etiqueta de marras (a favor de la cual nos pronunciamos), sino porque con el nuevo formato su obra alcanza una dimensión adecuada y la magnitud que le corresponde.
Tenemos la sensación de que no es la primera vez que lo comentamos. Cuando los episodios del Palomar, de Beto, o las aventuras de Maggie, Hopey y el resto de Locas aparecían de forma dispersa y episódica en la ya mítica Love & Rockets (allá por los 80), el lector ocasional corría el más que probable riesgo de ahogarse en el maremagnum de personajes, aventuras fragmentarias y esbozos narrativos que conformaban el peculiar universo de los Hernandez; así sucedía, por ejemplo, con el españolito medio que únicamente recibía su dosis de Love & Rockets en los episodios ocasionales que publicaba El Víbora.
La llegada del volumen único, de la edición organizada de los episodios, de la novela gráfica en definitiva, nos ha permitido clarificar el horizonte. Las aventuras de Luba y otras Locas siguen existiendo como relatos abiertos y crecientes, como ríos comicográficos surcados por mil afluentes narrativos, pero el hecho de poder leer algunos de sus capítulos de un tirón nos ha permitido constatar definitivamente que estamos ante obras maestras, ante dos de los grandes trabajos comicográficos del S.XX (ya del S.XXI).
Penny Century (a la que ya homenajeamos musicalmente, vía Remate) ilustra a las claras las intenciones de su autor. Pareciera que el realismo mágico social que enmarca las peripecias de sus féminas no fuera a llegar nunca a un final definido. Si el personaje de Luba y el marco de Palomar (ese pueblo de mitológicas miserias) proveen a la narración de Beto Hernandez de unos límites narrativos definidos, de unos, digamos, puntos de anclaje alrededor de los cuales construir el friso del nuevo Macondo viñetero, la obra de su hermano Jaime no encuentra más nexo que el de sus muchas mujeres, el concepto de "mujer" entendido como punto de partida y llegada. Penny Century es un cómic irregular, aleatorio, fragmentario, disperso, caleidoscópico, movedizo... brillante. Las muchas historias que lo componen, sus diferentes episodios, parecen vivir de forma independiente e inconexa. El lector novel se creerá perdido en un charco de relatos breves. Nada más lejos de la realidad, Penny Century es, simplemente, nada menos, una página más para completar y entender la ingente biografía de sus muchos personajes: la de esa magnética y cascarrabias lesbiana que es Hopey, la de la encantadora Maggie, tan indecisa y resuelta a un tiempo, la de Penny Century, loca, irresistible, hipersexuada (como casi todas las protagonistas de la serie, como lo está nuestra realidad contemporánea).
Las historias que componen el trabajo de Jaime Hernandez invitan a la paranoia lectora: cambios radicales y constantes en el punto de vista, flashbacks y anacronías a bocajarro, paréntesis narrativos, metarrelatos, bromas estilísticas, introducción fantasma de personajes, etc. Sin embargo, a poco que uno esté familiarizado con su obra, o incluso después de unas cuantas decenas de páginas dentro de un mismo libro, el lector se da cuenta de que, debajo de la historia y de las aventuras sólo aparentemente triviales de sus personajes, existe una intrahistoria, una estructura profunda que cohesiona todos y cada uno de los episodios creados por Jaime Hernandez hasta la fecha. Es como si el autor tuviera todas las piezas del puzzle en su cabeza y se las fuera revelando al lector con cuentagotas. Penny Century supone un nuevo y brillante capítulo de esa misma historia, una pieza más (muchas en realidad) del puzzle.
Por todo ello, no pueden sorprendernos esos habituales comentarios de lectores enojados y decepcionados que, después de cada lista con lo mejor del año, se acercan a comprobar las maravillas de la obra de los Hernandez y se quedan más fríos que Bobby Drake. La lectura de Palomar y Locas es acumulativa, requiere cierta continuidad para la creación de un consciente colectivo que ayude a disfrutar de las obras. En ese sentido, la novela gráfica nos ha venido de maravilla. Y sí, este año, Penny Century volverá a estar entre nuestros favoritos.

2 comentarios :

Octavio B. (señor punch) dijo...

Entiendo un tono laudatorio cuando dices de Jaime que es "irregular", pero que nadie se lleve a engaño. En todo caso puede haber vaivenes de "hondura", puede resultar breve o extenso en nº de páginas, circunstancial aquí y capital en el desarrollo de su puzzle acá, pero no técnicamente irregular. Jaime, a juzgar por alguna entrevista 8y por mis ojos cuando leo sus Locas), es de esos autores que piensa su obra y la naturaleza de su arte, y la aparente sencillez de su puesta en escena revela ese densísimo estudio.
Yo de este tomo, que leí hace tiempo, no me despego de sus peleas pugilísticas que abren la historia, con una capacidad expresiva en su dibujo, una planificación tanto de la viñeta y sus elementos como de la página, que casi casi estoy tentado a llamarlo el mejor tebeo de superhéroes que he leido desde... pero no, claro, es broma. Lo que no es broma es cómo cuece Jaime Hernández sus cómics, su genialidad (ya no es solo maestría, es un genio, a su altura hoy, muy pocos)

por cierto, este Penny es anterior a la Educación de Hopey Glass, por lo que es "peor" que el de Hopita, en tanto que Jaime solo sabe crecer... quienes han leido su último Love and rockets aseguran que aún sigue mejorando. parece imposible, pero las fuentes son muy fiables :)

Little Nemo's Kat dijo...

Efectivamente, he usado el término "irregular" en su sentido más denotativo, para señalar la falta de linealidad en un relato que crece al ritmo de las anisocronías que lo componen.

Como señalas, Jaime Hernandez técnicamente es un superdotado técnica, compositiva y gráficamente. Junto a su hermano Beto, está creando una de las páginas esenciales del medio. Cada entrega es mejor y, paradójicamente, hace también mejor el corpus precedente.

Se agradecen sus instruidos comentarios, don Octavio. Abrazos ;)