Cuando Carlos Spottorno y Guillermo Abril publicaron La grieta en 2016, los halagos fueron unánimes por parte de la crítica y de sus muchos lectores. Ahí había algo diferente: un fotorreportaje periodístico, a medio camino entre el cómic y la fotonovela, que indagaba con profundidad crítica acerca del devenir geopolítico de la vieja Europa y sus fronteras (las visibles y las fácticas). Las grietas que, en forma de vallas, muros y fronteras, crean cicatrices entre Europa y los países que la rodean.
Había cierta vocación visionaria en el cómic de Spottorno y Abril, y, desafortunadamente, a la luz de acontecimientos recientes como la invasión rusa en Ucrania, da la impresión de que sus reflexiones anticipatorias eran correctas. Cada vez que vemos un telediario o leemos la prensa, adivinamos en el presente los presagios de algunos párrafos del cómic:
Llevamos un tiempo dándole vueltas a esta idea. Recorriendo la frontera exterior ―la gran grieta― hemos encontrado decenas de fisuras en el sueño europeo. Está la inmensa falla de los refugiados; las brechas del nacionalismo, el cierre de fronteras y la sombra de la salida del Reino Unido de la UE; el populismo y la islamofobia; la crisis que ha enfrentado al norte y el sur; la fractura de un bloque del este, que considera a Bruselas la nueva Moscú; los agujeros de Siria, Irak y Libia. Y está Rusia, una enorme hendidura...
Nos llega ahora La falla, el segundo trabajo largo de Spottorno y Abril; aunque entre medias hemos tenido la ocasión de leer otros fotorreportajes suyos, como el que dedicaron en El País a los estragos que la ocupación del Ejército Islámico causó en las ruinas históricas de Palmira ("Palmira. El otro lado"). Quizás para aliviar el regusto amargo de su anterior cómic, y aunque sus títulos presenten semejanzas obvias, La falla puede leerse como un reverso de La grieta; una mirada esperanzada hacia los modelos de convivencia transfronterizos. Esta excepción que confirma la regla y que muestra el camino de “lo posible” esta representado por los límites invisibles de esa nación sin fronteras que es El Tirol. Un pueblo que sobrevivió al desmembramiento del imperio Austrohúngaro desgajando su territorio entre dos países (Austria e Italia) con tres lenguas diferentes (alemán, italiano y ladino) y un común denominador: la omnipresente majestuosidad de los Alpes.
Sucede que aquello que podría actuar como un muro (la presencia de cadenas montañosas y valles insondables) ha ejercido entre los pueblos del Tirol el efecto contrario: un espíritu de comunidad y convivencia que desafía las barreras nacionales e idiomáticas; un sentimiento de destino compartido que vive tiempos felices gracias al auge del turismo y la bonanza económica. Pero no todo es bonhomía y positivismo en La falla. Spottorno y Abril nos obligan a estar alerta, a observar las fallas en el sistema y a constatar que no hay estructura sociopolítica que no esconda grietas. Estos tonos grises enriquecen la lectura de un cómic que, sin embargo, resulta más plano y urgente que su trabajo anterior. No se trata únicamente de que el factor sorpresa se haya diluido, aunque siga siendo un cómic notable e inteligente, La falla carece de la profundidad de análisis y de los múltiples subtextos que presentaba su antecesor. En parte, lógicamente, por su mayor brevedad.
No obstante, nos negamos a pensar que la tragedia cuente mejores historias. Estamos ante dos trabajos independientes, pero perfectamente complementarios. La grieta y La falla conforman un díptico que encierra algunas de las reflexiones más certeras y brillantes sobre la actualidad sociopolítica que se han hecho nunca en forma de cómic. Periodismo del bueno.
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