martes, febrero 19, 2008

Gaspar Naranjo, de como lo conocí, lo disfruté y por qué lo reseño.

Últimamente avanzo con el pie cambiado y (casi) siempre se me adelantan los buenos; bien me parece, cuando el motivo también lo es (bueno).
Porque bueno es el trabajo primerizo de Gaspar Naranjo, su divertidísimo De como te conocí, te amé y te odié; recién publicado en la también nueva Viaje a Bizandio Ediciones, de la que hablábamos ayer. No vamos a hacer trampas, don Gaspar es un buen y viejo amigo nuestro; además, no sería justo repetir aquí las mismas palabras que ya le hemos dedicado al tebeo en otras páginas.
El hecho es que no es fácil hablar de trabajos que a uno le tocan de cerca, por la causa que sea. Las soluciones pasan por contemporizar y dedicar halagos a troche y moche al allegado o, en su defecto (si la cosa no nos ha convencido del todo, a pesar de la predisposición complaciente), simplemente pasarla por alto con un estudiado gesto de descuido involuntario. En este caso, como el tinglado éste no nos da de comer ni nos compromete a nada, no vamos a hacer ni una cosa, ni la otra. Nos vamos a limitar a decir la verdad clara y diáfana, independientemente de filiaciones o colegueos estúpidos: De como te conocí, te amé y te odié es un muy buen cómic y su autor (casi primerizo) será uno de los descubrimientos-sorpresa de este curso para muchos lectores, verán. Razones, varias.
Me ha sorprendido la etiqueta que le ha puesto el carcelero a su reseña "Simple", simplemente porque cuando uno lee De como te conocí,... una las referencias comicográficas que se le vienen a la cabeza (Cutlas a parte) es Simple, mejor dicho, Silvestre, perdón, (el gran) Federico del Barrio y aquel precedente de ese Simple, llamado Relaciones (que se publicó en Francia antes que en España). No queremos liarles, créanme, pero estén seguros de que, si todavía no han leído Simple o Relaciones, tienen dos deudas pendientes con el cómic español.
Un autor prolífico, polifacético y proclive a la pirueta mortal como Federico del Barrio, se planteó estas dos obras experimentales a modo de experimento. Hemos oído en algún sitio que, según su propia opinión, un experimento fallido. A nosotros no nos lo parece: cuando leímos Simple o Relaciones por vez primera, tuvimos la sensación de que Silvestre (Federico) estaba abriendo docenas de puertas para el cómic; en un momento en que la silicona "edito-difusivo-académico-lectora" sellaba viñetas y cerraduras día tras día. Las obras-experimento se publicaron, se vendieron escasamente, se archivaron en el ángulo oscuro de las estanterías y se olvidaron.
Por eso, la lectura de este trabajo de Gaspar nos ha iluminado el cerebelo a ritmo de sonrisas, porque detrás del gaj, detrás de la pirueta visual y el acontecimiento emotivo, detrás de todo eso (o encima de ello) hay un esqueleto narrativo, una forma icónica de contar casi ignorada en el cómic actual. Estamos ante un tebeo que prescinde de las palabras, sin echarlas nunca de menos. Un cómic cuyos personajes, reducidos a la mínima expresión, respiran en la página con más vida que muchos trabajos hiperrealistas. Sencillamente porque viven en ella. Porque toman de ella lo único que necesitan para su existencia verosímil. Es lo que hace que el minimalismo de Gaspar Naranjo funcione casi siempre como un dardo visual: consigue captar los sentimientos más hondos de sus personajes a partir de una anécdota argumental que se instala en la página, recurriendo únicamente a los mecanismo comicográficos necesarios en cada momento (viñetas sólo cuando hacen falta, globos en contadas ocasiones y, casi siempre, con un valor icónico-connotativo, lineas cinéticas si la historia necesita dinamismo visual, casi nunca como subrayado, etc.)


Por eso también, porque De como te conocí, te amé y te odié respira de
las imágenes esenciales y porque lo que cuenta es pura existencia, los personajes pueden permitirse esa simplicidad esquemática que los hace universales. Ellos somos nosotros, ni más ni menos. Todos hemos vivido su historia, hemos reído y llorado antes esos mismos aconteceres. Como supo ver Gombrich (entre otros muchos estudiosos de la psicología de la percepción): "Apenas importa cuán trivial sea el rasgo distintivo que se tome, siempre que sea identificable sistemáticamente". Es decir que, en ocasiones, el detalle está de más, cuando lo importante se puede trasmitir con el icono reducido a su mínima expresión.
Así, aquellos experimentos, a veces asépticos, quirúrgicos, de Federico del Barrio se llenan de vida en este divertidísimo tebeo que, entre risa y sonrisa, nos pincha en el corazón y en la inteligencia página a página. Así da gusto tener amigos artistas.

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