Shortcomings, el último tebeo del ex-joven prodigio y canadiense Adrian Tomine, está recibiendo palos varios en la blogosfera y fuera de ella. Se le acusa de repetitivo, de haber perdido su toque mágico para la elección del instante narrativo, de recurrir a la tópica hollywoodiense para crear una tragicomedia plagada de todos los clichés que han generado esas obras pseudoeintelectuales nacidas a la vera acomodaticia de generaciones x y similares, etc. Aquí vamos a romper una lanza a favor de Tomine y de Shortcoming, un autor por el que sentimos predilección y un cómic que nos ha interesado en varios de sus planteamientos. Obviamente, nuestras afinidades e intereses, en tanto a cuales, no pueden ni deben ser tomados como argumentos para defender o atacar una obra. Los cariños y rencores aportan poco al debate crítico. Intentemos entonces defender nuestra postura: ¿qué hay de bueno en Shortcomings?
La capacidad de Tomine como narrador de historias está fuera de toda duda. Lleva años demostrándolo en sus historias cortas publicadas en su fanzine Optic Nerve y en esa serie que en España se ha agrupado bajo el título Sonámbulo y otras historias. En ambos casos, el canadiense se revela como un tipo dotado de una habilidad especial para dibujar situaciones y personajes de hondura. Tomine juega a la descripción psicológica a partir de instantes vitales diseccionados de su contexto, anécdotas cotidianas relevantes que, por sí mismas, revelan rasgos esenciales de la naturaleza de sus protagonistas. Fotogramas congelados en el instante preciso. No es de extrañar que volcara su talento en el lenguaje del cómic, cuya esencia, precisamente, consiste en esa "elección" de momentos congelados llamados viñetas que, una vez agrupados, conforman las secuencias. Curiosamente, a Tomine se le compara con un autor que brilla en otro tipo de vehiculo narrativo, el literario: hablamos de Raymond Carver. A ambos les favorecen los finales abruptos y los dos invitan al lector a que complete mentalmente sus historias cortas a partir de la limitada selección de indicios que ofrecen en sus páginas.
Evidentemente, si nuestro umbral de expectativas para con Shortcoming se sitúa en esta línea de análisis, la obra no puede sino decepcionarnos. Estamos ante un trabajo largo en el que Tomine no se parece a Tomine. Se acabó la sugerencia y el mensaje flotante, no más misterios narrativos o elucubraciones prolépticas. Shortcomings juega con todas las cartas dadas la vuelta sobre la mesa desde su primera mano narrativa. Entonces, si lo que había de bueno (de especial) en Tomine, ha desaparecido como recurso, ¿dónde está la gracia en esta nueva obra suya?
En nuestra opinión, en la segunda de sus virtudes: la creación de personajes. Decíamos al comienzo de estas líneas que lo que hace Tomine nos gusta; sin duda, una de las razones principales es que nos creemos casi todo lo que nos cuenta. A pesar de sus historias tortuosas sus personajes respiran realidad, hasta cuando, como en el caso de Shortcomings, sean unos individuos raros, raros. Porque el hecho es que las páginas de nuestro autor están pobladas de personajes tan normales, tan cotidianos e intrascendentes, que muchos de ellos parecen marcianos; y aún y así nos los creemos.
Las historias de Tomine inquietan por lo que sugieren, pero sus personajes son hombres y mujeres tan corrientes como uno mismo. Sus vidas trascurren sin emociones fuertes, sus días son los de cualquier dependiente, oficinista o mensajero, pero casi todos parecen esconder algún secreto (en realidad, como todos y cada uno de nosotros, ¿no les parece?). El talento de Tomine consiste en regalarnos el hueco de una cerradura para que durante unos segundos (minutos, horas, días) espiemos dentro de la cabeza de sus creaciones. En Shortcomings, por contra, nos abre la puerta de par en par.
Su personaje principal, Ben Tanaka, es un tipo que desde el comienzo se hace odiar. Un personaje soberbio, engreído y egoísta, incapaz de ofrecer nada y siempre dispuesto a expandir su infelicidad contagiosa. Uno de esos personajes urbanitas del S.XXI que, pese a relacionarse con individuos interesantes, vivir en una sociedad apacible, tener una novia encantadora y no sufrir grandes carencias, es un desgraciado. En realidad (miren a su alrededor) un ser la már de normal en este mundo en el que vivimos.
Tomine describe al personaje (nuestro punto de vista subjetivo a lo largo de toda la obra), su incompatibilidad con la realidad, a partir de diferentes escenas cotidianas que muestran su interrelación "disfuncional" (que sumamente extraña es y que de moda está esta palabra) con el entorno. Ahí tropezamos con algunas de las críticas que se le han hecho a Shortcomings: los personajes que rodean a Ben Tanaka parecen sacados de una comedia generacional de Kevin Smith: tenemos a la amiga-confesora lesbiana, los culturetas pedantes, el fotógrafo neoyorquino, la secretaria adolescente "indyalgo", etc. Todo muy cool, lo reconocemos, una estampa de modernidad después del grunge. Sin embargo, nos creemos lo que está pasando y, sobre todo, nos espanta la progresiva degradación moral de Ben Tanaka, su hundimiento en el fango del ego reprimido. La falta de empatía del protagonista principal discurre pareja a la lástima que genera su patetismo en el lector.
No todos los autores son capaces de mover a la reflexión a partir de la semblanza psicológica. Tomine sabe hacerlo y aunque sólo sea por eso (aunque sólo fuera para no llegar nunca a parecernos a Ben Tanaka), merece la pena leer su Shortcomings.
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En Entrecómics nos avisaron de que aquí pueden leer 5 páginas de Shortcomings en su versión inglesa.
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